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lunes, 29 de febrero de 2016

"ningún profeta es bien recibido en su tierra"

Lunes de la tercera semana de Cuaresma
(29/02/2016)

Segundo Libro de los Reyes 5, 1-15a. 

Naamán, general del ejército del rey de Arám, era un hombre prestigioso y altamente estimado por su señor, porque gracias a él, el Señor había dado la victoria a Arám. Pero este hombre, guerrero valeroso, padecía de una enfermedad en la piel. En una de sus incursiones, los arameos se habían llevado cautiva del país de Israel a una niña, que fue puesta al servicio de la mujer de Naamán. Ella dijo entonces a su patrona: "¡Ojalá mi señor se presentara ante el profeta que está en Samaría! Seguramente, él lo libraría de su enfermedad". Naamán fue y le contó a su señor: "La niña del país de Israel ha dicho esto y esto". El rey de Arám respondió: "Está bien, ve, y yo enviaré una carta al rey de Israel". Naamán partió llevando consigo diez talentos de plata, seis mil siclos de oro y diez trajes de gala, y presentó al rey de Israel la carta que decía: "Al mismo tiempo que te llega esta carta, te envío a Naamán, mi servidor, para que lo libres de su enfermedad". Apenas el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras y dijo: "¿Acaso yo soy Dios, capaz de hacer morir y vivir, para que este me mande librar a un hombre de su enfermedad? Fíjense bien y verán que él está buscando un pretexto contra mí". Cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras, mandó a decir al rey: "¿Por qué has rasgado tus vestiduras? Que él venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel". Naamán llegó entonces con sus caballos y su carruaje, y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo. Eliseo mandó un mensajero para que le dijera: "Ve a bañarte siete veces en el Jordán; tu carne se restablecerá y quedarás limpio". Pero Naamán, muy irritado, se fue diciendo: "Yo me había imaginado que saldría él personalmente, se pondría de pie e invocaría el nombre del Señor, su Dios; luego pasaría su mano sobre la parte afectada y curaría al enfermo de la piel. ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Parpar, no valen más que todas las aguas de Israel? ¿No podía yo bañarme en ellos y quedar limpio?". Y dando media vuelta, se fue muy enojado. Pero sus servidores se acercaron para decirle: "Padre, si el profeta te hubiera mandado una cosa extraordinaria ¿no la habrías dicho? ¡Cuánto más si él te dice simplemente: Báñate y quedarás limpio!". Entonces bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó limpio. Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el hombre de Dios. Al llegar, se presentó delante de él y le dijo: "Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un presente de tu servidor".


Salmo 42(41), 2-3.43(42),3-4.

Como la cierva sedienta
busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira
por ti, mi Dios.

Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar
el rostro de Dios?

Envíame tu luz y tu verdad:
que ellas me encaminen
y me guíen a tu santa Montaña,
hasta el lugar donde habitas.

Y llegaré al altar de Dios,
el Dios que es la alegría de mi vida;
y te daré gracias con la cítara,
Señor, Dios mío.


del Evangelio según San Lucas 4, 24-30.

Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio". Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.










REFLEXIÓN

Como Cristo debería estar triste en su alma al verse tan despreciado, y odiado por sus mismos paisanos, como decían en aquel momento. Y me preguntaba: ¿nosotros nos consideramos hermanos, amigos suyos, lo tratamos mejor? Sólo le pedimos, quizás, que tenga paciencia con nosotros y no se aleje de nosotros, porque me parece que a veces también tenemos actitudes de rechazo, aunque no nos demos cuenta.

Vemos a Jesús en la sinagoga, hoy en el Evangelio, quejándose de cuántos no han sabido captar los signos de los tiempos y no han reconocido al Mesías. Le ayuda entonces a Jesús invitarlos a ver cómo pueden abrir su corazón, para escuchar ese mensaje de salvación, y contraponiendo a esto el ejemplo de los paganos, que sin tener el apoyo y guía de los profetas que ellos tienen reconocieron la actuación de Dios.

Por lo tanto, así hoy, expresa Jesús la queja de haber sido enviado a los suyos y no haber sido recibido, no haber sido recibido por todos los que presumiblemente sabían más de la Escritura, del Mesías, de la ausencia y presencia de Dios en la tierra, en la humanidad.

Sin embargo, la gente sencilla, los enfermos, los pobres, y los que oficialmente no sabían tanto, le abrieron los brazos y lo recibieron encantadísimos, lo mismo sucedió con los paganos, romanos, samaritanos. Jesús tuvo mucha admiración de su fe.

Dios siempre nos sorprende, lo más importante, como dice Jesús hoy en el trasfondo de esta lectura, no es ser de Nazareth o paisanos de Jesús, lo más importante es la fe que Jesús propone.

Jesús buscó y busca, todavía hoy entre nosotros, personas que se fíen en él, que confíen en él, que apuesten por él, que se conviertan, que dejen esas redes en las que sus vidas podrían encontrarse prendidas y le sigan. A partir de ese momento habrá que seguir abiertos a la sorpresa de un Dios cuyo plan y camino a veces son muy distintos de los nuestros, la iniciativa será siempre de Dios, siempre suya.

El problema de los fariseos fue fiarse más de sus conocimientos y cumplimientos, que del Dios siempre sorprendente que lleva a ellos por los caminos que no esperaban y no esperamos quizás hoy también nosotros.

Debemos pedir el Espíritu de discernimiento y no cerrarnos a todo lo que se nos ha hecho hasta ahora y se nos ha dicho, se nos presenta y no entendemos como parte de nuestra vida cotidiana y que a veces no encaja con nuestras estructuras de pensamiento, y por lo cual tenemos que abrir el corazón.

¿Qué nos puede decir esta Palabra hoy, aquí, ahora? Hoy somos nosotros los paisanos de Jesús, los que cometemos errores con Él, pero también somos los que compartimos, comemos y bebemos con Él, los que nos alimentamos de su Palabra, sus actitudes. Quizás por eso podemos sentirnos interpelados por su Palabra, por eso me parece importante que aprendamos de lo que sucedió en Nazareth a descubrir a Jesús en nuestra propia tierra, aunque sea en algunos aspectos un poco hostil a la fe, en nuestra propia vida, en las personas, en la historia única de cada uno de nosotros. Y más que pedir como ellos milagros, pidamos que Dios se nos siga manifestando en lo sencillo, en lo cotidiano, en lo que, aunque nos cueste, es lo que tenemos, es lo más importante para nosotros.

