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jueves, 31 de marzo de 2016

"Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo"

Jueves de la Octava de Pascua
(31/03/2016)

Libro de los Hechos de los Apóstoles 3, 11-26. 

Como el paralítico que había sido curado no soltaba a Pedro y a Juan, todo el pueblo, lleno de asombro, corrió hacia ellos, que estaban en el pórtico de Salomón. Al ver esto, Pedro dijo al pueblo: "Israelitas, ¿de qué se asombran? ¿Por qué nos miran así, como si fuera por nuestro poder o por nuestra santidad, que hemos hecho caminar a este hombre? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús, a quien ustedes entregaron, renegando de él delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerlo en libertad. Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como una gracia la liberación de un homicida, mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Por haber creído en su Nombre, ese mismo Nombre ha devuelto la fuerza al que ustedes ven y conocen. Esta fe que proviene de él, es la que lo ha curado completamente, como ustedes pueden comprobar. Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes obraron por ignorancia, lo mismo que sus jefes. Pero así, Dios cumplió lo que había anunciado por medio de todos los profetas: que su Mesías debía padecer. Por lo tanto, hagan penitencia y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados." Así el Señor les concederá el tiempo del consuelo y enviará a Jesús, el Mesías destinado para ustedes. El debe permanecer en el cielo hasta el momento de la restauración universal, que Dios anunció antiguamente por medio de sus santos profetas. Moisés, en efecto, dijo: El Señor Dios suscitará para ustedes, de entre sus hermanos, un profeta semejante a mí, y ustedes obedecerán a todo lo que él les diga. El que no escuche a ese profeta será excluido del pueblo. Y todos los profetas que han hablado a partir de Samuel, anunciaron también estos días. Ustedes son los herederos de los profetas y de la Alianza que Dios hizo con sus antepasados, cuando dijo a Abraham: En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra. Ante todo para ustedes Dios resucitó a su Servidor, y lo envió para bendecirlos y para que cada uno se aparte de sus iniquidades".


Salmo 8, 2a.5.6-7.8-9.

¡Señor, nuestro Dios,
¿Qué es el hombre para que pienses en él,
el ser humano para que lo cuides?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y esplendor;
le diste dominio sobre la obra de tus manos.

Todo lo pusiste bajo sus pies.
Todos los rebaños y ganados,
y hasta los animales salvajes;
las aves del cielo, los peces del mar
y cuanto surca los senderos de las aguas.


del Evangelio según San Lucas 24, 35-48.

Los discípulos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo". Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?". Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos". Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto."









REFLEXIÓN

En el evangelio de hoy, Jesús se presenta resucitado a los discípulos y ellos lo confunden con un fantasma. El que estuvo en la Cruz está distinto, y es Él mismo. Todos los miedos, las mentiras, las inclinaciones a perder el rumbo, en la carne de Jesús, se disipan.

El Crucificado es el Resucitado

“Atónitos y llenos de temor, ellos creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: ¿Por qué están turbados, y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo.” El que estuvo en la Cruz está distinto, y es Él mismo. No es un fantasma, de hecho pregunta en medio de la alegría de ellos “¿no hay algo de comer?” Es que la imagen de lo fantasmagórico que espanta el alma, ante la presencia de la carne de Cristo desaparece. Todos los miedos, las mentiras, las inclinaciones a perder el rumbo, en la carne de Jesús, disipa los confuso.

La carne de Cristo, diría Francisco, nos libera de la tentación bajo forma de bien del mal espíritu. Uno se da cuenta que actúa el mal espíritu porque todo aparentemente es de Dios, pero de pronto muestra la cola, con actitudes y formas que no son de Dios: confundiendo, acusando y entristeciendo. El P. Fiorito, dice que el mal espíritu bajo forma de bien uno lo descubre cuando va pasando. La cola que el mal espíritu muestra son las mismas, la división, la rebeldía, la victimización y así se esconde haciéndose pasar por lo que no es con el solo deseo de hacer daño y destruir.

Éste Jesús que se aparece les dice “soy yo, no soy un fantasma”. Es la carne de Jesús quien nos libera de los fantasmas y mentiras. Ciertos espiritualismos y modos ideológicos de interpretación de las escrituras y ciertos rigorismos espirituales, vienen como a desdibujar la imagen de Cristo. Tienen 3 características: por un lado, desde un sector conservador rigorista y moralista; por otra parte, y desde el otro extremo, viene con las figuras ideológicas en donde el evangelio no es atravesado por lo social sino teñido de ideología que desfigura el rostro del Cristo comprometido; y el otro modo es un espiritualismo que Francisco denomina como con cierto subjetivismo espiritual, marcado por una tendencia a identificar que la experiencia interior espiritual es la que se identifica con el evangelio y desde ahí se justifica todo, sin hacer el proceso de discernimiento de identificar la moción interior con los signos externos que acompañar y la confirmación de los signos en el camino. De este modo se establece la experiencia interior como la gran revelación y se torna en subjetivismo.

En los 3 casos se desdibuja el rostro real de Cristo y tienden a sacarnos de la carne de Jesús, que es un compromiso cotidiano con el evangelio en lo que nos toca hacer. Siempre lo que busca el espíritu del mal cuando se manifiesta en forma de bien busca sacarnos del centro y crearnos fantasmas, que con un discurso de miedo nos saca de lo concreto. “No soy un fantasma” dice Jesús, soy de carne y huesos. En el camino de seguimiento de Jesús, tenemos que ir cada día, hasta el hueso, hasta lo concreto que tiene que ver con la presencia encarnada de Dios a su invitación, siempre encarnada.

Cristo está más que vivo, ha resucitado. Y este es un estado nuevo, que se hace Gracia para nosotros, Gracia de Resurrección. Para expandir Su presencia de novedad transformadora hasta los confines de la tierra. Para que llegar a todos con el mensaje de Vida que termina con la muerte y el pecado, para que deje de ser una sencilla idea posible para transformarse en una Presencia de Gracia real. Es su gracia de Resucitado, de manera real, la que nos lleva al encuentro con lo que Dios nos pide aquí y ahora. La gracia de conversión siempre viene a anclarse en algo concreto. El Dios que habla espera que en el proceso de conversión demos pasos concretos.

Es Gracia de la conversión, la que viene de la mano de esta presencia transformante, que nos regala el Jesús Resucitado. Gracia de conversión para nosotros a la realidad del Dios Vivo. Conversión que supone un caminito, diría Santa Teresita, de seguimiento discipular en actitud obediente a los caminos por donde Dios nos quiere llevar. Allí donde no se conoce ni se sabe. La conversión no está en grandes cosas, sino en lo pequeño vivido en profundidad y con gran amor.

El resucitado trae una nueva luz La resurrección trae un mensaje de transformación, que ocurre en el andar, en el peregrinar y que en el texto se expresa así, “les abrió la inteligencia, para que comprendieran las Escrituras”. Para esto, antes Él les abrió el corazón y ha llegado con un mensaje de paz. La paz es la integración de todo nuestro ser personal en el seguimiento de Cristo. Su presencia ha calmado los ánimos muy movilizados, entre la experiencia escandalosa de la pasión y la muerte de Jesús, y las apariciones que se suceden por todas partes. A más de quinientos, dice el texto de los Hechos de los Apóstoles, Jesús se manifestó Resucitado.

El Papa Francisco, en la homilía de la misa de hoy en Santa Marta, habló de los cristianos que "prefieren la tristeza y no la alegría. Se mueven mejor, no en la luz de la alegría, sino en las sombras, como esos animales que sólo logran salir de noche, pero no a la luz del día, porque no ven nada. Como los murciélagos. Y con un poco de sentido del humor podemos decir que hay cristianos murciélagos que prefieren las sombras a la luz de la presencia del Señor”.

La luz nos trae paz y alegría, nos trae serenidad y confianza, nos invita a la conversión y nos abre a caminos nuevos. Jesús con Resurrección nos trae la alegría de ser cristianos, de seguir el camino de las bienaventuranzas. “Y nosotros, tantas veces, o estamos trastornados, cuando nos llega esta alegría, o llenos de miedo, o creemos que vemos un fantasma o pensamos que Jesús es un modo de actuar: ‘Pero nosotros somos cristianos y debemos hacer así. ¿Pero dónde está Jesús? ‘No, Jesús está en el Cielo’. ¿Tú hablas con Jesús? ¿Tú dices a Jesús: ‘Yo creo que Tú vives, que Tú has resucitado, que Tú estás cerca de mí, que Tú no me abandonas’? La vida cristiana debe ser esto: un diálogo con Jesús, porque – esto es verdad – Jesús siempre está con nosotros, siempre está con nuestros problemas, con nuestras dificultades, con nuestras obras buenas”.

