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martes, 26 de mayo de 2015

" Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros"

 Martes de la octava semana del tiempo ordinario
(26/05/2015)

Libro de Eclesiástico 35, 1-15.

Observar la Ley es como presentar muchas ofrendas y ser fiel a los mandamientos es ofrecer un sacrificio de comunión; devolver un favor es hacer una oblación de harina y hacer limosna es ofrecer un sacrifico de alabanza. La manera de agradar al Señor es apartarse del mal, y apartarse de la injusticia es un sacrificio de expiación. No te presentes ante el Señor con las manos vacías, porque todo esto lo prescriben los mandamientos. Cuando la ofrenda del justo engrasa el altar, su fragancia llega a la presencia del Altísimo. El sacrificio del justo es aceptado y su memorial no caerá en el olvido. Glorifica al Señor con generosidad y no mezquines las primicias de tus manos. Da siempre con el rostro radiante y consagra el diezmo con alegría. Da al Altísimo según lo que él te dio, y con generosidad, conforme a tus recursos, porque el Señor sabe retribuir y te dará siete veces más. No pretendas sobornarlo con un don, porque no lo aceptaría, y no te apoyes en un sacrificio injusto. Porque el Señor es juez y no hace distinción de personas: no se muestra parcial contra el pobre y escucha la súplica del oprimido; no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja. ¿No corren las lágrimas por las mejillas de la viuda y su clamor no acusa al que las hace derramar?


Salmo 50(49), .7-8.14.23.

“Reúnanme a mis amigos,
a los que sellaron mi alianza con un sacrificio”.

¡Que el cielo proclame su justicia,
porque el Señor es el único Juez!
“Escucha, pueblo mío, yo te hablo;
Israel, voy a alegar contra ti:
yo soy el Señor, tu Dios.

No te acuso por tus sacrificios:
¡tus holocaustos están siempre en mi presencia!
Ofrece al Señor un sacrificio de alabanza
y cumple tus votos al Altísimo;

El que ofrece sacrificios de alabanza,
me honra de verdad;
y al que va por el buen camino,
le haré gustar la salvación de Dios."


del Evangelio según San Marcos 10, 28-31.

Pedro le dijo a Jesús: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros".



LECTIO DIVINA

Oración inicial: Concédenos tu ayuda, Señor, para que el mundo progrese, según tus designios; gocen las naciones de una paz estable y tu Iglesia se alegre de poder servirte con una entrega confiada y pacífica. Por nuestro Señor.

Reflexión

• En el evangelio de ayer, Jesús hablaba de la conversión que tiene que existir en la relación de los discípulos con los bienes materiales: desprenderse de las cosas, venderlo todo, darlo a los pobres y seguir a Jesús. Es decir, al igual que Jesús, vivir en una total gratuidad, entregando la propia vida a Dios y poniéndola en sus manos al servicio de los hermanos y de las hermanas (Mc 10,17-27). En el evangelio de hoy, Jesús explica mejor cómo debe ser esta vida de gratuidad y de servicio de los que abandonan todo por Jesús y por el Evangelio (Mc 10,28-31).

• Marcos 10,28-31: El ciento por uno, pero con persecuciones. Pedro observa: "Ya lo ves, nosotros hemos dejado todo y te seguimos". Es como si dijera: “Hicimos lo que el Señor pidió al joven rico. Lo dejamos todo y te seguimos. ¿Nos explica cómo debe ser nuestra vida?” Pedro quiere que Jesús explicite un poco más el nuevo modo de vivir con espíritu de gratuidad y de servicio. La respuesta de Jesús es bonita, profunda y simbólica: "Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora, al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna”. El tipo de vida que resulta de la entrega de todo es lo que Jesús quiere realizar: (a) Ensancha la familia y crea comunidad, pues aumenta cien veces el número de hermanos y hermanas. (b) Hace que los bienes se compartan, pues todos tendrán cien veces más casas y campos. La providencia divina se encarna y pasa por la organización fraterna, donde todo es de todos y no habrá más necesitados. Ellos cumplen la ley de Dios que pide “entre vosotros no haya pobres” (Dt 15,4-11). Fue lo que hicieron los primeros cristianos (He 2,42-45). Es la vivencia perfecta del servicio y de la gratuidad. (c) No deben esperar ninguna ventaja en cambio, ni seguridad, ni promoción de nada. Por el contrario, en esta vida tendrán todo esto, pero con persecuciones. Pues los que en este mundo organizado a partir del egoísmo y de los intereses de grupos y personas, viven a partir del amor gratuito y de la entrega de sí, éstos, al igual que Jesús, serán crucificados. (d) Serán perseguidos en este mundo, pero, en el mundo futuro tendrán la vida eterna de la que hablaba el joven rico.