Me parece importante descubrirnos en esta respuesta a Dios, ¿cómo aceptamos la presencia de Jesús y sus palabras?, ¿cuáles son aquellas cosas que a veces nos hacen rechazar la persona de Jesús, su proyecto, su Palabra?

escrito por P. Mario Sanchez
Sacerdote de la Arquidiócesis de Córdoba
(fuente: oleadajoven.org.ar)

domingo, 28 de febrero de 2016

'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'

Tercer domingo de Cuaresma
(28/02/2016)

Libro del Exodo 3, 1-8a.13-15. 

Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb. Allí se le apareció el Angel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza. Al ver que la zarza ardía sin consumirse, Moisés pensó: "Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?". Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: "¡Moisés, Moisés!". "Aquí estoy", respondió el. Entonces Dios le dijo: "No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa". Luego siguió diciendo: "Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios. El Señor dijo: "Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, los hititas, los amorreos, los perizitas, los jivitas y los jebuseos. Moisés dijo a Dios: "Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios de sus padres me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y entonces, ¿qué les responderé?". Dios dijo a Moisés: "Yo soy el que soy". Luego añadió: "Tú hablarás así a los israelitas: "Yo soy" me envió a ustedes". Y continuó diciendo a Moisés: "Tu hablarás así a los israelitas: El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es el que me envía. Este es mi nombre para siempre y así será invocado en todos los tiempos futuros.


Salmo 103(102), 1-2.3-4.6-7.8.11.

Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.

El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura.

El Señor hace obras de justicia
y otorga el derecho a los oprimidos;
él mostró sus caminos a Moisés
y sus proezas al pueblo de Israel.

El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por los que lo temen.


Carta I de San Pablo a los Corintios 10, 1-6.10-12.

Porque no deben ignorar, hermanos, que todos nuestros padres fueron guiados por la nube y todos atravesaron el mar; y para todos, la marcha bajo la nube y el paso del mar, fue un bautismo que los unió a Moisés. También todos comieron la misma comida y bebieron la misma bebida espiritual. En efecto, bebían el agua de una roca espiritual que los acompañaba, y esa roca era Cristo. A pesar de esto, muy pocos de ellos fueron agradables a Dios, porque sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Todo esto aconteció simbólicamente para ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres. No nos rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo cual murieron víctimas del Angel exterminador. Todo esto les sucedió simbólicamente, y está escrito para que nos sirva de lección a los que vivimos en el tiempo final. Por eso, el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!


del Evangelio según San Lucas 13, 1-9.

En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. El les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera". Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'. Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".














REFLEXIÓN

Jesús sigue hablando y preparando el Reino de Dios pero, para ello, necesita que las personas cambiemos, que seamos capaces de cambiar nuestra actitud y forma de vida para crear un mundo mejor.

Ha pasado mucho tiempo y lo hombres no despertamos, no tomamos conciencia de que tenemos que instaurar la paz, el amor y la justicia porque este es el estado normal de la humanidad, pero el odio y los egoísmos no nos dejan ver la luz, y esto impide que cambiemos.

Por ello el evangelista nos ilustra hoy con una parábola que utilizó Jesús para hacer más comprensible su mensaje. Nos compara con una higuera que no da el esperado fruto. Esto lleva al dueño de la viña a decidir cortarla, pero su cuidador antecede ante el dueño para que la deje más tiempo, él la cuida, la quiere, la protege y seguirá abonándola para intentar que por fin dé fruto.

Esa higuera somos nosotros, nos decimos seguidores pero nuestro fruto no llega nunca, queremos cambiar a los demás en lugar de cambiarnos nosotros. Jesús nos nutre cada día con su Palabra, su ejemplo de vida, pero nosotros seguimos prefiriendo vivir de espaldas a Él, cumplir con la Eucaristía como rito antes que abrir nuestro corazón y como el barro en manos del alfarero, dejarnos amasar.

Estamos en el año de la Fe, Jesús nos da otra oportunidad para que seamos capaces de salir de la rutina y ser una higuera fértil. Una higuera que da el fruto generoso del amor entre todos los hermanos, haciendo visible a Dios en la tierra pero, para ello, tenemos que estar dispuestos a cambiar.

(fuente: eltallerdelaserenidad.wordpress.com)

sábado, 27 de febrero de 2016

"Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos"

Sábado de la segunda semana de Cuaresma
(27/02/2016)

Libro de Miqueas 7, 14-15.18-20. 

Apacienta con tu cayado a tu pueblo, al rebaño de tu herencia, al que vive solitario en un bosque, en medio de un vergel. ¡Que sean apacentados en Basán y en Galaad, como en los tiempos antiguos! Como en los días en que salías de Egipto, muéstranos tus maravillas. ¿Qué dios es como tú, que perdonas la falta y pasas por alto la rebeldía del resto de tu herencia? El no mantiene su ira para siempre, porque ama la fidelidad. El volverá a compadecerse de nosotros y pisoteará nuestras faltas. Tú arrojarás en lo más profundo del mar todos nuestros pecados. Manifestarás tu lealtad a Jacob y tu fidelidad a Abraham, como juraste a nuestros padres desde los tiempos remotos.


Salmo 103(102), 1-2.3-4.9-10.11-12.

Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.

El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura.

No acusa de manera inapelable
ni guarda rencor eternamente;
no nos trata según nuestros pecados
ni nos paga conforme a nuestras culpas.

Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por los que lo temen;
cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados


del Evangelio según San Lucas 15, 1-3.11-32.

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". Jesús les dijo entonces esta parábola: Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'. Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. El le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'. El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'. Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'".








REFLEXIÓN

¡Queridos Amigos de Oleada Joven! Compartimos en este día la parábola de Dios que este caso, nos presenta el Capítulo 15 de Lucas, tan conocido por cada uno de nosotros seguramente.

Esta Parábola algunos comentaristas dicen: "Mal llamadas el regreso del Hijo Prodigo". Porque el acento tiene que ser puesto por la misericordia del Padre, por eso quizás, el nombre más propio sería esta parábola de misericordia del Padre, del Padre misericordioso.

El evangelio, comienza diciendo que los pecadores, los recaudadores de impuestos se acercaban para escucharlo ¡Escucharlo! Esa actitud primera, principal que tiene que tener un discípulo, un seguidor de Jesús. Pero, no solo estan los recaudadores de impuestos, los pecadores, también estan los fariseos, esa secta de la época que se encargaba de custodiar celosamente la ley y por lo tanto, lo acusan a Jesús de aceptar a los pecadores y lo que es peor, comer con ellos. Aceptar a los pecadores y comer con ellos, esta es la acusación que los fariseos le realizan a Jesús.