Jesús no encandila sino que trae luz y alegría serena. El Papa también dijo que vayamos serenos en la alegría, es decir, que la alegría de la resurrección no nos exalte frente a los que todavía no lo descubrieron, sino que vayamos con una presencia luminosa que disipe las sombras y traiga paz. Es Cristo, presencia luminosa en la carne, quien nos trae su presencia cotidiana con el signo de la paz y de la alegría.

Con pedagogía del maestro que sabe y conoce el corazón de los discípulos, los va llevando Él desde la Cruz a la Resurrección, mostrándoles que el mismo que estuvo en la Cruz está ahora Resucitado. “Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo”. Así lo hizo con todos los discípulos. Y así lo quiere hacer en nosotros. `

Estemos atentos a Su Resurrección en nuestra vida, dejando que el alma salga de la Cruz, para que llenos de la alegría de la Resurrección se abra lo más íntimo de nuestro ser, para darle la bienvenida a la expansión que trae Su gracia Resucitada.

Es expansiva la gracia de la Resurrección. el Señor viene a abrirnos lo más hondo de nuestra interioridad, para comunicarnos, ése su triunfo sobre el pecado, sobre la muerte, sobre la desilusión, sobre la proyección fantasmagórica de nuestros propios miedos. Está vivo. Ha resucitado y viene a darnos vida nueva.

La paz esté con ustedes

Para ese proceso de abertura a la vida nueva de Resurrección, que regala el don del Cristo que vence, es necesario aquietar el alma herida con la Gracia de paz que trae el Resucitado. “La paz esté con ustedes”. Es como una puerta que abre al encuentro con lo desconocido la Gracia de una inmensa alegría, que Dios trae a los que esperaban desde tiempo encontrarse con la felicidad tan buscada.

La paz que aquieta el alma turbada, la que disipa las dudas, la que permite abrirse a lo nuevo sin miedos, la que abre a nuevos desafíos de ir hasta los confines de la tierra, la que serenamente pone en camino y en marcha. Esa paz viene a instalarse en tu vida, como memoria de paz que Dios te dejó en otro tiempo, y como presencia de renovada paz, con la que Dios se quiere comunicar aún más honda y consolidadamente en este tiempo. La trae Jesús, que por la claridad de Su presencia disipa las tinieblas de tu corazón.

Hoy recordamos, desde la expresión de la liturgia, “les doy la paz, les dejo mi paz”, tomada de aquel texto de Juan. Donde aclara Jesús que esta paz no es la que da el mundo. Es decir, no es la de los cementerios donde la paz se aquieta. Aquí la paz moviliza. Aquieta, serena y moviliza. Está llena de Vida. Confirma y reafirma en el camino. Es una paz dinámica la de Cristo. Es una paz que llena de vida, y pone en camino.

Dice Anselm Grün, “todos anhelamos la paz, pero a menudo no encontramos el camino que nos lleve a ella”. Jesús sale en la Gracia de la Resurrección a abrir caminos para los discípulos que están encerrados por temor. Lo hace diciendo “soy la paz, tengan paz”. No les pasa boleta, no les pregunta “dónde estuvieron”, no los instala en la culpa “¿por qué se fueron?”, no les reclama el abandono que hicieron de él. Trasciende toda miseria, comunica paz.

Es un don del cielo, que debemos tratar con responsabilidad, dice el mismo Anselm Grün. La paz del Resucitado nos proporciona sosiego y reconciliación con nuestra vida, hasta llegar a ser los bienaventurados que la Palabra dice, “como hijos de Dios trabajamos por la paz”.

En griego paz se dice, “heidene”, y supone armonía, tranquilidad del alma, bienestar. Para los griegos es un estado de bienestar, y de hecho, algo de eso experimentamos cuando estamos en paz. Pero la que trae Jesús, capaz de asistirnos también en los momentos de mayor real tribulación: se puede estar en paz, en medio de la más profunda tormenta.

En latín, la palabra “pax”, viene de paxis, que significa realizar negociaciones, firmar un pacto, un contrato. Los romanos la encontraban en el cumplimiento de las leyes acordadas. En la alianza que las partes acuerdan laboriosamente, para superar lo que separa y lo que divide. Y es parte de la paz, el equilibrio de las fuerzas.

Pero es más la que Jesús propone, es mucho más que un equilibrio de fuerzas. Es una paz llena de vida. Y nos recuerda la Palabra de Dios, que el ser humano es incapaz por sí mismo de establecer paz con Él, con la creación, con los demás seres humanos. Tiene que intervenir Dios, que envía a Cristo, el gran portador de la paz, el mensajero de la paz.

Es Él el que llega en esta Pascua a tu vida, y te regala el don de Su paz. Es Su paz la que viene a instalarse en tu corazón. Es memoria de regalos de paz que Dios te hizo, y es presencia renovada de una paz desconocida. Como una caricia al alma, como una luz que abre caminos. Como una certeza que disipa toda duda. Pero, por sobre todas las cosas, como una fuerza que soporta la tribulación.

La paz es un don de los que caminan, porque no es de cementerio, sino la que se da en la dinámica del caminar. Es un don del cielo y es gracia de Resurrección. Como la que propusieron los dos Papas que el domingo serán canonizados, Juan XXIII y Juan Pablo II. Ambos han sido grandes constructores y defensores de la paz.

Jesús no le quita nada al paso de la cruz con la resurrección, al contrario, ahora los dolores de la cruz se muestran en plenitud. No se hizo un lifting, ni es como si nada hubiera pasado, sino que las llagas del paso por la cruz siguen siendo memoria del paso.

escrito por el Padre Javier Soteras
(fuente: www.radiomaria.org.ar)

miércoles, 30 de marzo de 2016

"Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba"

Miércoles de la Octava de Pascua
(30/03/2016)

Libro de los Hechos de los Apóstoles 3, 1-10. 

En una ocasión, Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la tarde. Allí encontraron a un paralítico de nacimiento, que ponían diariamente junto a la puerta del Templo llamada "la Hermosa", para pedir limosna a los que entraban. Cuando él vio a Pedro y a Juan entrar en el Templo, les pidió una limosna. Entonces Pedro, fijando la mirada en él, lo mismo que Juan, le dijo: "Míranos". El hombre los miró fijamente esperando que le dieran algo. Pedro le dijo: "No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina". Y tomándolo de la mano derecha, lo levantó; de inmediato, se le fortalecieron los pies y los tobillos. Dando un salto, se puso de pie y comenzó a caminar; y entró con ellos en el Templo, caminando, saltando y glorificando a Dios. Toda la gente lo vio camina y alabar a Dios. Reconocieron que era el mendigo que pedía limosna sentado a la puerta del Templo llamada "la Hermosa", y quedaron asombrados y llenos de admiración por lo que le había sucedido.


Salmo 105(104), 1-2.3-4.6-7.8-9.

¡Den gracias al Señor, invoquen su Nombre,
hagan conocer entre los pueblos sus proezas;
canten al Señor con instrumentos musicales,
pregonen todas sus maravillas!

¡Gloríense en su santo Nombre,
alégrense los que buscan al Señor!
¡Recurran al Señor y a su poder,
busquen constantemente su rostro!

Descendientes de Abraham, su servidor,
hijos de Jacob, su elegido:
el Señor es nuestro Dios,
en toda la tierra rigen sus decretos.

El se acuerda eternamente de su alianza,
de la palabra que dio por mil generaciones,
del pacto que selló con Abraham,
del juramento que hizo a Isaac.


del Evangelio según San Lucas 24, 13-35.

Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.
El les dijo: "¿Qué comentaban por el camino?". Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!". "¿Qué cosa?", les preguntó. Ellos respondieron: "Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron".
Jesús les dijo: "¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?" Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él. Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante.
Pero ellos le insistieron: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba". El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: "¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?".
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!". Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.







REFLEXIÓN: Camina a nuestro lado

Emaús siempre nos está diciendo: “no se preocupen. No es que no lo vean. Es Él mismo el que les retiene los ojos, pero ¡confíen! Van a ver que algún gesto de Jesús les hará arder el corazón y se les abrirán los ojos”. Nuestra vida entera es un Camino de Emaús, a veces de ida, a veces de vuelta… El detalle lindo de esta mañana: Jesús se les aproxima “en” la homilía (charla entre compañeros, en griego, se dice homilía). Era una homilía (una charla) aburrida y desesperanzada. Estos dos amigos andaban metidos en una conversación de esas que a uno lo confirman en que “no se puede esperar más”: es lo que hay, así son las cosas. No es como quien encuentra conformidad sino como quien se resigna y queda instalado en el fracaso.

