Vigésimo cuarto Domingo del tiempo ordinario
(13/09/2015)
Libro de Isaías 50, 5-9a.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí! Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a condenar?
Salmo 116(114), 1-2.3-4.5-6.8-9.
Amo al Señor, porque él escucha
el clamor de mi súplica,
porque inclina su oído hacia mí,
cuando yo lo invoco.
Los lazos de la muerte me envolvieron,
me alcanzaron las redes del Abismo,
caí en la angustia y la tristeza;
entonces invoqué al Señor:
“¡Por favor, sálvame la vida!”.
El Señor es justo y bondadoso,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor protege a los sencillos:
yo estaba en la miseria y me salvó.
Él libró mi vida de la muerte,
mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída.
Yo caminaré en la presencia del Señor,
en la tierra de los vivientes.
Epístola de Santiago 2, 14-18.
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: "Vayan en paz, caliéntense y coman", y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta. Sin embargo, alguien puede objetar: "Uno tiene la fe y otro, las obras". A ese habría que responderle: "Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe"
del Evangelio según San Marcos 8, 27-35.
Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas". "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro respondió: "Tú eres el Mesías". Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.
LECTIO DIVINA
Oración inicial:
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
a) Clave de lectura:
El texto del evangelio de este 24º domingo del tiempo ordinario trae el primer anuncio de la pasión y muerte de Jesús a los discípulos, el intento de Pedro de eliminar la cruz y la enseñanza de Jesús sobre las consecuencias de la cruz para ser sus discípulos.
Pedro no entiende la propuesta de Jesús sobre la cruz y el sufrimiento. Él aceptaba a Jesús Mesías, pero no como Mesías sufriente. Pedro estaba condicionado por la propaganda del gobierno de la época que hablaba del Mesías sólo en términos de rey glorioso. Pedro parecía ciego. No entreveía nada y quería que Jesús fuese como él. Pedro, deseaba e imaginaba. Hoy todos creemos en Jesús, Pero no todo lo entendemos en la misma forma. ¿Quién es Jesús para mí? ¿Cuál es hoy la imagen más común que la gente tiene de Jesús? ¿Existe hoy una propaganda que intenta interferir nuestro modo de ver a Jesús? ¿Quién soy yo para Jesús?
b) Una división del texto para ayudarnos en la lectura:
- Marcos 8,27-28: La pregunta de Jesús sobre la opinión de la gente y la respuesta de los discípulos
- Marcos 8,29-30: La pregunta de Jesús y la opinión de sus discípulos
- Marcos 8,31-32ª: El primer anuncio de la pasión y muerte
- Marcos 8,32b-33: La conversación entre Pedro y Jesús
Un momento de silencio orante para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) ¿Cuál es el punto de este texto que más te ha gustado y que ha llamado más tu atención?
b) ¿Cuál es la opinión de la gente y de Pedro sobre Jesús? ¿Por qué Pedro y la gente piensan de este modo?
c) ¿Cuál es la relación entre la curación del ciego, descrita un poco antes (Mc 8,22-26) y la conversación de Jesús con Pedro y los otros discípulos?
d) ¿Qué pide Jesús a aquéllos que lo quieren seguir?
e) ¿Qué nos impide hoy reconocer y asumir el proyecto de Jesús?
Para aquéllos que desean profundizar en el tema
a) Contexto de ayer y de hoy:
i) En el texto de Marcos 8,27 comienza con una larga instrucción de Jesús a sus discípulos que llega hasta el pasaje de Marcos 10,45. Tanto al principio como al final de esta instrucción, Marcos coloca la curación del ciego: Marcos 8,22-26 y Marcos 10,46-52). Al comienzo la curación del ciego no fue fácil y Jesús tuvo que curarlo en dos etapas. También fue difícil la curación de la ceguera de los discípulos. Jesús tuvo que dar una larga explicación sobre el significado de la Cruz para ayudarles a atisbar la realidad, porque era la cruz la que provocaba su ceguera. Al final la curación del ciego Bartimeo es el fruto de la fe en Jesús. Sugiere el ideal del discípulo: creer en Jesús y aceptarlo como es, y no como yo quiero y me lo imagino.