Jesús, comienza entonces, esto le da pie para formular esta hermosa parábola que da cuenta el evangelio de San Lucas. Parábola tan conocida por todos, que tiene una gran enseñanza, ese perdón, esa misericordia, esa disponibilidad que tiene el Padre del Cielo de perdonarnos a cada uno de nosotros, si nos arrepentimos, si volvemos a Él. Y esto es lo que sucede después de mal gastar su vida, este hijo que pidio la herencia y se alejo. Se acuerda de su padre, se acuerda de su casa y dice< bueno, ahi no tenia hambre> ahora tengo que comer alimentos de los chanchos. Y asi regresa, regresa a su casa y es recibido con los brazos abiertos.

El evangelio dice<< que el padre salía todas las mañanas a ver, desde lejos lo ve llegar y lo abraza, lo abraza cariñosamente, lo viste bien, le prepara una linda comida y hace fiesta. Esa es la fiesta que hace el Padre del cielo cuando nosotros nos arrepentimos, cuando nos reconocemos pecadores.

Por eso, unas de las preguntas que podemos hacernos en este sábado es<<¿Qué imagen tenemos nosotros de Dios, o nos hemos hecho de Él? Un Padre que perdona, un Padre Misericordioso o al contrario? Un padre que castiga quizas, no es el caso. Pero, bueno, es importante recordarlo, decirlo esto y otra pregunta, no menos importante puede ser<< Si hemos tenido la gracia de tener, si hemos vivido la experiencia gozoza de una reconciliación, de escuchar con nuestros propios oídos la palabra del Sacerdote que nos dice que<> porque la gracia de Dios se derrama sobre nosotros cada vez que inclinamos nuestras cabezas y nos animamos a pedirle perdón a Dios. Y no solo Dios nos perdona, sino también nos regala su amor, su fuerza, su gracia para seguir adelante.

Por eso, la invitación de hoy es revisar, entonces<<¿Qué imagen tenemos de Dios? ¿Cómo estamos viviendo, como nos presentamos frente a Él? Y si realmente tenemos esta experiencia gozoza de la confesión, de la reconciliacion.

<> a veces los seres humanos, por ahi alejamos a las personas, pero no es el caso.

Pidamos la gracia, recemos antes de ir a confesarnos, confiadamente entreguemonos mas en las manos de Jesús, el Maestro que sin dudas va a perdonarnos y ayudarnos a seguir creciendo y cambiando en la vida de la Fe.

Que tengan una excelente Jornada.

escrito por P. Nicolás Retes
(fuente: oleadajoven.org.ar)

viernes, 26 de febrero de 2016

"La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular"

Viernes de la segunda semana de Cuaresma
(26/02/2016)

Libro de Génesis 37, 3-4.12-13a.17b-28. 

Israel amaba a José más que a ningún otro de sus hijos, porque era el hijo de la vejez, y le mandó hacer una túnica de mangas largas. Pero sus hermanos, al ver que lo amaba más que a ellos, le tomaron tal odio que ni siquiera podían dirigirle el saludo. Un día, sus hermanos habían ido hasta Siquém para apacentar el rebaño de su padre. Entonces Israel dijo a José: "Tus hermanos están con el rebaño en Siquém. Quiero que vayas a verlos". José fue entonces en busca de sus hermanos, y los encontró en Dotán. Ellos lo divisaron desde lejos, y antes que se acercara, ya se habían confabulado para darle muerte. "Ahí viene ese soñador", se dijeron unos a otros. "¿Por qué no lo matamos y lo arrojamos en una de esas cisternas? Después diremos que lo devoró una fiera. ¡Veremos entonces en qué terminan sus sueños!". Pero Rubén, al oír esto, trató de salvarlo diciendo: "No atentemos contra su vida". Y agregó: "No derramen sangre. Arrójenlo en esa cisterna que está allá afuera, en el desierto, pero no pongan sus manos sobre él". En realidad, su intención era librarlo de sus manos y devolverlo a su padre sano y salvo. Apenas José llegó al lugar donde estaban sus hermanos, estos lo despojaron de su túnica - la túnica de mangas largas que llevaba puesta - , lo tomaron y lo arrojaron a la cisterna, que estaba completamente vacía. Luego se sentaron a comer. De pronto, alzaron la vista y divisaron una caravana de ismaelitas que venían de Galaad, transportando en sus camellos una carga de goma tragacanto, bálsamo y mirra, que llevaban a Egipto. Entonces Judá dijo a sus hermanos: "¿Qué ganamos asesinando a nuestro hermano y ocultando su sangre? En lugar de atentar contra su vida, vendámoslo a los ismaelitas, porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne". Y sus hermanos estuvieron de acuerdo. Pero mientras tanto, unos negociantes madianitas pasaron por allí y retiraron a José de la cisterna. Luego lo vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de planta, y José fue llevado a Egipto.


Salmo 105(104), 16-17.18-19.20-21.

Él provocó una gran sequía en el país
y agotó todas las provisiones.
Pero antes envió a un hombre,
a José, que fue vendido como esclavo.

Le ataron los pies con grillos
y el hierro oprimió su garganta,
hasta que se cumplió lo que él predijo,
y la palabra del Señor lo acreditó.

El rey ordenó que lo soltaran,
el soberano de pueblos lo puso en libertad;
lo nombró señor de su palacio
y administrador de todos sus bienes.


del Evangelio según San Mateo 21, 33-43.45-46.

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi hijo". Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?». Le respondieron: «Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo.» Jesús agregó: «¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.» Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.













REFLEXIÓN

Realmente es una parábola muy crítica a la clase dirigencial judía de aquel tiempo. Jesús los denuncia a través de esta parábola.

Si ustedes ven el dueño de la viña es Dios, los servidores que manda el dueño son los profetas, los homicidas son los dirigentes judíos. Y el hijo único del propietario es Jesús, que mas adelante será muerto en la cruz.

Sin bien la crítica de Jesús es a la clase dirigencial, no podemos dejar de examinar a nuestra vida a la luz de esta Palabra.

Nosotros también podemos caer en esta actitud de rechazo hacia el Señor, cada vez que no lo dejamos entrar en nuestras vidas, cuando queremos seguir viviendo a nuestro gusto y paladar sin tener en cuenta lo que el Señor dice; siguiendo nuestros proyectos sin importarnos los proyectos o el proyecto de Dios para nuestra vida.

Y justamente una de las prácticas de la Cuaresma es la oración; y esta implica la actitud de escucha, de apertura y recepción y docilidad a la voluntad de Dios; voluntad de Dios, que no siempre coincidirá con lo que uno quiere o desea. Pero si dejamos que la gracia de Dios actúe en nosotros, seguramente daremos esos frutos de amor que el Señor espera de cada uno de nosotros.

escrito por P. José Navarro
Asesor Pastoral de la Diócesis de Tucumán 
(fuente: oleadajoven.org.ar)

jueves, 25 de febrero de 2016

'Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'

Jueves de la segunda semana de Cuaresma
(25/02/2016)

Libro de Jeremías 17,5-10. 

