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domingo, 31 de enero de 2016

"Hermanos: Aspiren a los dones más perfectos..."

Cuarto domingo del tiempo ordinario
(31/01/2016)

Libro de Jeremías 1, 4-5.17-19. 

La palabra del Señor llegó a mí en estos términos: "Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones". En cuanto a ti, cíñete la cintura, levántate y diles todo lo que yo te ordene. No te dejes intimidar por ellos, no sea que te intimide yo delante de ellos. Mira que hoy hago de ti una plaza fuerte, una columna de hierro, una muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes de Judá y a sus jefes, a sus sacerdotes y al pueblo del país. Ellos combatirán contra ti, pero no te derrotarán, porque yo estoy contigo para librarte -oráculo del Señor-".


Salmo 71(70), 1-2.3-4a.5-6ab.15ab.17.

Yo me refugio en Ti, Señor,
¡que nunca tenga que avergonzarme!
Por tu justicia, líbrame y rescátame,
inclina tu oído hacia mí, y sálvame.

Sé para mí una roca protectora,
tú que decidiste venir siempre en mi ayuda,
porque tú eres mi Roca y mi fortaleza.
¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío!

Porque tú, Señor, eres mi esperanza
y mi seguridad desde mi juventud.
En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre;
desde el seno materno fuiste mi protector.

Mi boca anunciará incesantemente
tus actos de justicia y salvación,
Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud,
y hasta hoy he narrado tus maravillas.


Carta I de San Pablo a los Corintios 12, 31.13,1-13.

Hermanos: Aspiren a los dones más perfectos. Y ahora voy a mostrarles un camino más perfecto todavía. Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.


del Evangelio según San Lucas 4, 21-30.

Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír". Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?". Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún". Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio". Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.























REFLEXIÓN DEL PAPA FRANCISCO
El Papa en el Ángelus: “El único privilegio a los ojos de Dios es aquel de no tener privilegios”

(RV).- Como cada domingo el Papa Francisco rezó la oración del Ángelus ante miles de fieles a quienes dio diversos mensajes en un ambiente de júbilo amenizado por las canciones y pancartas del gran grupo de la Acción Católica de la Diócesis de Roma. “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Citando el Evangelio del Lucas, el Obispo de Roma precisó que el “hoy”, proclamado por Cristo aquel día en la sinagoga de Nazaret, vale para cada tiempo. “Resuena también para nosotros en esta plaza, recordándonos la actualidad y la necesidad de la salvación traída por Jesús a la humanidad. Dios viene al encuentro de los hombres y las mujeres de todos los tiempos y lugares en las situaciones concretas en cuales estos estén. También viene a nuestro encuentro”, observó el Papa. “Es siempre Él quien da el primer paso: viene a visitarnos con su misericordia, a levantarnos del polvo de nuestros pecados; viene a extendernos la mano para hacernos alzar del abismo en el que nos ha hecho caer nuestro orgullo, y nos invita a acoger la consolante verdad del Evangelio y a caminar por los caminos del bien”.

El Santo Padre subrayó que el relato del evangelista Lucas saca a la luz una tentación a la cual el hombre religioso está siempre expuesto, y de la cual es necesario tomar decididamente las distancias: “la tentación de considerar la religión como una inversión humana y, en consecuencia, ponerse a ‘negociar’ con Dios buscando el propio interés”. Se trata, enfatizó Francisco, de acoger la revelación de un Dios que es Padre y que se preocupa de cada una de sus criaturas, también de aquella más pequeña e insignificante a los ojos de los hombres”. “Precisamente en esto consiste el ministero profético de Jesús: en el anunciar que ninguna condición humana puede constituir motivo de exclusión del corazón del Padre, y que el único privilegio a los ojos de Dios es aquel de no tener privilegios, de abandonarse en sus manos”.

Palabras del Papa antes del rezo del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El relato evangélico de hoy nos conduce nuevamente, como el pasado domingo, a la sinagoga de Nazaret, el pueblo de Galilea donde Jesús creció en familia y es conocido por todos. Él, que hacía poco tiempo se había marchado para iniciar su vida pública, regresa ahora por primera vez y se presenta a la comunidad, reunida el sábado en la sinagoga. Lee el pasaje del profeta Isaías que habla del futuro Mesías y al final declara: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír» (Lc 4,21). Los conciudadanos de Jesús, primero sorprendidos y admirados, comienzan luego a poner cara larga y a murmurar entre ellos y a decir: ¿Por qué éste, que pretende ser el Consagrado del Señor, no repite aquí, en su pueblo, los prodigios que se dice haya cumplido en Cafarnaúm y en los pueblos cercanos? Entonces Jesús afirma: «Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra» (v. 24), y cita a los grandes profetas del pasado Elías y Eliseo, que obraron milagros en favor de los paganos para denunciar la incredulidad de su pueblo. A este punto los presentes se sienten ofendidos, se levantan indignados, echan a Jesús fuera del pueblo y quisieran arrojarlo por el precipicio. Pero Él, con la fuerza de su paz, «pasando en medio de ellos, se pone en camino» (v. 30). Su hora aún no ha llegado.

Este relato del evangelista Lucas no es simplemente la historia de una pelea entre paisanos, como a veces pasa en nuestros barrios, suscitada por envidias y celos, sino que saca a la luz una tentación a la cual el hombre religioso está siempre expuesto, -todos nosotros estamos expuestos- y de la cual es necesario tomar decididamente las distancias. ¿Y cual es esta tentación? Es la tentación de considerar la religión como una inversión humana y, en consecuencia, ponerse a “negociar” con Dios buscando el propio interés. En cambio en la verdadera religión se trata de acoger la revelación de un Dios que es Padre y que se preocupa de cada una de sus criaturas, también de aquellas más pequeñas e insignificantes a los ojos de los hombres. Precisamente en esto consiste el ministero profético de Jesús: en anunciar que ninguna condición humana pueda constituir motivo de exclusión -¡ninguna condición humana puede ser motivo de exclusión!- del corazón del Padre, y que el único privilegio a los ojos de Dios es aquel de no tener privilegios. El único privilegio a los ojos de Dios es aquel de no tener privilegios, de no tener padrinos, de abandonarse en sus manos.

«Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír» (Lc 4, 21). El“hoy”, proclamado por Cristo aquel día, vale para cada tiempo; resuena también para nosotros en esta plaza, recordándonos la actualidad y la necesidad de la salvación traída por Jesús a la humanidad. Dios viene al encuentro de los hombres y las mujeres de todos los tiempos y lugares en las situaciones concretas en las cuales estos estén. También viene a nuestro encuentro. Es siempre Él quien da el primer paso: viene a visitarnos con su misericordia, a levantarnos del polvo de nuestros pecados; viene a extendernos la mano para hacernos alzar del abismo en el que nos ha hecho caer nuestro orgullo, y nos invita a acoger la consolante verdad del Evangelio y a caminar por los caminos del bien. Siempre viene Él a encontrarnos, a buscarnos. Volvamos a la sinagoga...

Ciertamente aquel día, en la sinagoga de Nazaret, también estaba María allí, la Madre. Podemos imaginar los latidos de su corazón, una pequeña anticipación de aquello que sufrirá bajo la Cruz, viendo a Jesús, allí en la sinagoga, primero admirado, luego desafiado, después insultado, después amenazado de muerte. En su corazón, lleno de fe, ella guardaba cada cosa. Que ella nos ayude a convertirnos de un dios de los milagros al milagro de Dios, que es Jesucristo.

(Traducción del italiano: Raúl Cabrera, Radio Vaticano)

Después de la oración del Ángelus el Papa saludó a diferentes grupos de peregrinos:

Queridos hermanos y hermanas,

Se celebra hoy la Jornada mundial de los enfermos de lepra. Esta enfermedad, a pesar de estar en regresión, afecta todavía desafortunadamente a las personas más pobres y marginadas. Es importante mantener viva la solidaridad con estos hermanos y hermanas, quienes han quedado inválidos después de esta enfermedad. A ellos les aseguramos nuestra oración, y aseguramos nuestro apoyo a quienes les asisten. Buenos laicos, buenas hermanas, buenos curas.

Saludo con afecto a todos ustedes, queridos peregrinos llegados desde diversas parroquias de Italia y de otros países, como también las asociaciones y los grupos. En particular, saludo a los estudiantes de Cuenca y a aquellos de Torreagüera (España). Saludo a los fieles de Taranto, Montesilvano, Macerata, Ercolano y Fasano.

¡Ahora saludo a los chicos y chicas de la Acción Católica de la Diócesis de Roma! Ahora entiendo porque había tanta bulla en la plaza. Queridos chicos, también este año acompañados, del Cardenal Vicario y de vuestros Asistentes, han venido muchos en el final de su “Caravana de la Paz”.

Este año su testimonio de paz, animado de la fe en Jesús será todavía más alegre y consciente, porque está enriquecido por el gesto, que acaban de hacer al pasar por la Puerta Santa.

¡Les animo a ser instrumentos de paz y de misericordia entre sus compañeros! Escuchemos ahora el mensaje de sus amigos, que están aquí junto a mí, que nos van a leer.

(Lectura del Mensaje)

Y ahora los chicos en la plaza lanzarán los globos, símbolo de paz. A todos les deseo un buen domingo y un buen almuerzo. Y por favor no se olviden de rezar por mí.

¡Hasta la vista!

(MZ-RV)

sábado, 30 de enero de 2016

El viento se aplacó y sobrevino una gran calma

Sábado de la tercera semana del tiempo ordinario
(30/01/2016)

Segundo Libro de Samuel 12, 1-7a.10-17.

