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lunes, 30 de noviembre de 2015

El llamado de Andrés y de su hermano; los primeros discípulos pescadores de hombres

Fiesta de san Andrés, apóstol
(30/11/2015)

Carta de San Pablo a los Romanos 10, 9-18. 

Hermanos: Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación. Así lo afirma la Escritura: El que cree en él, no quedará confundido. Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan. Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: ¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias! Pero no todos aceptan la Buena Noticia. Así lo dice Isaías: Señor, ¿quién creyó en nuestra predicación? La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la Palabra de Cristo. Yo me pregunto: ¿Acaso no la han oído? Sí, por supuesto: Por toda la tierra se extiende su voz y sus palabras llegan hasta los confines del mundo.


Salmo 19(18), 2-3.4-5.

El cielo proclama la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos;
un día transmite al otro este mensaje
y las noches se van dando la noticia.

Sin hablar, sin pronunciar palabras,
sin que se escuche su voz,
resuena su eco por toda la tierra
y su lenguaje, hasta los confines del mundo.
Allí puso una carpa para el sol


del Evangelio según San Mateo 4, 18-22.

Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.









LECTIO DIVINA

ORACIÓN

Oh Padre, que has llamado a san Andrés de las redes del mundo a la pesca maravillosa en el anuncio del Evangelio; has que también nosotros podamos gustar siempre más de la dulzura de tu paternidad, especialmente en el sentirnos amados como hijos tuyos; que seamos abiertos a Ti con una fe plena toda nuestra vida, para así permitir ser alcanzados y ser transformados por la mirada y la palabra de tu Hijo amado, nuestro Señor Jesús; ya que juntos con Él, deseamos llevar la alegre noticia de tu amor misericordioso a tantos hermanos y hermanas, el cual hace, que nuestra vida sea más bella. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

MEDITACIÓN

* “Caminaba a orillas del mar de Galilea”. Jesús ha salido apenas del desierto, después de cuarenta días de gran soledad y de lucha contra el diablo (cf. Mt 4, 1-11). Él ha salido victorioso; seguro del amor de su Padre y ha venido a Galilea; una tierra lejana y despreciada; una tierra fronteriza y de paganos; solo portando consigo mismo su gran luz y su salvación (cf. Mt 4, 12-16). Y aquí, Él ha iniciado a proclamar su mensaje de alegría y de liberación: “¡El Reino de los Cielos está ahora cerca! (cf. Mt 4, 17). No hay más soledad; ni desierto agobiante; no hay ausencia porque el Señor Jesucristo ha descendido sobre nuestra tierra; la Galilea de los gentiles: en efecto, Él está cercano; Él es Dios-con-nosotros. Él no está lejano. No se ha quedado ahí parado y escondido, porque Él mismo “camina”; pasea a orillas del mar; a lo largo de los costados de nuestras vidas pobres y de hecho aún más allá de nuestros horizontes. La Galilea, que significa “anillo”: y cuya interpretación nos dice que Él, Jesús, el Amor, viene a desposarse; a unirse para siempre con Él. Ahora, solo nos resta acogerlo mientras camina sobre la orilla del mar. Aún en la distancia, Él ya nos ve, y esto lo sabemos…

* El verbo “ver”, se repite dos veces, primeramente, al referirse a Andrés y a su hermano, después a Santiago y a Juan; este “ver” porta consigo mismo toda la fuerza y la intensidad de una mirada proveniente del corazón, de lo más íntimo. Y es en esta manera, como el Señor nos ve: nos lee a profundidad; con una detenida atención amorosa hojea paso a paso las páginas de nuestras vidas; conoce cada cosa de nosotros y todo lo ama.

* No es del nada raro que Mateo utilice muchas veces un vocabulario familiar para narrar este episodio acerca de la vocación y del encuentro con el Señor Jesús. Ya que también, encontramos cuatro veces la palabra “hermano”, y dos veces la palabra “padre”. Somos llevados a casa; a nuestro principio de vida; allá donde de igual forma nos redescubrimos que somos hijos y hermanos. Jesús entra dentro de esta realidad nuestra y lo hace en una manera más humana; más nuestra; más cotidiana; entra en la carne; en el corazón; en toda la vida y viene a rescatarnos para hacernos nacer de nuevo.

* “Sígueme” y “ven”: son sus palabras sencillas y claras; Él nos pide situarnos en el camino; movernos de la misma forma que Él. ¡Es agradable sentirse despertar por esta voz suya! La cual es más fuerte y alcanzable; más dulce qué la voz de las aguas del mismo mar y del mundo, que a veces tienden a ser ruidosas y confusas. En cambio, cuando Él habla, lo hace al corazón, todo se convierte en una gran paz y todo vuelve a la calma. Y después, nos muestra también la ruta, nos señala el camino por hacer y a seguir y no nos deja perdernos: “Detrás de mí”, dice el Señor. Solo basta recibir la invitación; solo basta en aceptar que sea Él, para qué saber más; solo debemos seguirlo, pues Él nos mostrará el camino.

* “dejaron las redes y lo siguieron”. Los dos hermanos, los dos primeros llamados, el de Pedro y el de Andrés, llegan a ser para nosotros un ejemplo clarísimo, valiente y convincente al inicio de este camino. Ellos nos enseñan las cosas que hay que hacer, los movimientos y la elección. “Dejar” y “seguir” llegan a ser los verbos claves y las palabras escritas en el corazón. Lo son porque quizás frecuentemente pueda que ocurra el tener que considerar dichas iniciativas en el interior de nuestras vidas; en lo secreto del alma; allí donde solo nosotros podemos ver. Allí en donde solo el Señor es testigo de que incluso para nosotros, se cumplen estas dos maravillosas palabras del Evangelio, que son tan vivas y fuertes, y que te cambian la vida.

* “En seguida”. Por dos ocasiones, Mateo nos hace ver la prontitud de los discípulos en la acogida de la invitación del Señor, que pasa; al igual que en Su mirada y en su voz dirigida hacia ellos. Ellos no ponen obstáculos; no dudan; no tienen miedo; solo se fían ciegamente a Él; respondiendo en seguida y diciendo si, a aquel Amor.
Además, Mateo nos hace recorrer delante a nuestros ojos todos los elementos que vivifican aquella escena a la orilla del mar: como por ejemplo, las redes; la barca; el padre…todo se escurre en el fondo; todo pasa a segundo plano y todo se deja a un lado. Solo permanece el Señor, que va adelante y, detrás de Él, aquellos cuatro hombres nuevos, que llevan nuestro nombre y la historia, que Dios ha escrito para nosotros.

ALGUNAS PREGUNTAS

* El panorama de esta narración del Evangelio y por tanto la perspectiva de la gracia del Señor, que todavía hoy actúa en nosotros; es como la del mar de Galilea; un mar textual que tiene un nombre y su geografía y que me llevan a considerar preguntas como: ¿Puedo en este momento ante la Palabra de Dios, dar una cara precisa al horizonte de mi vida? ¿Tengo la paz interior para dejar al descubierto ante los ojos de Cristo, mi vida tal como si fuese yo el mar, la Galilea? ¿Tengo, quizás miedo de las aguas que portan mi corazón, como si mi mar fuese amenazador, oscuro o enemigo? ¿Puedo dejar al Señor caminar a lo largo de mi costado? ¿Puedo dejarme verme yo también como Andrés, como Simón, Santiago o Juan en este relato?

* ¿Y si guardo silencio en este momento? ¿Y si permito realmente, a que pase Jesús y se acerque a mí, hasta dejar su huella de amor y de amistad sobre mi pobre arena? ¿Tengo aún y después el valor de dejarme alcanzar por su mirada llena de luz? ¿O continuo ha esconderme un poco más, a empañar y disfrazar cualquier parte de mí, que yo mismo no deseo ver o aceptar?
Y todavía: ¿dejo que Él me hable; que me diga, quizás por primera vez: “sígueme”? ¿O prefiero continuar escuchando solo el rumor del mar y de sus olas invasoras y devastadoras?

* Este Evangelio me habla en una manera muy fuerte acerca de la compañía de los hermanos; me habla de mí ser como hijo; pone al descubierto la parte más profunda del corazón y entra en lo más íntimo de mi hogar. ¿Tal vez, puede ser que este sea propiamente el lugar en donde hay más dolor para mí y en donde no me siento comprendido, escuchado y amado como yo quisiera? ¿Por qué el Señor pone du dedo en mi herida? Hermanos, padre, madre, compañeros…Jesús es todo esto para mí y Él es aún más. ¿Lo entiendo verdaderamente yo en esta manera? ¿Hay un espacio para Él en mi hogar? ¿Cómo es mi relación con Él? ¿Mi relación con Él es como de hermano, como de amigo o como de hijo? ¿O acaso lo conozco de una manera lejana, superficial o como un escape?

* Me parece muy claro en este pasaje, que el Señor hace grandes cosas en la vida de los discípulos: “Los haré pescadores de hombres”, les dice a ellos. ¿Cómo reacciono ante a este descubrimiento? ¿Deseo también yo el dejarme ser tocado por Él en un modo verdadero, real? ¿Deseo permitirme cambiar mi estilo de vida? ¿Deseo ponerme en camino con Él hacia una nueva aventura; a buscar hermanos y hermanas que han tenido la necesidad de encontrarlo? ¿Deseo conocerlo? ¿Deseo sentirme amado o amada de su Amor infinito? ¿Puedo ser pescador de hombres como Andrés y sus hermanos?

* Por ahora, solo falta una cosa: la decisión, la opción de seguir al Señor, de caminar detrás de Él. ¿Todavía, intento detenerme un momento más? ¿Qué cosa debo dejar hoy para dar este paso importante? ¿Qué es lo que me frena, me esconde, que no me permite moverme? ¿Qué pesar tengo en el corazón, en el alma? ¿Quizás hay en mí la necesidad de confesarme, de abrir el corazón? ¿Porto ahora dentro en forma escrita el mensaje de Su mirada que Él ha puesto en mí; Su palabra, qué es más fuerte que el rumor del mar? ¡No puedo fingir que nada ha pasado! ¡El Señor ha pasado y ha dejado una señal! Yo no soy más como aquel de primero…quiero decir sí, como Andrea. Amén.

Oración Final: Tu palabra es una lámpara para mis pasos, y una luz en mi camino.

Del Salmo 119

¿Cómo un joven llevará una vida honesta?
Cumpliendo tus palabras. Yo te busco de todo corazón:
No permitas que me aparte de tus mandamientos.


Conservo tu palabra en mi corazón,
para no pecar contra ti.
Tú eres bendito, Señor:
Enséñame tus preceptos.

Yo proclamo con mis labios
todos los juicios de tu boca.
Me alegro de cumplir tus prescripciones,
más que de todas las riquezas.

Meditaré tus leyes
y tendré en cuenta tus caminos.
Mi alegría está en tus preceptos:
no me olvidaré de tu palabra.

(fuente: ocarm.org)

domingo, 29 de noviembre de 2015

¡Dios puede llegar en cada momento!

Primero Domingo de Adviento
(29/11/2015)

Libro de Jeremías 33, 14-16. 

Llegarán los días -oráculo del Señor- en que yo cumpliré la promesa que pronuncié acerca de la casa de Israel y la casa de Judá: En aquellos días y en aquel tiempo, haré brotar para David un germen justo, y él practicará la justicia y el derecho en el país. En aquellos días, estará a salvo Judá y Jerusalén habitará segura. Y la llamarán así: "El Señor es nuestra justicia".


Salmo 25(24), 1b-6.21.

A ti, Señor, elevo mi alma,
a ti que eres mi Dios.
En ti he confiado,
que no quede avergonzado ni se rían de mí mis enemigos.