A los argumentos (a veces mudos) de los que crucifican el bien no hay con qué darles. La resignación se instala sin esperanza. El Señor se mete en ese lugar de su dolor y les tira una soga para rescatarlos. Comienza por salirles al encuentro buscando que se expresen “¿De qué hablaban por el camino?”. Él les da pie para que puedan ir sacando la amargura que tienen en el corazón. Una vez que han vaciado la tristeza, ahí comienza a explicarles, a llevarlos al recuerdo. A veces también nos pasa a nosotros que creemos que la crisis y el dolor les pasa a los otros… hasta que llega con alguien cercano. Lo extraño del dolor es que cuando ocurre, como no estamos hechos para él, nos parece que no es para nosotros. Jesús los pone frente al dolor pero los reconforta al recordarles la vida detrás de esa muerte.

La confortación interior que reciben los discípulos en medio de ese diálogo viene de la mano de un amor que vence todo dolor.

Herido sanado que sana

Jesús les pone al descubierto las llagas de su alma y se dan cuenta que el dolor que tienen adentro no es tan extraño. Eso se logra por la empatía del que también tiene llagas. Jesús es un herido sanado. Eso nos pasa cuando estamos frente a alguien dolido que ha sido sanado.

El Señor les pone al descubierto sus llagas y como dice Mamerto Menapace “eso es el cielo”, porque allí nos vamos a reconocer por las llagas. Cuando caminamos familiarizados con los que nos duele y nos hace sufrir es como si el cielo se metiera en medio nuestro. Esa es la Pascua. El Señor quiere regalarte un cielo en medio de tu dolor. Es tan bueno dejarlo al Señor hacer de lo que sabe hacer, de Dios, del Dios clavado en la cruz con llagas glorificadas. Dejá que hable tu corazón del dolor, pero sobretodo, dejalo al Señor que se muestre glorificado en tu propia cruz.

Jesús se les aproxima, los acompaña, les va ganando el corazón, les hace sentir deseos de invitarlo a que se quede y de hospedarlo, y al llegar a lo más íntimo del amor, el compartir el pan, recién allí les abre los ojos a la fe. Emaús es el camino que va del amor a la fe. Del prójimo a Dios, del Jesús prójimo al Jesús Dios. Que Él Señor se te acerque por el camino de tu vida y te de ganas de conversar con él y de hospedarlo para que, al partir el pan lo reconozcas y te vuelvas más comunitario.

Hay un proceso en el camino de Emaús; se va de la discusión al diálogo y del diálogo al encuentro. Esto nos hace falta en la convivencia, salir de los ámbitos de la discusión, las ideas y el relato con el que se busca generar posiciones de dominio. Ellos iban “discutiendo”, confrontándose. Va por el lugar del diálogo la salida, dos que buscan la verdad. Jesús se acerca y los hace dialogar, les hace sacar de sí la pena y encontrarse con una luz que antes no había. Y todo termina en un encuentro.

Es la mesa el lugar del encuentro, ese es el lugar de Jesús. Jesús siempre está vinculado a la mesa, e incluso la muerte de Jesús ha sido por la mesa. En esa mesa Jesús también celebra su pascua: Jesús comía con pecadores; lo criticaban porque sus discípulos no hacían las purificaciones en la mesa; lo criticaban porque dio de comer a una multitud. Necesitamos cuidar la mesa. Es triste que en muchas familias no se pueda conversar porque se generan discusiones.

En el encuentro uno se da y recibe, comparte. Que el Señor nos bendiga con la mesa donde encontrarnos entre nosotros y con Él.

escrito por el Padre Javier Soteras
(fuente: www.radiomaria.org.ar)

martes, 29 de marzo de 2016

"¡Raboní!"

Martes de la Octava de Pascua
(29/03/2016)

Libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 36-41. 

El día de Pentecostés, Pedro dijo a los judíos: "Todo el pueblo de Israel debe reconocer que a ese Jesús que ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías". Al oír estas cosas, todos se conmovieron profundamente, y dijeron a Pedro y a los otros Apóstoles: "Hermanos, ¿qué debemos hacer?". Pedro les respondió: "Conviértanse y háganse bautizar en el nombre de Jesucristo para que les sean perdonados los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa ha sido hecha a ustedes y a sus hijos, y a todos aquellos que están lejos: a cuantos el Señor, nuestro Dios, quiera llamar". Y con muchos otros argumentos les daba testimonio y los exhortaba a que se pusieran a salvo de esta generación perversa. Los que recibieron su palabra se hicieron bautizar; y ese día se unieron a ellos alrededor de tres mil.


Salmo 33(32), 4-5.18-19.20.22.

Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.

Nuestra alma espera en el Señor;
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.


del Evangelio según San Juan 20, 11-18.

María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto". Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo". Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!". Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'". María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.










REFLEXIÓN

Hay dos relatos mas de la resurrección de Jesús que nos cuentan acontecimientos semejantes, circunstancias que hablan de lo mismo, de Jesús que ha vencido la muerte, el pecado y aparece en la comunidad de los discípulos revelando el don de la vida, el brillo de su luz resucitada disipa la oscuridad de la muerte en el corazón de ellos, desesperados al verse frustrada aquella iniciativa de proyecto que habían iniciado junto al Maestro de Galilea, los otros dos textos son: el de los Discípulos de Emaús, Jesús caminado con ellos y la Pesca milagrosa en el Mar de Tiberíades.

Estos tres textos el de la aparición a María Magdalena, los discípulos de Emaús y Jesús junto al Lago de Tiberíades tienen datos comunes, lo primero es constatar que hay un límite que encuentran los que se están por encontrar con Jesús, en María Magdalena es el llanto, ella llora y en este límite se ve impedida de poder descubrir a Jesús, en los discípulos de Emaús es el semblante triste con el que dice Lucas que ellos van caminando, esto también les impide descubrir al Maestro.

En la pesca cuando Jesús está a orillas del lago los discípulos no lo pueden ver porque ha ganado el corazón de ellos el fracaso de una pesca infructuosa durante toda la noche, en los tres casos Jesús está allí pero en el límite de permanecer frente a su propio dolor a ellos les resulta imposible descubrir al Maestro, María llora, los discípulos de Emaús van con la semblante triste y los pescadores sufren las consecuencias dolorosas de una noche infructuosa de pesca en el mar, hay tres límites concretos y tres imposibilidades de descubrir a un Jesús que está allí y ellos no lo pueden ver, en el lago Jesús aparece como un pescador mas a la orilla con un fueguito encendido y un pez sobre las brasas, con los discípulos de Emaús Jesús es un peregrino, aquí en el Huerto donde estaba el sepulcro de Jesús de Nazaret María cree que es el cuidador, el jardinero, es decir, el Señor tiene una presencia que no escandaliza, no sacude de tal manera que desacomoda sino que con la sencillez de su modo y de su estilo ya en Nazaret se hace presente sin hacer demasiada bulla, la resurrección no es un lugar bullicioso, no es un lugar estruendoso, es un lugar simple como un jardinero, sencillo como un peregrino en el camino, la resurrección es experiencia cotidiana, tan cotidiana como era la pesca para los discípulos primeros de Jesús, Jesús se hace pescador a la orilla del lago, este es como otro rasgo propio del estilo de la resurrección de Jesús, pero hay otro dato, Jesús deja un signo en el camino para que puedan ellos salir del lugar del límite, del encierro, de la imposibilidad de verlo.

En los tres textos hay algo por lo cual los de Emaús, los que están a la orilla del lago después de la pesca infructuosa y María terminan por descubrir que es el Señor que ha resucitado.

En medio del dolor, la tristeza, la desesperación , la angustia, el fracaso, el llanto los que caminan con Jesús, los que van al Huerto, los que están pescando volviendo a su antiguo oficio no terminan de descubrir que el Señor va con ellos, camina con ellos, comparte con ellos la orilla, esta con ellos en el sepulcro vacío, lo que impide ver es la desesperación y la angustia, como nos pasa a nosotros que podemos tener situaciones y motivos mas que importantes para estar felices pero hay algo que llevamos dentro que nos impide alegrarnos, el Señor llama a María por su nombre y esto es suficiente para que escuchando ese tono de vos, ese nombre de ella pronunciado por Jesús ella despierte de su mirada un poco turbia por la que no ha podido descubrirlo hasta aquí y le diga Maestro, Señor.