Así habla el Señor: ¡Maldito el hombre que confía en el hombre y busca su apoyo en la carne, mientras su corazón se aparta del Señor! El es como un matorral en la estepa que no ve llegar la felicidad; habita en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhóspita. ¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza! El es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme cuando llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; no se inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto. Nada más tortuoso que el corazón humano y no tiene arreglo: ¿quién puede penetrarlo? Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino las entrañas, para dar a cada uno según su conducta, según el fruto de sus acciones.


Salmo 1, 1-2.3.4.6.

¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche!

El es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.

No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.


del Evangelio según San Lucas 16, 19-31.

Jesús dijo a los fariseos: "Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: 'Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan'. 'Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí'. El rico contestó: 'Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento'. Abraham respondió: 'Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen'. 'No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán'. Pero Abraham respondió: 'Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'".












REFLEXIÓN
“El hombre rico y el pobre Lázaro”

Esta parábola se presta para imaginar con los sentidos interiores los grandes escenarios que van desde la tierra al cielo y al infierno. Son escenarios en el que nos movemos los hombres y pueden ser imaginados o contemplados con los sentidos interiores para que la contemplación de esas imágenes nos haga asimilar en nuestros sentidos y por nuestros sentidos al núcleo del mensaje evangélico que es un llamamiento urgente a la conversión, a volver al corazón de Cristo.

El primer escenario es la tierra: dos hombres signo de muchos hombres y sociedades enteras, símbolos de actitudes y realidades humanas. Podemos contemplar al rico en medio de las alegrías superficiales de su fiesta, no se preocupaba del otro que era pobre, ni si quiera le daba lo que caía a su mesa. En la psicología del rico está la despreocupación de lo que les pasa a los demás, la vanalidad que le lleva a un festejo que en el fondo no sabe para qué es. Como describe San Ignacio en el interior del hombre la lucha entre las dos banderas, la de Cristo y la de Satanás, hay en el rico un vano honor del mundo, un profundo egoísmo y una avaricia que lo lleva sin duda a la soberbia y a muchos otros males. En lenguaje Ignaciano, estaría ubicado en la bandera de Satanás.

Por otra parte, el pobre Lázaro que está preocupado de lo indispensable de vivir que es comer, y no podía ni eso.. y seguramente la vida que lo había humillado en su pobreza y el desprecio que había recibido, seguro había en su interior humildad en donde, en lenguaje de Ignacio, se ubica la bandera de Cristo. Ignacio dirá que el demonio llama primero a riqueza, poseer, luego a vano honor de este mundo, la vanidad y un tercer escalón la soberbia y de allí se vienen todos los males.

En cambio Jesús llama a la pobreza, a compartir, a la generosidad, a la humillación, al abajamiento, al servicio y de ahí el tercer escalón es la humildad que es amor a lo Cristo, Cristo es el humilde. Dice la parábola que estos dos hombres murieron, porque a todos nos llega la muerte, y el pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham y el rico también murió y fue sepultado. Podemos detenernos contemplando la muerte de los dos: mientras uno muere en su cama rodeado de los suyos, seguramente, y otro abandonado.

La muerte nos iguala: y aquí se abren dos escenarios para contemplar, el cielo y el infierno. Dice la parábola que en la morada de los muertos en medio de los tormentos, el hombre rico levantó los ojos y vio de lejos a Abraham y a Lázaro junto a él y dijo: “Padre Abraham ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua porque este fuego me atormenta”.

Están lejos uno del otro, tan lejos que hay un abismo y de un lugar no se puede pasar al otro, no hay comunicación. Es el abismo que separa el cielo del infierno, el lugar del gozo y de la paz, el lugar del bien, del lugar del fuego y el tormento. No es posible ya comunicarse y tampoco es tiempo para merecer. Por eso la respuesta fue “Hijo mío recuerda que has recibido tus bienes en vida y encambio Lázaro males, ahora él encuentra aquí su consuelo y tu el tormento“ En vida estaban separados por la riqueza y la pobreza, pero a ese abismo lo superó la muerte que los igualó a los dos. Después de la vida están separados por un abismo, pero ahora este abismo es infranqueable para los dos. La desesperación lleva a pedir al rico que vuelva a la tierra para advertir a sus hermanos. Pero las palabras de Abraham son terribles y nos muestra hasta que punto llega la cerrazón del corazón a apegarse a las riquezas y crecida soberbia: “Tampoco se convencerán aunque un muerto resucite”. El signo definitivo de la revelación de Dios en la otra vida es el Señor resucitada, el triunfo de Cristo sobre la muerte.

Brochero, corazón de discípulo

José Gabriel Brochero como sacerdote y como seguidor, discípulo de Jesús, trató de vivir ese amor que acompaña el dolor, trató de ser esa mano que se extiende hacia la de un hombre gravemente enfermo, trató de iluminar su rostro para abrir esperanzas, para convertir a cada persona en su hermano, trató de ser la mano que te estrecha fuerte y te hace sentir un gesto de preocupación real y de presencia de amor. Es la mano de cristo buscando los oídos y la boca de aquel sordomudo que dice “¡Ábrete!” y ensuciándose en las llagas del leproso y estirándose a modo de puente salvador para aquel Pedro desconfiado que por quitar la mirada del Señor empezó a hundirse.

Las manos sacerdotales de José Gabriel Brochero, como las de Cristo, son las manos que con la misma unción que toman pan y vino, antes han tomado la palangana, la jarra y la toalla para alimento y servicio de sus amigos en la última cena. Son las manos extendidas en el madero, en el único gesto que supera el abrazo; las manos heridas y gloriosas brindadas para que un Tomás incrédulo empacado en su capricho de tocar, se saque las dudas; y las miles de manos de hombres y mujeres que fieles a aquello de Santa teresa, desde ahora Cristo no tiene otras manos que las nuestras siguen acariciando, siguen secando lágrimas, siguen curando heridas, abriendo puertas, sosteniendo en las “desbarrancadas” o sirviendo platos de comida por todos los rincones del mundo de una manera bella y empecinada.

El Cura Brochero vivió profundamente esta entrega sacerdotal, este “militar” hasta la muerte bajo la bandera de Jesús, por eso siguió el camino de la pobreza, del abajamiento y de la humildad que lo llenó de amor.

escrito por P. Julio Merediz 
(fuente: www.radiomaria.org.ar)

miércoles, 24 de febrero de 2016

"el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes"

Miércoles de la segunda semana de Cuaresma
(24/02/2016)

Libro de Jeremías 18, 18-20. 