Ninguno de los que esperan en ti
tendrá que avergonzarse:
se avergonzarán los que traicionan en vano.

Haz, Señor, que conozca tus caminos, muéstrame tus senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador,
Vauy yo espero en ti todo el día.

Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor,
porque son eternos.
Integridad y rectitud me guardarán;
en ti, Señor, he puesto mi confianza.


Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses 3, 12-13.4,1-2.

Que el Señor los haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás, semejante al que nosotros tenemos por ustedes. Que él fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre, el Día de la Venida del Señor Jesús con todos sus santos. Por lo demás, hermanos, les rogamos y los exhortamos en el Señor Jesús, que vivan conforme a lo que han aprendido de nosotros sobre la manera de comportarse para agradar a Dios. De hecho, ustedes ya viven así: hagan mayores progresos todavía. Ya conocen las instrucciones que les he dado en nombre del Señor Jesús.


del Evangelio según San Lucas 21, 25-28.34-36.

Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación". Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".






LECTIO DIVINA

Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz , que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén

Lectura a) Clave de lectura:

El texto litúrgico de este domingo nos lleva a meditar el discurso de Jesús sobre el fin del mundo. Hoy, cuando se habla tanto del fin del mundo, las posiciones son muy variadas. Algunos tienen miedo. Otros permanecen indiferentes. Otros comienzan a vivir con más seriedad. Y todavía otros, cuando oyen una terrible noticia, exclaman: “¡El fin del mundo está cerca!” ¿Y tú? ¿Tienes una opinión al respecto? ¿Por qué al principio del año litúrgico, en este primer domingo de Adviento, la Iglesia nos coloca de frente el fin de la historia? Teniendo presente estas preguntas, tratemos de leer de modo que nos interpele y nos interrogue.
Durante la lectura haremos un esfuerzo por prestar atención, no a lo que nos causa temor, sino más bien a lo que produce esperanza.

b) Una división del texto para ayudar en la lectura:

Lucas 21,25-26. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas
Lucas 21,27: El Hijo del Hombre vendrá sobre una nube
Lucas 21,28: La esperanza que renace en el corazón
Lucas 21,29-33: La lección de la parábola de la higuera
Lucas 21,34-36: Exhortación a la vigilancia

Un momento de silencio orante para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Qué sentimientos has tenido durante la lectura? ¿De miedo o de paz? ¿Por qué?
b) ¿Has encontrado en el texto algo que te haya dado esperanza y ánimo?
c) ¿Qué es lo que hoy empuja a la gente a tener esperanza o a resistir?
d) ¿Por qué al principio del Adviento la Iglesia nos confronta con el fin del mundo?
e) ¿Qué responderíamos a los que dicen que el fin del mundo está cerca?
f) ¿Cómo entender la imagen de la venida del Hijo del Hombre sobre una nube?

Una clave de lectura para aquéllos que quisieran profundizar en el tema

I. El contexto del discurso de Jesús

El texto del Evangelio de este domingo (Lc 21,25-28.34-36) es parte del así llamado "discurso escatológico” (Lc 28-36). En el Evangelio de Lucas, este discurso está presentado como respuesta de Jesús a una pregunta de los discípulos. Ante la belleza y grandeza del templo de la ciudad de Jerusalén, Jesús había dicho: “¡No quedará piedra sobre piedra!”(Lc 21,5-6). Los discípulos querían que Jesús les diese más información sobre esta destrucción del templo y pedían: “¿Cuándo sucederá esto, Maestro, y cuáles serán las señales de que estas cosas están a punto de suceder?” (Lc 21,7).

Objetivo del discurso: ayudar a discernir los acontecimientos
En el tiempo de Jesús (año 33), de frente a los desastres, guerras y persecuciones, mucha gente decía: “¡El fin del mundo está cerca!” La comunidad del tiempo de Lucas (año 85) pensaba lo mismo. Además, a causa de la destrucción de Jerusalén (año 70) y de la persecución de los cristianos, que duraba ya unos cuarenta años, había quien decía: “¡Dios no controla los acontecimientos de la vida! ¡Estamos perdidos!” Por esto, la preocupación principal del discurso es el de ayudar a los discípulos y discípulas a discernir los signos de los tiempos para no ser engañados por estas conversaciones de la gente sobre el fin del mundo: “¡Atención! ¡No os dejéis engañar!” (Lc 21,8). El discurso nos da diversas señales para ayudarnos a discernir.

Seis señales que nos ayudan a discernir los acontecimientos de la vida
Después de una breve introducción (Lc 21,5) comienza el discurso propiamente dicho. En estilo apocalíptico, Jesús enumera los sucesos que sirven de señales. Bueno será recordar que Jesús vivía y hablaba en el año 33, pero que los lectores de Lucas vivieron y escucharon las palabras de Jesús alrededor del año 85. Entre el año 33 y el 85 sucedieron muchas cosas de todos conocidas, por ejemplo: la destrucción de Jerusalén (año 70), las persecuciones, guerras por doquier, desastres naturales. El discurso de Jesús anuncia los acontecimientos como algo que deberá suceder en el futuro. Pero las comunidades los consideran algo ya pasados, ya sucedidos:
Primera señal: los falsos Mesías que dirán: “¡Soy yo! ¡El tiempo está cerca!”(Lc 21,8);
Segunda señal: guerras y rumores de guerra (Lc 21,9);
Tercera señal: una nación se alzará contra otra (Lc 21,10);
Cuarta señal: hambre, peste y terremotos por todas partes (Lc 21,11);
Quinta señal: persecuciones contra aquéllos que anuncian la palabra de Dios (Lc 21,12-19);
Sexta señal: asedio y destrucción de Jerusalén (Lc 21,20-24).
Las comunidades cristianas del año 85, al oír el anuncio de Jesús podían concluir: “¡Todas estas cosas han sucedido ya o están sucediendo! ¡Todo se desarrolla según un plano previsto por Jesús! Por tanto, la historia no se escapa de las manos de Dios”. Especialmente por lo que se refiere a las señales quinta y sexta podrían decir: “¡Es lo que estamos viviendo hoy!” “¡Estamos ya en la sexta señal!” Y después viene la pregunta: ¿Cuántas señales faltan para que venga el fin?
De todas estas cosas, aparentemente muy negativas, Jesús dice en el Evangelio de Marcos:” Son apenas los comienzos de los dolores de parto” (Mc 13,8). ¡Los dolores de parto, aunque sean muy dolorosos para una madre, no son señales de muerte, sino más bien de vida! ¡No son motivo de temor, sino de alegría y de esperanza! Este modo de leer los hechos da tranquilidad a las personas. Como veremos, Lucas expresará la misma idea, pero con otras palabras (Lc 21,28).
Después de esta primera parte del discurso (Lc 21,8-24), vemos el texto que se nos da en el evangelio de la Misa del primer domingo de adviento:

II. Comentarios del texto

Lucas 21,25-26: Señales en el sol, en la luna y en las estrellas
Estos dos versículos describen tres fenómenos cósmicos: (1) “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas”; (2) el fragor del mar y de las olas”; (3) “las potencias del cielo se conmoverán”. En los años 80, época en la que escribe Lucas, estos tres fenómenos no se habían manifestado. Las comunidades podían afirmar:” ¡Este es la séptima y última señal que falta antes del fin!” A primera vista, parece más terrible que las precedentes, ya que Lucas dice, que suscita angustia y causa temor en los hombres y en las naciones. En realidad, aunque su apariencia es negativa, estas imágenes cósmicas sugieren algo positivo, a saber, el comienzo de la nueva creación que substituirá la antigua creación (cf Ap 21,1). El comienzo del cielo nuevo y de la tierra nueva, anunciada por Isaías (Is 65,17). Introducen la manifestación del Hijo de Dios, el comienzo de nuevos tiempos.

Luca 21,27: La llegada del Reino de Dios y la manifestación del Hijo del Hombre
Esta imagen viene de la profecía de Daniel (Dn 7,1-14). Daniel dice que después de las desgracias causadas por los cuatro reinos de este mundo (Dn 7, 1-14), vendrá el Reino de Dios (Dn 7,9-14). Estos cuatro reinos, todos, tienen apariencia animalesca: león, oso, pantera y bestia feroz (Dn 7,3-7). Son reinos animalescos. Quitan la vida a la vida (¡incluso hoy!). El Reino de Dios aparece con el aspecto de Hijo de Hombre. O sea, con el aspecto humano de la gente (Dn 7,13). Es un reino humano. Construir este reino que humaniza, es tarea de las comunidades cristianas. Es la nueva historia, la nueva creación, a cuya realización debemos colaborar.

Lucas 21,28: Una esperanza que nace en el corazón
En el Evangelio de Marcos, Jesús decía: ¡Es apenas el comienzo de los dolores de parto! Aquí, en el Evangelio de Lucas, dice: “Cuando comiencen a acaecer estas cosas, ¡alzad los ojos y levantad la cabeza, porque vuestra liberación está cerca!” Esta afirmación indica que el objetivo del discurso no es el de causar miedo, sino sembrar esperanza y alegría en el pueblo que estaba sufriendo por causa de la persecución. Las palabras de Jesús ayudaban (y ayudan) a las comunidades a leer los hechos con lentes de esperanza. Deben tener miedo aquellos que oprimen y avasallan al pueblo. Ellos, sí, deben saber que su imperio se ha acabado.

Lucas 21,29-33: La lección de la higuera
Cuando Jesús invita a mirar a la higuera, Jesús pide que analicen los hechos que están acaeciendo. Es como si dijese: “De la higuera debéis aprender a leer los signos de los tiempos y poder así descubrir ¡dónde y cuándo Dios entra en vuestra historia! Y termina la lección de la parábola con estas palabras: “¡El cielo y la tierra pasarán; pero mis palabras no pasarán!” Mediante esta frase muy conocida, Jesús renueva la esperanza y alude de nuevo a la creación nueva que ya está en acto.

Lucas 21,34-36: Exhortación a la vigilancia
¡Dios siempre llega! Su venida adviene cuando menos se espera. Puede suceder que Él venga y la gente no se dé cuenta de la hora de su venida (cf Mt 24,37-39): Jesús da consejos a la gente, de modo que siempre estén atentos: (1) evitar lo que pueda turbar y endurecer el corazón (disipaciones, borracheras y afanes de la vida); (2) orar siempre pidiendo fuerza para continuar esperando en pie la venida del Hijo del Hombre. Dicho con otras palabras, el discurso pide una doble disposición: de un lado, la vigilancia siempre atenta del que siempre está esperando y por otro lado la serena tranquilidad del que siempre está en paz. Esta disposición es signo de mucha madurez, porque combina la conciencia de la seriedad del empeño y la conciencia de la relatividad de todas las cosas.

III. Más información para poder entender mejor el texto

a) Cuando vendrá el fin del mundo

Cuando decimos “fin del mundo”, ¿de qué estamos hablando? ¿El fin del mundo del que habla la Biblia o el fin de este mundo, donde reina el poder del mal que destroza y oprime la vida? Este mundo de injusticia tendrá fin. Ninguno sabe cómo será el mundo nuevo, porque nadie puede imaginarse lo que Dios tiene preparado para aquéllos que lo aman (1 Cor 2,9). El mundo nuevo de la vida sin muerte (Apoc 21,4), sobrepasa a todo, como el árbol supera a su simiente (1 Cor 15,35-38). Los primeros cristianos estaban ansiosos o deseaban saber el cuándo de este fin (2 Ts 2,2; Hech 1,11). Pero “no toca a vosotros conocer los tiempos y los momentos que el Padre ha fijado con su autoridad” (Hech 1,7). El único modo de contribuir al final "es que nos lleguen los tiempos del refrigerio de parte del Señor" (Hech 3,20), es dar testimonio al Evangelio en todo momento y acción, hasta los confines de la tierra (Hech 1,8).

b) ¡Nuestro tiempo! ¡El tiempo de Dios!