ii) En los años 70, cuando Marcos escribe, la situación de la comunidad no era fácil. Había mucho dolor, eran muchas las cruces. Seis años antes, en el 64, el emperador Nerón había decretado la primera persecución, matando a muchos cristianos. En el 70, en Palestina, Jerusalén, estaba por ser destruida por los romanos. En otros países, se estaba iniciando una fuerte tensión entre judíos convertidos y judíos no convertidos. La más grande dificultad era la Cruz de Jesús. Los judíos pensaban que un crucificado no podía ser el Mesías tan esperado de la gente, porque la ley afirmaba que cualquiera que hubiese sido crucificado debía ser considerado como un maldito de Dios. (Dt 21,22-23).
b) Comentario del texto:
Marcos 8,22-26: Curación del ciego
Le llevan a un ciego, y le piden a Jesús que lo cure. Jesús lo cura, pero de un modo diverso. Primero lo lleva fuera de la aldea, después pone saliva en sus ojos, le impone las manos y le dice: “¿Ves algo?” El hombre responde: “¡Veo a los hombres, algo así como árboles que andan!” Veía sólo una parte. Veía como árboles y los intercambiaba por la gente, la gente por árboles. Sólo en un segundo intento Jesús cura al ciego y le prohíbe entrar en la aldea. ¡Jesús no quiere una propaganda fácil! Esta descripción de la curación del ciego es una introducción a la instrucción que le será dada después a los discípulos, porque en realidad, eran ciegos Pedro y los otros discípulos. Y la ceguera de los discípulos es curada por Jesús, aunque también ella, no al primer golpe. Ellos aceptaban a Jesús como Mesías, pero sólo como Mesías glorioso. Notaban sólo una parte. No querían el compromiso de la Cruz. ¡Cambiaban árboles por personas!
Marcos 8,27-30. VER: el descubrimiento de la realidad
Jesús pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos responden indicando las diversas opiniones de la gente: "Juan Bautista”, “Elías o uno de los profetas”. Después de escuchar las opiniones de los otros, Jesús pregunta: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?” Pedro responde: “¡Tú eres el Cristo, el Mesías!" O sea: “¡El Señor es el que la gente está esperando!” Jesús está de acuerdo con Pedro, pero le prohíbe hablar de esto con la gente. ¿Por qué Jesús se lo prohíbe? Porque entonces todos esperaban la venida del Mesías, pero cada uno a su modo, según la clase y la posición social que ocupaban: algunos lo esperaban como rey, otros como sacerdote, doctor, guerrero, juez o profeta! Ninguno parecía esperar al Mesías Siervo, anunciado por Isaías (Is 42,1-9).
Marcos 8,31-33. JUZGAR: aclaración de la situación: primer anuncio de la pasión
Jesús comienza a enseñar que Él es el Mesías Siervo anunciado por Isaías, y será preso y muerto en el ejercicio de su misión de justicia (Is 49,4-9; 53,1-12). Pedro se llena de temor, llama a Jesús aparte para desaconsejarlo. Y Jesús responde a Pedro: “¡Quítate de mi vista, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!” Pedro pensaba que había dado la respuesta justa. Y , en efecto, dice la palabra justa: “¡Tú eres el Cristo!” Pero no da a esta palabra el significado justo. Pedro no entiende a Jesús. Es como el ciego de Betsaida. ¡Cambiaba la gente por árboles!. La respuesta de Jesús fue durísima. ¡Llama a Pedro, Satanás! Satanás es una palabra hebrea que significa acusador, aquél que aleja a otros del camino de Dios. Jesús no permite que nadie lo aleje del camino de Dios, de su misión. Literalmente, Jesús dice: “¡Ponte detrás!” O sea, Pedro debe caminar detrás de Jesús, debe seguir a Jesús y aceptar el trayectoria o la dirección que Jesús indica. Pedro quería ser el primero en indicar la dirección . Quería un Mesías a su medida y a su deseo.