Los discípulos de Emaús mientras el Señor les va hablando de la Palabra y de cómo el Hijo de Dios, el Mesías, debía sufrir mucho antes de resucitar sienten que sus corazones arden, pero mas todavía descubren la presencia viva de Jesús en el momento de partir el pan, para los que están en la pesca infructuosa de no poder terminar de descubrir de qué se trata esto de repente de verse preguntados por alguien ¿pescaron algo muchachos? Casi como burlescamente para después decir tiren la red a la derecha, sacaron tantos peces que inmediatamente el discípulo al que Jesús amaba dijo este es Jesús, es el Señor, este modo de pescar es propio de Él, ya lo hemos experimentado al comienzo de nuestra vida cuando al principio nos llamó y después de no haber pescado nada nos dijo naveguen mar adentro, y sacamos tantos que nos hundíamos y tuvimos que ayudarnos para arrastrar las redes hasta la orilla.

El Señor nos vuelve la memoria afectiva hacia los lugares donde la vida se hace plena para descubrir de una o de otra forma que Él camina con nosotros, que está vivo, que ha resucitado, que no hay motivo para la tristeza y para la angustia. Tres signos bien sencillos, concretos, cotidianos para ellos, la pesca milagrosa, el pan partido y la Palabra proclamada, el nombre pronunciado sobre María.

Cada uno de nosotros tiene una historia de encuentro con Jesús, un lugar, un hecho donde la vida se abrió como vida y el Señor se mostró como Señor de la historia, Señor de la salvación, en esos lugares el Señor se manifiesta para decirnos que Él camina con nosotros y que está a nuestro lado, que ha resucitado, es muy simple, es en lo cotidiano, es sin violentar nuestra vida, es haciéndonos sentir en lo mas hondo del corazón que Él está en el mate compartido y en la conversación de la mesa, que Él esta en el café con el amigo y en el momento de la oración con la Palabra, que Jesús está vivo allí mientras hacemos las cosas de la casa y Él nos va hablando de la vida en lo nuestro sin violentar Jesús se manifiesta vivo, “No soy un fantasma, soy yo mismo, aquí están mis manos y mis pies, este es mi costado abierto”, les dice a los discípulos “Soy yo, estoy vivo, ¿tienen algo para comer?

Tan simple, sencillo, maravillosamente grande, en lo simple, en lo sencillo en lo cotidiano se muestra Jesús para darle dimensión nueva a lo de todos los días, el Señor no nos quiere haciendo grandes cosas nos quiere haciendo lo de todos los días de una manera grande, es sencillo Jesús, tan cotidiano que los hace volver a los discípulos sobre aquel lugar donde la historia de la salvación para ellos fue el comienzo de un camino nuevo, historia real de salvación, “Vayan a decirles a mis discípulos que en Galilea me encontrarán”.

Galilea es el lugar del primer encuentro, es el lugar de la casa de Simón donde Jesús estuvo mucho tiempo con ellos, es lo de todos los días, es lo cotidiano, el Señor te invita a encontrarte con Él resucitado en lo de todos los días. Sería bueno que te preguntes cuáles son las cosas de todos los días donde Él se manifiesta vivo y donde Él quiere aparecer de una manera nueva, renovándote sin sacarte del camino, sencillamente regalándote un don de presencia que le da sabor, color y gusto distinto a lo de todos los días, cuáles son las cosas de todos los días en tu vida donde el Señor se muestra vivo y donde viene a renovarte en esta pascua.

El Señor recitado viene al encuentro de los discípulos allí donde ellos se encuentran sin cosas espectaculares, metido entre la historia de todos los días, lo que suponía en aquel momento hacer el duelo, ir al sepulcro y buscar el cuerpo, untarlo con los aceites propios con los que se untaban los cuerpos para declarar la inmortalidad, en el ambiente propio de la pesca donde tantos momentos pasaron juntos, en el andar y en el peregrinar, Jesús ha sido eso, un peregrino, como estaba está pero de una manera nueva, el Señor resucitado viene hacia nosotros bajo esas características.

El que comparte tu mesa de todos los días en la familia, con el que te vas a dormir y con el que te despertás, con el que tomas un café, con el Jesús que ora con vos cuando tomas la Palabra en tu mano, te acompaña con la señal de la radio haciéndote, reír, emocionar, invitándote a formar, el Señor que forma parte de lo tuyo en el trabajo cuando entras a tu oficina, en la fábrica, en el taller, en tu taxi y de repente en el pasajero que subió, en el compañero de trabajo, en la tarea que te toca descubrís que ahí está Él, el Señor es Señor de lo simple, su presencia cotidiana se la descubre por dos signos: el de la alegría y el de la paz son los signos de la resurrección, la alegría el gozo y la paz, para descubrir si es presencia o no de Jesús lo que estamos viviendo hay que captar interiormente, sintonizar con el registro del corazón si lo que vivo me da paz y me da alegría, si es paz y alegría interior lo que siento, lo que vivo entonces es el Señor.

Cuando Juan en el capítulo 21 dice: “Es el Señor” tiene paz en su corazón, cuando María le dice Maestro hay alegría, gozo y paz, cuando los discípulos de Emaús descubren en el partir el pan que era Jesús y en la Palabra han descubierto que sus corazones ardían, cuando le piden “Quédate con nosotros” es como cuando uno tiene paz en el corazón y dice no quiero que se vaya este sentir hondo y profundo de serenidad, de armonía, quiero que permanezca para siempre, la paz que Jesús da es una paz que moviliza, es distinta a la paz de los cementerios, la paz del cementerio es la paz de la muerte, la paz que Jesús da es la paz de la vida y pone en contacto con lo que vendrá, cuando esta paz esta ausente, cuando nos cuesta encontrarla, cundo hay demasiadas cosas que inquietan nuestro corazón y lo entristecen entonces Jesús toma directamente la iniciativa de comunicarla, “Tengan paz y muestra de que su paz es movilizante cuando al lado de este mensaje, paz al corazón de ustedes, viene el otro no tengan miedo que soy yo, estoy vivo.

Los discípulos en aquel entonces estaban encerrados por temor a los judíos, Jesús los saca de ese encierro, de ese estar muertos resucitándolos con Él e invitándolos a abrir las puertas y a salir a anunciar que el Señor está vivo, el que estaba muerto ahora vive.

En estos tres textos lo que sigue al encuentro en lo simple, en lo cotidiano con la gracia de la resurrección, la paz y la alegría que Jesús comunica es la misión, en cada uno de estos después de la alegría de Jesús resucitado en el peregrinar, en la pesca y en el rito de ir a llenar de aceite y de ungüento el cuerpo del muerto, lo que reina en el corazón es la paz y esa paz los hace salir a decir a los hermanos que Jesús ha resucitado, la misión nace de la gracia de la resurrección, solo hay misión cuando hay experiencia de resucitado, cuando el encuentro con el resucitado de manera cotidiana nos llena de vida y esa vida no podemos sino anunciarla, comunicarla, hacerle saber a otros que la vida de todos los días no es aburrida, no es tediosa, la vida en Dios es vida que se comunica y que llena de sentido.

El Jesús de lo cotidiano es un Jesús que nos hace vivir de manera grande lo simple y esto es lo que el mundo necesita encontrar en el matrimonio y en la propia casa, en la educación de los hijos y en el trabajo de todos los días, en la vida compartida con los amigos y en los momentos de recreación, en los tiempos duros de la enfermedad y cuando hay que enfrentar la muerte de un ser querido que Dios está ahí siempre acompañando, hay una palabra que sostiene el peregrinar de los discípulos todo este tiempo “Yo estaré con ustedes para siempre, hasta el final de los tiempos”, es en todo momento, en toda circunstancia, siempre.

Cuando el Señor de la vida, el creador y el redentor, el que nos hizo a imagen y semejanza suya y el que nos rescató de las heridas de muerte que generó el pecado en nosotros se sienta en nuestra mesa, comparte la mesa, nos acompaña en nuestro viaje de la vida de todos los días, en el trabajo, invitándonos a compartir la amistad que tenemos con Él, cuando el Señor de la vida el que nos creó a imagen y semejanza suya, el que nos rescató del pecado y de la muerte nos dice que no le interesan las cosas en las que podemos estar equivocados o en las que podemos estar no del todo acertado sino que Él igualmente quiere ponerse de nuestro lado para compartir la vida con nosotros e invitarnos a recorrer un nuevo camino nos deja paz, alegría y gozo su presencia y de esta paz, alegría, gozo y certeza del amor de Dios que nos dice una y otra ves que nos ama, que entregó su vida por nosotros no podemos sino salir a anunciarlo, a contarle a otros este mismo mensaje y hacernos nosotros sembradores de la Palabra en el corazón del mundo.