“Porque ninguno conoce ni el día, ni la hora; ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mc 13,32; Mat 24,36). Es Dios quien determina la hora del fin. El tiempo de Dios no se mide con nuestro reloj o calendario. Para Dios un día puede ser igual a mil años y mil años iguales a un día (Sl 90,4; Pt 3,8). El tiempo de Dios discurre independientemente del nuestro. Nosotros no podemos interferirlo, pero debemos estar preparado para el momento en el que la hora de Dios se presenta en nuestro tiempo. Lo que da seguridad, no es saber la hora del fin del mundo, sino la Palabra de Jesús presente en la vida. El mundo pasará, pero su palabra no pasará (cf Is 40, 7-8).

c) El contexto en el que se encuentra nuestro texto en el Evangelio de Lucas

Para nosotros, hombres del siglo XXI, el lenguaje apocalíptico es extraño, difícil y confuso. Pero para la gente de aquel tiempo era el modo de hablar que entendían. Expresaba la certeza testaruda de la fe de los niños. A pesar de todo y contra todas las apariencias, ellos continuaban creyendo que Dios es el Señor de la Historia. El objetivo principal del lenguaje apocalíptico es animar la fe y la esperanza de los pobres. En tiempos de Lucas, mucha gente de las comunidades pensaban que el fin del mundo estaba cerca y que Jesús habría vuelto. Pero estos individuos eran personas que nunca trabajaban: “¿Para qué trabajar si Jesús volverá?” (cf Ts 3,11). Otros permanecían mirando al cielo, aguardando la vuelta de Jesús sobre las nubes (cf Hech 1,11). El discurso de Jesús indica que ninguno sabe la hora de la última venida. ¡Hoy sucede la misma cosa! Algunos esperan tanto la venida de Jesús, que no perciben su presencia en medio de nosotros, en las cosas, en los hechos de cada día.

Salmo 46 (45): Dios es nuestra fortaleza

Dios es nuestro refugio y fortaleza,
socorro en la angustia, siempre a punto.
Por eso no tememos si se altera la tierra,
si los montes vacilan en el fondo del mar,
aunque sus aguas bramen y se agiten,
y su ímpetu sacuda las montañas.

¡Un río! Sus brazos recrean la ciudad de Dios,
santifican la morada del Altísimo.
Dios está en medio de ella, no vacila,
Dios la socorre al despuntar el alba.
Braman las naciones, tiemblan los reinos,
lanza él su voz, la tierra se deshace.

¡Con nosotros Yahvé Sebaot,
nuestro baluarte el Dios de Jacob!
Venid a ver los prodigios de Yahvé,
que llena la tierra de estupor.

Detiene las guerras por todo el orbe;
quiebra el arco, rompe la lanza,
prende fuego a los escudos.
«Basta ya, sabed que soy Dios,
excelso sobre los pueblos, sobre la tierra excelso».

¡Con nosotros Yahvé Sebaot,
nuestro baluarte el Dios de Jacob!

Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

(fuente: ocarm.org)

sábado, 28 de noviembre de 2015

"Estén prevenidos y oren incesantemente"

Sábado de la trigésima cuarta semana del tiempo ordinario
(28/11/2015)

Libro de Daniel 7, 15-27. 

Yo, Daniel, quedé profundamente turbado en mi espíritu, y las visiones de mi imaginación me llenaron de espanto. Me acerqué a uno de los que estaban de pie y le pregunté la verdad acerca de todo aquello. El me habló y me hizo conocer la interpretación de las cosas. "Esos cuatro animales enormes son cuatro reyes que se alzarán de la tierra; y los Santos del Altísimo recibirán la realeza, y la poseerán para siempre, por los siglos de los siglos". Entonces quise saber la verdad acerca del cuarto animal, que era diferente de todos los demás, extremadamente horrible, y que tenía dientes de hierro y garras de bronce: el que devoraba, trituraba y pisoteaba el resto con las patas; y también acerca de los diez cuernos de su cabeza, y del otro cuerno que se había elevado y ante el cual habían caído tres; es decir, el cuerno que tenía ojos y una boca que hablaba con insolencia, y que parecía más grande que los otros. Yo miraba, y este cuerno hacía la guerra a los Santos del Altísimo y prevalecía sobre ellos, hasta que vino el Anciano, se hizo justicia a los Santos del Altísimo y llegó el momento en que los Santos entraron en posesión de la realeza. El habló así: "En lo que respecta al cuarto animal, habrá sobre la tierra un cuarto reino, diferente de todos los reinos: él devorará toda la tierra, la pisoteará y la triturará. En cuanto a los diez cuernos, de este reino surgirán diez reyes, y otro surgirá después de ellos: será diferente de los anteriores y abatirá a tres reyes. Hablará contra el Altísimo y maltratará a los Santos del Altísimo. Tratará de cambiar los tiempos festivos y la Ley, y los Santos serán puestos en sus manos por un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo. Pero luego se sentará el tribunal, y a ese rey se le quitará el dominio, para que sea destruido y aniquilado definitivamente. Y la realeza, el dominio y la grandeza de todos los reinos bajo el cielo serán entregados al pueblo de los Santos del Altísimo. Su reino es un reino eterno, y todos los imperios lo servirán y le obedecerán".


Libro de Daniel 3, 82.83.84.85.86.87.

Todos los hombres, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Israel, bendice al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

Sacerdotes del Señor, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Servidores del Señor, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

Espíritus y almas de los justos, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Santos y humildes de corazón, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!


del Evangelio según San Lucas 21, 34-36.

Jesús dijo a sus discípulos: "Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre".









LECTIO DIVINA

Oración inicial: Mueve, Señor, los corazones de tus hijos, para que, correspondiendo generosamente a tu gracia, reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor.

Reflexión

• Estamos llegando al final del largo discurso apocalíptico y también al final del año litúrgico. Jesús da un último consejo convocándonos a la vigilancia (Lc 21,34-35) y a la oración (Lc 21,36).

• Lucas 21,34-35: Cuidado para no perder la conciencia crítica. “Cuidad que no se emboten vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra”. Un consejo similar Jesús lo había dado ya cuando le preguntaron sobre la llegada del Reino (Lc 17,20-21). El responde que la llegada del Reino acontece como un relámpago. Viene de repente, sin previo aviso. Las personas han de estar atentas y preparadas, siempre (Lc 17,22-27). Cuando la espera es larga, corremos el peligro de quedar desatentos y no prestar más atención a los acontecimientos “los corazones se embotan por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida”. Hoy, las muchas distracciones nos vuelven insensibles y la propaganda puede hasta pervertir en nosotros el sentido de la vida. Ajenos a los sufrimientos de tanta gente del mundo, no percibimos las injusticias que se cometen.

• Lucas 21,36: La oración como fuente de conciencia crítica y de esperanza. “Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza, logréis escapar y podáis manteneros en pie delante del Hijo del hombre. . La oración constante es un medio muy importante para no perder la presencia de espíritu. La oración nos ayuda a profundizar en nosotros la conciencia de la presencia de Dios en medio de nosotros y, así, sacar fuerza y luz para aguantar los malos días y crecer en la esperanza.

• Resumen del Discurso Apocalíptico (Lc 21,5-36). Hemos pasado cinco días, desde el martes hasta hoy sábado, meditando y profundizando sobre el significado del Discurso Apocalíptico para nuestras vidas. Los tres evangelios sinópticos traen este discurso de Jesús, cada uno a su manera. Vamos a ver de cerca la versión que nos ofrece el evangelio de Lucas. He aquí un breve resumen de lo que meditamos esos cinco días. Todo el Discurso Apocalíptico es un intento para ayudar a las comunidades perseguidas a situarse dentro del conjunto del plan de Dios y así tener esperanza y valor para seguir firme por el camino. En el caso del Discurso Apocalíptico del evangelio de Lucas, las comunidades perseguidas vivían en el año 85. Jesús hablaba en el año 33. Su discurso describe las etapas o las señales o de la realización del plan de Dios. En todo son 8 señales o periodos desde Jesús hasta el final de los tiempos. Leyendo e interpretando su vida a la luz de las señales dadas por Jesús, las comunidades descubrían en qué medida estaban realizando el plan. Las siete primeras señales habían acontecido ya. Pertenecían todas al pasado. Pero sobre todo en la 6ª y en la 7ª señal (persecución y destrucción de Jerusalén) las comunidades encuentran la imagen o el espejo de lo que estaba ocurriendo en el presente. He aquí las siete señales:
Introducción al Discurso (Lc 21,5-7)
1a señal: los falsos mesías (Lc 21,8);
2a señal: guerras y revoluciones (Lc 21,9);
3a señal: nación contra otra nación, un reino contra otro reino, (Lc 21,10);
4a señal: terremotos en varios lugares (Lc 21,11);
5a señal: hambre, peste y señales en el cielo (Lc 21,11);
6ª señal: la persecución de los cristianos y la misión que deben realizar (Lc 21,12-19) + Misión
7ª señal: la destrucción de Jerusalén (Lc 21,20-24)
Al llegar a esta última señal, las comunidades concluyen: “Estamos en la 6ª y en la 7ª señal”. Y aquí viene la pregunta más importante: “¿Cuánto falta para que llegue el fin?” A aquel que está siendo perseguido no le importa el futuro distinto, quiere saber si estará vivo el día siguiente o si tendrá la fuerza para aguantar la persecución hasta el día siguiente. La respuesta a esta pregunta inquietante la tenemos en la octava señal:
8ª señal: cambios en el sol y en la luna (Lc 21,25-26) que anuncian la llegada del Hijo del Hombre. (Lc 21,27-28).
Conclusión: falta poco, todo está conforme con el plan de Dios, todo es dolor de parto, Dios está con nosotros. Nos da fuerza para aguantar. Vamos a testimoniar la Buena Noticia de Dios traída por Jesús.
En definitiva, Jesús confirma todo con su autoridad (Lc 21,29-33).

Para la reflexión personal

• Jesús pide vigilancia para que no seamos sorprendidos por los hechos. ¿Cómo vivo este consejo de Jesús?
• La última petición de Jesús al final del año litúrgico es ésta: Estad en vela, orando en todo tiempo. ¿Cómo vivo este consejo de Jesús en mi vida?

Oración final

un gran Dios es Yahvé,
Rey grande sobre todos los dioses;
él sostiene las honduras de la tierra,
suyas son las cumbres de los montes;
suyo el mar, que él mismo hizo,
la tierra firme que formaron sus manos. (Sal 95,3-5)

(fuente: ocarm.org)

viernes, 27 de noviembre de 2015

"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán"

Viernes de la trigésima cuarta semana del tiempo ordinario
(27/11/2015)

Libro de Daniel 7, 2-14. 