Entonces el Señor le envió al profeta Natán. El se presentó a David y le dijo: "Había dos hombres en una misma ciudad, uno rico y el otro pobre. El rico tenía una enorme cantidad de ovejas y de bueyes. El pobre no tenía nada, fuera de una sola oveja pequeña que había comprado. La iba criando, y ella crecía junto a él y a sus hijos: comía de su pan, bebía de su copa y dormía en su regazo. ¡Era para él como una hija! Pero llegó un viajero a la casa del hombre rico, y este no quiso sacrificar un animal de su propio ganado para agasajar al huésped que había recibido. Tomó en cambio la oveja del hombre pobre, y se la preparó al que le había llegado de visita". David se enfureció contra aquel hombre y dijo a Natán: "¡Por la vida del Señor, el hombre que ha hecho eso merece la muerte! Pagará cuatro veces el valor de la oveja, por haber obrado así y no haber tenido compasión". Entonces Natán dijo a David: "¡Ese hombre eres tú! Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo te ungí rey de Israel y te libré de las manos de Saúl; Por eso, la espada nunca más se apartará de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado por esposa a la mujer de Urías, el hitita. Así habla el Señor: 'Yo haré surgir de tu misma casa la desgracia contra ti. Arrebataré a tus mujeres ante tus propios ojos y se las daré a otro, que se acostará con ellas en pleno día. Porque tú has obrado ocultamente, pero yo lo haré delante de todo Israel y a la luz del sol'". David dijo a Natán: "¡He pecado contra el Señor!". Natán le respondió: "El Señor, por su parte, ha borrado tu pecado: no morirás. No obstante, porque con esto has ultrajado gravemente al Señor, el niño que te ha nacido morirá sin remedio". Y Natán se fue a su casa. El Señor hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y él cayó gravemente enfermo. David recurrió a Dios en favor del niño: ayunó rigurosamente, y cuando se retiraba por la noche, se acostaba en el suelo. Los ancianos de su casa le insistieron para que se levantara del suelo, pero él se negó y no quiso comer nada con ellos.


Salmo 51(50), 12-13.14-15.16-17.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me arrojes lejos de tu presencia
ni retires de mí tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
que tu espíritu generoso me sostenga:
yo enseñaré tu camino a los impíos
y los pecadores volverán a ti.

¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío,
y mi lengua anunciará tu justicia!
Abre mis labios, Señor,
y mi boca proclamará tu alabanza.


del Evangelio según San Marcos 4, 35-41.

Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla". Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?". Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".











REFLEXIÓN

Oración introductoria

Señor, aunque creo tener fe, necesito de tu gracia para acrecentarla porque me parezco a tus discípulos, ante los problemas y angustias me acobardo. Te suplico que esta oración me ayude a creer con fe viva en tu nombre, a actuar mi fe de manera filial, recordando que Tú eres un Padre que vela con infinita ternura sobre mí. Ayúdame a descubrir tu mano amorosa detrás de todo, porque Tú sólo buscas mi bien.

Petición: Señor, te pido me concedas caminar por la senda de una fe viva, operante y luminosa.

Meditación del Papa Francisco

El amor de Dios es estable y seguro, como los peñascos rocosos que reparan de la violencia de las olas. Jesús lo manifiesta en el milagro narrado por el Evangelio, cuando aplaca la tempestad, mandando al viento y al mar. Los discípulos tienen miedo porque se dan cuenta de que no pueden con todo ello, pero Él les abre el corazón a la valentía de la fe. Ante el hombre que grita: '¡ya no puedo más!', el Señor sale a su encuentro, le ofrece la roca de su amor, a la que cada uno puede agarrarse, seguro de que no se caerá. ¡Cuántas veces sentimos que ya no podemos más! Pero Él está a nuestro lado, con la mano tendida y el corazón abierto. […]

Podemos preguntarnos, si hoy estamos firmes en esta roca que es el amor de Dios. Cómo vivimos el amor fiel de Dios hacia nosotros. Siempre existe el riesgo de olvidar ese amor grande que el Señor nos ha mostrado. También nosotros, los cristianos, corremos el riesgo de dejarnos paralizar por los miedos del futuro y de buscar seguridades en cosas que pasan, o en un modelo de sociedad cerrada que tiende a excluir, más que a incluir. En esta tierra han crecido tantos santos y beatos que han acogido el amor de Dios y lo han difundido en el mundo, santos libres y testarudos. Sobre las huellas de estos testigos, también nosotros podemos vivir la alegría del Evangelio, practicando la misericordia, podemos compartir las dificultades de mucha gente, de las familias, en especial de las más frágiles y marcadas por la crisis económica. (Homilía de S.S. Francisco, 21 de junio de 2015).

Reflexión

Han pasado más de dos mil años desde que Jesucristo fundó la Iglesia. Han pasado más de dos mil años de cristianismo y parece que todo se viene abajo; parece que las nuevas doctrinas religiosas están tomando el puesto de la Iglesia, pero no es así.

La Iglesia parece naufragar en la tempestad del mundo y en los problemas que se le presentan; pero cada vez que los hombres dudamos se alza una voz que parece despertar de un largo sueño: ¡No temáis, tened fe! Y el mar vuelve a la calma; la barca de Pedro sigue su rumbo a través de los años, los siglos y los milenios.

Cristo no está lejos de nosotros; duerme junto al timón, para que cuando nuestra fe desfallezca, cuando estemos tristes y desamparados, Él tome el timón de nuestra vida.

Además en el mar de nuestra vida brilla una estrella; relampaguea en el cielo de nuestra alma la estrella de María, para que no perdamos el rumbo.

Propósito: Ante las dificultades, preocupaciones y angustias, decir la jaculatoria: ¡Jesús, en ti confío!

Diálogo con Cristo

Señor, la tormenta más grande que debo combatir diariamente es el pecado. Necesito esforzarme constantemente para no caer en la tentación y decidirme, con entusiasmo y confianza, a conquistar la santidad mediante la caridad. Por eso te pido me ayudes a ser perseverante en mis propósitos.

(fuente: catholic.net)

viernes, 29 de enero de 2016

una semilla pequeña...

Viernes de la tercera semana del tiempo ordinario
(29/01/2016)

Segundo Libro de Samuel 11, 1-4a.5-10a.13-17. 

Al comienzo del año, en la época en que los reyes salen de campaña, David envió a Joab con sus servidores y todo Israel, y ellos arrasaron a los amonitas y sitiaron Rabá. Mientras tanto, David permanecía en Jerusalén. Una tarde, después que se levantó de la siesta, David se puso a caminar por la azotea del palacio real, y desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era muy hermosa. David mandó a averiguar quién era esa mujer, y le dijeron: "¡Pero si es Betsabé, hija de Eliám, la mujer de Urías, el hitita!". Entonces David mandó unos mensajeros para que se la trajeran. La mujer vino, y David se acostó con ella, que acababa de purificarse de su menstruación. Después ella volvió a su casa. La mujer quedó embarazada y envió a David este mensaje: "Estoy embarazada". Entonces David mandó decir a Joab: "Envíame a Urías, el hitita". Joab se lo envió, y cuando Urías se presentó ante el rey, David le preguntó cómo estaban Joab y la tropa y cómo iba la guerra. Luego David dijo a Urías: "Baja a tu casa y lávate los pies". Urías salió de la casa del rey y le mandaron detrás un obsequio de la mesa real. Pero Urías se acostó a la puerta de la casa del rey junto a todos los servidores de su señor, y no bajó a su casa. Cuando informaron a David que Urías no había bajado a su casa, el rey le dijo: "Tú acabas de llegar de viaje. ¿Por qué no has bajado a tu casa?". David lo invitó a comer y a beber en su presencia y lo embriagó. A la noche, Urías salió y se acostó junto a los servidores de su señor, pero no bajó a su casa. A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por intermedio de Urías. En esa carta, había escrito lo siguiente: "Pongan a Urías en primera línea, donde el combate sea más encarnizado, y después déjenlo solo, para que sea herido y muera". Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías en el sitio donde sabía que estaban los soldados más aguerridos. Los hombres de la ciudad hicieron una salida y atacaron a Joab. Así cayeron unos cuantos servidores de David, y también murió Urías, el hitita.


Salmo 51(50), 3-4.5-6a.6bc-7.10-11.

¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!

Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti sólo pequé
e hice lo que es malo a tus ojos.

Por eso, será justa tu sentencia
y tu juicio será irreprochable;
yo soy culpable desde que nací;
pecador me concibió mi madre.

Anúnciame el gozo y la alegría:
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta tu vista de mis pecados
y borra todas mis culpas.


del Evangelio según San Marcos 4, 26-34.

Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha". También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra". Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.











REFLEXIÓN

La clave del evangelio de hoy, es este reino que viene con toda seguridad que ya ha irrumpido en el mundo con Jesús. Al igual que la semilla de mostaza, el Reino de Dios llega a su plenitud irresistiblemente, a pesar de la lentitud inicial. Aunque no lo percibamos, permanentemente el reino de Dios avanza. La semilla que crece por sí sólo nos hace pensar en la gratitud del reino, un regalo invaluable que recibimos. El grano de mostaza parece insignificante, sin embargo con el tiempo es capaz de ser hogar de una multitud de pájaros y brindar grandes cantidades de sombra.

Que lindo dejarnos sorprender y pensar cuántas veces hemos tenido gestos o palabras que han sido enriquecedoras para otros y no lo sabíamos. Sin darnos cuenta el reino crece permanentemente sin que lo sepamos.

Oración para sanar el alma

Señor Jesús, Te pido por mi alma. Las consecuencias del pecado se reflejan en ella. Por eso muchas veces me siento nervioso e irascible, impaciente y vengativo. La malas costumbres ya se enraizaron en mi alma. Quedaron las cicatrices de las heridas que me dificultan amar al prójimo. Me volví muy desconfiado por causa de las experiencias que acumulé. Purifica, o Señor, mi subconsciente. Penetra en él con tu luz para que las tinieblas no lo envuelvan.

Con el poder de tu gracia, toca lo más profundo de mi alma que está amarrada a las cosas materiales, de donde provienen mis miedos. Purifícame para que mi espíritu esté más abierto a Ti. Cúrame de la desconfianza que pueda tener de Ti y de tu palabra.

Te pido, Señor Jesús, que me cures de toda conmoción negativa y de los traumas oriundos de los fracasos y planes no realizados. Purifícame de toda tiniebla interior y cuida de las heridas que se encuentran en la médula de mi subconsciente. En el poder de tu nombre, Jesús, y de acuerdo con tu Palabra, ahora mismo yo aniquilo todo raciocinio y todo orgullo que se levantan en mí contra el conocimiento de Dios y esclavizo todo pensamiento y lo reduzco a la obediencia a Ti. (II Co 10,5).