Marcos 8,34-37. OBRAR: condiciones para seguir
Jesús saca conclusiones que son válidas para hoy mismo:¡Quien quiera venir detrás de mí coja su cruz y sígame! En aquel tiempo, la cruz era la pena de muerte que el imperio romano imponía a los marginados. Tomar la cruz y cargársela detrás de Jesús quería decir, por tanto, aceptar ser un marginado por el injusto sistema que legitimaba la injusticia. Indicaba una rotura radical y total. Como dice San Pablo en la carta a los Gálatas: “En cuanto a mí, jamás me gloriaré a no ser en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo” (Gál 6,14). La Cruz no es fatalismo, ni siquiera una exigencia del Padre. La cruz es la consecuencia del compromiso libremente asumido por Jesús para revelar la Buena Noticia que Jesús es Padre y por tanto todos deben ser aceptados y tratados como hermanos. Por causa de este anuncio revolucionario, fue perseguido y no tuvo miedo de dar su vida. ¡Prueba mayor que dar a vida por el propio hermano!
c) Ampliando conocimientos:
La instrucción a los discípulos
Entre las dos curaciones del ciego (Mc 8,22-26 y Mc 10,46-52), se encuentra una larga instrucción de Jesús a sus discípulos, para ayudarles a entender el significado de la cruz y sus consecuencias para la vida (Mc 8,27 a 10,45). Parece un documento, una especie de catecismo, hecho por el mismo Jesús. Habla de la cruz en la vida del discípulo Es una especie de esquema de instrucción:
Mc 8,22-26: Curación de un ciego
Mc 8,27-38: Primer anuncio de la Pasión
Mc 9,1-29: Instrucción sobre el Mesías Siervo
Mc 9,30-37: Segundo anuncio de la Pasión
Mc 9,38 a 10-31: Instrucciones sobre la conversación
Mc 10,32-45: Tercer anuncio de la Pasión
Mc 10,46-52: Curación de un ciego.
Como se ve en el cuadro anterior, la instrucción está compuesta de tres anuncios de la pasión. El primero es de Mc 8,27-38, el segundo de Mc 9,30-37 y el tercero de Mc 10,32-45. Entre el primero y el segundo hay una serie de instrucciones que aclaran la conversión que debe acaecer en la vida de los que aceptan a Jesús como Mesías Siervo (Mc 9,38 a 10,31). El conjunto de la instrucción tiene como fondo el camino de la Galilea a Jerusalén, del lago a la Cruz. Jesús está en camino hacia Jerusalén (Mc 8,27; 9,30.33; 10, 1.17.32), donde encontrará la cruz.