Daniel tomó la palabra y dijo: Yo miraba en mis visiones nocturnas, y vi los cuatro vientos del cielo que agitaban el gran mar. Y cuatro animales enormes, diferentes entre sí, emergieron del mar. El primero era como un león y tenía alas de águila. Yo estuve mirando hasta que fueron arrancadas sus alas; él fue levantado de la tierra y puesto de pie sobre dos patas como un hombre, y le fue dado un corazón de hombre. Luego vi otro animal, el segundo, semejante a un oso; él estaba medio erguido y tenía tres costillas en su boca, entre sus dientes. Y le hablaban así: "¡Levántate, devora carne en abundancia!". Después de esto, yo estaba mirando y vi otro animal como un leopardo; tenía cuatro alas de pájaro sobre el dorso y también cuatro cabezas, y le fue dado el dominio. Después de esto, yo estaba mirando en las visiones nocturnas y vi un cuarto animal, terrible, espantoso y extremadamente fuerte; tenía enormes dientes de hierro, comía, trituraba y el resto lo pisoteaba con las patas. Era diferente de todos los animales que lo habían precedido, y tenía diez cuernos. Yo observaba los cuernos, y vi otro cuerno, pequeño, que se elevaba entre ellos. Tres de los cuernos anteriores fueron arrancados delante de él, y sobre este cuerno había unos ojos como de hombre y una boca que hablaba con insolencia. Yo estuve mirando hasta que fueron colocados unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura era blanca como la nieve y los cabellos de su cabeza como la lana pura; su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego brotaba y corría delante de él. Miles de millares lo servían, y centenares de miles estaban de pie en su presencia. El tribunal se sentó y fueron abiertos unos libros Yo miraba a causa de las insolencias que decía el cuerno: estuve mirando hasta que el animal fue muerto, y su cuerpo destrozado y entregado al ardor del fuego. También a los otros animales les fue retirado el dominio, pero se les permitió seguir viviendo por un momento y un tiempo. Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.


Libro de Daniel 3, 75.76.77. 78.79.80.81.

Montañas y colinas, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Todo lo que brota sobre la tierra, bendiga al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

Manantiales, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Mares y ríos, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

Cetáceos y todo lo que se mueve en las aguas, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Todas las aves del cielo, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

Todas las fieras y animales, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!


del Evangelio según San Lucas 21, 29-33.

Jesús hizo a sus discípulos esta comparación: "Miren lo que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol. Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca. Les aseguro que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán."









LECTIO DIVINA

Oración inicial: Mueve, Señor, los corazones de tus hijos, para que, correspondiendo generosamente a tu gracia, reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor.

Reflexión

• El evangelio de hoy nos trae las recomendaciones finales del Discurso Apocalíptico. Jesús insiste en dos puntos: (a) en la atención que hay que dar a los signos de los tiempos (Lc 21,29-31) y (b) en la esperanza, fundada en la firmeza de la palabra de Jesús, que expulsa el miedo y la desesperanza (Lc 21,32-33).

• Lucas 21,29-31: Mirad la higuera y todos los árboles. Jesús manda mirar la naturaleza: "Mirad la higuera y todos los demás árboles. Cuando veis que echan brotes, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que el Reino de Dios está cerca” Jesús pide que la gente contemple los fenómenos de la naturaleza para aprender de ellos cómo leer e interpretar las cosas que están aconteciendo en el mundo. Los brotes en la higuera son una señal evidente de que el verano está llegando. Así también aquellas siete señales son la prueba de que “¡el Reino de Dios está cerca!” Hacer este discernimiento no es fácil. Una persona sola no se da cuenta del mensaje. Es reflexionando juntos en comunidad que la luz aparece. Y la luz es ésta: experimentar en todo lo que acontece una llamada a no encerrarse en el momento presente, sino mantener el horizonte abierto y percibir en todo una flecha que apunta más allá, hacia el futuro. Pero la hora exacta de la llegada del Reino nadie la sabe. En el evangelio de Marcos, Jesús llega a decir: "Cuanto a ese día o a esa hora, nadie la conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre." (Mc 13,32).

• Lucas 21,32-33: “Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Esta palabra de Jesús evoca la profecía de Isaías que decía: "Toda carne es hierba y toda su gloria como flor del campo. Sécase la hierba, marchítase la flor cuando pase sobre ella el soplo de Yahvé. Sécase la hierba, marchítase la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre” (Is 40,7-8). La palabra de Jesús es la fuente de nuestra esperanza. ¡Lo que dice acaecerá!

• La venida del Mesías y el fin del mundo. Hoy mucha gente vive preocupada con el fin del mundo. Algunos se basan en una lectura errada y fundamentalista del Apocalipsis de Juan, y llegan a calcular la fecha exacta del fin del mundo. En el pasado, a partir de los “mil años” mencionados en el Apocalipsis (Ap 20,7), la gente solía repetir: “¡El año 1000 pasó, pero el 2000 no pasará!” Por esto, en la medida en que se iba acercando el año 2000, muchos quedaban preocupados. Hubo hasta gente que, angustiada con la llegada del fin del mundo, llegó a suicidarse. Pero en año 2000 pasó y nada aconteció. ¡El fin del mundo no llegó! La misma problemática estaba viva en las comunidades cristianas de los primeros siglos. Ellas vivían en la expectativa de la venida inminente de Jesús. Jesús vendría a realizar el Juicio Final para terminar con la historia injusta del mundo acá abajo e inaugura una nueva fase de la historia, la fase definitiva del Nuevo Cielo y de la Nueva Tierra. Pensaban que esto ocurriría dentro de una o dos generaciones. Mucha gente estaría con vida todavía cuando Jesús iba a aparecer glorioso en el cielo (1Ts 4,16-17; Mc 9,1). Y había hasta personas que habían dejado de trabajar, porque pensaban que la venida fuera cosa de pocos días o de semanas (2Tes 2,1-3; 3,11). Así pensaban. Pero hasta ahora, la venida de Jesús ¡todavía no ha ocurrido! ¿Cómo entender esta demora? En las calles de la ciudad, la gente ve pintadas en las paredes las palabras ¡Jesús volverá! ¿Viene o no viene? ¿Y cómo será su venida? Muchas veces la afirmación “Jesús volverá” es usada para dar miedo a las personas y obligarlas a ir a una determinada iglesia.
En el Nuevo Testamento, el retorno de Jesús es siempre motivo de alegría y de paz. Para los explotados y oprimidos, la venida de Jesús es una Buena Noticia. ¿Cuándo vendrá? Entre los judíos, las opiniones eran muy variadas. Los saduceos y los herodianos decían: “¡Los tiempos mesiánicos llegaron ya!” Pensaban que su bienestar durante el gobierno de Herodes fuera expresión del Reino de Dios. Por esto, no querían cambio y estaban en contra de la predicación de Jesús que convocaba a la gente para cambiar y convertirse. Los fariseos decían: “¡La llegada del Reino va a depender de nuestro esfuerzo en la observancia de la ley!” Los esenios decían: “El Reino prometido llegará sólo cuando hayamos purificado el país de todas las impurezas”. Entre los cristianos había la misma variedad de opiniones. Algunos de la comunidad de Tesalónica en Grecia, apoyándose en la predicación de Pablo, decían: “¡Jesús volverá!” (1 Tes 4,13-18; 2 Tes 2,2). Pablo responde que no era tan simple como se lo imaginaban. Y a los que habían dejado de trabajar decía: “¡Quien no quiere trabajar, que no coma!” (2Tes 3,10). Probablemente se trataba de gente que a la hora del almuerzo iba a mendigar comida a casa del vecino. Los cristianos opinaban que Jesús volvería después que el evangelio fuera anunciado al mundo entero (Hechos 1,6-11). Y pensaban que cuanto mayor fuera el esfuerzo de evangelizar, más rápidamente vendría el fin del mundo. Otros, cansados de esperar, decían: “¡No volverá!” (2 Pd 3,4). Otros basándose en las palabras de Jesús, decían con acierto: “¡Ya está en medio de nosotros!” (Mt 25,40).
Hoy pasa lo mismo. Hay gente que dice: “Como van las cosas, está bien tanto en la Iglesia como en la sociedad”. No quieren cambios. Otros esperan el retorno inmediato de Jesús. Otros piensan que Jesús volverá por medio de nuestro trabajo y anuncio. Para nosotros, Jesús está en medio de nosotros (Mt 28,20). El ya está de nuestro lado en la lucha por la justicia, por la paz, por la vida. Pero la plenitud no ha llegado todavía. Por esto, esperamos con firme esperanza la liberación total de la humanidad y de la naturaleza (Rom 8,22-25).

Para la reflexión personal

• Jesús pide que miremos la higuera, para contemplar los fenómenos de la naturaleza. En mi vida ¿aprendí alguna cosa contemplando la naturaleza?
• Jesús dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mi palabra no pasará”. ¿Cómo encarno estas palabras de Jesús en mi vida?

Oración final

Señor, dichosos los que moran en tu casa
y pueden alabarte siempre;
dichoso el que saca de ti fuerzas
cuando piensa en las subidas. (Sal 84,5-6)

(fuente: ocarm.org)

jueves, 26 de noviembre de 2015

"se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria"

Jueves de la trigésima cuarta semana del tiempo ordinario
(26/11/2015)

Libro de Daniel 6, 12-28. 

Aquellos hombres acudieron precipitadamente y encontraron a Daniel orando y suplicando a su Dios. Entonces de presentaron ante el rey y, refiriéndose a la prohibición real, le dijeron: "¿Acaso no has escrito una prohibición según la cual todo el que dirija una oración dentro de los próximos treinta días, a cualquier dios u hombre que no seas tú, rey, debe ser arrojado al foso de los leones?". El rey tomó la palabra y dijo: "Así es, en efecto, según la ley de los medos y de los persas, que es irrevocable". Entonces ellos tomaron la palabra y dijeron en presencia del rey: "Daniel, uno de los deportados de Judá, no te ha hecho caso, rey, ni a ti ni a la prohibición que tú has escrito, y tres veces al día hace su oración". Al oír esto, el rey se apenó profundamente y puso todo su empeño por salvar a Daniel: hasta el atardecer se esforzó por librarlo. Pero esos hombres acudieron precipitadamente al rey y le dijeron: "Tienes que saber, rey, que según la ley de los medos y de los persas, ninguna prohibición o edicto promulgado por el rey puede ser modificado". Entonces el rey mandó traer a Daniel y arrojarlo al foso de los leones. El rey tomó la palabra y dijo a Daniel: "Tu Dios, al que sirves con tanta constancia, te salvará". Luego trajeron una piedra y la pusieron sobre la abertura del foso; el rey la selló con su anillo y con el anillo de sus dignatarios, para que no se cambiara nada en lo concerniente a Daniel. El rey se retiró a su palacio; ayunó toda la noche, no hizo venir a sus concubinas y se le fue el sueño. Al amanecer, apenas despuntado el día, el rey se levantó y fue rápidamente al foso de los leones. Cuando se acercó a él, llamó a Daniel con voz angustiosa. El rey tomó la palabra y dijo a Daniel: "Daniel, servidor del Dios viviente, ¿ha podido tu Dios, al que sirves con tanta constancia, salvarte de los leones?". Daniel dijo al rey: "¡Viva el rey eternamente! Mi Dios ha enviado a su Angel y ha cerrado las fauces de los leones, y ellos no me han hecho ningún mal, porque yo he sido hallado inocente en su presencia; tampoco ante ti, rey, había cometido ningún mal". El rey sintió una gran alegría a causa de Daniel, y ordenó que lo sacaran del foso. Daniel fue sacado del foso, y no se le encontró ni un rasguño, porque había confiado en su Dios. Luego el rey mandó traer a los hombres que habían acusado a Daniel y los hizo arrojar al foso de los leones, con sus hijos y sus mujeres. Y no habían llegado aún al fondo del foso, cuando ya los leones se apoderaron de ellos y les trituraron todos los huesos. Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan sobre la tierra: "¡Tengan ustedes paz en abundancia! Yo ordeno que en todo el dominio de mi reino se tiemble y se sienta temor ante el Dios de Daniel, porque él es el Dios viviente y subsiste para siempre; su reino no será destruido y su dominio durará hasta el fin. El salva y libera, realiza signos y prodigios en el cielo y sobre la tierra. El ha salvado a Daniel del poder de los leones".


Libro de Daniel 3, 68.69.70. 71.72.73.74.

Rocíos y escarchas, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Hielos y frío, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

Heladas y nieves, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Noches y días, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!.