Te pido además, Señor Jesús, que mi alma sea renovada por el poder de tu Santo Espíritu y de tu Palabra y que solamente lo que sea verdadero, noble, justo, puro, amable, de buena fama, virtuoso y digno de alabanza ocupe mis pensamientos (Flp 4,8) Que tu paz, que sobrepasa toda inteligencia, guarde mi corazón y mis pensamientos en Cristo Jesús (Flp 4,7).

Ruego, ahora por las personas espiritualmente enfermas y sumergidas en problemas. Alíviales las cargas y cura las llagas originadas en su enfermedad espiritual.

Protege a los niños y a los jóvenes que recibieron esta triste herencia. ¡Libéralos de las depresiones, miedos, neurosis y de todos los problemas psíquicos! Cura también a los que se quedaron psíquicamente enfermos por causa de la falta de éxito en la familia, en la escuela o empleo. Aparta de ellos cualquier idea de suicidio y líbralos de cualquier pensamiento opresor.

¡Jesús, sé Tú el único Señor de nuestra alma! Libera con tu sangre preciosa a las personas que practican el ocultismo y la hechicería, cuyas consecuencias las llevan a la oscuridad y a la muerte espiritual. ¡Restituye a las almas la paz y la serenidad! Amén.

Ruegan por nosotros, Oh Virgen María de Guadalupe, madre de Dios y nuestra. En nombre de Jesús. Amén.

(fuente: radiomaria.org.ar)

jueves, 28 de enero de 2016

Llamados a ser luz

Jueves de la tercera semana del tiempo ordinario
(28/01/2016)

Segundo Libro de Samuel 7, 18-19.24-29. 

Entonces el rey David fue a sentarse delante del Señor y exclamó: "¿Quién soy yo, Señor, y qué es mi casa para que me hayas hecho llegar hasta aquí? Y como esto te pareció demasiado poco, también le has hecho una promesa a la casa de tu servidor, para un futuro lejano. ¿Es esto lo que haces habitualmente con los hombres, Señor? Tú has establecido a tu pueblo Israel para que sea tu pueblo eternamente, y tú, Señor, eres su Dios. Y ahora, Señor Dios, confirma para siempre la palabra que has pronunciado acerca de tu servidor y de su casa, y obra conforme a lo que has dicho. Que tu Nombre sea engrandecido para siempre, y que se diga: '¡El Señor de los ejércitos es el Dios de Israel!'. Y que la casa de David, tu servidor, esté bien afianzada delante de ti. Porque tú mismo, Señor de los ejércitos, Dios de Israel, te has revelado a tu servidor, diciendo: 'Yo te edificaré una casa'. Por eso tu servidor se ha atrevido a dirigirte esta plegaria. Ahora, Señor, tú eres Dios, tus palabras son leales y has prometido estos bienes a tu servidor. Dígnate, entonces, bendecir la casa de tu servidor, para que ella permanezca siempre en tu presencia. Porque tú, Señor, has hablado, y con tu bendición la casa de tu servidor será bendita para siempre".


Salmo 132(131), 1-2.3-5.11.12.13-14.

Acuérdate, Señor, en favor de David,
de todos sus desvelos,
del juramento que prestó al Señor,
del voto que hizo al Fuerte de Jacob:

“No entraré bajo el techo de mi casa
ni me acostaré en mi propio lecho;
no daré descanso a mis ojos
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una Morada para el Fuerte de Jacob”.

El Señor hizo un juramento a David,
una firme promesa, de la que no se retractará:
“Yo pondré sobre tu trono
a uno de tus descendientes.

Si tus descendientes observan mi alianza
y los preceptos que yo les enseñaré,
también se sentarán sus hijos
en tu trono para siempre”.

Porque el Señor eligió a Sión,
y la deseó para que fuera su Morada.

«Este es mi Reposo para siempre;
aquí habitaré, porque lo he deseado.


del Evangelio según San Marcos 4, 21-25.

Jesús les decía: "¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero? Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!". Y les decía: "¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía. Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene".











REFLEXIÓN

Oración introductoria

Señor, que fácilmente, por egoísmo o pereza, trato de esconder la vela de mi fe debajo de mis pasiones, por eso te pido que esta oración me ayude a poner mi fe, mi esperanza y mi amor a Ti por encima de todo, de tal manera que pueda amar a los demás como los amas Tú.

Petición: Señor, concédeme la gracia de vivir siempre con fe y caridad y dar testimonio de ello a los demás.

Meditación del Papa Francisco

Y una cosa que ustedes los jóvenes van a tener: la tentación del cansancio. O porque no ves los resultados, o porque bueno el espectáculo se acabó y ya está muy aburrido, y voy a buscar otra cosa. En eso, en el primer síntoma de cansancio que encuentren, cansancio del camino, pero de cualquier forma, abran la boca a tiempo. Pidan consejo a tiempo. Me está pasando esto. Salí “en cuarta” y ahora “estoy marcha atrás”. Pero la tentación del cansancio es muy sutil. Porque detrás de la tentación del cansancio de salir a la misión, se esconde el egoísmo. Y se esconde, en última instancia, el espíritu mundano, ¿no?, volver a la comodidad, al estar bien, a pasarla bien o como quieran.

Así es que yo te diría: testimonio, para que la luz brille, que no esté escondida debajo de la cama, ¿no?, que brille la luz, y vean las obras buenas que hace el Padre a través de nosotros, obviamente, ¿no? Testimonio. Para que pregunten por qué vivís así, coherencia de vida caminar, caminantes no errantes y cuidarse de la tentación del cansancio.»(S.S. Francisco, 25 de octubre de 2014).

Reflexión

Con estas dos parábolas, Cristo quiere enseñarnos cómo hay que instaurar su Reino.

Con la comparación del candil nos quiere decir que Él es la luz de este mundo que guiará nuestros pasos por esta vida y que no quedará oculta su luz sino que será nuestra manifestación. Con la comparación de la medida nos dice que con la misma mesura que utilicemos para los demás así se nos medirá.

Sin embargo estas parábolas también tienen una aplicación muy concreta para nuestra vida. Porque Cristo también nos dice a nosotros: "vosotros sois la luz del mundo" y quiso de esta forma hacernos partícipes de su luz para iluminar a otros hombres con la luz del evangelio.

Creer en Cristo por tanto, es aceptar en nosotros su luz y a la vez comunicar con nuestras palabras y nuestras obras esa misma luz a toda la humanidad que anda a oscuras. Por eso cabría preguntarnos si somos nosotros luz que ilumina a los demás con nuestro testimonio en saber escuchar a los demás, en perdonarles cuando nos han ofendido, en prestarles nuestra ayuda cuando lo necesiten, etc. O por el contrario somos malos conductores de la luz de Cristo.

Podríamos adaptar aquella frase de santa Catalina de Siena y que el Papa Juan Pablo II comunicó a los jóvenes en la jornada para la juventud en Roma: "si sois lo que debéis ser prenderéis fuego al mundo entero". Nosotros podríamos decir que si somos lo que debemos ser irradiaremos al mundo entero con la luz de Cristo.

Propósito: Hacer todo movido por el amor a Dios, con pureza de intención, confiando que con Él todo es posible.

Diálogo con Cristo

Gracias, Señor, por esta meditación que me recordó que debo ser luz para los demás y eso sólo lo voy a lograr si Tú vienes a hacer tu morada en mí. Quiero hacer todo movido por el amor, únicamente así tendré la fuerza para amar a los demás con sinceridad, con desinterés, con pureza de intención, sin esperar nada a cambio.

(fuente: catholic.net)

miércoles, 27 de enero de 2016

Jesús siembra

Miércoles de la tercera semana del tiempo ordinario
(27/01/2016)

Segundo Libro de Samuel 7, 4-17. 

Pero aquella misma noche, la palabra del Señor llegó a Natán en estos términos: «Ve a decirle a mi servidor David: Así habla el Señor: ¿Eres tú el que me va a edificar una casa para que yo la habite? Desde el día en que hice subir de Egipto a los israelitas hasta el día de hoy, nunca habité en una casa, sino que iba de un lado a otro, en una carpa que me servía de morada. Y mientras caminaba entre los israelitas, ¿acaso le dije a uno solo de los jefes de Israel, a los que mandé apacentar a mi Pueblo: '¿Por qué no me han edificado una casa de cedro?'. Y ahora, esto es lo que le dirás a mi servidor David: Así habla el Señor de los ejércitos: Yo te saqué del campo de pastoreo, de detrás del rebaño, para que fueras el jefe de mi pueblo Israel. Estuve contigo dondequiera que fuiste y exterminé a todos tus enemigos delante de ti. Yo haré que tu nombre sea tan grande como el de los grandes de la tierra. Fijaré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que tenga allí su morada. Ya no será perturbado, ni los malhechores seguirán oprimiéndolo como lo hacían antes, desde el día en que establecí Jueces sobre mi pueblo Israel. Yo te he dado paz, librándote de todos tus enemigos. Y el Señor te ha anunciado que él mismo te hará una casa. Cuando hayas llegado al término de tus días y vayas a descansar con tus padres, yo elevaré después de ti a uno de tus descendientes, a uno que saldrá de tus entrañas, y afianzaré su realeza. El edificará una casa para mi Nombre, y yo afianzaré para siempre su trono real. Seré un padre para él, y él será para mí un hijo. Si comete una falta, lo corregiré con varas y golpes, como lo hacen los hombres. Pero mi fidelidad no se retirará de él, como se la retiré a Saúl, al que aparté de tu presencia. Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de mí, y su trono será estable para siempre.» Natán comunicó a David toda esta visión y todas estas palabras.


Salmo 89(88), 4-5.27-28.29-30.

Yo sellé una alianza con mi elegido,
hice este juramento a David, mi servidor:
«Estableceré tu descendencia para siempre,
mantendré tu trono por todas las generaciones.»

El me dirá: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Yo lo constituiré mi primogénito,
el más alto de los reyes de la tierra.

Le aseguraré mi amor eternamente,
y mi alianza será estable para él.
le daré una descendencia eterna
y un trono duradero como el cielo.


del Evangelio según San Marcos 4, 1-20.

Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla. El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba: "¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar. Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó. Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto. Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno". Y decía: "¡El que tenga oídos para oír, que oiga!". Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le preguntaban por el sentido de las parábolas. Y Jesús les decía: "A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola, a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón". Jesús les dijo: "¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás? El sembrador siembra la Palabra. Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos. Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría; pero no tienen raíces, sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y los demás deseos penetran en ellos y ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa. Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno".








REFLEXIÓN

Con este capítulo 4 del Evangelio de Marcos que hoy iniciamos, vamos a degustar una serie de parábolas, de estas comparaciones con las que Jesús anunciaba a todos el Reino.

Antes de ingresar explícitamente en la comparación, en la parábola, vamos a detenernos en el contexto: en el paisaje desde donde Jesús habla, y así tenemos el inicio del texto de hoy, cuando Jesús comenzó a enseñar: el lugar elegido por Él es a orillas del mar.

Es ahí donde los invito a imaginarlo:¿qué tendrá el mar para decirnos? Porque si Jesús va a pronunciar con sus labios una comparación, podríamos nosotros preguntarnos si con los gestos también no está haciendo Él una comparación. Si el lugar elegido para proclamar el Reino a través de comparaciones, este escenario, no es también ya una comparación de ese Reino que viene a anunciar, ese misterio de Dios que Él viene a revelar.

Porque ¿cómo hablar de la totalidad a la parcialidad de nuestro entendimiento? ¿cómo hablar de la infinitud, de lo infinito, de lo inmenso de Dios a nosotros nacidos en un tiempo y en un espacio? ¿Cómo hablarnos a nosotros, limitados por esta jornada de tiempo y espacio, de Aquello que es sin límite, que existe desde siempre y para siempre? ¿Cómo, en el trozo, poner el todo; en el pedazo, la totalidad?

Este es el desafío de Jesús.

Entonces uno dice: qué buena la idea que tuvo de hablar de estas cosas a orillas del mar. El Evangelio nos dice que era tanta la multitud que debió subir a una barca dentro del mar, ¡qué linda imagen! , porque ese mar es imagen de la grandiosidad de Dios.

Ahí está el mar inmenso, reflejo y comparación de la inmensidad de Dios, y está Jesús que va penetrando ese mar, como diciendo: “Vamos, hay que ir más adentro, hay que meterse en el misterio de Dios, hay que meterse en el misterio de la vida, hay que ir caminando sobre él”; y como está hablando a pescadores y sabe que ese mar tan profundo, tan inmenso, tan ancho, tan amplio, tan..tan…, desde ahí surge la vida y puedo sacar alimentos, para mí y para mi familia, para mis amigos, para mi barrio, para todos, y cada vez que voy, puedo seguir alimentando.

Es un mar que despierta respeto, con sus tormentas, con lo inmanejable. Está a mi disposición en cuanto me alimenta, en cuanto que me acerca a otras orillas; pero es un mar para respetar. Si bien lo conozco por el tiempo en que vivo a orillas de ese mar y puedo conocer hasta los ritmos de algunos cardúmenes, sin embargo sigue siendo siempre un misterio. Y cada mañana, en sus orillas, encuentro cosas que el mar va entregando. Y hay veces que, por más avezado pescador que sea, puedo atravesar más de una noche donde el amanecer nos sorprenda con las manos vacías, porque no es un mar que se doblega, es un mar que es una presencia viva.

Ese es el escenario que Jesús eligió para hacer comparaciones acerca del Reino. El mismo mar es una primera comparación. El intento humano de abarcar la totalidad, que se lo va haciendo en proceso, cada día un poco más: conocerlo, amarlo, respetarlo, vivir del misterio, vivir dentro del misterio, e iniciar a otros en el misterio, en el misterio del Reino, en el misterio de Dios, en el misterio de la vida… Ese misterio que nos da vida, pero también nos puede dar muerte cuando uno es irrespetuoso y trabaja mal con él.

Entonces, la primera comparación de Jesús es: DIOS ES COMO EL MAR. Hay que ir conociéndolo y siempre te sorprende su novedad. Siempre te puedes alimentar de Él, pero siempre será un desconocido. Siempre te podrás acercar y nunca lo podrás abarcar, pero la invitación es: en una barca, a introducirnos en el mar, a remar mar adentro, a contemplarlo desde la orilla, pero ser navegantes de este mar que es DIOS.

La primera parábola de Jesús nos muestra que Dios es como el mar. Y nosotros, los que queremos creer, los que queremos ser discípulos de Él, tenemos que ser personas que aprendamos las artes del navegante, las artes del pescador, porque tenemos que vivir en este misterio, vivir de este misterio, ser iniciadores de otros para vivir cerca del misterio.

Entonces la invitación de Jesús, mientras Él va mar adentro sentado en la barca -como la cátedra, como el espacio del Maestro- nos habla de la experiencia misma de penetrar el misterio de Dios, que es figura extremada desde la cual nos invita a escuchar la Palabra. Y estamos nosotros ahí, como uno de tantos entre esta gran multitud que se reúne junto a Él, para escuchar su mensaje.

Esta es la invitación: a atisbar, a acercarnos, a avizorar, a contemplar este misterio de Dios. Estar en la orilla es como estar mirando la totalidad de Dios, es querer penetrar en Él. Estamos a la orilla del misterio, estamos invitados cada vez más a meternos dentro de este misterio. Y lo que permite introducirnos en este misterio es la barca. Esta sería la parábola, esta sería la mediación: aquella herramienta, aquella estrategia que nos posibilita a hacer la experiencia de navegar en el misterio, de vivir de ese misterio.

Aquí podemos nosotros incorporar nuestra propia experiencia: ¿Cuáles son las barcas, desde las cuales la vida nos fue enseñando? ¿Las catequesis, las tradiciones familiares, la experiencia de los grupos en los cuales participamos? ¿Cuáles son esas barcas que nos han permitido hacer experiencia de la profundidad del amor de Dios, de la longitud del amor de Dios, de la inmensidad del amor de Dios?. Cada uno de nosotros –seguramente- puede dar testimonio de estas barcas, desde las cuales Jesús se sentó, y desde las cuales nos enseñó a penetrar en el misterio de Dios para vivir en Él.

Entonces, mientras seguimos la reflexión, esta es la primera invitación: pensar en las barcas, en las estrategias, en las metodologías que hemos ido aprendiendo a lo largo de nuestra vida, para penetrar este misterio de Dios, que es como humano.

Dice el texto que Jesús enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, porque este misterio que es el mar -que es Dios, que es la vida- no se agota. Muchas comparaciones nos van mostrando algunas rasgos, pero apenas llegan a tocar un punto del multiforme misterio de Dios.

Hoy el texto trae una comparación. Quizás a lo largo de tu vida, así como hubo barcas que fueron como estrategias y metodologías para penetrar en el misterio de Dios, también te sucedieron cosas a partir de las cuales lograste exclamar expresiones como: “Hoy esta .experiencia que tuve me enseñó algo del misterio de Dios” “Me enriqueció porque he descubierto una de sus facetas”. Es decir, que todo lo que hagas hoy puede ser parábola para hablarte del inmenso Dios en el cual creemos, y del inmenso amor con el que Dios te ama.

Entonces, si estás ya de vacaciones o ya iniciando el trabajo, estás invitado a ver tu vida como una parábola: como algo que te habla de Dios, como una comparación de este inmenso amor que Dios nos tiene. El hecho de levantarte, el hecho de prepararte el desayuno, el hecho de hacer las compras, el hecho de salir a trabajar en el colectivo, o si vas en bicicleta o en tu auto, todo puede ser leído en esta categoría de parábola.

¿Cuáles son las parábolas que han ido fortaleciendo tu vida y de las cuales tienes conciencia? La invitación de ahora es no perder la oportunidad, de hacer experiencia de Dios, leyendo en clave de parábola todo lo que hoy vivas. Fijate que no hay que hacer un curso, ni irte lejos, ni estar siempre en retiros para hacer experiencia de Dios. Podemos hacer experiencia de Dios en ese espacio de vida que hoy vivas, y que lo veas en clave de parábolas.

Para el grupo de apóstoles -que eran pescadores- Jesús les habla de Dios, desde aquel lugar que era propio de su trabajo: el mar, y dejó de ser el lugar de trabajo para ser espacio desde el cual hacer experiencia de Dios. Bueno, mirá así tu oficina, mirá así tu laburo, mirá así el remis o taxi que manejás… ¿qué tiene que decir ese -tu lugar- acerca del misterio de Dios y de su amor? A poner la creatividad, a poner las neuronas a trabajar y a pedir el don del Espíritu para poner tu vida en clave de parábola: Dios te está hablando desde el lugar donde estás y desde lo que estás haciendo.

Ahí estamos, con esta propuesta de Jesús, de hacer de nuestra vida -y de todas las actividades- parábolas que nos hablen del Reino, que nos hablen de Dios. Entonces, su primera indicación, antes de hacer la comparación, es esta indicación:“Escuchen ”.

Y lo reafirma, al terminar la parábola del sembrador, con esta exclamación: “el que tenga oídos para oír, que oiga” Así que ésta es la actitud de la multitud que estaba a orillas del mar: si tenemos oídos para oír, escuchemos, oigamos; si tenemos ojos para ver, veamos; si tenemos manos para sentir, sintamos; si tenemos olfato para oler, olamos y así, que aprendamos a gustar. Es como que el misterio de Dios se achica para entrar en las categorías que puedan ser entendidas por nosotros, la categoría de los sentidos, que son los datos a través de los cuales los seres humanos vamos aprendiendo la realidad y la vamos comprendiendo.

Miren ya el lugar desde el cual Dios se acerca a nosotros, lo que nos habla -a la misma vez- de la inmensidad de Dios que es como el mar, y de la sencillez de Dios, que -para acercarse a nosotros- se hace palabra para ser escuchada, paisaje para ser visto, perfume para ser olido, tacto para ser sentido, sabor para ser gustado.

Un Dios que se achica a las categorías humanos para ser percibido. Por eso, brota en nuestro corazón un canto de alabanza y de adoración por su inmensidad y por su pequeñez, por ser tan grande y por decidir renunciar a su grandeza para ser percibido por nosotros, creaturas de su amor.