Ellos dijeron: "¡Vengan, tramemos un plan contra Jeremías, porque no le faltará la instrucción al sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta! Vengan, inventemos algún cargo contra él, y no prestemos atención a sus palabras". ¡Préstame atención, Señor, y oye la voz de los que me acusan! ¿Acaso se devuelve mal por bien para que me hayan cavado una fosa? Recuerda que yo me presenté delante de ti para hablar en favor de ellos, para apartar de ellos tu furor.


Salmo 31(30), 5-6.14.15-16.

Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi refugio.
Yo pongo mi vida en tus manos:
tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.

Oigo los rumores de la gente
y amenazas por todas partes,
mientras se confabulan contra mí
y traman quitarme la vida.

Pero yo confío en ti, Señor,
y te digo: «Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos.»
Líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen.


del Evangelio según San Mateo 20, 17-28.

Cuando Jesús se dispuso a subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el camino les dijo: "Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará". Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. "¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". "No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron. "Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre". Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".













REFLEXIÓN

20 ss. Los hijos de Zebedeo, los apóstoles Juan y Santiago el Mayor. La madre se llamaba Salomé. El cáliz (v. 22) es el martirio. "Creía la mujer que Jesús reinaría inmediatamente después de la Resurrección y que Él cumpliría en su primera venida lo que está prometido para la segunda" (S. Jerónimo). Cf. Hech. 1, 6 s. En realidad, ni la mujer ni los Doce podían tampoco pensar en la Resurrección, puesto que no habían entendido nada de lo que Jesús acababa de decirles en los vv. 31 ss., como se hace notar en Luc. 18, 34. Véase 18, 32 y nota.

23. No es cosa mía. Véase expresiones semejantes en Marc. 13, 32; Juan 14, 28; Hech. 1, 7 y notas. Cf. Juan 10, 30; 6, 15; 17, 10.

25. Véase Luc. 22, 25 y nota.

26. ¡No será así entre vosotros! (cf. Marc. 10, 42; Luc. 22, 25 ss.). Admirable lección de apostolado es ésta, que concuerda con la de Luc. 9, 50 (cf. la conducta de Moisés en Núm. 11, 26 - 29), y nos enseña, ante todo, que no siendo nuestra misión como la del César (23, 17) no hemos de ser intolerantes ni querer imponer la fe a la fuerza por el hecho de ser una cosa buena (cf. Cant. 3, 5; II Cor. 1, 23; 6, 3 ss.; I Tes. 2, 11; I Tim. 3, 8; II Tim. 2, 4; I Pedro, 5, 2 s.; I Cor. 4, 13, etc.), como que la semilla de la Palabra se da para que sea libremente aceptada o rechazada (Mat. 13, 3). Por eso los apóstoles, cuando no eran aceptados en un lugar, debían retirarse a otro (10, 14 s. y 12; Hech. 13, 51; 18, 6) sin empeñarse en dar "el pan a los perros" (7, 6). Pero al mismo tiempo, y sin duda sobre eso mismo, se nos enseña aquí el sublime poder del apostolado, que sin armas ni recursos humanos de ninguna especie (10, 9 s. y nota), con la sola eficacia de las Palabras de Jesús y su gracia consigue que no ciertamente todos - porque el mundo está dado al Maligno (I Juan 5, 19) y Jesús no rogó por él (Juan 17, 9) -, pero sí la tierra que libremente acepta la semilla, dé fruto al 30, al 60 y al 100 por uno (13, 23; Hech. 2, 41; 13, 48, etc.).

28. Al saber esto los que, siendo hombres miserables, tenemos quienes nos sirvan ¿no trataremos de hacérnoslo perdonar con la caridad hacia nuestros subordinados, usando ruegos en vez de órdenes y viendo en ellos, como en los pobres, la imagen envidiable del divino Sirviente? (Luc. 22, 27). Nótese que esto, y sólo esto, es el remedio contra los odios que carcomen a la sociedad. En rescate por muchos, esto es, por todos. "Muchos" se usa a veces en este sentido más amplio. Cf. 24, 12; Marc. 14, 24.

(fuente: aciprensa.com)

martes, 23 de febrero de 2016

"No hagan como los fariseos... "

Martes de la segunda semana de Cuaresma
(23/02/2016)

Libro de Isaías 1, 10.16-20. 

¡Escuchen la palabra del Señor, jefes de Sodoma! ¡Presten atención a la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra! ¡Lávense, purifíquense, aparten de mi vista la maldad de sus acciones! ¡Cesen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la viuda! Vengan, y discutamos -dice el Señor-: Aunque sus pecados sean como la escarlata, se volverán blancos como la nieve; aunque sean rojos como la púrpura, serán como la lana. Si están dispuestos a escuchar, comerán los bienes del país; pero si rehúsan hacerlo y se rebelan, serán devorados por la espada, porque ha hablado la boca del Señor.


Salmo 50(49), 8-9.16bc-17.21.23.

No te acuso por tus sacrificios:
¡tus holocaustos están siempre en mi presencia!
Pero yo no necesito los novillos de tu casa
ni los cabritos de tus corrales.

"¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos
y a mencionar mi alianza con tu boca,
tú, que aborreces toda enseñanza
y te despreocupas de mis palabras?

Haces esto, ¿y yo me voy a callar?
¿Piensas acaso que soy como tú?
Te acusaré y te argüiré cara a cara.

El que ofrece sacrificios de alabanza,
me honra de verdad;
y al que va por el buen camino,
le haré gustar la salvación de Dios."


del Evangelio según San Mateo 23, 1-12.

Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: "Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar 'mi maestro' por la gente. En cuanto a ustedes, no se hagan llamar 'maestro', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco 'doctores', porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".







REFLEXIÓN

En el evangelio, Jesús invita a escuchar a los fariseos pero no dejarse guiar por sus obras. Sólo desde el camino de humillación, de búsqueda de la pequeñez para que se manifieste la grandeza de Dios, podemos derribar los modos fariséicos que se nos van pegando. En Jesús se da vuelta la historia: los últimos serán los primeros.


No hagan como los fariseos

En los dos capítulos previos, Jesús entró en un serio conflicto con los escribas y los fariseos cuando les dijo, “De verdad les digo, que los publícanos y las rameras llevaran la delantera (escribas y fariseos) en el reino de Dios” (21:31). Los fariseos están dedicados a la rectitud personal, pero Jesús le dijo a sus discípulos, “Porque les digo que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (5:20), y “Déjenlos; son ciegos guías de ciegos” (15:14) y que “…les dije que se guarden de la levadura de los fariseos y saduceos…” (Mt 16:11). Ahora, en este pasaje, Jesús les dice a sus discípulos que hagan lo que los escribas y fariseos enseñan. ¿A qué debemos atribuir, ahora, este comentario tan sorprendentemente positivo?