Luz y tinieblas, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Rayos y nubes, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

Que la tierra bendiga al Señor,
que lo alabe y glorifique eternamente.


del Evangelio según San Lucas 21, 20-28.c

Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima. Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse. ¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación".







LECTIO DIVINA

Oración inicial: Mueve, Señor, los corazones de tus hijos, para que, correspondiendo generosamente a tu gracia, reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor.

Reflexión

• En el evangelio de hoy sigue el Discurso Apocalíptico con más señales, la 7ª y la 8a, que debían de acontecer antes de la llegada del fin de los tiempos o mejor antes de la llegada del fin de este mundo para dar lugar al nuevo mundo, al “cielo nuevo y a la tierra nueva” (Is 65,17). La séptima señal es la destrucción de Jerusalén y la octava es los cambios en la antigua creación.

• Lucas 21,20-24. La séptima señal: la destrucción de Jerusalén. Jerusalén era para ellos la Ciudad Eterna. Y ahora ¡estaba destruida! ¿Cómo explicar este hecho? ¿Dios no tiene en cuenta el mensaje? Es difícil para nosotros imaginarnos el trauma y la crisis de fe que la destrucción de Jerusalén causó en las comunidades de tantos judíos y cristianos. Cabe aquí una breve observación sobre la composición de los Evangelios de Lucas y de Marcos. Lucas escribe en el año 85. Se sirve del evangelio de Marcos para componer su narrativa sobre Jesús. Marcos escribe en el año 70, el mismo año en que Jerusalén estaba siendo cercada y destruida por los ejércitos romanos. Por esto, Marcos escribió dando una cita al lector: “Cuando vierais la abominable desolación instalada donde no debe – el que lee entienda – entonces los que estén en Judea huyan a los montes” (Mc 13,14). Cuando Lucas menciona la destrucción de Jerusalén, Jerusalén estaba en ruinas desde hace quince años. Por esto él omite el paréntesis de Marcos. Lucas dice: "Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea que huyan a los montes; los que estén en medio de la ciudad que se alejen; y los que estén en los campos que no entren en ella; porque éstos son días de venganza en los que se cumplirá todo cuanto está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra y cólera contra este pueblo. Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que el tiempo de los gentiles llegue a su cumplimiento”. Al oír a Jesús que anunciaba la persecución (6ª señal) y la destrucción de Jerusalén (7ª señal), los lectores de las comunidades perseguidas del tiempo de Lucas concluían: “Este es nuestro hoy. ¡Estamos en la 6ª señal!”

• Lucas 21,25-26: La octava señal: mudanzas en el sol y en la luna. ¿Cuándo será el fin? Al final después de haber oído hablar de todas estas señales que ya habían acontecido, quedaba en pie la pregunta: “El proyecto de Dios avanza mucho y las etapas previstas por Jesús se realizaron ya. Ahora estamos en la sexta y en la séptima etapa. ¿Cuántas etapas o señales faltan hasta que llegue el fin? ¿Falta mucho?” La respuesta viene ahora en la 8ª señal: "Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de la gente, trastornada por el estruendo del mar y de las olas. Los hombres se quedarán sin aliento por el terror y la ansiedad ante las cosas que se abatirán sobre el mundo, porque las fuerzas de los cielos se tambalearán”. La 8ª señal es diferente de las otras señales. Las señales en el cielo y en la tierra son una muestra de lo que está llegando, al mismo tiempo, el fin del viejo mundo, de la antigua creación y el comienzo de la llegada del cielo nueva y de la tierra nueva. Cuando la cáscara del huevo empieza a rasgarse es señal de que lo nuevo está apareciendo. Es la llegada del Mundo Nuevo que está provocando la desintegración del mundo antiguo. Conclusión: ¡falta muy poco! El Reino de Dios está llegando.

• Lucas 21,27-28: La llegada del Reino de Dios y la aparición del Hijo del Hombre. “Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación.” En este anuncio, Jesús describe la llegada del Reino con imágenes sacadas de la profecía de Daniel (Dan 7,1-14). Daniel dice que, después de las desgracias causadas por los reinos de este mundo, vendrá el Reino de Dios. Los reinos de este mundo, todos ellos, tienen figura de animal: león, oso, pantera y bestias salvajes (Dn 7,3-7). Son reinos animales, deshumanizan la vida, como acontece con ¡el reino neoliberal hasta hoy! El Reino de Dios, pues, aparece como un aspecto del Hijo del Hombre, esto es, con un aspecto humano de gente (Dn 7,13). Es un reino humano. Construir este reino que humaniza, es tarea de la gente de las comunidades. Es la nueva historia que debemos realizar y que debe reunir a la gente de los cuatro lados del mundo. El título Hijo del Hombre es el nombre que a Jesús le gustaba usar. Solamente en los cuatro evangelios, este nombre aparece más de 80 (ochenta) veces. Todo dolor que soportamos desde ahora, toda la lucha a favor de la vida, toda la persecución por causa de la justicia, todo el dolor de parto, es semilla del Reino que va a llegar en la 8ª señal.

Para la reflexión personal

• Persecución de las comunidades. Destrucción de Jerusalén. Desesperación. Ante los acontecimientos que hoy hacen sufrir a la gente ¿me desespero? ¿Cuál es la fuente de mi esperanza?
• Hijo de Hombre es el título que Jesús gustaba usar. El quería humanizar la vida. Cuanto más humano, más divino, decía el Papa León Magno. En mi relación con los demás, ¿soy humano?

Oración final

Bueno es Yahvé y eterno su amor,
su lealtad perdura de edad en edad. (Sal 100,5)

(fuente: ocarm.org)

miércoles, 25 de noviembre de 2015

"Serán odiados por todos a causa de mi Nombre... Gracias a la constancia salvarán sus vidas"

Miércoles de la trigésima cuarta semana del tiempo ordinario
(25/11/2015)

Libro de Daniel 5, 1-6. 13-14. 16-17. 23-28. 

El rey Baltasar ofreció un gran banquete a mil de sus dignatarios, y bebió vino en la presencia de esos mil. Estimulado por el vino, Baltasar mandó traer los vasos de oro y plata que Nabucodonosor, su padre, había sacado del Templo de Jerusalén, para que bebieran en ellos el rey y sus dignatarios, sus mujeres y sus concubinas. Entonces trajeron los vasos de oro que habían sido sacados del Templo, de la Casa de Dios en Jerusalén, y bebieron en ellos el rey y sus dignatarios, sus mujeres y sus concubinas. Mientras bebían vino, glorificaban a los dioses de oro y plata, de bronce, hierro, madera y piedra. De pronto, aparecieron unos dedos de mano humana, que escribían sobre el estuco del muro del palacio real, frente al candelabro, y el rey veía el extremo de esa mano que escribía. Entonces el rey cambió de color y sus pensamientos lo llenaron de espanto; se le aflojaron todos los miembros y se entrechocaban sus rodillas. Daniel fue introducido en la presencia del rey, y este, tomando la palabra, le dijo: "¿Así que tú eres Daniel, uno de los deportados judíos que el rey, mi padre, hizo venir de Judá? Yo he oído decir que en ti reside el espíritu de los dioses, y que se han hallado en ti clarividencia, perspicacia y una sabiduría superior. Yo he oído de ti que puedes dar interpretaciones y resolver problemas. Si tú ahora puedes leer la inscripción y me haces conocer su interpretación, te vestirás de púrpura, llevarás un collar de oro en tu cuello y ocuparás el tercer puesto en el reino". Daniel tomó la palabra y dijo en presencia del rey: "Puedes guardar para ti tus dones y dar a otros tus regalos; de todas maneras, yo leeré al rey la inscripción y le haré conocer su interpretación. Te has exaltado contra el Señor del cielo: han traído a tu presencia los vasos de su Casa, y han bebido vino en ellos, tú y tus dignatarios, tus mujeres y tus concubinas; has glorificado a los dioses de plata y oro, de bronce, hierro, madera y piedra, que no ven, ni oyen, ni entienden, pero no has celebrado al Dios que tiene en su mano tu aliento y a quien pertenecen todos tus caminos. Por eso ha sido enviada esta mano de parte de él, y ha sido trazada esta inscripción. Esta es la inscripción que ha sido trazada: Mené, Tequel, Parsín. Y esta es la interpretación de las palabras: Mené: Dios ha contado los días de tu reinado y les ha puesto fin; Tequel: tú has sido pesado en la balanza y hallado falto de peso; Parsín: tu reino ha sido dividido y entregado a los medos y a los persas".


Libro de Daniel 3, 62.63.64.65.66.67.

Sol y luna, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Astros del cielo, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

Lluvias y rocíos, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Todos los vientos, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

Fuego y calor, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Frío y heladas, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!


del Evangelio según San Lucas 21, 12-19.

Jesús dijo a sus discípulos: «Los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.»








LECTIO DIVINA

Oración inicial: Mueve, Señor, los corazones de tus hijos, para que, correspondiendo generosamente a tu gracia, reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor.

Reflexión

• En el evangelio de hoy, que es la continuación del discurso iniciado ayer, Jesús enumera una señal más para ayudar las comunidades a situarse en los hechos y a no perder la fe en Dios, ni el valor para resistir contra los embates del imperio romano. Repetimos las cinco primeras señales del evangelio de ayer:
1a señal: los falsos mesías (Lc 21,8);
2a señal: guerras y revoluciones (Lc 21,9);
3a señal: nación contra otra nación, un reino contra otro reino, (Lc 21,10);
4a señal: terremotos en varios lugares (Lc 21,11);
5a señal: hambre, peste y señales en el cielo (Lc 21,11);
Hasta aquí el evangelio de ayer. Ahora, en el evangelio de hoy, hay una señal más:
6a señal: la persecución de los cristianos (Lc 21,12-19)

• Lucas 21,12. La sexta señal: la persecución Varias veces, en los pocos años que Jesús pasó entre nosotros, avisó a los discípulos de que iban a ser perseguidos. Aquí, en el último discurso, repite lo mismo y hace saber que hay que tener en cuenta la persecución a la hora de discernir los signos de los tiempos: "Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, os entregarán a las sinagogas y cárceles y os llevarán ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio”. Y de estos acontecimientos, aparentemente tan negativos, Jesús había dicho: “No os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato. " (Lc 21,9). Y el evangelio de Marcos añade que todas estas señales son "¡apenas el comienzo de los dolores de parto!" (Mc 13,8) Ahora bien, los dolores de parto, aún siendo muy dolorosos para la madre, no son señal de muerte, sino de vida. ¡No son motivos de temor, sino de esperanza! Esta manera de leer los hechos daba mucha tranquilidad a las comunidades perseguidas. Así, leyendo u oyendo estas señales, profetizadas por Jesús en el año 33, los lectores de Lucas de los años ochenta podían concluir: "Todas estas cosas están aconteciendo según el plan previsto y anunciado por Jesús. por tanto, la historia no se escapó de las manos de Dios. ¡Dios está con nosotros!

• Lucas 21,13-15: La misión de los cristianos en la época de la persecución. La persecución no es una fatalidad, ni puede ser motivo de desaliento o de desesperación, sino que hay que considerarla como una oportunidad, ofrecida por Dios, para que las comunidades lleven a cabo la misión de testimoniar con valor la Buena Noticia de Dios. Jesús dice: “esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios.”. Por medio de esta afirmación, Jesús anima a los cristianos perseguidos que vivían angustiados. Hace saber que, aunque perseguidos, ellos tenían que cumplir una misión, a saber: dar testimonio de la Buena Noticia de Dios y así, ser una señal del Reino (Hechos 1,8). El testimonio valiente llevaría a la gente a repetir lo que dijeron los magos de Egipto ante las señales y el valor de Moisés y Aarón: “¡Aquí está la mano de Dios!” (Ex 8,15). Conclusión: si las comunidades no deben preocuparse, si todo está en las manos de Dios, si todo estaba ya previsto por Dios, si todo no es que dolor de parto, entonces no hay motivo para quedarse preocupados.