Después de cada experiencia de resurrección Jesús pone en situación de misión a los discípulos “No tengan miedo, soy yo”, es lo mismo que decirles salgan del encierro, vayan a decirles a mis hermanos que en Galilea me encontrarán, envía a las mujeres a ese lugar, los de Emaús apenas lo descubrieron al partir el pan se volvieron los once kilómetros que habían recorrido para contarle a los hermanos que el Señor estaba vivo, cuando termina la pesca milagrosa a la orilla del Mar de Tiberíades Jesús se lo lleva aparte a Pedro, lo confirma en la fe redoblando su presencia de amor en su vida y después de tres negaciones y de tres desamores lo reencuentra con una declaración triple de amor y le dice la misión que tiene que cumplir “Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas”, “Pedro, ¿me amas? Sí Señor tu sabes que te quiero. Apacienta mis ovejas”.

La misión brota de la gracia de la resurrección, ser misionero, ser testigo de lo que hemos visto, de lo que hemos oído, de lo que tocamos con nuestras manos acerca de la Palabra de vida surge de la gracia de la resurrección de Jesús. Solo puede misionar quien se ha encontrado con el resucitado, solo puede contar que la vida ha vencido la muerte bajo todas las formas quien ha experimentado en sus propias muertes la resurrección de Jesús, quien ha experimentado en su propio dolor el triunfo de Jesús, quien ha experimentado mucho mas allá de sus angustias que el Señor llena la vida de un nuevo sentido, misioneros de la gracia de la resurrección.

Es verdad que el mundo de hoy espera el anuncio de Jesucristo, es cierto que la tarea de la nueva evangelización debe estar presente con nuevo ardor, una nueva forma y metodología, pero esto no va a ser posible si no hay primero una experiencia de pascua, de morir con Cristo para resucitar con Jesús, el corazón de la nueva evangelización es la pascua y su fuerza la resurrección, la tarea misional de la Iglesia brota de la experiencia pascual y de la gracia de la resurrección, la gracia de la resurrección acontece en tu vida en lo de todos los días, el que puso su morada entre nosotros, el que se quedó en medio nuestro, el no solamente no escandaliza con su presencia cercana, cotidiana sino que hace que vivamos lo compartido en familia y el encuentro con los amigos en Él de una manera distinta, lo grande del Dios en el que creemos es que lo simple es habitado por su presencia y eso te hace vivir lo mas simple como un príncipe hijo del Rey.

La gracia de la resurrección tiene el poder envolvente de hacernos como príncipes en este mundo, como señores de la vida y eso es lo que le da valor a lo cotidiano.

escrito por el Padre Javier Soteras
(fuente: radiomaria.org.ar)

lunes, 28 de marzo de 2016

La Pascua es el triunfo de la vida sobre la muerte; es la fiesta del renacer

Lunes de la Octava de Pascua
(28/03/2016)

Libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 14.22-33. 

El día de Pentecostés, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: "Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido. Israelitas, escuchen: A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él. En efecto, refiriéndose a él, dijo David: Veía sin cesar al Señor delante de mí, porque él está a mi derecha para que yo no vacile. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza, porque tú no entregarás mi alma al Abismo, ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción. Tú me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de gozo en tu presencia. Hermanos, permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se sentaría en su trono. Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías, cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción. A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen."


Salmo 16(15), 1-2a.5.7-8.9-10.11.

Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor:
«Señor, tú eres mi bien.»

El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!
Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!

Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré.
Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas
y todo mi ser descansa seguro:
porque no me entregarás a la Muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.

Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha.


del Evangelio según San Mateo 28, 8-15.

Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán". Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'. Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo". Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.








REFLEXIÓN: La Pascua es el triunfo de la vida sobre la muerte; es la fiesta del renacer

06/04/2015 – En la mañana de hoy, el Papa Francisco, salió a la ventana del Apartamento Apostólico para rezar el Regina Caeli con los fieles congregados en la Plaza San Pedro.

Queridos hermanos y hermanas, buenos días y todavía ¡Felices Pascuas! El lunes después de la Pascua, el Evangelio (Cfr. Mt 28,8-15) nos presenta la narración de las mujeres que, fueron al sepulcro de Jesús, lo encuentran vacío y ven un Ángel que les anuncia que Él ha resucitado. Y mientras ellas corren para transmitir la noticia a los discípulos, encuentran a Jesús mismo que les dice: «Vayan a anunciar a mis hermanos que suban a Galilea: allí me verán» (v. 10). Galilea es la “periferia” donde Jesús había iniciado su predicación; y de allí reiniciará en Evangelio de la Resurrección, para que sea anunciado a todos, y para que cada uno pueda encontrar a Él, al Resucitado, presente y operante en la historia. También hoy Él está con nosotros aquí en la plaza.

Por lo tanto, éste es el anuncio que la Iglesia repite desde el primer día: “¡Cristo ha resucitado!”. Y, en Él, por el Bautismo, también nosotros hemos resucitado, hemos pasado de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad del amor. Ésta es la buena noticia que estamos llamados a anunciar a los demás y en todo ambiente, animados por el Espíritu Santo. La fe en la resurrección de Jesús y la esperanza que Él nos ha traído es el don más bello que el cristiano puede y debe ofrecer a sus hermanos. A todos y cada uno, entonces, no nos cansemos de repetir: ¡Cristo ha resucitado! Repitámoslo todos juntos hoy aquí en la plaza: ¡Cristo ha resucitado! ¡Todos! ¡Cristo ha resucitado! Una vez más: ¡Cristo ha resucitado! Repitámoslo con las palabras, pero sobre todo con el testimonio de nuestra vida. La alegre noticia de la Resurrección debería manifestarse en nuestro rostro, en nuestros sentimientos y actitudes, en el modo con el cual tratamos a los demás.

Nosotros anunciamos la resurrección de Cristo cuando su luz ilumina los momentos oscuros de nuestra existencia y podemos compartirla con los demás; cuando sabemos sonreír con quien sonríe y llorar con quien llora; cuando caminamos junto a quien está triste y corre el riesgo de perder la esperanza; cuando transmitimos nuestra experiencia de fe a quien está en búsqueda de sentido y de felicidad. Y ahí con nuestra actitud, con nuestro testimonio, con nuestra vida decimos “Jesús ha resucitado”, con todo el alma.

Estamos en los días de la Octava de Pascua – ocho días –, durante los cuales nos acompaña el clima gozoso de la Resurrección. Es curioso, la Liturgia considera la entera Octava como un único día, para ayudarnos a entrar en el misterio, para que su gracia penetre en nuestro corazón y en nuestra vida. La Pascua es el evento que ha traído la novedad radical para todo ser humano, para la historia y para el mundo: es el triunfo de la vida sobre la muerte; es la fiesta del renacer y de la regeneración. ¡Dejemos que nuestra existencia sea conquistada y transformada por la Resurrección!

Pidamos a la Virgen Madre, testigo silenciosa de la muerte y de la resurrección de su Hijo, incrementar en nosotros el gozo pascual. Lo haremos ahora con la oración del Regina Coeli, que durante el tiempo pascual sustituye la oración del Ángelus. En esta oración, marcada por el Aleluya, nos dirigimos a María invitándola a alegrarse, porque a quien llevó en su vientre ha resucitado como había prometido, y nos encomendamos a su intercesión. En realidad, nuestra alegría es un reflejo de la alegría de María, porque es Ella que ha cuidado y conserva con fe los eventos de Jesús. Recitamos pues esta oración con los sentimientos de hijos que son felices porque su Madre es feliz.

(fuentes: Radio Vaticano; radiomaria.org.ar)

domingo, 27 de marzo de 2016

según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos

Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor
(27/03/2016)

Libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 34a.37-43. 

Pedro, tomando la palabra, dijo: "Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección. Y nos envió a predicar al pueblo, y atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre".


Salmo 118(117), 1-2.16ab-17.22-23.

¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel:
¡es eterno su amor!

La mano del Señor es sublime,
la mano del Señor hace proezas.
No, no moriré:
viviré para publicar lo que hizo el Señor.

La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular.
Esto ha sido hecho por el Señor
y es admirable a nuestros ojos.


Carta de San Pablo a los Colosenses 3, 1-4.

Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.


del Evangelio según San Juan 20, 1-9.

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.







REFLEXIÓN: “Este es del día que hizo el Señor, día de alegría y de gozo.” (Sal 117,24)

El sol de justicia (Mal 3,20), oculto durante tres días, se levanta hoy e ilumina toda la creación. ¡Cristo permanece en el sepulcro durante tres días, él que existe desde toda la eternidad! Germina como una viña y llena de gozo al mundo entero. ¡Fijémonos en la salida del sol que no conoce ocaso, despertemos a la aurora y llenémonos del gozo de su luz!