• Jesús y la opción por los pobres. Un doble cautiverio marcaba la situación de la gente en la época de Jesús: el cautiverio de la política de Herodes, apoyada por el Imperio Romano y mantenida por todo un sistema bien organizado de exploración y de represión, y el cautiverio de la religión oficial, mantenida por las autoridades religiosas de la época. Por esto, el clan, la familia, la comunidad, se estaba desintegrando y una gran parte de la gente vivía excluida, marginada, sin techo, sin religión, sin sociedad. Por esto había varios movimientos que, al igual que Jesús, buscaban una nueva manera de vivir y convivir en comunidad: esenios, fariseos y, más tarde, los celotes. Dentro de la comunidad de Jesús, sin embargo, había algo nuevo que marcaba la diferencia con los otros grupos. Era la actitud ante los pobres y excluidos. Las comunidades de los fariseos vivían separadas. La palabra “fariseo” quiere decir “separado”. Vivían separadas del pueblo impuro. Muchos fariseos consideraban al pueblo como ignorante y maldito (Jn 7,49), lugar de pecado (Jn 9,34). Jesús y su comunidad, por el contrario, vivían mezclados con las personas excluidas, consideradas impuras: publicanos, pecadores, prostitutas, leprosos (Mc 2,16; 1,41; Lc 7,37). Jesús reconoce la riqueza y el valor que los pobres poseen (Mt 11,25-26; Lc 21,1-4). Los proclama felices porque el Reino es de ellos, de los pobres (Lc 6,20; Mt 5,3). Define su propia misión como “anunciar la Buena Nueva a los pobres” (Lc 4, 18). El mismo vive como pobre. No posee nada suyo, ni siquiera una piedra donde reclinar la cabeza (Lc 9,58). Y a quien quiere seguirle para vivir con él, manda escoger: ¡o Dios, o el dinero! (Mt 6,24). ¡Manda hacer la opción por los pobres! (Mc 10,21) La pobreza que caracterizaba la vida de Jesús y de los discípulos, caracterizaba también la misión. Al contrario d los otros misioneros (Mt 23,15), los discípulos y las discípulas de Jesús no podían llevar nada, ni oro, ni plata, ni dos túnicas, ni saco, ni sandalias (Mt 10,9-10). Debían confiar en la hospitalidad (Lc 9,4; 10,5-6). Y en caso de que fueran acogidos por la gente, debían trabajar como todo el mundo y vivir de lo que recibían a cambio (Lc 10,7-8). Además de esto, debían ocuparse de los enfermos y necesitados (Lc 10,9; Mt 10,8). Entonces podían decir a la gente: “¡El Reino de Dios ha llegado!” (Lc 10,9).

Para la reflexión personal

• En tu vida, ¿cómo acoges la propuesta de Pedro: “Dejamos todo y te seguimos”?
• Compartir, gratuidad, servicio, acogida a los excluidos son signos del Reino. ¿Cómo los vivo hoy?

Oración final

Los confines de la tierra han visto
la salvación de nuestro Dios.
¡Aclama a Yahvé, tierra entera,
gritad alegres, gozosos, cantad! (Sal 98,3-4)

(fuente: ocarm.org)

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