• Lucas 21,16-17: Persecución dentro de la familia. “Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros.”. La persecución no viene de fuera, de parte del imperio, sino que viene de dentro, de la familia misma. En una misma familia, unos aceptaban la Buena Noticia, otros no. El anuncio de la Buena Noticia producía divisiones en la misma familia. Había personas que, basándose en la Ley de Dios, llegaban a denunciar y a matar a sus propios familiares que se declaraban seguidores de Jesús (Dt 13,7-12).

• Lucas 21,18-19: La fuente de esperanza y de resistencia. “Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Esta observación final de Jesús recuerda la otra palabra que Jesús había dicho: “¡ni un cabello de vuestra cabeza caerá!” (Lc 21,18). Esta comparación era una llamada fuerte a no perder la fe y a seguir firme en la comunidad. Confirma lo que Jesús había hecho en otras ocasiones: “Quien quiere salvar su vida, la pierde, pero aquel que pierde su vida por causa mía, la salvará” (Lc 9,24).

Para la reflexión personal

• ¿Cómo sueles leer las etapas de la historia en tu vida y en la vida de tu país?
• Mirando la historia de la humanidad de los últimos 50 años, la esperanza ¿aumentó o disminuyó en ti?

Oración final

Yahvé ha dado a conocer su salvación,
ha revelado su justicia a las naciones;
se ha acordado de su amor y su lealtad
para con la casa de Israel. (Sal 98,2-3)

(fuente: ocarm.org)

martes, 24 de noviembre de 2015

"no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre"

Martes de la trigésima cuarta semana del tiempo ordinario
(24/11/2015)

Libro de Daniel 2, 31-45. 

Tú, rey, estabas mirando, y viste una gran estatua. Esa estatua, enorme y de un brillo extraordinario, se alzaba delante de ti, y su aspecto era impresionante. Su cabeza era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus caderas, de bronce; sus piernas, de hierro, y sus pies, parte de hierro y parte de arcilla. Tú estabas mirando, y de pronto se desprendió una piedra, sin que interviniera ninguna mano: ella golpeó la estatua sobre sus pies de hierro y de arcilla, y los pulverizó. Entonces fueron pulverizados al mismo tiempo el hierro, la arcilla, el bronce, la plata y el oro; fueron como la paja en la era durante el verano: el viento se los llevó y no quedó ningún rastro. En cuanto a la piedra que había golpeado la estatua, se convirtió en una gran montaña, y llenó toda la tierra. Este fue el sueño; ahora diremos su interpretación en presencia del rey. Tú, rey, eres el rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha conferido la realeza, el poder, la fuerza y la gloria; él ha puesto en tus manos a los hombres, los animales del campo y las aves del cielo, cualquiera sea el lugar donde habitan, y te ha hecho dominar sobre todos ellos: por eso la cabeza de oro eres tú. Después de ti surgirá otro reino inferior a ti, y luego aparecerá un tercer reino, que será de bronce y dominará sobre toda la tierra. Y un cuarto reino será duro como el hierro: así como el hierro tritura y pulveriza todo - como el hierro que destroza - él los triturará y destrozará a todos ellos. También has visto los pies y los dedos, en parte de arcilla de alfarero y en parte de hierro, porque ese será un reino dividido: habrá en él algo de la solidez de hierro, conforme a lo que has visto del hierro mezclado con la masa de arcilla; pero como los dedos de los pies son en parte de hierro y en parte de arcilla, una parte del reino será fuerte, y una parte frágil. Tú has visto el hierro mezclado con la masa de arcilla, porque ellos se mezclarán entre sí por lazos matrimoniales, pero no llegarán a adherirse mutuamente, como el hierro no se mezcla con la arcilla. Y en los días de estos reyes, el Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido y cuya realeza no pasará a otro pueblo: él pulverizará y aniquilará a todos esos reinos, y él mismo subsistirá para siempre, porque tú has visto, que una piedra se desprendía de la montaña, sin la intervención de ninguna mano, y ella pulverizó el hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el oro. El Dios grande hace conocer al rey lo que va a suceder en adelante. El sueño es cierto y su interpretación digna de fe".


Libro de Daniel 3, 57.58. 59.60.61.

Todas las obras del Señor, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Ángeles del Señor, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

Cielos, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!
Todas las aguas que están sobre los cielos, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

Todos los ejércitos celestiales, bendigan al Señor,
¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!


del Evangelio según San Lucas 21, 5-11.

Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?". Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo."








LECTIO DIVINA

Oración inicial: Mueve, Señor, los corazones de tus hijos, para que, correspondiendo generosamente a tu gracia, reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor.

Reflexión

• En el evangelio de hoy empieza el último discurso de Jesús, llamado Discurso Apocalíptico. Es un largo discurso, que será el asunto de los evangelios de los próximos días hasta el final de esta última semana del año litúrgico. Para nosotros del Siglo XXI, el lenguaje apocalíptico es extraño y confuso. Pero para la gente pobre y perseguida de las comunidades cristianas de aquel tiempo era la manera que todos entendían y cuyo objetivo principal era animar la fe y la esperanza de los pobres y oprimidos. El lenguaje apocalíptico es fruto del testimonio de fe de estos pobres que, a pesar de las persecuciones y a pesar de lo que veían, seguían creyendo en que Dios estaba con ellos y que seguían siendo el Señor de la historia.

• Lucas 21,5-7: Introducción al Discurso Apocalíptico. En los días anteriores al Discurso Apocalíptico, Jesús había roto con el Templo (Lc 19,45-48), con los sacerdotes y con los ancianos (Lc 20,1-26), con los saduceos (Lc 20,27-40), con los escribas que explotaban a las viudas (Lc 20,41-47) y al final vemos en el evangelio de ayer que teje el elogio de la viuda que dio en limosna todo aquello que poseía (Lc 21,1-4). Ahora, en el evangelio de hoy, al oír como “algunas personas hablaban del Templo, de cómo estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas”, Jesús responde anunciando la destrucción total del Templo: "De esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida." Al oír este comentario de Jesús, los discípulos preguntan: "Maestro, ¿cuándo sucederá esto? ¿Y cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?" Ellos quieren más información. El Discurso Apocalíptico que sigue es la respuesta de Jesús a esta pregunta de los discípulos sobre el cuándo y el cómo de la destrucción del Templo. El evangelio de Marcos informa lo siguiente sobre el contexto en que Jesús pronunció este discurso. Dice que Jesús había salido de la ciudad y estaba sentado en el Monte de los Olivares (Mc 13,2-4). Allí, desde lo alto del Monte, tenía una vista majestuosa del Templo. Marcos nos dice que eran sólo cuatro los discípulos que fueron a escuchar el último discurso. Al comienzo de su predicación, tres años antes, allí en Galilea, las multitudes iban detrás de Jesús para escuchar sus palabras. Ahora, en el último discurso, hay apenas cuatro oyentes: Pedro, Santiago, Juan y Andrea (Mc 13,3). ¡Eficiencia y buen resultado no siempre se miden por la cantidad!

• Lucas 21,8: Objetivo del discurso: "¡Mirad, no os dejéis engañar!" Los discípulos habían preguntado: "Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?” Jesús empieza su respuesta con una advertencia: "Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: `Yo soy' y `el tiempo está cerca'. No les sigáis”. En época de mudanzas y de confusión siempre aparecen personas que quieren sacar provecho de la situación engañando a los demás. Esto acontece hoy y estaba ocurriendo en los años 80, época en que Lucas escribe su evangelio. Ante los desastres y guerras de aquellos años, ante la destrucción de Jerusalén del año 70 y ante la destrucción de la persecución de los cristianos por el imperio romano, muchos pensaban que el fin de los tiempos estuviera llegando. Y hasta había gente que decía: “Dios ya no controla los hechos. ¡Estamos perdidos! ” Por esto, la preocupación principal de los discursos apocalípticos es siempre la misma: ayudar a las comunidades a discernir mejor los signos de los tiempos para no dejarse engañar por las conversaciones de la gente sobre el fin del mundo: "Mirad, ¡no os dejéis engañar!". Luego viene el discurso que ofrece señales para ayudarlos en el discernimiento y, así, aumentar en ellos la esperanza.

• Lucas 21,9-11: Señales para ayudar a leer los hechos. Después de esta breve introducción, empieza el discurso propiamente dicho: “Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato.» Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas y grandes señales del cielo.” Para entender bien estas palabras, es bueno recordar lo siguiente. Jesús vivía y hablaba en el año 33. Los lectores de Lucas vivían y escuchaban en el año 85. Ahora, en los años cincuenta, entre el año 33 y el año 85, la mayoría de las cosas mencionadas por Jesús habían acontecido ya y todos las conocían. Por ejemplo, en varias partes del mundo había guerras, aparecían falsos mesías, surgían enfermedades y pestes y, en Asia Menor, los terremotos eran frecuentes. En un estilo bien apocalíptico, el discurso enumera todos estos acontecimientos, uno después de otro, como señales o como etapas del proyecto de Dios en la andadura de la historia del Pueblo de Dios, desde la época de Jesús hasta el fin de los tiempos:
1a señal: los falsos mesías (Lc 21,8);
2a señal: guerras y revoluciones (Lc 21,9);
3a señal: nación contra otra nación, un reino contra otro reino, (Lc 21,10);
4a señal: terremotos en varios lugares (Lc 21,11);
5a señal: hambre, peste y señales en el cielo (Lc 21,11);
Hasta aquí el evangelio de hoy. El evangelio de mañana trae una señal más: la persecución de las comunidades cristianas (Lc 21,12). El evangelio de pasado mañana trae dos señales más: la destrucción de Jerusalén y el inicio de la desintegración de la creación. Así, por medio de estas señales del Discurso Apocalíptico, las comunidades de los años ochenta, época en la que Lucas escribe su evangelio, podían calcular a qué altura se encontraba la ejecución del plan de Dios, y descubrir que la historia no se había escapado de la mano de Dios. Todo era conforme con lo que Jesús había previsto y anunciado en el Discurso Apocalíptico.

Para la reflexión personal

• ¿Qué sentimiento te habitaba durante la lectura de este evangelio de hoy? ¿Sentimiento de miedo o de paz?
• ¿Piensas que el fin del mundo está cerca? ¿Qué responder a los que dicen que el fin del mundo está cerca? ¿Qué es lo que hoy anima a la gente a resistir y tener esperanza?

Oración final

Exulte delante de Yahvé, que ya viene,
viene, sí, a juzgar la tierra!
Juzgará al mundo con justicia,
a los pueblos con su lealtad. (Sal 96,13)

(fuente: ocarm.org)

lunes, 23 de noviembre de 2015

"esta pobre viuda ha dado más que nadie... "

Lunes de la trigésima cuarta semana del tiempo ordinario
(23/11/2015)

Libro de Daniel 1, 1-6. 8-20. 