Cristo ha roto las puertas de infierno, los muertos se levantan como de un sueño. Cristo se levanta, él que es la resurrección de los muertos y viene a despertar a Adán. Cristo, resurrección de todos los muertos se levanta y viene a liberar a Eva de la maldición. Cristo se levanta, él que es la resurrección y transfigura en belleza lo que no tenía aspecto atrayente (cf Is 53,3) Como de un profundo sueño, el Señor se ha despertado y ha deshecho todas las intrigas del enemigo. Resucita y colma de alegría a toda la creación. Resucita y queda vacía la prisión de los infiernos. Resucita y transforma lo corruptible en incorruptible (1Cor 15,53) Cristo resucita y establece a Adán en la incorruptibilidad, en su dignidad primera.

Gracias a Cristo, la Iglesia viene a ser hoy un cielo nuevo, (Ap 21,1) un cielo más bello que el sol visible. El sol que vemos cada día no tiene comparación con este Sol. Como un siervo, lleno de profundo respeto hacia su amo, el sol del día se ha eclipsado ante aquel que estuvo pendiendo de la cruz (Mt 27,45) De este Sol dice el profeta: “Sobre vosotros, los que honráis mi nombre, se alzará un sol victorioso...” (Mal 3,20) Por él, Cristo, Sol de justicia, la Iglesia se transforma en cielo resplandeciente de muchas estrellas, nacidas de la piscina bautismal en una luz nueva. “Este el día que hizo el Señor, hagamos fiesta y alegrémonos en él.” (Sal 117,24) llenos de una alegría divina.

escrito por San Epifanio de Salamina (¿-403), obispo
Homilía 3 para la Resurrección (atribuida); PG 43, 465

sábado, 26 de marzo de 2016

"¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?"

Sábado Santo: Santa Vigilia Pascual
(26/03/2016)

Libro del Exodo 14, 15-31.15,1a. 

Después el Señor dijo a Moisés: "¿Por qué me invocas con esos gritos? Ordena a los israelitas que reanuden la marcha. Y tú, con el bastón en alto, extiende tu mano sobre el mar y divídelo en dos, para que puedan cruzarlo a pie. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, y ellos entrarán en el mar detrás de los israelitas. Así me cubriré de gloria a expensas del Faraón y de su ejército, de sus carros y de sus guerreros. Los egipcios sabrán que soy el Señor, cuando yo me cubra de gloria a expensas del Faraón, de sus carros y de sus guerreros". El Angel de Dios, que avanzaba al frente del campamento de Israel, retrocedió hasta colocarse detrás de ellos; y la columna de nube se desplazó también de delante hacia atrás, interponiéndose entre el campamento egipcio y el de Israel. La nube era tenebrosa para unos, mientras que para los otros iluminaba la noche, de manera que en toda la noche no pudieron acercarse los unos a los otros. Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este, que sopló toda la noche y transformó el mar en tierra seca. Las aguas se abrieron, y los israelitas entraron a pie en el cauce del mar, mientras las aguas formaban una muralla a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron, y toda la caballería del Faraón, sus carros y sus guerreros, entraron detrás de ellos en medio del mar. Cuando estaba por despuntar el alba, el Señor observó las tropas egipcias desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre ellos. Además, frenó las ruedas de sus carros de guerra, haciendo que avanzaran con dificultad. Los egipcios exclamaron: "Huyamos de Israel, porque el Señor combate en favor de ellos contra Egipto". El Señor dijo a Moisés: "Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios, sus carros y sus guerreros". Moisés extendió su mano sobre el mar y, al amanecer, el mar volvió a su cauce. Los egipcios ya habían emprendido la huida, pero se encontraron con las aguas, y el Señor los hundió en el mar. Las aguas envolvieron totalmente a los carros y a los guerreros de todo el ejército del Faraón que habían entrado en medio del mar para perseguir a los israelitas. Ni uno solo se salvó. Los israelitas, en cambio, fueron caminando por el cauce seco del mar, mientras las aguas formaban una muralla, a derecha e izquierda. Aquel día, el Señor salvó a Israel de las manos de los egipcios. Israel vio los cadáveres de los egipcios que yacían a la orilla del mar, y fue testigo de la hazaña que el Señor realizó contra Egipto. El pueblo temió al Señor, y creyó en él y en Moisés, su servidor. Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor:


Libro del Exodo 15, 1b-2.3-4.5-6.17-18.

«Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria:
él hundió en el mar los caballos y los carros.

El Señor es mi fuerza y mi protección,
él me salvó.
El es mi Dios y yo lo glorifico,
es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza.

El Señor es un guerrero,
su nombre es "Señor".
El arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército,
lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo.

El abismo los cubrió,
cayeron como una piedra en lo profundo del mar.
Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza,
tu mano, Señor, aniquila al enemigo.

Tú lo llevas y lo plantas en la montaña de tu herencia,
en el lugar que preparaste para tu morada,
en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos.
¡El Señor reina eternamente!»


Carta de San Pablo a los Romanos 6, 3-11.

Hermanos: ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva. Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección. Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado. Porque el que está muerto, no debe nada al pecado. Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él. Al morir, él murió al pecado, una vez por todas; y ahora que vive, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.


del Evangelio según San Lucas 24, 1-12.

El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: 'Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día'". Y las mujeres recordaron sus palabras. Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron. Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido.










REFLEXIÓN: La noche que nos libera del sueño de la muerte

Hermanos, vigilemos porque esta noche Cristo ha permanecido en el sepulcro. En esta noche aconteció la resurrección de su carne. En la cruz fue objeto de burlas y mofas. Hoy, los cielos y la tierra la adoran. Esta noche ya forma parte de nuestro domingo. Era necesario que Cristo resucitase durante la noche porque su resurrección ha iluminado las tinieblas...Así como nuestra fe en la resurrección de Cristo ahuyenta todo sueño, así, esta noche iluminada por nuestra vigilia se llena de luz. Nos hace estar vigilantes con la Iglesia extendida por toda la tierra, para no ser sorprendidos en la noche (cf Mc 13,33).

En muchos pueblos reunidos en nombre de Cristo por esta fiesta tan solemne en todas partes, el sol ya se ha puesto---pero el día no declina. Las claridades del cielo han dejado lugar a las claridades de la tierra...Aquel que nos dio la gloria de su nombre (Sal 28,2) ha iluminado también esta noche. Aquel a quien decimos “tú iluminas nuestras tinieblas”(Sal 18,19) extiende su claridad en nuestra corazones. Así como nuestros ojos contemplan, deslumbrados, la luz de estas antorchas brillantes, así nuestro espíritu iluminado nos hace contemplar la luz de esta noche---- esta santa noche donde el Señor ha comenzado en su propia carne la vida que no conoce ni sueño ni muerte!

escrito por San Agustín (354-430),
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Homilía segunda para la Noche Santa; PL 2, 549-552; Sermón Morin guelferbytanus 5
(fuente: evangeliodeldia.org)

viernes, 25 de marzo de 2016

La cruz, árbol de vida

Viernes Santo de la Pasión del Señor
(25/03/2016)

Libro de Isaías 52, 13-15.53,1-12. 

Sí, mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura muy grande. Así como muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque estaba tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no era más la de un ser humano, así también él asombrará a muchas naciones, y ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán algo que nunca habían oído. ¿Quién creyó lo que nosotros hemos oído y a quién se le reveló el brazo del Señor? El creció como un retoño en su presencia, como una raíz que brota de una tierra árida, sin forma ni hermosura que atrajera nuestras miradas, sin un aspecto que pudiera agradarnos. Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada. Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencia, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado. El fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados. Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros. Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca. Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se preocupó de su suerte? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi pueblo. Se le dio un sepulcro con los malhechores y una tumba con los impíos, aunque no había cometido violencia ni había engaño en su boca. El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él. A causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado. Mi Servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos. Por eso le daré una parte entre los grandes y él repartirá el botín junto con los poderosos. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los culpables, siendo así que llevaba el pecado de muchos e intercedía en favor de los culpables.


Salmo 31(30), 2.6.12-13.15-16.17.25.

Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Líbrame, por tu justicia;
Yo pongo mi vida en tus manos:
tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.

Soy la burla de todos mis enemigos
y la irrisión de mis propios vecinos;
para mis amigos soy motivo de espanto,
los que me ven por la calle huyen de mí.

Como un muerto, he caído en el olvido,
me he convertido en una cosa inútil.

Pero yo confío en ti, Señor,
y te digo: «Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos.»

Líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen.
Que brille tu rostro sobre tu servidor,
sálvame por tu misericordia.

Sean fuertes y valerosos,
todos los que esperan en el Señor.


Carta a los Hebreos 4, 14-16.5,7-9.