Dios es tan grande como el mar y tan pequeño como una gota de agua, que cabe en la palma de nuestra mano: Dios grande que se hace pequeño, Dios eterno que se hace hombre, Dios creador que se hace criatura, Dios Padre -cuya voz y cuya presencia conocemos a través del Hijo encarnado, Jesucristo- ahora sentado en una barca hablándonos del mar, luego crucificado para salvarnos, y después resucitado y sentado a la derecha del Padre. Ahí está: él es el Mediador.

Pidamos en este momento el ser todo oídos, que el hecho de escuchar no se reduzca a un movimiento mecánico de nuestro cerebro, de nuestra fisiología, de la oreja… Nuestro ser es la escucha, somos seres que escuchamos. Casi, casi se parecería a la imagen de una gran oreja; otra, a un caracol, que tiene esa puerta donde el afuera va penetrando, ese afuera inmenso que es Dios y –rumiado, trabajado y guardado en mi interior del corazón- se puede hacer el movimiento contrario de una palabra pronunciada, pero no ya desde mí o de mis sentimientos, sino desde esta Palabra escuchada.

Entonces, la primera indicación de Jesús es esto: que todo nuestro ser se convierta en oídos, en escucha, en entender y en definir nuestra humanidad como ser que escucha. Podríamos decir, entonces, un ser que aprende. Un ser que es discípulo, un ser que es capaz de incorporar datos de la realidad para enriquecerse y crecer. No sólo tenemos que incorporar comida, también tenemos que incorporar palabras, tenemos que incorporar gestos, porque somos seres que escuchan, seres que aprenden, somos seres que crecen. Todas estas realidades se convierten como en el insumo que producen y que acompañan a nuestro desarrollo y nos potencian. Estamos armados así, no nos autoabastecemos: necesitamos incorporar la realidad.

Hay que ver también otros aspectos: cuáles son las realidades que no queremos escuchar y -por lo tanto- realidades en las cuales no vamos a crecer, porque no incorporamos. Son esas realidades que nos dan miedo, que nos despiertan culpas, que nos recuerdan experiencias dolorosas. Todo puede ser leído en clave de parábola: también tu miedo, tu culpa, tu dolor… También escuchalos que -desde allí- el misterio de Dios te está hablando. Algo de Dios podés aprender escuchando también esas realidades. Todo habla de Dios. En todo podemos escuchar la voz de Dios. Desde la experiencia, incluso, de la muerte y del pecado. El que tenga oídos para oír, que oiga.

Dice el texto bíblico (volvemos a la Palabra en sí): “Cuando Jesús se quedó solo…”, entonces podemos imaginarnos que esta multitud -que estaba a orillas del mar- comió, se sació, se llenó, se siente plena… Las palabras escuchadas de Jesús alimentan también nuestra hambre, nos sacian y nos descubren esta otra realidad: nosotros no solamente tenemos hambre de pan, también tenemos hambre de palabras, hambre de Dios, hambre de que nos digan algo acerca del misterio de Dios.

Y se fue la muchedumbre, contenta, plena… porque su vida se ha llenado con las enseñanzas de Jesús y ha nutrido este aspecto, que es el aspecto creyente del ser humano. Todo este grupo de personas -también en el que nosotros nos podemos integrar- cuando Jesús se queda solo, hay gente que se queda con Él.

Entre esa gente, estaba el grupo de los Doce, pero hay otros grupos que no pertenecen precisamente al de los Doce: son aquellos que siguen insaciables, escuchando el misterio del Reino con la presencia de Jesús. Y la escucha se convierte en pregunta de esto escuchado, de esto puesto a mi disposición para ser aprendido, y ahora se convierte en posibilidad de diálogo, de explicitar contenidos, de apropiarnos de otros aspectos… no para hacernos especialistas y eruditos, no para hacer preguntas rebuscadas que nos digan cuánto sabés, sino que es la necesidad de querer apropiarse de esa Palabra a fin de poder alimentarnos, y alimentar a otros.

Junto con los doce, los que estaban alrededor de Él le preguntan, no solamente por la parábola sino por el sentido de la parábola; y Jesús -aquella Palabra eterna que se hace tiempo para ser pronunciada a nuestra manera- se hace ahora Palabra explicada, se queda allí, sin apuro, sin cansancio, como que el que está en Dios no se cansa de hablar de Dios, no se cansa de la multitud. Como decía –creo- Santa Teresa: “El que está en Dios, ni cansa ni se cansa”. Jesús estuvo -de muchas maneras- hablando de parábolas y, cuando la multitud saciada se va y este grupo se queda y le sigue preguntando, Él sigue respondiendo acerca del misterio de Dios. Jesús ni se cansa, ni cansa. Siempre hay gente deseosa de escuchar y Él siempre está deseoso de explicar.

Aquí estamos, al lado de Jesús y del misterio que Él nos viene a revelar, un Jesús que está trabajando, que está haciendo aquello para lo cual vino, y que es acercarnos el misterio del Reino. Es el mediador: traer el Reino entre nosotros y llevarnos a nosotros hacia el Reino. Lo que utilizó, lo que eligió, es esto de las parábolas, como el mejor camino para acercarnos, es decir, hacer el Reino lo más parecido a nosotros, a nuestra experiencia cotidiana, para que nosotros -a partir de esa experiencia cotidiana- vayamos pensando esto impenetrable, comprendiendo esto incomprensible, asumiendo esto tan inmenso que es Dios.

Y le pedimos la gracia de ser de ese grupo de personas, que junto con los Doce, se queda a la orilla de la Palabra, pidiendo Palabra, escuchando cómo la Palabra explicita su contenido, viendo cómo la Palabra se explica a sí misma, como Jesús habla del misterio de Dios.

¿Qué significa esta Palabra? Podemos imaginarnos a nosotros así: con el texto de la Palabra de Dios, leyéndolo, releyéndolo y volviéndolo a leer, hasta que esa luz se haga dentro nuestro, hasta que la misma Palabra nos empiece a decir cosas que no están dichas, que no están escritas. ¿De dónde viene eso que me brota decir desde lo escrito, desde lo leído, desde lo escuchado, que no está ahí?. Esa es la misión de la Palabra: explicitar.

Jesús dice algo que parece ser como una especie de reto: “¿Cómo que no entienden? A ustedes se les ha confiado el misterio del Reino; pero para los de afuera todo es parábola, a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón”.

Y posiblemente se despierte en nosotros ese miedo de sentirnos perseguidos y decirnos: “Ay, soy yo, es por eso que no entiendo la Palabra, por eso es que miro y no veo”, y empezamos a castigarnos, que somos “los de afuera”. Y quizás, si lo vemos como texto bíblico, son aquellos mismos que pecan contra el Espíritu Santo, como decíamos hace un par de días, que es ese pecado que no les será perdonado.

¿Cuál es? Fíjense que nunca se nombra, al menos sabemos que existe, que está, y sabemos que es una posibilidad. Por eso, roguemos a Dios que no se verifique, en la existencia personal de ninguno de los seres humanos, esto de la soberbia que cierra el perdón de Dios, el de querer quedarse fuera de la Palabra, para no querer comprenderla o escucharla, y tener que cambiar nuestra vida, o sentir que nuestra vida ya no tiene cambio posible.

Cuando nosotros asumimos esa postura, ahí somos los que afuera. Entonces, no es una determinación desde afuera, alguien que clasifica y dice: “usted es de afuera, usted es de adentro”; sino que es una posibilidad del ser humano de quedarme fuera, como el hijo mayor, porque es una parábola abierta: la de los dos hijos, la del Padre misericordioso, la del hijo menor que vuelve, el hijo mayor que escucha la fiesta y se queda afuera. Queda afuera, pero queda abierta la posibilidad de entrar. Nosotros rogamos para que el estar afuera lo haga reflexionar para después cambiar su decisión.

Entonces, “los que están afuera” son los que deciden, por sí mismos, de vivir desde la soberbia, vivir de no creer en la misericordia de Dios y de quedarse como lejos, fuera, atrás…

Tener la Palabra y no querer escucharla, tener ojos y cerrar los párpados. A veces, se da en nosotros esto, es decir, que estamos distraídos y no vemos nuestro trabajo sino como una carga, algo pesado; no vemos el día sino un día más; no vemos la lluvia sino como un inconveniente; no vemos el calor sino como algo pesado, algo que soportar. Creemos que las cosas son lo que son y perdemos esta perspectiva de vida en clave de parábola, para ver que todo es puerta que nos habla, que nos anima a penetrar el misterio de Dios.. Entonces, miramos pero no vemos.

Hoy podés estar vos trabajando en tu cocina, preparando las cosas para la comida, para comer y ver solamente eso: cocina, rutina, cuchillo, cebolla. O estás en tu oficina, y ves computadora. O estás en tu trabajo -si sos albañil- y ves paredes que levantar. Y cada uno en su trabajo, ve solamente eso y cree que la realidad se agota en eso que hoy está viendo. La invitación de Jesús es a estar cerca de su Palabra, para comprender que todo es puerta de acceso a una realidad más profunda, a una presencia, a una compañía… Dios te posibilita su esfuerzo en cualquier lugar.

¿Dónde estamos nosotros? Le pidamos al Señor la gracia de poder estar en ese grupo que -después de escuchar la Palabra- se queda a rumiar la Palabra y tiene la gracia de Dios, porque pedimos la sencillez de nuestra vida, la humildad de que todo nos hable de Dios, que cada una de las experiencias en el lugar o en la forma de las personas con las que nos encontramos, sea puerta de acceso para penetrar en el misterio de Dios. El que está al lado tuyo, no es alguien que te molesta, alguien que te lastima: es la posibilidad de hablar con Dios.¿Qué te está diciendo Dios, desde la persona con la que compartís tu vida o desde el trabajo que realizas? Que no sea solamente eso, que sea una experiencia, una puerta.