El tercer año del reinado de Joaquím, rey de Judá, llegó a Jerusalén Nabucodonosor, rey de Babilonia, y la sitió. El Señor entregó en sus manos a Joaquím, rey de Judá, y una parte de los objetos de la Casa de Dios. Nabucodonosor los llevó al país de Senaar, y depositó los objetos en el tesoro de su dios. El rey ordenó a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que seleccionara entre los israelitas de estirpe real o de familia noble, a algunos jóvenes sin ningún defecto físico, de buena presencia, versados en toda clase de sabiduría, dotados de conocimiento, inteligentes y aptos para servir en el palacio del rey, a fin de que se los instruyera en la literatura y en la lengua de los caldeos. El rey les asignó para cada día una porción de sus propios manjares y del vino que él bebía. Ellos debían ser educados durante tres años, y al cabo de esos años se pondrían al servicio del rey. Entre ellos se encontraban Daniel, Ananías, Misael y Azarias, que eran judíos. Daniel estaba decidido a no contaminarse con los manjares del rey y con el vino que él bebía, y rogó al jefe de los eunucos que no lo obligara a contaminarse. Dios hizo que él se ganara el afecto y la simpatía del jefe de los eunucos. Pero este dijo a Daniel: "Yo temo a mi señor el rey, que les ha asignado la comida y la bebida; si él llega a ver el rostro de ustedes más demacrado que el de los jóvenes de su misma edad, ustedes harían peligrar mi cabeza delante del rey". Daniel dijo al guardia a quien el jefe de los eunucos había confiado el cuidado de Daniel, Ananías, Misael y Azarías: "Por favor, pon a prueba a tus servidores durante diez días; que nos den legumbres para comer y agua para beber; compara luego nuestros rostros con el de los jóvenes que comen los manjares del rey, y actúa con tus servidores conforme a lo que veas". El aceptó la propuesta, y los puso a prueba durante diez días. Al cabo de esos días, se vio que ellos tenían mejor semblante y estaban más rozagantes que todos los jóvenes que comían los manjares del rey. Desde entonces, el guardia les retiró los manjares y el vino que debían tomar, y les dio legumbres. Dios concedió a estos cuatro jóvenes ciencia e inteligencia en todo lo referente a la literatura y la sabiduría, y Daniel podía entender visiones y sueños de toda índole. Al cabo de los días que el rey había fijado para que le fueran presentados los jóvenes, el jefe de los eunucos los llevó ante Nabucodonosor. El rey conversó con ellos, y entre todos no se encontró ningún otro como Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Ellos permanecieron al servicio del rey, y en todo lo que el rey les preguntó sobre cuestiones de sabiduría y discernimiento, los encontró diez veces superiores a todos los magos y adivinos que había en todo su reino.


Libro de Daniel 3, 52.53. 54.55.56.

Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres,
alabado y exaltado eternamente.
Bendito sea tu santo y glorioso Nombre,
alabado y exaltado eternamente.

Bendito seas en el Templo de tu santa gloria,
aclamado y glorificado eternamente por encima de todo.
Bendito seas en el trono de tu reino.
aclamado por encima de todo y exaltado eternamente.

Bendito seas Tú, que sondeas los abismos
y te sientas sobre los querubines,
alabado y exaltado eternamente por encima de todo.
Bendito seas en el firmamento del cielo,
aclamado y glorificado eternamente.


del Evangelio según San Lucas 21, 1-4.

Levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir."







LECTIO DIVINA

Oración inicial: Mueve, Señor, los corazones de tus hijos, para que, correspondiendo generosamente a tu gracia, reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor.

Reflexión

• En el Evangelio de hoy, Jesús elogia a una viuda pobre que sabe compartir más que los ricos. Muchos pobres de hoy hacen lo mismo. La gente dice: “El pobre no deja morir de hambre al pobre”. Pero a veces, ¡ni esto es posible! Doña Cícera que vivía en el interior de Paraíba, Brasil, se fue a vivir a la ciudad y decía: “En el campo, la gente era pobre, pero siempre había una cosita para dividirla con el pobre que llamaba a la puerta. ¡Ahora que estoy aquí, en la ciudad, cuando veo a un pobre que llama a la puerta, me escondo de vergüenza porque no tengo nada en casa para darle!” De un lado: gente rica que tiene todo, pero que no quiere compartir. Por el otro: gente pobre que no tiene casi nada, pero que quiere compartir lo poco que tiene.

• Al comienzo de la Iglesia, las primeras comunidades cristianas, eran de gente pobre (1 Cor 1,26). Poco a poco fueron entrando también personas más ricas, lo cual trajo consigo varios problemas. Las tensiones sociales, que marcaban al imperio romano, empiezan a marcar también la vida de las comunidades. Esto se manifestaba, por ejemplo, cuando se reunían para celebrar la cena (1Cor 11,20-22), o cuando tenían reuniones (Santiago 2,1-4). Por esto, la enseñanza del gesto de la viuda era muy actual, tanto para ellos, como para nosotros hoy.

• Lucas 21,1-2: La limosna de la viuda. Jesús estaba ante el arca del Templo y observaba cómo la gente iba echando su limosna. Los pobres echaban pocos centavos, los ricos monedas de gran valor. Los cofres del Templo recibían mucho dinero. Todos echaban algo para la manutención del culto, para el sustento del clero y la conservación del edificio. Parte de este dinero era usada para ayudar a los pobres, pues en aquel tiempo no había seguridad social. Los pobres vivían de la caridad pública. Las personas más necesitadas eran los huérfanos y las viudas. Dependían en todo de la caridad de los demás, pero así mismo, trataban de compartir con otros lo poco que poseían. Así, una viuda bien pobre, pone su limosna en el arca del Templo. ¡Nada más que dos centavos!

• Lucas 21,3-4: El comentario de Jesús. ¿Qué vale más: los pocos centavos de la viuda o las muchas monedas de los ricos? Para la mayoría, las monedas de los ricos eran mucho más útiles para hacer la caridad que los pocos centavos de la viuda. Los discípulos, por ejemplo, pensaban que el problema de la gente podía resolverse sólo con mucho dinero. Cuando la multiplicación de los panes, ellos habían sugerido comprar pan para dar de comer a la gente (Lc 9,13; Mc 6,37). Felipe llegó a decir: “¡Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno reciba un pedacito!” (Jn 6,7). De hecho, para aquel que piensa de esa manera, los dos centavos de la viuda no sirven para nada. Pero Jesús dice: “De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que nadie”. Jesús tiene criterios diferentes. Al llamar la atención de los discípulos hacia el gesto de la viuda, les enseña a ellos y a nosotros dónde debemos procurar ver la manifestación de la voluntad de Dios, a saber, en los pobres y en el compartir. Y un criterio muy importante es el siguiente: “Porque todos éstos han echado como donativo de lo que les sobra, ésta en cambio ha echado de lo que necesita, de todo lo que tiene para vivir.»

• Limosna, compartir, riqueza. La práctica de dar limosnas era muy importante para los judíos. Era considerada una “buena obra”, pues la ley del Antiguo Testamento decía: “Nunca dejará de haber pobres en la tierra; por esto te doy este mandamiento: abrirás tu mano a tu hermano, al necesitado y al pobre de tu tierra”. (Dt 15,11). Las limosnas, colocadas en el arca del Templo, sea para el culto, sea para los necesitados, los huérfanos o las viudas, eran consideradas como una acción agradable a Dios (Eclo 35,2; cf. Eclo 17,17; 29,12; 40,24). Dar limosna era una manera de reconocer que todos los bienes y dones pertenecen a Dios y que nosotros no somos que administradores de esos dones. Pero la tendencia a la acumulación sigue muy fuerte. Cada vez renace de nuevo en el corazón humano. La conversión es necesaria siempre. Por eso Jesús dijo al joven rico: “Va, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres” (Mc 10,21). La misma exigencia se repite en los otros evangelios: “Vended vuestros bienes y dadlos en limosna: haceos bolsas que no se gastan, un tesoro inagotable en los cielos, adonde ni el ladrón llega ni la polilla roe” (Lc 12,33-34; Mt 6,9-20). La práctica del compartir y de la solidaridad es una de las características que el Espíritu de Jesús quiere realizar en las comunidades. El resultado de la efusión del Espíritu en el día de Pentecostés fue éste: “No había entre ellos indigentes, pues cuantos eran dueños de haciendas o casas las vendían y llevaban el precio de lo vendido y lo depositaban a los pies de los apóstoles” (Hechos 4,34-35ª; 2,44-45). Estas limosnas colocadas a los pies de los apóstoles no se acumulaban, sino que “y a cada uno se le repartía según su necesidad” (Hechos 4,35b; 2,45). La entrada de los ricos en las comunidades cristianas posibilitó, por un lado, una expansión del cristianismo, al ofrecer mejores condiciones para los viajes misioneros. Pero por otro lado la tendencia a la acumulación bloqueaba el movimiento de la solidaridad y del compartir. Santiago ayudaba a las personas a que tomaran conciencia del camino equivocado: “Y vosotros los ricos, llorad a gritos por las desventuras que os van a sobrevenir. Vuestra riqueza está podrida; vuestros vestidos, consumidos por la polilla; vuestro oro y vuestra plata, comidos de orín.” (Sant 5,1-3). Para aprender el camino del Reino, todos debemos volvernos alumnos de aquella pobre viuda, que compartió con los demás hasta lo necesario para vivir (Lc 21,4).

Para la reflexión personal

• ¿Cuáles son las dificultades y las alegrías que has encontrado en tu vida para practicar la solidaridad y compartir con los otros?
• ¿Cómo es que los dos centavos de la viuda pueden valer más que las muchas monedas de los ricos? ¿Cuál es el mensaje de este texto para nosotros hoy?

Oración final

Sabed que Yahvé es Dios,
él nos ha hecho y suyos somos,
su pueblo y el rebaño de sus pastos. (Sal 100,3)

(fuente: ocarm.org)

domingo, 22 de noviembre de 2015

Jesús es Rey

Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo
(22/11/2015)

Libro de Daniel 7, 13-14. 

Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.


Salmo 93(92), 1ab.1c-2.5.

¡Reina el Señor, revestido de majestad!
El Señor se ha revestido,
se ha ceñido de poder.

Tu trono está firme desde siempre,
tú existes desde la eternidad.

Tus testimonios, Señor, son dignos de fe,
la santidad embellece tu Casa
a lo largo de los tiempos.


Apocalipsis 1, 5-8.

Y de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los reyes de la tierra. El nos amó y nos purificó de nuestros pecados, por medio de su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre. ¡A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén. El vendrá entre las nubes y todos lo verán, aún aquellos que lo habían traspasado. Por él se golpearán el pecho todas las razas de la tierra. Sí, así será. Amén. Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que vendrá, el Todopoderoso.



del Evangelio según San Juan 18, 33b-37.

Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?". Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?". Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz".








LECTIO DIVINA

Oración inicial

¡Oh Padre! Tu Verbo ha llamado en la noche a mi puerta; prisionero y atado, sin embargo hablaba todavía, llamaba todavía, como siempre, y me ha dicho: “¡Levántate de prisa y sígueme!” Al amanecer, lo he visto prisionero en el pretorio de Pilato, y no obstante todo el dolor de la pasión, todo el abandono en el que se encontraba, Él todavía me conocía, me esperaba. Hazme entrar, ¡oh, Padre! con Jesús en el pretorio, en este lugar de acusación, de condena, de muerte; es mi vida de hoy, mi mundo interior. Sí, todas las veces que tu Palabra me invita, es casi como entrar en el pretorio de mi corazón, lugar contaminado y contaminante, que espera la presencia purificadora de Jesús. Tengo miedo, Tú lo sabes, pero si Jesús está conmigo, no debo ya temer. Me quedo, Padre y escucho con atención la verdad de tu Hijo que me habla; miro y contemplo sus gestos, sus pasos, lo sigo, con todo lo que soy, con toda la vida que tú me has dado. Cúbreme y lléname de tu Santo Espíritu, te lo suplico.