Y ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado. Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno. El dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.


del Evangelio según San Juan 18, 1-40.19,1-42.

Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos. Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia. Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: "¿A quién buscan?". Le respondieron: "A Jesús, el Nazareno". El les dijo: "Soy yo". Judas, el que lo entregaba, estaba con ellos. Cuando Jesús les dijo: "Soy yo", ellos retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó nuevamente: "¿A quién buscan?". Le dijeron: "A Jesús, el Nazareno". Jesús repitió: "Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejEn que estos se vayan". Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: "No he perdido a ninguno de los que me confiaste". Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco. Jesús dijo a Simón Pedro: "Envaina tu espada. ¿ Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?". El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderaron de Jesús y lo ataron. Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año. Caifás era el que había aconsejado a los judíos: "Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo". Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del Pontífice, mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: "¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?". El le respondió: "No lo soy". Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto al fuego. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su enseñanza. Jesús le respondió: "He hablado abiertamente al mundo; siempre enseñé en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto. ¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho". Apenas Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada, diciéndole: "¿Así respondes al Sumo Sacerdote?". Jesús le respondió: "Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?". Entonces Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás. Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron: "¿No eres tú también uno de sus discípulos?". El lo negó y dijo: "No lo soy". Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al que Pedro había cortado la oreja, insistió: "¿Acaso no te vi con él en la huerta?". Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo. Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la comida de Pascua. Pilato salió a donde estaban ellos y les preguntó: "¿Qué acusación traen contra este hombre?". Ellos respondieron: "Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado". Pilato les dijo: "Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la Ley que tienen". Los judíos le dijeron: "A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie". Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir. Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?". Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?". Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz". Pilato le preguntó: "¿Qué es la verdad?". Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo: "Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo. Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?". Ellos comenzaron a gritar, diciendo: "¡A él no, a Barrabás!". Barrabás era un bandido. Pilato mandó entonces azotar a Jesús. Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo, y acercándose, le decían: "¡Salud, rey de los judíos!", y lo abofeteaban. Pilato volvió a salir y les dijo: "Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en él ningún motivo de condena". Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo: "¡Aquí tienen al hombre!". Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo". Los judíos respondieron: "Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque él pretende ser Hijo de Dios". Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía. Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús: "¿De dónde eres tú?". Pero Jesús no le respondió nada. Pilato le dijo: "¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?". Jesús le respondió: " Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave". Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban: "Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César". Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado "el Empedrado", en hebreo, "Gábata". Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos: "Aquí tienen a su rey". Ellos vociferaban: "¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "¿Voy a crucificar a su rey?". Los sumos sacerdotes respondieron: "No tenemos otro rey que el César". Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron. Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado "del Cráneo", en hebreo "Gólgota". Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio. Pilato redactó una inscripción que decía: "Jesús el Nazareno, rey de los judíos", y la hizo poner sobre la cruz. Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: "No escribas: 'El rey de los judíos', sino: 'Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos'. Pilato respondió: "Lo escrito, escrito está". Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo, se dijeron entre sí: "No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca". Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa. Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed. Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús: "Todo se ha cumplido". E inclinando la cabeza, entregó su espíritu. Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne. Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua. El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno de sus huesos. Y otro pasaje de la Escritura, dice: Verán al que ellos mismos traspasaron. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús -pero secretamente, por temor a los judíos- pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo. Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y áloe, que pesaba unos treinta kilos. Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos. En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado. Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.












REFLEXIÓN: La cruz, árbol de vida

Había un árbol en medio del paraíso. La serpiente se sirvió de él para engañar a nuestros primeros padres. Fijaos en esta cosa sorprendente: para abusar del hombre la serpiente recurrirá a un sentimiento inherente a su naturaleza. El Señor, al modelar al hombre puso en él, además de un conocimiento general del universo, el deseo de Dios. Desde que el demonio descubrió este ardoroso deseo, dio al hombre: «Seréis como dioses (Gn 3,5). Ahora no sois más que unos hombres y no podéis estar siempre con Dios; pero si llegáis a ser dioses, estaréis siempre con él»... Es decir, es el deseo de ser igual a Dios que sedujo a la mujer..., ella comió e indujo al hombre a hacer lo mismo... Ahora bien, después de la falta «Adán oyó la voz del Señor que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa» (Gn 3,8)... ¡Bendito sea el Dios de los santos por haber visitado a Adán hacia el atardecer! Y todavía volverlo a visitar ahora, hacia el atardecer, sobre la cruz.

Porque es precisamente a la misma hora en la que Adán había comido que el Señor sufrió su pasión, a esas horas marcadas por la falta y el juicio, es decir, entre la hora sexta y la hora novena. A la hora sexta Adán comió según la ley de la naturaleza; seguidamente se escondió. Hacia el atardecer, Dios vino a él.

Adán había deseado ser Dios; había deseado una cosa imposible. Cristo llenó este deseo. Le dice: «Has querido llegar a ser lo que no podías ser; pero yo deseo ser hombre, y lo puedo ser. Dios hace todo lo contrario de lo que tú has hecho dejándote seducir. Has deseado lo que estaba por encima de tu alcance; yo tomo lo que está por debajo de mi. Has deseado ser igual a Dios; yo quiero llegar a ser el igual del hombre... Has deseado llegar a ser Dios y no has podido. Yo me hago hombre para hacer posible lo que era imposible». Sí, es precisamente para eso que Dios vino. Él mismo da testimonio de ello a sus apóstoles: «He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros» (Lc 22,15)...Vino hacia el atardecer y dijo: «Adán ¿dónde estás?» (Gn 3,9)... El que vino a padecer es el mismo que bajó al paraíso.

escrito por Severiano de Gabala (?-c. 408), obispo en Siria
6ª homilía sobre la creación del mundo, 5-6
(fuente: evangeliodeldia.org)

jueves, 24 de marzo de 2016

"Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy"

Jueves Santo en la Cena del Señor
(24/03/2016)

Libro del Exodo 12, 1-8.11-14. 

El Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto: «Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año. Digan a toda la comunidad de Israel: "El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia. Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente. Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito. Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel. Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman. Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas. Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor. Esa noche yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al verla, yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador, cuando yo castigue al país de Egipto. Este será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución perpetua."»


Salmo 116(115), 12-13.15-16bc.17-18.

¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor.

¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos!
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo.


Carta I de San Pablo a los Corintios 11, 23-26.

Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía". De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memora mía". Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.


del Evangelio según San Juan 13, 1-15.

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?". Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás". "No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte". "Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!". Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos". El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios". Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes."





REFLEXIÓN 
“Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo.” (Jn 13,1)

“Tened los sentimientos de Cristo”... “El, que era de condición divina”, igual a Dios por naturaleza, porque participa de su poder, de su eternidad y de su mismo ser..., asumió el oficio de servidor, “abajándose a si mismo, siendo obediente al Padre hasta la muerte, y la muerte de cruz” (cf Fl 2,5-8). Se podría pasar por alto que, siendo el Hijo e igual que el Padre, haya servido al Padre como un servidor; mejor aún, ha servido a su propio servidor más que cualquier otro. Porque el hombre había sido creado para servir a su creador; ¿qué hay de más justo que servirle a quien te ha creado, sin el cual no existirías? ¿Y qué hay de más dichoso que servirle, ya que servir es reinar? Pero el hombro dijo a su creador: “No serviré” (Jr 2,20).

“Ahora bien, soy yo quien te serviré a ti” dice el creador a su criatura. Ponte a la mesa; yo te serviré, te lavaré los pies. Descansa, tomaré sobre mi tus dolores; llevaré todas tus cargas y debilidades... Si estás cansado o cargado, te llevaré sobre mis hombros, a ti y a tu carga, para ser el primero en cumplir mi ley: “Llevad las cargas los unos de los otros” (Gal 6,2) ...Si tienes hambre o sed....aquí estoy a punto para ser inmolado para que tú puedas comer mi carne y beber mi sangre... Si te llevan a la cautividad o si te venden como esclavo, aquí estoy...; rescátate pagando el precio que sacarás por mí; me entrego yo mismo como precio... Si estás enfermo, si temes la muerte, moriré en tu lugar, para que mi sangre sea un remedio para tu vida...”

¡Oh, Señor mío, a qué precio has rescatado a tu siervo inútil!... ¡con qué arte de amor, de dulzura y de benignidad has recuperado a tu siervo rebelde, triunfando del mal por el bien, confundiendo mi orgullo por tu humildad, colmando al ingrato con tus beneficios! Así triunfó tu sabiduría.

escrito por Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157), abad cisterciense
Sermón 1 para el Domingo de Ramos; SC 202, pag. 165ss
(fuente: evangeliodeldia.org)

miércoles, 23 de marzo de 2016

"¿Seré yo, Maestro?... "

Miércoles Santo
(23/03/2016)

Libro de Isaías 50, 4-9a. 