Pidamos, hoy, la gracia de que viendo, veamos; de que escuchando, escuchemos; de que gustando, gustemos. No solamente sobrevivamos al día de hoy: que el día de hoy sea posibilidad de experiencia de Dios, donde estés. Él se hizo parábola para estar cerca nuestro, para que nosotros nos hagamos oído para estar cerca de Él.

escrito por el Padre Marcos Aguirre
(fuente: radiomaria.org.ar)

martes, 26 de enero de 2016

y los envió de dos en dos

Memoria de santos Timoteo y Tito, obispos, compañeros de san Pablo
(26/01/2016)

Segunda Carta de San Pablo a Timoteo 1, 1-8. 

Pablo, Apóstol de Jesucristo, por la voluntad de Dios, para anunciar la promesa de Vida que está en Cristo Jesús, saluda a Timoteo, su hijo muy querido. Te deseo la gracia, la misericordia y la paz que proceden de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo. Doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia pura al igual que mis antepasados, recordándote constantemente, de día y de noche, en mis oraciones. Al acordarme de tus lágrimas, siento un gran deseo de verte, para que mi felicidad sea completa. Porque tengo presente la sinceridad de tu fe, esa fe que tuvieron tu abuela Loide y tu madre Eunice, y estoy convencido de que tú también tienes. Por eso te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de mis manos. Porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad. No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que soy su prisionero. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios.


Salmo 96(95), 1-2a.2b-3.7-8a.10.

Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre.
Día tras día, proclamen su victoria.

Anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos.
Aclamen al Señor, familias de los pueblos,
aclamen la gloria y el poder del Señor;
aclamen la gloria del nombre del Señor.

Digan entre las naciones: “¡El Señor reina!
el mundo está firme y no vacilará.
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud”.


del Evangelio según San Lucas 10, 1-9.

El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'."









REFLEXIÓN

Hoy San Lucas nos relata que además de los doce apóstoles, el Señor envió a otros discípulos, los 72. Estos setenta y dos eran probablemente todos los que Él había reunido hasta ese momento, o al menos todos los que le seguían con cierta continuidad.

Jesús, por lo tanto, envía a todos sus discípulos.

Esos 72 de los que habla el Evangelio, nos representan a todos los cristianos laicos. Cada uno de nosotros, somos misioneros, llamados a evangelizar.

Esto nos muestra, ya en el comienzo de nuestra catequesis de hoy, que la tarea de anunciar el evangelio es un compromiso de todo bautizado. Ésta es una misión que no debe, ni puede reducirse sólo a la vida consagrada (sacerdotes y religiosos).

Por el contrario, debe asumirse generosamente en la vida de todo discípulo de Cristo.

Por eso los laicos, una vez que se encuentran con la palabra de Dios, deben descubrirse como discípulos y misioneros de Jesús, asumiendo su compromiso de bautizados enviados a anunciar el Reino.

El mundo necesita discípulos y misioneros, y no hay duda que todos estamos llamados a serlo.

Hay mucho por hacer en este mundo para que, como rezamos en el Padrenuestro, “venga su Reino” entre nosotros.

En el documento de los obispos de Aparecida, en los números 144 y 145 se nos invita justamente a aceptar gozosos esta misión:

144: “Al llamar a los suyos para que lo sigan (Jesús) les da un encargo muy preciso: anunciar el evangelio del Reino a todas las naciones (Cf. Mt 28, 19; Lc 24, 46-48). Por esto, todo discípulo es misionero, pues Jesús lo hace partícipe de su misión, al mismo tiempo que lo vincula a Él como amigo y hermano. De esta manera, como Él es testigo del misterio del Padre, así los discípulos son testigos de la muerte y resurrección del Señor hasta que Él vuelva. Cumplir este encargo no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana, porque es la extensión testimonial de la vocación misma.”

145: “Cuando crece la conciencia de pertenencia a Cristo, en razón de la gratitud y alegría que produce, crece también el ímpetu de comunicar a todos el don de ese encuentro. La misión no se limita a un programa o proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona, de comunidad a comunidad, y de la Iglesia a todos los confines del mundo (Cf. Hch 1, 8)”.[1]

Y en este sentido es muy interesante también lo que dice el padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia:

“Cristo no vino para realizar una proeza personal; no quiso ser un meteorito que atraviesa el cielo para después desaparecer en la nada. No vino, en otras palabras, sólo para aquellos pocos miles de personas que tuvieron la posibilidad de verle y escucharle en persona durante su vida. Pensó que su misión tenía que continuar, ser permanente, de manera que cada persona, en todo tiempo y lugar de la historia, tuviera la posibilidad de escuchar la Buena Nueva del amor de Dios y ser salvado. Por esto eligió colaboradores y comenzó a enviarles por delante a predicar el Reino y curar a los enfermos. Al respecto, una enseñanza importante se contiene en el hecho de que Jesús les envía de dos en dos. Eso de ir de dos en dos era habitual en aquellos tiempos, pero con Jesús asume un significado nuevo, ya no sólo práctico. Jesús les envía de dos en dos –explicaba San Gregorio Magno— para inculcar la caridad, porque menos que entre dos personas no puede haber ahí caridad.”[2]

Además de este último detalle que señala el padre Cantalamessa, sobre el envío de los discípulos de dos en dos, podemos destacar también la directiva dada a los misioneros de no llevar nada para el camino, e incluso les indica que no se detengan a saludar a quienes encuentren eventualmente.

Esta salida sin equipaje y sin saludos indica la urgencia del envío. No hay tiempo para distraerse en preparativos.

La llegada del Reino es algo que compromete al hombre de tal manera, que toda otra ocupación o preocupación pasa a segundo lugar o desaparece totalmente.

La fuerza del predicador no depende de sus recursos, sino del poder de la Palabra de Dios que va a transmitir.

También en el Evangelio dice Jesús: “Al entrar en una casa, digan primero: Que descienda la paz sobre esta casa…… El Reino de Dios está cerca de ustedes.”

El Reino de Dios trae la paz, la alegría, el consuelo y el gozo.

La paz de que nos habla el Señor, no es sólo ausencia de guerras. La paz de que habla la Biblia es la paz mesiánica, es la totalidad de los bienes prometidos por Dios, la plenitud de una vida feliz

Y el Señor nos envía a cada uno de nosotros y nos pide que demos la paz. Y cuando saludamos deseando la paz de Cristo, no somos nosotros los que saludamos, es Cristo, que comunica su paz.

La Palabra de Dios produce por sí misma los buenos frutos en todos aquellos que la reciben con fe. Pero también, quienes la poseen, deben comunicarla a otros.

Hoy celebramos como Iglesia a San Lucas, apóstol y evangelista. Y en este discípulo podemos destacar dos facetas: la de Lucas historiador y otra, no menos importante, la de Lucas misionero.

Entre los evangelios sinópticos se puede denominar a Lucas “el evangelista de la historia de la salvación”. Ha escrito una historia en dos tomos sobre los orígenes del cristianismo: El Evangelio y los Hechos de los Apóstoles. Se le puede llamar con toda precisión el historiador , entre los demás evangelistas, no porque los otros no hagan historia, sino más bien porque él tiene una intuición más amplia de la historia.

Lucas conoce las historias de su tiempo. Él sabe que suelen poner un prólogo a las historias de su tiempo y él así lo hace. Se fija especialmente en la cronología de los hechos y trae referencias de historia profana más que los demás.

Pero sobre todo él ha escrito la historia de la salvación.

Y otro aspecto fundamental de la vida de Lucas, es el de su vida como misionero, que no se ha considerado tanto y sin embargo basta recordar sus correrías junto a San Pablo.

San Juan Crisóstomo decía de él: «Incansable en el trabajo, ansioso de saber y sufrir, Lucas no acertaba a separarse de Pablo».

Desde su prisión de Roma Pablo dice a su discípulo Timoteo: « sólo Lucas queda conmigo». Es así como este discípulo nunca se separa del maestro.

Es por eso, que en este mes de octubre y en este día, en que el Evangelio nos invita particularmente a la misión, le pidamos a San Lucas que nos alcance del Señor la gracia de imitar su celo misionero y su caridad, manifestada en el servicio que ofrecía también desde su profesión de médico.

[1] V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE – APARECIDA 2007 Capítulo 4, La Vocación De Los Discípulos Misioneros a la Santidad enviados a anunciar El Evangelio Del Reino De Vida
[2] PADRE RANIERO CANTALAMESSA: Comentario a las lecturas de la liturgia del domingo, XV del tiempo ordinario. Roma, viernes 14 julio 2006

(fuente: radiomaria.org.ar)

lunes, 25 de enero de 2016

La conversión de Pablo

Fiesta de la Conversión de san Pablo, apóstol
(25/01/2016)

Libro de los Hechos de los Apóstoles 22, 3-16.

"Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero me he criado en esta ciudad y he sido iniciado a los pies de Gamaliel en la estricta observancia de la Ley de nuestros padres. Estaba lleno de celo por Dios, como ustedes lo están ahora. Perseguí a muerte a los que seguían este Camino, llevando encadenados a la prisión a hombres y mujeres; el Sumo Sacerdote y el Consejo de los ancianos son testigos de esto. Ellos mismos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y yo me dirigí allá con el propósito de traer encadenados a Jerusalén a los que encontrara en esa ciudad, para que fueran castigados. En el camino y al acercarme a Damasco, hacia el mediodía, una intensa luz que venía del cielo brilló de pronto a mi alrededor. Caí en tierra y oí una voz que me decía: 'Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?'. Le respondí: '¿Quién eres, Señor?', y la voz me dijo: 'Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues'. Los que me acompañaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Yo le pregunté: '¿Qué debo hacer, Señor?'. El Señor me dijo: 'Levántate y ve a Damasco donde se te dirá lo que debes hacer'. Pero como yo no podía ver, a causa del resplandor de esa luz, los que me acompañaban me llevaron de la mano hasta Damasco. Un hombre llamado Ananías, fiel cumplidor de la Ley, que gozaba de gran prestigio entre los judíos del lugar, vino a verme y, acercándose a mí, me dijo: 'Hermano Saulo, recobra la vista'. Y en ese mismo instante, pude verlo. El siguió diciendo: 'El Dios de nuestros padres te ha destinado para conocer su voluntad, para ver al Justo y escuchar su Palabra, porque tú darás testimonio ante todos los hombres de lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y purifícate de tus pecados, invocando su Nombre'.


Salmo 117(116), 1.2.

¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!

Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.

¡Aleluya!


del Evangelio según San Marcos 16, 15-18.

Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación." El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".












REFLEXIÓN

Hoy, 25 de enero, la Iglesia nos invita a recordar al apóstol San Pablo, este santo, este amigo de Jesús, y meditar no solo el momento de su entrega, tal como lo celebramos cada año el 29 de junio, en la fiesta solemne de San Pedro y San Pablo, sino reflexionar en la conversión de Saulo de Tarso, el discípulo que evangelizó a los gentiles, hasta dar la vida por ellos.

“Entonces Jesús se apareció a los once y les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán».” Mc- 16, 15-18

La Palabra nos sitúa ante un Jesús resucitado que se presenta junto a sus discípulos, ante los once que permanecieron en la fe (sabemos que uno de ellos ya no estaba, y por eso lo destaca el texto). Este Jesús superador, victorioso, lleno de gloria, se presenta una vez más junto a sus amigos, sus elegidos, con quienes compartió su vida y su enseñanza. Les deja un enorme desafío, que es un estilo de vida, para los apóstoles y para todos nosotros. También hoy nos dice que vayamos y anunciemos el Evangelio a toda la creación. Vayan. El salir, el dejar atrás la vida común, la de todos los días. Vayan a lo desconocido. Vayan teniendo los mismos sentimientos de Cristo, como nos dice San Pablo: mirar como Él, mirar con Él, para llevar el fuego del Evangelio. Anuncien el Evangelio a toda la creación, que no quede rincón sin iluminar por la gracia de la Palabra. Jesús mismo es el mensaje que tenemos que ir encarnando, asumiendo como los apóstoles y llevarlo a todo lugar, en todo momento. El Señor nos invita y nos desafía. Ya no dicen síganme, vengan y vean, sino que ahora Jesús nos envía, nos manda, nos invita a ir, aparentemente, solos (pero sabemos que Él nos prometió que estaría con nosotros hasta el final).

Aquí está la clave: que asumamos como propios los desafíos de su corazón, hacer nuestro su amor, su mirada generosa y abarcativa, que supera las diferencias, las fronteras humanas de este mundo.

Hoy que recordamos a San Pablo, el mensaje es poder encontrar y reconocer a Jesús, para poder llevarlo a los demás. Reconocer que Jesús nos eligió y nos llamó para ser apóstoles, para aprender de Él y luego predicarlo, anunciarlo y vivirlo, y en nuestra vida hacer realidad este mensaje: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación”.

Nos sucede como cuando transitamos por nuestras rutas, cuando viajamos: las señales viales nos permiten avanzar, conocer las opciones para seguir, cuál es el camino que vamos haciendo parte de nuestro viaje. Sin embargo, si miramos para atrás, ya no nos sirven, no nos pueden guiar. Lo único que nos acompañó desde siempre, como en la ruta, será la línea blanca o amarilla; así también en nuestra vida vamos avanzando y descubriendo en lo de todos los días, lo que el Señor nos invita a vivir, cuál es el camino que nos lleva a Él, desde lo concreto y sencillo de cada día, al preparar el desayuno, al ponerme a trabajar o a estudiar, en las cosas concretas Jesús me invita a seguirlo. Y así nos damos cuenta de que siempre estuvo acompañándonos y guiándonos.

Hoy también, haciendo el recorrido interior, miramos cuál es el camino que nos lleva a Jesús: el de la fe, de escuchar el Evangelio, dejarnos ayudar por la Palabra… Seguramente hay muchas señales que el Señor ha puesto en nuestra vida. Y, sin embargo, al encontrarlo nos sentimos sorprendidos e indefensos y queremos entonces que Él nos hable al corazón.

Sin dudas, hoy es un día de gracia: Él nos invita a reconocerlo en nuestra vida y nos hace capaces de llevar la Buena Noticia por todo el mundo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.” Aquí podríamos decir que está la opción vital: creer aquello que el Señor nos propone en el Evangelio y vivirlo.

escrito por Padre Daniel Tejeda
(fuente: www.radiomaria.org.ar)

domingo, 24 de enero de 2016

"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción"

Tercer domingo del tiempo ordinario
(24/01/2016)

Libro de Nehemías 8, 2-4a.5-6.8-10. 

El sacerdote Esdras trajo la Ley ante la Asamblea, compuesta por los hombres, las mujeres y por todos los que podían entender lo que se leía. Era el primer día del séptimo mes. Luego, desde el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tarima de madera que habían hecho para esa ocasión. Junto a él, a su derecha, estaban Matitías, Semá, Anaías, Urías, Jilquías y Maaseías, y a su izquierda Pedaías, Misael, Malquías, Jasúm, Jasbadaná, Zacarías y Mesulám. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo - porque estaba más alto que todos - y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: "¡Amén! ¡Amén!". Luego se inclinaron y se postraron delante del Señor con el rostro en tierra. Ellos leían el libro de la Ley de Dios, con claridad, e interpretando el sentido, de manera que se comprendió la lectura. Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: "Este es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren". Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. Después añadió: "Ya pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al que no tiene nada preparado, porque este es un día consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes".


Salmo 19(18), 8.9.10.15.

La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da sabiduría al simple.

Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos.

La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos.

¡Ojalá sean de tu agrado
las palabras de mi boca,
y lleguen hasta ti mis pensamientos,
Señor, mi Roca y mi redentor!


Carta I de San Pablo a los Corintios 12, 12-30.

Hermanos: Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Si el pie dijera: "Como no soy mano, no formo parte del cuerpo", ¿acaso por eso no seguiría siendo parte de él? Y si el oído dijera: "Ya que no soy ojo, no formo parte del cuerpo", ¿acaso dejaría de ser parte de él? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Y si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato? Pero Dios ha dispuesto a cada uno de los miembros en el cuerpo, según un plan establecido. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? De hecho, hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: "No te necesito", ni la cabeza, a los pies: "No tengo necesidad de ustedes". Más aún, los miembros del cuerpo que consideramos más débiles también son necesarios, y los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera. Pero Dios dispuso el cuerpo, dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan, a fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean mutuamente solidarios. ¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría. Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo. En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas. ¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros? ¿Todos tienen el don de curar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas?


del Evangelio según San Lucas 1, 1-4.4,14-21.

Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido. Jesús volvió a Galilea con el poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".














REFLEXIÓN

Uno de los pasajes más impactantes de la Escritura es el que nos trae el Evangelio de hoy (Lc. 1, 1-4 y 4, 14-21). Es impactante, pero pasa bastante inadvertido, muy probablemente por la discreción de Jesús. Es aquel momento en que Jesús dice que es a El a quien se refiere la profecía de Isaías que anuncia la labor del Mesías.

Nos dice el Evangelio que Jesús, habiendo ya realizado su primer milagro en Caná de Galilea, comenzó a enseñar en las Sinagogas. Es importante notar que existía un solo Templo, el de Jerusalén, donde se celebraban las grandes fiestas judías y había ceremonias en que los Sacerdotes ofrecían sacrificios. Pero cada pueblo tenía su propia Sinagoga, donde cada Sábado, se celebraba un oficio litúrgico en el que era fácil participar para leer y comentar la Palabra de Dios.

Así fue como Jesús comenzó a darse a conocer: leyendo y enseñando en las Sinagogas sobre todo de Galilea. Nos dice San Lucas que “todos lo alababan y su fama se extendió por toda la región”.

Jesús, entonces, decide ir a Nazaret, el pueblo donde había crecido y vivido. Y ese Sábado -no por casualidad, sino seguramente porque como Dios, así lo dispuso- le tocó “el volumen de Profeta Isaías y encontró el pasaje en que estaba escrito” lo que se refería a la misión del Mesías: “El Espíritu del Señor está sobre Mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva...”

Siempre que se leía este trozo, la gente pensaba en ese personaje misterioso tan esperado por todo el pueblo de Israel. Pero ese día en que Jesús lee lo dicho sobre El, se le ocurre rematar la lectura diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Que es lo mismo que decir: “Ese de quien habla Isaías soy Yo”.

Imaginemos el asombro de los presentes. ¡Pero cómo es posible! ¿No es éste Jesús, el hijo del carpintero? Nazaret era una ciudad pequeña. Todos lo conocían como un hombre cualquiera. ¡Y ahora venía a decir que era el Mesías! La discusión que se suscitó terminó con la sentencia tan conocida de que “nadie es profeta en su tierra”. Y hasta trataron de empujar a Jesús por un barranco. Pero El se les desapareció sin que se dieran cuenta.

Hasta el momento de la aparición de Jesús como el Mesías, Dios había hablado a su pueblo por medio de los Profetas y también por medio de su Ley.

Por cierto, la primera lectura pública de la Ley fue hecha después del regreso del exilio en Babilonia. Era un momento de celebración, que nos trae la Primera Lectura (Nehemías 8, 2-10).

Todo el pueblo se congregó para oír la lectura de la Ley de Dios. Esa Asamblea convocada por Nehemías sirvió de modelo para lo que luego se haría en las Sinagogas. Todos se emocionaron al punto de lágrimas, por estar reunidos de regreso a casa, por poder escuchar juntos la lectura de la Ley de Moisés y por sentirse interpelados por ella. Fue un momento de gran solemnidad.

Sin embargo, el momento que nos narra el Evangelio, cuando Jesús en su Sinagoga de Nazaret anunció el cumplimiento de la Profecía de Isaías era -en realidad- infinitamente más solemne e importante que la gran Asamblea de Nehemías. Pero parece mucho menos solemne, porque Jesús todo lo hacía en la mayor discreción, además tal vez por la suavidad con que sucedió el hecho y por la modestia de las circunstancias que lo rodearon: Jesús, un conocido de allí, sin la más mínima muestra de exaltación, lee la Profecía y declara que se estaba cumpliendo en El.

Y es que había ya llegado el momento, “la plenitud de los tiempos”, en que Dios ya no hablaba por medio de los enviados, ni por medio de la Ley, sino que comenzó a hablar El mismo. Pero no le creyeron. “Vino a lo suyos y lo suyos no lo recibieron” (Jn. 1, 11).