Lectura

a) Para situar el pasaje en su contexto:

Estos pocos versículos nos ayudan a entrar más profundamente todavía en el relato de la Pasión y nos conducen casi hasta la intimidad de Jesús, en un lugar cerrado, apartado, donde Él se encuentra solo, cara a cara con Pilato: el pretorio. Aquí es interrogado, responde, pregunta, continúa revelando su misterio de salvación y a llamarnos para Él. Aquí Jesús se muestra como rey y como pastor. Aquí está atado y coronado en su condena a muerte, aquí Él nos conduce a las verdes praderas de sus palabras de verdad. El pasaje forma parte de una sección algo más amplia, comprendida entre los versículos 28-40 y relata el proceso de Jesús ante el Gobernador. Después de una noche de interrogatorios, de golpes, desprecios y traiciones, Jesús es entregado al poder romano y condenado a muerte, pero precisamente en esta muerte, Él se revela Rey y Señor, Aquel que ha venido a dar la vida, justo por nosotros injustos, inocente por nosotros pecadores.

b) Para ayudar en la lectura del pasaje:

vv. 33-34: Pilato entra en el pretorio y comienza el interrogatorio a Jesús, haciéndole la primera pregunta: ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús no responde enseguida directamente, sino que obliga a Pilato a poner en claro lo que tal realeza significa, lo lleva a caminar a la profundidad. Rey de los Judíos significa Mesías y es en cuanto Mesías como Jesús será juzgado y condenado.
v. 35: Pilato parece responder con desprecio a lo que piden los judíos, los cuales aparecen claramente como acusadores de Jesús, los sumos sacerdotes y el pueblo, cada uno con su responsabilidad, como se lee en el prólogo: “Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron” (Jn 1,11) Sigue después la segunda pregunta de Pilato a Jesús; “¿Qué has hecho?, pero no tendrá respuesta.
v. 36: Jesús responde a la primera pregunta de Pilato y por tres veces usa la expresión: “mi reino”. Aquí nos ofrece una explicación admirable sobre lo que pueda ser en realidad el reino y la realeza de Jesús: no es de este mundo, sino del mundo venidero, no tiene guardias o ministros para la lucha, sino la entrega amorosa de la vida en las manos del Padre.
v. 37: El interrogatorio vuelve a la pregunta inicial, a la que Jesús sigue dando respuesta afirmativa: “Yo soy rey”, pero explicando su origen y su misión. Jesús ha nacido para nosotros, ha sido enviado para nosotros, para revelarnos la verdad del Padre, de la que obtenemos la salvación y para permitirnos escuchar su voz y seguirla, haciendo que nos adhiramos a ella con toda nuestra vida.

Un momento de silencio orante para poder entrar en el pretorio y me dispongo a escuchar profundamente cada palabra que sale de la boca de Cristo.

Algunas preguntas que me ayuden a acercarme al rey y a entregarle mi existencia entera.

a) Observo los movimientos de Pilato, su deseo de un encuentro con Jesús, aunque él no sea consciente. Si pienso en mi vida, ¿por qué muchas veces me es difícil entrar, preguntar, llamar, estar en diálogo con el Señor?
b) El Señor desea una relación personal conmigo. ¿Soy capaz de entrar o de dejarme atraer en una relación verdadera, intensa, vital con el Señor? Y si tengo miedo de esto ¿por qué? ¿Qué es lo que me separa de Él? ¿Qué es lo que me tiene alejado?
c) “Entregado”. Me detengo en esta palabra y trato de rumiarla y mantenerla en mi corazón, poniéndola de frente a mi vida, con mis comportamientos de cada día. d) Por tres veces Jesús repite que su reino “no es de este mundo” invitándome, así, con fuerza, a pasar a otra realidad. Una vez más Él me desconcierta, proponiéndome otro mundo, otro reino, otro poder. ¿Qué tipo de reino estoy esperando?
d) La frase final del pasaje es estupenda: “Escucha mi voz”, Yo que estoy absorto en miles de trabajos, compromisos, reuniones, ¿a dónde dirijo mis oídos? ¿a quién atiendo?, ¿en quién pienso?. Cada mañana recibo vida nueva, pero en realidad, ¿de quién me dejo revivir?

Una clave de lectura

◙ Jesús, el Rey atado y entregado

Un verbo gramatical emerge con fuerza de estas líneas rebotando ya desde los primeros versículos del relato de la Pasión: el verbo entregar, pronunciado aquí primeramente por Pilato y después por Jesús. La “entrega del Cristo” es una realidad teológica, pero al mismo tiempo vital, de extrema importancia, porque nos conduce a lo largo de un camino de sabiduría y amaestramiento muy fuerte. Puede ser útil recorrerlo de nuevo, buscándolo en los signos a través de las páginas de la Escritura. Ante todo, parece que es el mismo Padre quien entrega a su Hijo Jesús, como un don para todos y para siempre. Leo en Rom. 8, 32: “ Dios, que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar con Él todas las cosas?” Al mismo tiempo, sin embargo, veo que es Jesús mismo, en la suprema libertad de su amor, en la más íntima fusión con la voluntad del Padre, quien se entrega por nosotros, quien ofrece su vida; dice San Pablo: “Cristo nos ha amado y se ha entregado a sí mismo por nosotros”.(Ef 5, 2. 25), pero me acuerdo también de estas palabras de Jesús: “ Yo ofrezco mi vida por las ovejas; ninguno me la quita, sino que yo la ofrezco por mi mismo” (Jn 10,18). Por tanto, más allá y antes de toda otra entrega, está esta entrega voluntaria, que es solamente entrega de amor y de donación.
En los relatos evangélicos aparece enseguida la entrega malvada por parte de Judas, llamado por esto el traidor, o sea, el entregador, el que dice a los sumos sacerdotes: “ ¿Cuánto queréis darme para que os lo entregue?” (Mt 26, 15); ver también Jn 12, 4; 18, 2.5. Después son los Judíos los que entregan Jesús a Pilato: “Si no fuese un malhechor no te lo hubiéramos entregado” (Jn 18, 30. 35) y Pilato representa a los gentiles, como Él había ya anunciado: “El Hijo del Hombre.... será entregado a los paganos” (Mc 10, 33). Finalmente Pilato lo entrega de nuevo a los judíos, para que sea crucificado (Jn 19, 16). Contemplo todos esto pasajes, observo a mi rey atado, encadenado, como nos hace notar el evangelista Juan tanto en 18, 12 como en 18, 24; me pongo de rodillas, me postro delante de Él y pido al Señor que me sea dado el valor de seguir estos pasajes dramáticos, pero maravillosos, que son como un único canto de amor de Jesús para nosotros, su Sí repetido hasta el infinito para nuestra salvación. El Evangelio me acompaña dulcemente dentro de esta noche única, en la cual Jesús es entregado por mí, como Pan, como Vida hecha carne, como amor compartido en todo. “El Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó el pan y dijo: "Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros" (1 Cor 11, 23). Y entonces comprendo que para mí la felicidad, está escondida también dentro de estas cadenas, estas ataduras, con Jesús, con el gran Rey y está escondida en estos continuos pasajes, de entrega en entrega, a la voluntad al amor de mi Padre.

◙ Jesús, el Rey Mesías

El diálogo de Jesús con Pilato: sobre este interrogatorio tan misterioso y extraño es particularmente conocido que primero Pilato llama a Jesús “el rey de los judíos” y después sólo “rey”, como si fuese un camino, una comprensión cada vez más plena y verdadera de Jesús. “Rey de los Judíos” es una fórmula usada con gran riqueza de significado por el pueblo hebreo y reúne en sí el fundamento, el núcleo de la fe y de la esperanza de Israel.: significa claramente el Mesías. Jesús es interrogado y juzgado en lo que mira a si es o no es el Mesías. Jesús es el Mesías del Señor, su Ungido, su Consagrado, es el Siervo, enviado al mundo precisamente para esto, para realizar en Sí en su persona y en su vida, todas las palabras dichas por los profetas por la ley y por los salmos de Él. Palabras de persecución, de sufrimiento, de llanto, heridas y sangre, palabras de muerte por Jesús, por el Ungido del Señor, que es nuestro respiro, aquél a la sombra del cual viviremos entre las naciones, como dice el Profeta Jeremías (Lam 4, 20). Palabras que hablan de asechanzas, de insurrecciones, conjuras, (Sal 2,2), lazos. Lo vemos desfigurado, como varón de dolores; tan irreconocible, si no es sólo por parte de aquel amor, que como Él, bien conoce el padecer. “¡Sepa pues con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a Jesús a quien vosotros habéis crucificado!” (Ac 2, 36). Sí, es un rey atado, el mío, un rey entregado, arrojado fuera, despreciado; es un rey ungido para la batalla, pero ungido para perder, para ser sacrificado, para ser crucificado, inmolado como un cordero. Este es el Mesías: el rey que tiene como trono la cruz, como púrpura su sangre derramada, como palacio el corazón de los hombres, pobres como Él, pero hechos ricos y consolados por una continua resurrección. Estos son nuestros tiempos, los tiempos de la consolación por parte del Señor, en los cuales el envía incesantemente al Señor Jesús, al que nos ha destinado como Mesías.

◙ Jesús Rey mártir

“He venido para dar testimonio de la verdad”, dice Jesús, usando un término muy fuerte, que contiene en sí el significado de martirio, en griego. El testigo es un mártir, el que afirma con la vida, con la sangre, con todo lo que es y lo que tiene, la verdad en la cree. Jesús atestigua la verdad, que es la palabra del Padre (Jn 17,17) y por esta palabra Él da la vida. Vida por vida, palabra por palabra, amor por amor. Jesús es el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la creación de Dios (Ap 3,14); en Él existe sólo el Sí, por siempre y desde siempre y en este Sí, nos ofrece toda la verdad del Padre, de sí mismo, del Espíritu y en esta verdad, en esta luz, Él hace de nosotros su reino. “Cuantos confían en Él, conocerán la verdad; y aquellos que le son fieles a su amor vivirán junto a Él” (Sab 3, 18). No busco otras palabras, sino que permanezco solamente junto al Señor, sobre su seno, como Juan, en aquella noche; así Él se convierte en mi respiro, mi mirada, mi sí, dicho al Padre, dicho a los hermanos, como testimonio de amor. Él es fiel, Él está presente, Él es la verdad que yo escucho y de la cual me dejo sólo transformar.

Salmo 21 (20)

Canto de acción de gracias por la victoria que nos viene de Dios

Estribillo: ¡Grande, Señor, tu amor por nosotros!

Yahvé, el rey celebra tu fuerza,
le colma de alegría tu victoria.
Le has concedido el deseo de su corazón,
no has rechazado el anhelo de sus labios.

Te adelantaste con buenos augurios,
coronaste su cabeza de oro fino;
vida pidió y se la otorgaste,
largo curso de días para siempre.

Gran prestigio le da tu victoria,
lo rodeas de honor y majestad;
lo conviertes en eterna bendición,
lo llenas de alegría en tu presencia.

Porque el rey confía en Yahvé,
por gracia del Altísimo no vacilará.
¡Levántate, Yahvé, lleno de fuerza,
cantaremos, celebraremos tu poder!

Oración final

Padre, te alabo, te bendigo, te doy gracias porque me has conducido con tu Hijo al pretorio de Pilato, en esta tierra extranjera y hostil y sin embargo tierra de revelación y de luz. Solo tú, con tu amor infinito, sabes transformar toda lejanía y toda obscuridad en un lugar de encuentro y de vida.
Gracias porque has hecho surgir el tiempo santo de la consolación en el cual envías a tu Cordero, sentado en el trono, como rey inmolado y viviente; su sangre es una cascada restauradora y unción de salvación. Gracias porque Él me habla siempre y me canta tu verdad, que es sólo amor y misericordia; quisiera ser un instrumento en las manos del rey, de Jesús, para transmitir a todos las notas consoladoras de tu Palabra. Padre, te he escuchado hoy, en este Evangelio, pero te ruego, haz que mis oídos no se cansen jamás de tí, de tu Hijo, de tu Espíritu. Hazme renacer, así a la verdad, para ser testigo de la verdad.

(fuente: ocarm.org)
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