El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí! Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?


Salmo 69(68), 8-10.21bcd-22.31.33-34.

Por ti he soportado afrentas
y la vergüenza cubrió mi rostro;
me convertí en un extraño para mis hermanos,
fui un extranjero para los hijos de mi madre:
porque el celo de tu Casa me devora,
y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian.
Y no tengo remedio.

Espero compasión y no la encuentro,
en vano busco un consuelo:
pusieron veneno en mi comida,
y cuando tuve sed me dieron vinagre.

Así alabaré con cantos el nombre de Dios,
y proclamaré su grandeza dando gracias;
que lo vean los humildes y se alegren,
que vivan los que buscan al Señor:
porque el Señor escucha a los pobres
y no desprecia a sus cautivos.


del Evangelio según San Mateo 26, 14-25.

Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: "¿Cuánto me darán si se lo entrego?". Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo. El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: "¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?". El respondió: "Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: 'El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'". Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: "¿Seré yo, Señor?". El respondió: "El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!". Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: "¿Seré yo, Maestro?". "Tú lo has dicho", le respondió Jesús.








REFLEXIÓN

«El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará»

Fijaos cuánta compasión ha tenido Jesús con Judas, el hombre que ha recibido tanto amor y, sin embargo, ha traicionado a su propio Maestro, este Maestro que ha guardado un silencio sagrado sin traicionarlo a sus compañeros. En efecto, Jesús fácilmente hubiera podido hablar abiertamente y decir a los demás las intenciones que Judas escondía y sus actuaciones; pero no lo hizo. Prefirió dar prueba de misericordia y caridad: en lugar de condenarle, le llama amigo (Mt 26,50). Tan sólo con que Judas hubiera mirado a Jesús a los ojos como lo hizo Pedro (Lc 22,61), Judas hubiera sido el amigo de la misericordia de Jesús. Jesús ha dado siempre pruebas de misericordia.

escrito por Beata Teresa de Calcuta (1910-1997),
fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad
(fuente: evangeliodeldia.org)

martes, 22 de marzo de 2016

"Les aseguro que uno de ustedes me entregará"

Martes Santo
(22/03/2016)

Libro de Isaías 49, 1-6. 

¡Escúchenme, costas lejanas, presten atención, pueblos remotos! El Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. El hizo de mi boca una espada afilada, me ocultó a la sombra de su mano; hizo de mí una flecha punzante, me escondió en su aljaba. El me dijo: "Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré". Pero yo dije: "En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza". Sin embargo, mi derecho está junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el seno materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. El dice: "Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra".


Salmo 71(70), 1-2.3-4a.5-6ab.15.17.

Yo me refugio en Ti, Señor,
¡que nunca tenga que avergonzarme!
Por tu justicia, líbrame y rescátame,
inclina tu oído hacia mí, y sálvame.

Sé para mí una roca protectora,
tú que decidiste venir siempre en mi ayuda,
porque tú eres mi Roca y mi fortaleza.
¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío!

Porque tú, Señor, eres mi esperanza
y mi seguridad desde mi juventud.
En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre;
desde el seno materno fuiste mi protector.

Mi boca anunciará incesantemente
tus actos de justicia y salvación,
aunque ni siquiera soy capaz de enumerarlos.
Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud,
y hasta hoy he narrado tus maravillas.


del Evangelio según San Juan 13, 21-33.36-38.

Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará". Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería. Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: "Pregúntale a quién se refiere". El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: "Señor, ¿quién es?". Jesús le respondió: "Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato". Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: "Realiza pronto lo que tienes que hacer". Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: "Compra lo que hace falta para la fiesta", o bien que le mandaba dar algo a los pobres. Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche. Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'. Simón Pedro le dijo: "Señor, ¿adónde vas?". Jesús le respondió: "A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás". Pedro le preguntó: "¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti". Jesús le respondió: "¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces".
















LECTIO DIVINA

Oración inicial: Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de la pasión del Señor, que alcancemos tu perdón. Por nuestro Señor.

Reflexión

• Estamos en el segundo día de la Semana Santa. Los textos del evangelio de estos días nos confrontan con los hechos terribles que llevarán a la detención y a la condena de Jesús. Los textos nos traen sólo las decisiones de las autoridades religiosas y civiles contra Jesús, pero no nos relatan las traiciones y negaciones de los discípulos que posibilitaron la detención de Jesús por parte de las autoridades y contribuyeron enormemente a aumentar el sufrimiento de Jesús.

• Juan 13,21: El anuncio de la traición. Después de haber lavado los pies de los discípulos (Jn 13,2-11) y de haber hablado de la obligación que tenemos de lavarnos los pies unos a otros (Jn 13,12-16), Jesús se conmueve profundamente. Y no era para menos. Mientras él estaba haciendo aquel gesto de total entrega de sí mismo, a su lado un discípulo estaba tramando cómo traicionarlo en aquella misma noche. Jesús expresa su conmoción y dice: “En verdad os digo: uno de vosotros me entregará” No dice: “Judas me entregará”, sino “uno de vosotros”. Alguien del círculo de amistad será el traidor.

• Juan 13,22-25: La reacción de los discípulos. Los discípulos se asustan. No esperaban esta declaración tan seria de que uno de ellos les iba a traicionar. Pedro hace una señal a Juan y pregunta a Jesús quién de los doce iba a cometer la traición. Señal de que no entendían quién podía ser el traidor. O sea señal de que la amistad entre ellos no había llegado todavía a la misma transparencia de Jesús para con ellos (cf. Jn 15,15). Juan se inclina cerca de Jesús y pregunta: “¿Quién es?”

• Juan 13,26-30: Jesús indica Judas. Jesús dice: “Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.” Aquel a quien voy a dar un pedazo de pan mojado. Toma un pedazo de pan, lo moja y lo da a Judas. Era un gesto común y normal que los participantes en una cena acostumbraban tener entre ellos. Y Jesús dice a Judas: “¡Lo que vas a hacer, hazlo pronto!” Judas tenía una bolsa común. Era el encargado de comprar las cosas y de dar limosna a los pobres. Por eso, nadie percibió nada de especial en el gesto y en la palabra de Jesús. En esta descripción del anuncio de la traición ésta es una evocación del salmo en el que el salmista se queja del amigo que lo traicionó: “Hasta mi amigo seguro, en el que yo confiaba, que mi pan compartía, me trata con desprecio” (Sal 41,10; cf. Sal 55,13-15). Judas percibe que Jesús estaba enterado de todo (Cf. Jn 13,18). Sin embargo, no vuelve atrás, y se mantiene en la decisión de traicionar a Jesús. Es ahora cuando ocurre la separación entre Judas y Jesús. Juan dice que Satanás entró en él. Judas se levantó y se fue. Se puso al lado del adversario (satanás). Juan comenta: “Era de noche”. Era la oscuridad.

• Juan 13,31-33: Comienza la glorificación de Jesús. Es como si la historia hubiese esperado este momento de separación entre la luz y las tinieblas. Satanás (el adversario) y las tinieblas entran en Judas cuando decide de ejecutar aquel que está tramando. En este mismo instante se hace la luz en Jesús que declara: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. ¡Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto!” Lo que va a acontecer de aquí en adelante es contagio regresivo. Las grandes decisiones fueron ya tomadas, tanto de parte de Jesús (Jn 12,27-28) como de parte de Judas, ahora. Los hechos se precipitan. Y Jesús avisa: “Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros”. Falta poco para que se realice el paso, la Pascua.

• Juan 13,34-35: El mandamiento nuevo. El evangelio de hoy omite estos dos versos sobre el mandamiento nuevo del amor y pasa a hablar del anuncio de la negación de Pedro.

• Juan 13,36-38: Anuncio de la negación de Pedro. Junto con la traición de Judas, el evangelio trae también la negación de Pedro. Son los dos hechos que harán más sufrir a Jesús. Pedro dice que está dispuesto a dar la vida por Jesús. Jesús le llama a la realidad: “¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces” (Mc 14,30). Todo el mundo sabe que el canto del gallo es rápido. Cuando pronto por la mañana el gallo empieza a cantar, casi al mismo tiempo todos los demás gallos cantan. Pedro es más rápido en la negación que el canto del gallo.

Para la reflexión personal

• Judas, amigo, se vuelve traidor. Pedro, amigo, se vuelve negador. ¿Y yo?
• Colocándome en la situación de Jesús: ¿cómo se enfrenta a la negación y a la traición, al desprecio y a la exclusión?

Oración final

Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. (Sal 70)

(fuente: ocarm.org)
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