Jesús dice que los escribas y fariseos “Sobre la cátedra de Moisés se sentaron” (v. 2). Moisés, por supuesto, fue el gran dador de la ley, y sentarse en la cátedra de Moisés tal vez sea algo metafórico, y signifique continuar con la obra de Moisés, hablar con la autoridad de Moisés (Morris, 571; Boring 431); o, para el tiempo de Jesús, es posible que la cátedra de Moisés fuera de hecho una silla que se colocaba al frente de la sinagoga. “En cualquier caso, ‘la cátedra de Moisés’ se refería a la autoridad de los maestros cuya interpretación de la tradición proveía un puente de unión con Moisés, el dador de la ley y maestro por excelencia” (Senior, 257).

Jesús dice, “Así que, todo lo que les dijeron que guarden, guárdenlo y háganlo” (v. 3a). A pesar de su fracaso personal, estos escribas y fariseos son mayordomos de un gran tesoro espiritual, y Jesús quiere que sus discípulos aprovechen ese tesoro para ellos mismos. Esto está de acuerdo con la anterior declaración de Jesús “No piensen que he venido para abrogar la ley ó los profetas: no he venido para abrogar, sino á cumplir” (5:17). También está de acuerdo con la ley deuteronómica, que requiere a los judíos consultar con autoridades religiosas por asuntos espirituales difíciles y cuidar de “hacer según todo lo que te manifestaren” (Deuteronomio 17:10).

Los discípulos de Jesús deben honrar el honorable cargo que estos hombres ocupan y hacer lo que enseñan, siempre y cuando estén de acuerdo con la Torá. Los escribas y fariseos habían extendido la ley poniéndole parches, añadiendo reglas y reglamentos, y Jesús no les dice a sus discípulos que las desechen, como a ellos les gustaría que lo hubiera hecho. La razón podría ser que Jesús está por llegar a un PERO, y que el núcleo de su mandamiento tiene que ver con lo que sigue a ese PERO.

¿Qué pasos en la conversión Dios me está pidiendo? ¿En qué aspecto de mi vida en concreto el Señor me invita a mayor coherencia evangélica?


“No hagan conforme a sus obras”

¿Cuáles son estas obras no recomendables?

1) “dicen, y no hacen” (v. 3c). Cuando se trata de enseñar, nada es tan efectivo como un buen ejemplo y nada tan destructivo como un mal ejemplo. Su conducta personal debe proveer una lección visible: debe mostrar a la comunidad cómo es la conducta apegada a la ley y los beneficios que esto acarrea. Pero estos hombres que enseñan la ley de la Torá fallan para practicar lo que enseñan. Su falta de integridad socava su obra.

2) “Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover” (v. 4). Los escribas y fariseos se creen responsables ante Dios para obligar a los demás a mantener altos niveles de conducta, más que como responsables por la gente para ayudarles a obtener esos altos niveles. Un regulador moral del comportamiento. Es este “acercarse por el lado equivocado” lo que crea el problema. Observando al rebaño desde su posición superior, lo que sienten es desprecio más que compasión. La distancia que hay entre donde está la gente y donde Dios quiere que estén es tan grande que los escribas y fariseos ven la situación sin esperanza alguna. Sin querer ensuciarse las manos y perder su tiempo, ellos se evaden por el camino fácil. Pasan sus días debatiendo los puntos finos de la ley, y cargan al pueblo con sus hallazgos. Ellos ven esto como si fuera la responsabilidad de la gente sobrellevar la carga resultante, y rehúsan siquiera levantar un dedo para ayudarles.
En contraste, Jesús ofrece un yugo fácil, una carga ligera, y descanso para el alma (11:29-30). Esto no significa que Jesús deseche la ley o disculpe a otros por hacerlo, pero sí significa que Jesús, el carpintero, amorosamente talla el yugo para que sea cómodo y se ajuste bien para llevar la carga efectivamente. La diferencia entre un yugo que se hizo sin cuidado, y el que fue cuidadosamente labrado, puede no ser tan evidente para el observador casual, pero es muy evidente para el animal que lo lleva. La compasión de Jesús hace la diferencia. El espíritu del mal es el propiamente acusador, diría San Ignacio. Dios nunca acusa ni echa en cara.

3) “Antes, todas sus obras hacen para ser mirados de los hombres” (v. 5a). Jesús manda a sus discípulos a que “así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen á vuestro Padre que está en los cielos” (5:16). Los escribas y fariseos son culpables de buscar la gloria para sí mismos y que en realidad le pertenece a Dios. Una vez más “llegan por el lado equivocado”, buscando la gloria personal en vez de buscar dar la gloria a Dios. Ellos aman el gran honor que está asociado con su posición. Estamos en la presencia de la vanagloria, como lugar ocupado por las fuerzas del mal, rompiendo con la razón por la cuál hemos sido creados: para amar, hacer reverencia y dar gloria a Dios.


¿Qué no actitudes de los fariseos hay que evitar?

Este estilo de los fariseos moralista y aparente, genera que las personas se vayan “acartonando”. Cuando es “el deber ser” lo que orienta el comportamiento no sale lo mejor. Jesús, con la fuerza de su amor, hace que salga lo más valioso dentro nuestro. La ley de su amor es la única capaz de hacer que vayamos más allá de lo que podríamos. “Lo bueno que hay en vos” es ese deseo interior que sentís dentro de mayor autenticidad en tu vida evangélica. Que a la luz del amor de Dios puedas sacar lo mejor, y renunciar a ese espíritu de religiosidad falsa que te hunde.

Algunos comportamientos fariseos serían: por un lado va la fe y por otro la vida. “Mis negocios y las finanzas las hago conforme al mundo, pero después soy muy piadoso”. Eso es una doble moral. “Yo soy testigo del evangelio de Jesucristo y llevo con fuerza el evangelio a mis compañeros” y me convierto en un termómetro moral, sin tener compasión ni entender por qué los demás son como son. Se convierte en una ética moralista sin espíritu. Hay fariseísmo cuando en la comunidad en torno a la mesa del altar, “todos nos reunimos a orar, y sin embargo entre nosotros nos matan las riñas y los celos, ganando el territorio de la comunidad y la verdad”. Con apariencia de gente buena y correcta, estamos en lucha.

Hubo fariseos en el tiempo de Jesús que se conviertieron: José de Arimateo o Nicodemo. Se dieron cuenta que el llamado de Jesús a la conversión también les cabía a ellos. El fariseísmo lo que tiene de nocivo es lo que esconde en apariencia: ustedes son sepulcros blanqueados, están “limpitos” por fuera y podridos por dentro. El mayor fariseísmo de nuestro tiempo es la incapacidad de descubrir el pecado dentro de nosotros mismos. El rostro fariseo de la “mundanidad de la fe” que denuncia el Papa Francisco. Más que inculpar a los otros, es bueno descubrir que dentro nuestro también hay algo de fariseo, y el Señor con su amor quiere rescatarnos.


