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miércoles, 2 de marzo de 2016

"No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas... "

Miércoles de la tercera semana de Cuaresma
(02/03/2016)

Deuteronomio 4, 1.5-9. 

Moisés habló al pueblo, diciendo: "Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres. Tengan bien presente que ha sido el Señor, mi Dios, el que me ordenó enseñarles los preceptos y las leyes que ustedes deberán cumplir en la tierra de la que van a tomar posesión. Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oir todas estas leyes, dirán: "¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!". ¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos?. ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?. Pero presta atención y ten cuidado, para no olvidar las cosas que has visto con tus propios ojos, ni dejar que se aparten de tu corazón un sólo instante. Enséñalas a tus hijos y a tus nietos."


Salmo 147, 12-13.15-16.19-20.

¡Glorifica al Señor, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión!
El reforzó los cerrojos de tus puertas
y bendijo a tus hijos dentro de ti.

Envía su mensaje a la tierra,
su palabra corre velozmente;
reparte la nieve como lana
y esparce la escarcha como ceniza.

Revela su palabra a Jacob,
sus preceptos y mandatos a Israel:
a ningún otro pueblo trató así
ni le dio a conocer sus mandamientos.


del Evangelio según San Mateo 5, 17-19.

Jesús dijo a sus discípulos: «No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»










REFLEXIÓN

Jesús pide a quienes le sigan que presten una extremada atención a la Escritura, y a toda la Escritura: a la Ley y a los Profetas, porque la menor de sus afirmaciones adquiere una plenitud nueva a partir del momento en que se la considera con la perspectiva del Reino. Sin duda que Mateo no quiere afirmar que la totalidad de los preceptos de la Ley o de las afirmaciones proféticas tengan su desarrollo en el Evangelio, pero sí pretende que el conjunto de la Ley, el conjunto de los profetas constituyen la base necesaria sobre la que se edifica la novedad traída por Jesús. Los discípulos del Maestro no pueden plantear su vida sin conceder una gran dedicación a "entender" (cf. 13, 51: "entender" antes de "enseñar" a la manera del "escriba", v. 52), y después a "practicar" y, dada la ocasión, a "enseñar" el conjunto de la Escritura, de la Ley y de los Profetas.

Practicar, pero de forma "acabada", que va más allá que su significado primero. De hecho, en la continuación del discurso Jesús prolonga las exigencias antiguas. Para Él, ya no se trata sólo de evitar el homicidio; hay que renunciar también a toda palabra descomprometida, y emplearse lo más rápidamente que se pueda en las actuaciones posibles de reconciliación (vv. 21-26).

No se trata ya sólo de evitar el adulterio, sino que hay que evitar también la mirada impúdica y el deseo que ésta hace nacer (vv. 27-30).

Con respecto al divorcio, no se trata ya de atenerse únicamente a respetar el procedimiento; es necesario renunciar a toda separación de los cónyuges: fuera del caso de una "unión ilícita" (v. 31 s).

No se trata ya sólo de evitar el jurar en falso; no hay que jurar, y por lo tanto, hay que atenerse a la verdad de la palabra, simplemente (vv. 33-37).

No se trata ya sólo de limitar la pena del culpable a lo correspondiente a su falta: hay que responder pacíficamente a la conducta del malo (vv. 38-42).

No se trata ya, en fin, de limitarse al amor al prójimo; hay que ir hasta el amor a los enemigos (vv. 43-47).

Este último párrafo formula algo más que una exigencia; explica el motivo de las novedades exigidas por Jesús.

El discípulo de Jesús es "hijo del Padre que está en los Cielos" (v. 45). Ahora bien, la sociedad de aquel tiempo tenía una teoría simple de las relaciones entre hijo y padre, una doctrina impuesta por el marco artesanal que regía aquella sociedad. El aprendizaje se hacía en casa; el hijo "no hacía nada por sí mismo sin que se lo viera hacer a su padre; y lo que el Padre hacía, debía hacerlo igual el Hijo" (/Jn/05/19).

La misma relación debe existir entre Dios-Padre y sus hijos; estos últimos no pueden mostrar su espíritu filial más que aplicándose a imitar al Padre. La característica de este Padre que está en los Cielos" es la "bondad" (20, 15), probada en el bien que hace a los "buenos" lo mismo que a los "malos". Por lo tanto, imitando este amor universal es como los discípulos se mostrarán "hijos del Padre que está en los Cielos", y como serán "perfectos como el Padre celestial es perfecto".

(fuente: mercaba.org)

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