Y nosotros... ¿creemos en Jesucristo? ¿Y creemos en todo lo que nos ha dicho y dispuesto? ¿Creemos que El es el Mesías que vino a salvarnos? ¿Aprovechamos la salvación que El nos trajo? ¿Deseamos hacer todo lo necesario para salvarnos?

La Segunda Lectura de San Pablo (1 Cor. 12, 12-30) nos describe el funcionamiento del Cuerpo Místico de Cristo, su Iglesia, que la constituimos todos, no sólo los Sacerdotes y Obispos. Y todos tenemos en ella una función, por poco importante que sea. Es como la Asamblea de Nehemías: hombres, mujeres y niños, gobernantes y sacerdotes, todo el pueblo. En un cuerpo toda parte es importante, pero cada una tiene su función. En la Iglesia todos somos necesarios.

Además nos instruye San Pablo sobre la dependencia que los miembros de ese Cuerpo tienen entre sí. También nos explica cómo cuando un miembro sufre, los demás también sufren. Si uno está bien, todos reciben ese bienestar. Si alguno está mal, todos sienten ese malestar. De allí que nuestra responsabilidad con los demás miembros sea estar bien, estar bien espiritualmente, para que ese bienestar espiritual se comunique a los demás. De otra manera, si estamos mal espiritualmente, ese malestar se comunica a los demás.

Recalca el Apóstol lo que nos decía en la lectura del Domingo anterior sobre las diversas funciones dentro de la Iglesia: apóstoles, profetas, maestros, los que hacen milagros, los que tienen en don de curar enfermos, los que administran, etc.

Con esto nos está describiendo los diferentes carismas, tanto ordinarios, como extraordinarios, todos necesarios para el buen funcionamiento el Cuerpo, de la Iglesia.

¿Cómo estar bien y cómo cumplir con nuestra función en la Iglesia y en el mundo? Tenemos instrucciones precisas del Papa Juan Pablo II, quien al comienzo del Tercer Milenio nos entregó una nueva Carta Apóstolica: “Novo Millennio Inuente” (Nuevo Milenio que comienza).

A continuación las urgencias y prioridades que nos establecía el representante de Cristo en la tierra en este documento:

. “Orientar la pastoral cristiana hacia una experiencia de fe sólida, que haga florecer la santidad”: El Papa desea que todos seamos santos. La santidad es un llamado de Cristo para todos, desde el primero hasta el último en su Iglesia. Y la santidad es un proceso paulatino que consiste en estar entregados en todo la Voluntad Divina.

. “Una pedagogía eclesial que proponga ideales elevados y no se contente con una religiosidad mediocre”: Nos pide metas exigentes. Nuestra vivencia como cristianos no puede ser “mediocre”, sino elevada. Y ese ideal elevado no es otro que la misma santidad. Y ese ideal de santidad nos lleva, no solamente a aceptar los planes de Dios para nuestra vida, porque no nos quede otro remedio, sino que nos lleva a vivir con gusto dentro de la Voluntad Divina.

. “Ayudar a redescubrir la oración en toda la profundidad a la que la experiencia cristiana pueda llevarla”: El medio para vivir en santidad y para cumplir nuestra misión no es otro que la oración. Y nos habla de una oración profunda, tan profunda como a cada cual le sea dada. Y oración profunda no es solamente repetir oraciones vocales, necesarias sí, pero no suficientes. El Papa nos está apuntando a la oración de contemplación, de silencio, de recogimiento interior. Y quiere que “redescubramos” esa fuente maravillosa de gracias que es la oración profunda.

. “Alentar la oración personal, pero sobre todo la comunitaria, comenzando por la litúrgica, ‘fuente y culmen’ de la vida eclesial”: La oración personal no basta. Tiene que estar enraizada en la oración litúrgica, en la Eucaristía. Y si hemos de orar diariamente, también la oración litúrgica debiera de ser diaria.

. “Redescubrir el domingo, Pascua de la semana, haciendo que la Eucaristía sea su corazón”: El domingo es el “día del Señor”. El centro del domingo tiene que ser, entonces, la Eucaristía. ¿Qué significa “redescubrir” el domingo?. Es volver a hacer de ese día el “día del Señor”.

. “Proponer de nuevo con fuerza el Sacramento de la Reconciliación”: La oración es el agua de la vida espiritual. La Eucaristía es su alimento. Y el Sacramento de la Reconciliación es la medicina necesaria para cuando la vida espiritual se enferma con el pecado. De allí que nos pida insistir con fuerza en este Sacramento tan necesario para la salud personal de cada uno y para la salud de todo el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia.

. “Recordar el primado de la escucha de la Palabra de Dios, a lo que sigue, por su propia lógica el deber del anuncio”: Para anunciar la Palabra de Dios, hay que escucharla y hacerla vida. De allí que al tenerla dentro de nosotros, la Palabra de Dios brota y se esparce. No queda atrapada en nuestro interior, sino que quien la vive, la anuncia con su ejemplo y con su inevitable predicación

. “Destacar, por tanto, la actual importancia de la ‘nueva evangelización’”: Todo ese programa anterior lleva, necesariamente, a la ‘nueva evangelización’. Sin todo lo anterior la evangelización es tarea imposible, pues el actor principal de la evangelización no es el cristiano, sino Cristo mismo. Y si Cristo no vive en cada uno de nosotros por medio de la Eucaristía y de la oración verdadera, no podrán verse los frutos de evangelización.

(fuente: homilia.org)

sábado, 23 de enero de 2016

Jesús no es entendido por sus propios parientes

Sábado de la segunda semana del tiempo ordinario
(23/01/2016)


Segundo Libro de Samuel 1, 1-4.11-12.19.23-27.

Después de la muerte de Saúl, David volvió de derrotar a los amalecitas y permaneció dos días en Siquelag. Al tercer día, llegó un hombre del campamento de Saúl, con la ropa hecha jirones y la cabeza cubierta de polvo. Cuando se presentó ante David, cayó con el rostro en tierra y se postró. "¿De dónde vienes?", le preguntó David. El le respondió: "Me he escapado del campamento de Israel". David añadió: "¿Qué ha sucedido? Cuéntame todo". Entonces él dijo: "La tropa huyó del campo de batalla y muchos del pueblo cayeron en el combate; también murieron Saúl y su hijo Jonatán". Entonces David rasgó sus vestiduras, y lo mismo hicieron todos los hombres que estaban con él. Se lamentaron, lloraron y ayunaron hasta el atardecer por Saúl, por su hijo Jonatán, por el pueblo del Señor y por la casa de Israel, porque habían caído al filo de la espada. "¡Tu esplendor ha sucumbido, Israel, en las alturas de tus montañas! ¡Cómo han caído los héroes! ¡Saúl y Jonatán, amigos tan queridos, inseparables en la vida y en la muerte! Eran más veloces que águilas, más fuertes que leones. Hijas de Israel, lloren por Saúl, el que las vestía de púrpura y de joyas y les prendía alhajas de oro en los vestidos. ¡Cómo han caído los héroes en medio del combate! ¡Ha sucumbido Jonatán en lo alto de tus montañas! ¡Cuánto dolor siento por ti, Jonatán, hermano mío muy querido! Tu amistad era para mí más maravillosa que el amor de las mujeres. ¡Cómo han caído los héroes, cómo han perecido las armas del combate!".


Salmo 80(79), 2-3.5-7.

Escucha, Pastor de Israel,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que tienes el trono sobre los querubines,
resplandece ante Efraím, Benjamín y Manasés;
reafirma tu poder y ven a salvarnos.

Señor de los ejércitos,
¿hasta cuándo durará tu enojo,
a pesar de las súplicas de tu pueblo?

Les diste de comer un pan de lágrimas,
les hiciste beber lágrimas a raudales;
nos entregaste a las disputas de nuestros vecinos,
y nuestros enemigos se burlan de nosotros.


del Evangelio según San Marcos 3, 20-21.

Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer. Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: "Es un exaltado".
















Oración introductoria:

Jesucristo, quiero enamorarme de ti, quiero amarte con un amor real, personal, apasionado y fiel. Dame en esta oración el don de vivir solamente para ti. Tú sabes que te amo Jesús, pero acrecienta mi amor.

Petición: Señor, danos a todos los miembros del Regnum Christi la gracia de tenerte como nuestro gran amigo, compañero, grande y único amor.

Meditación:

Los parientes de Jesús decían que se había vuelto loco. Pero Jesús no daba importancia a los sondeos de opiniones, ni a las voces que circulaban sobre Él. No le interesaba el grado de popularidad, ni la simpatía que despertaba de modo superficial entre las personas o parientes. Jesús predicaba su Evangelio, hablaba de la cruz, hacía el bien…, sin dejarse atrincherar por lo que pensaran los otros, ni siquiera los más cercanos. ¿Y yo, su apóstol, obro de la misma manera? ¿O me asusta lo que los demás piensen de mí si soy fiel a Jesucristo? ¿Soy el mismo, idéntico y coherente, no importa dónde o con quién esté? ¿O me dejo llevar por el ambiente? Podemos preguntarnos también qué es lo que realmente pensamos nosotros de Jesucristo. ¿A veces también lo juzgamos de loco? ¿Sus mandamientos, sus exigencias, nos parecen una locura para vivir en el mundo de hoy? ¿Tenemos una visión torcida del Señor, sin fe? ¿Lo conocemos realmente? No nos quedemos con una respuesta piadosa o aprendida de libros. O creemos en Cristo, en su divinidad, lo tenemos como camino, verdad y vida, o no creemos. No hay punto medio.

Reflexión apostólica:

Para ser apóstoles basta preguntarse ante cualquier acto, compromiso, apostolado, ¿cómo voy a amar más a Cristo ahora, en esta actividad?

Propósito: Dar testimonio de Cristo no importa con quién o donde me encuentre.

Diálogo con Cristo:

Señor, en este tiempo en que muchos te dejan o son indiferentes a tu amor, quiero serte fiel, porque no vale la pena vivir esta vida sin tu amistad, porque sin ti no hallaré jamás la verdadera felicidad, porque tú eres el amigo fiel, aquí y siempre. Haznos a todos los miembros del Regnum Christi apóstoles esforzados de tu Reino.

(fuente: Regnum Christi)
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