No la vanagloria

San Ignacio en Principio y Fundamento dice que "el hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma; y las otras cosas sobre la faz de la Tierra son creadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para el que es creado. De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto lo impidan.” Justamente es lo que no hacen los fariseos, ellos se vanaglorian.

Este amor al honor se manifiesta de varias maneras. “Ensanchan sus filacterias y extienden los flecos de sus mantos" (v. 5b). Filacterias (también conocidas como tephillin) son cajas de cuero que contienen uno o más rollos inscritos con pasajes de la Escritura de acuerdo con Deuteronomio 11:18, que dice “Pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis por señal en vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos.” Obedeciendo a la ley de la Tora, los escribas y fariseos usaban filacterias en su frente y en su brazo. Las filacterias servían como un constante recordatorio de la ley de Dios, e incluía ciertos pasajes de la ley (Éxodo 13:1-16; Deuteronomio 6:4-9; 11:13-21).

Las franjas en los bordes de la vestidura son requeridas por Números 15:37-41 y Deuteronomio 22:12, y la intención es que estas les recuerden los mandamientos al pueblo de Dios. Jesús usó esas franjas en su vestidura (Mateo 9:20; 14:36). Las filacterias y franjas son más o menos como los vitrales o las imágenes: su intención es que la gente, particularmente las personas casi analfabetas, recuerden y entiendan los asuntos espirituales. Debemos tener en mente que no simplemente son una buena idea, sino que son la idea de Dios, puesta en la ley de la Tora.

Es un “yoísmo” el de los fariseos, en donde se creen perfectos, justos, y es como decimos, “se la creen”. El Papa Francisco en el comienzo de su Pontificado le decía a sus hermanos obispos argentinos “recen para que no me la crea”. En la fe nadie se la puede creer, y si se cree perfecto, ya hay algo que comienza a podrirse. Cuando en la vida espiritual nos detenemos, retrocedemos.


Jesús trae un orden nuevo

El problema no es que los escribas y fariseos observen estas leyes de la Tora, sino que busquen honor personal por hacerlo. Especialmente usan grandes filacterias y largas franjas para llamar la atención a su escrupulosa práctica.

Valerse de la fe para justificarse, para mostrar que uno es superior, ahí es donde aparece el fariseísmo que viene como a querer encerrarnos y atraparnos para que no aparezca nuestro costado más vulnerable. Es propio de un mundo de la imagen y de la propaganda, donde reina la apariencia. Éste espíritu tapa nuestro lado más frágil que es el único lugar desde donde Dios puede acceder a nosotros y obrar con poder.

Jesús enseña a sus discípulos una manera completamente diferente de vivir. Les enseña a dar limosna, a orar, y ayunar en secreto (Mateo 6:1-8, 16-18) porque “tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (6:18). Y le dice a la gente que busca practicar la piedad para ganar honor público “de otra manera no tendréis merced de vuestro Padre que está en los cielos” (6:1).

Es muy fuerte la “autoimagen” en el espíritu fariseo. Aman los primeros asientos, y buscan hacerse llamar por títulos.

Este camino de humillación, de búsqueda de la pequeñez para que se manifieste la grandeza de Dios, es el único camino para derribar los modos fariséicos que se nos van pegando. En Jesús se da vuelta la historia: los últimos serán los primeros.

Vale la pena intentarlo, ir por la sencillez, por la ofrenda de la propia vida, de la misericordia de Dios en nosotros y nosotros misericordiosos con los demás, con el espíritu de la ternura, de despojarnos de todo modo y moda que nos viene a limitar en “un modo esperado”. No se trata de grandes gestos de rebeldías de anti sistema, sino lo inesperado del espíritu es lo que rompe con el fariseísmo y esto ocurre cuando “Dios nos primerea”. Dios se hace mensaje profético y rompe con los estereotipos fariseos que van endureciendo el alma y enfermándola. Que Dios sople con su Espíritu, que deje atrás lo viejo y nos traiga modos nuevos de proponer la vida en Cristo.

escrito por Padre Javier Soteras
(fuente: evangeliodeldia.org.ar)

lunes, 22 de febrero de 2016

"Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos"

Fiesta de la cátedra del apóstol san Pedro
(22/02/2016)

Epístola I de San Pedro 5, 1-4. 

Queridos hermanos: Exhorto a los presbíteros que están entre ustedes, siendo yo presbítero como ellos y testigo de los sufrimientos de Cristo y copartícipe de la gloria que va a ser revelada. Apacienten el Rebaño de Dios, que les ha sido confiado; velen por él, no forzada, sino espontáneamente, como lo quiere Dios; no por un interés mezquino, sino con abnegación; no pretendiendo dominar a los que les han sido encomendados, sino siendo de corazón ejemplo para el Rebaño. Y cuando llegue el Jefe de los pastores, recibirán la corona imperecedera de gloria.


Salmo 23(22), 1-3a.3b-4.5.6.

El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.

El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque Tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.

Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.


del Evangelio según San Mateo 16, 13-19.

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas". "Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?". Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".








REFLEXIÓN

Hoy celebramos con toda la Iglesia esta fiesta de la cátedra de San Pedro. Hoy estamos llamados a contemplar, a mirar esta figura docente de la Iglesia, la Iglesia que nos enseña el camino de Jesús a través de la figura de Pedro y de su sucesor, el Papa.

Que interesante que en el Evangelio se nos cuenta la profesión de fe de Pedro, ante la pregunta de "¿Qué dice la gente que soy yo de Jesús?" Y ante el "¿Qué dicen ustedes que soy yo?" Pedro sale temperamental como siempre, pero lleno del espíritu a decir, tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Nos detenemos un poquito aquí, esta es una pregunta fundamental, en esta pregunta podemos decir que se juega nuestra vida, que en esta pregunta se juega nuestra felicidad. ¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Quién soy yo para Él? ¿Quién soy yo? ¿Quién es Jesús para vos? ¿Quién sos vos para Él? ¿Quién sos vos?

Y nos enseña la Iglesia que el misterio de tu vida, todo lo que te pasa, todo lo que vas viviendo como joven, que viviste como niño y que vas a vivir toda tu vida, se resuelve, se descifra en el misterio de Jesús. Toda tu vida se resuelve en la vida de Jesús. Jesús nos da la clave para entender lo que nos pasa a nosotros. Que importante es entonces que hoy te hagas esta pregunta ¿Quién es Jesús para vos?