En cada uno de estos tres anuncios, Jesús habla de su pasión, muerte y resurrección como parte del proyecto de Jesús: “El Hijo del Hombre debe sufrir mucho, y ser rechazado por los ancianos, por los sumos sacerdotes y por los escribas, para después ser muerto y, después de tres días, resucitaré” (Mc 8,31; 9,31; 10,33). La expresión debe indica que la cruz ha sido anunciada ya en las profecías (cf Lc 24,26)
Cada uno de estos tres anuncios de la pasión está acompañado por gestos o palabras de incomprensión por parte de los discípulos. En el primero, Pedro no quiere la cruz y critica a Jesús (Mc 8,32). En el segundo, los discípulos no entienden a Jesús, tienen miedo y quieren ser grandes (Mc 9,3-34). En el tercero, tienen miedo y buscan promociones (Mc 10,35-37). Y esto porque en las comunidades para las cuáles Marcos escribe su evangelio había muchas personas como Pedro; ¡no querían la cruz! Eran como los discípulos: no entendían lo de la cruz, tenían miedo y quería ser los más grandes; vivían en el temor y querían ser promocionados. Cada uno de estos tres anuncios deja una palabra de orientación por parte de Jesús, criticando la falta de comprensión de los discípulos y enseñando cómo debe ser su comportamiento. Así, en el primer anuncio, Jesús exige de los que quieren seguirlo, llevar la cruz detrás de Él, perder la vida por amor a Él y su evangelio, no avergonzarse de Él y de su palabra (Mc 8,34-38). En el segundo, exige: hacerse siervos de todos, recibir a los niños, los pequeños, como si fuese Jesús mismo (Mc 9,35-37). En el tercero exige beber el cáliz que Él beberá, no imitar a los poderosos que explotan a los demás, sino imitar al Hijo del Hombre, que no ha venido a ser servido, sino a servir y dar la vida para rescate de muchos (Mc 10,35-45)
La comprensión total del seguimiento de Jesús no se obtiene por la instrucción teórica, sino por el empeño práctico, caminando con Él a lo largo del camino del servicio, de la Galilea a Jerusalén. Quien insista en mantener la idea de Pedro, o sea, la del Mesías glorioso sin la cruz, no entenderá y no alcanzará a asumir el comportamiento del verdadero discípulo. Continuará siendo ciego, cambiando gente por árboles (Mc 8,24). Porque sin la cruz es imposible entender quién es Jesús y qué significa seguir a Jesús.
El camino del seguimiento es el camino de la dedicación, del abandono, del servicio, de la disponibilidad, de la aceptación del dolor, sabiendo que habrá resurrección. La cruz no es un accidente del recorrido, sino que forma parte del camino. Porque en el mundo, organizado a partir del egoísmo, el amor y el servicio pueden existir sólo crucificados. Quien da la vida en servicio por los demás, incomoda a los otros que viven prendidos de los privilegios, y sufre.
Oración del Salmo 25 (24)
¡Muéstrame, Señor, tus caminos!
A ti, Yahvé, dirijo mi anhelo.
A ti, Dios mío.
En ti confío, ¡no quede defraudado,
ni triunfen de mí mis enemigos!
El que espera en ti no queda defraudado,
queda defraudado el que traiciona sin motivo.
Muéstrame tus caminos, Yahvé,
enséñame tus sendas.
Guíame fielmente, enséñame,
pues tú eres el Dios que me salva.
En ti espero todo el día,
por tu bondad, Yahvé.
Acuérdate, Yahvé, de tu ternura
y de tu amor, que son eternos.
De mis faltas juveniles no te acuerdes,
acuérdate de mí según tu amor.
Bueno y recto es Yahvé:
muestra a los pecadores el camino,
conduce rectamente a los humildes
y a los pobres enseña su sendero.
Amor y verdad son las sendas de Yahvé
para quien guarda su alianza y sus preceptos.
Haz gala de tu nombre, Yahvé,
y perdona mi culpa, que es grande.
Cuando un hombre respeta a Yahvé,
él le indica el camino a seguir;
vivirá colmado de dicha,
su estirpe poseerá la tierra.
Yahvé se confía a sus adeptos,
los va instruyendo con su alianza.
Mis ojos están fijos en Yahvé,
que sacará mis pies de la trampa.
Vuélvete a mí, tenme piedad,
me siento solo y desdichado.
La angustia crece en mi corazón,
hazme salir de mis tormentos.
Mira mi aflicción y mi penar,
perdona todos mis pecados.
Mira cuántos son mis enemigos,
la violencia del odio que me tienen.
Guarda mi vida, ponme a salvo,
no me avergüence por confiar en ti.
Integridad y rectitud me ampararán,
porque espero en ti, Yahvé.
Redime, Dios, a Israel
de todas sus angustias.
Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.
(fuente: ocarm.org)
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