Y lo otro es, invitarte a que podamos confiar en la Iglesia como nuestra maestra en la figura del Papa, el sucesor de Pedro, la que nos va enseñando como madre, como maestra en el camino de la felicidad. Y también invitar a todos los adultos educadores, papás y mamás que escuchan esta reflexión a que de verdad seamos maestros de nuestros jóvenes, no con nuestras palabras, sino con nuestras obras; quizás nuestro mundo hoy está huérfano de ejemplos, huérfano de personas que con su vida muestren un camino válido para nuestros jóvenes, que lo están buscando.

Entonces ojalá que esta fiesta de la cátedra de Pedro, nos ayude a amar a la Iglesia como madre y maestra, y nos ayude a nosotros a mirar nuestra vida desde la clave de la vida de Jesús.

Que tengas una bendecida semana.

escrito por P. Gutavo Gatto
(fuente: oleadajoven.org.ar)

domingo, 21 de febrero de 2016

"Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo"

domingo de la primera semana de Cuaresma
(21/02/2016)

Libro de Génesis 15, 5-12.17-18. 

Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: "Mira hacia el cielo y si puedes, cuenta las estrellas". Y añadió: "Así será tu descendencia". Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación. Entonces el Señor le dijo: "Yo soy el Señor que te hice salir de Ur de los caldeos para darte en posesión esta tierra". "Señor, respondió Abrám, ¿cómo sabré que la voy a poseer?". El Señor le respondió: "Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, todos ellos de tres años, y también una tórtola y un pichón de paloma". El trajo todos estos animales, los cortó por la mitad y puso cada mitad una frente a otra, pero no dividió los pájaros. Las aves de rapiña se abalanzaron sobre los animales muertos, pero Abrám los espantó. Al ponerse el sol, Abrám cayó en un profundo sueño, y lo invadió un gran temor, una densa oscuridad. Cuando se puso el sol y estuvo completamente oscuro, un horno humeante y una antorcha encendida pasaron en medio de los animales descuartizados. Aquel día, el Señor hizo una alianza con Abrám diciendo: "Yo he dado esta tierra a tu descendencia desde el Torrente de Egipto hasta el Gran Río, el río Eufrates"


Salmo 27(26), 1.7-8.9abc.13-14.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?

¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz,
apiádate de mí y respóndeme!
Mi corazón sabe que dijiste:
“Busquen mi rostro”.

Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.


Carta de San Pablo a los Filipenses 3, 17-21.4,1.

Sigan mi ejemplo, hermanos, y observen atentamente a los que siguen el ejemplo que yo les he dado. Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que los cubre de vergüenza, y no aprecian sino las cosas de la tierra. En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo. El transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio. Por eso, hermanos míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, ustedes que son mi alegría y mi corona, amados míos, perseveren firmemente en el Señor.


del Evangelio según San Lucas 9, 28b-36.

Unos ocho días después de decir esto, Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras estos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". El no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: "Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo". Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.






REFLEXIÓN del Papa Benedicto XVI:

- Subir al monte para los tres apóstoles supuso quedar involucrados en la oración de Jesús
- La verdadera oración consiste precisamente en unir nuestra voluntad con la de Dios.
- Para un cristiano, por tanto, rezar no es evadirse de la realidad y de las responsabilidades que ésta comporta, sino asumirlas hasta el fondo, confiando en el amor fiel e inagotable del Señor.
- La oración no es algo accesorio u opcional, sino una cuestión de vida o muerte. Sólo quien reza, es decir, quien se encomienda a Dios con amor filial, puede entrar en la vida eterna, que es Dios mismo.

La lección de la transfiguración de Jesús: La oración, «cuestión de vida o muerte»
Benedicto XVI, 4 marzo 2007 (ZENIT.org).
Traducción del original italiano realizada por Zenit. ZS07030402 © Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana

Queridos hermanos y hermanas:

En este segundo domingo de Cuaresma, el evangelista Lucas subraya que Jesús subió al monte «a orar» (9, 28) junto con los apóstoles Pedro, Santiago y Juan y, «mientras oraba» (9,29), acaeció el luminoso misterio de su transfiguración. Subir al monte para los tres apóstoles supuso quedar involucrados en la oración de Jesús, que se retiraba con frecuencia para orar, especialmente en la aurora o después del atardecer, y en ocasiones durante toda la noche. Ahora bien, sólo en esa ocasión, en el monte, quiso manifestar a sus amigos la luz interior que le invadía cuando rezaba: su rostro --leemos en el Evangelio-- se iluminó y sus vestidos dejaron traslucir el esplendor de la Persona divina del Verbo encarnado (Cf. Lucas 9,29).

En la narración de san Lucas hay otro detalle que es digno de ser subrayado: indica el objeto de la conversación de Jesús con Moisés y Elías, aparecidos junto a Él transfigurado. Éstos, narra el evangelista, «hablaban de su partida (en griego «éxodos»), que iba a cumplir en Jerusalén» (9, 31).

Por tanto, Jesús escucha la Ley y los profetas que le hablan de su muerte y resurrección. En su diálogo íntimo con el Padre, no se sale de la historia, no huye de la misión para la que vino al mundo, a pesar de que sabe que para llegar a la gloria tendrá que pasar a través de la Cruz. Es más, Cristo entra más profundamente en esta misión, adhiriendo con todo su ser a la voluntad del Padre, y nos demuestra que la verdadera oración consiste precisamente en unir nuestra voluntad con la de Dios.

Para un cristiano, por tanto, rezar no es evadirse de la realidad y de las responsabilidades que ésta comporta, sino asumirlas hasta el fondo, confiando en el amor fiel e inagotable del Señor. Por este motivo, la comprobación de la transfiguración es, paradójicamente, la agonía en Getsemaní (Cf. Lucas 22, 39-46). Ante la inminencia de la pasión, Jesús experimentará la angustia mortal y se encomendará a la voluntad divina; en ese momento, su oración será prenda de salvación para todos nosotros. Cristo, de hecho, suplicará al Padre celestial que «le libere de la muerte» y, como escribe el autor de la Carta a los Hebreos, «fue escuchado por su actitud reverente» (5, 7). La prueba de esta escucha es la resurrección.

Queridos hermanos y hermanas: la oración no es algo accesorio u opcional, sino una cuestión de vida o muerte. Sólo quien reza, es decir, quien se encomienda a Dios con amor filial, puede entrar en la vida eterna, que es Dios mismo. Durante este tiempo de Cuaresma, pidamos a María, Madre del Verbo encarnado y Maestra de vida espiritual, que nos enseñe a rezar como hacía su Hijo para que nuestra existencia quede transformada por la luz de su presencia.

(fuente: corazones.org)

sábado, 20 de febrero de 2016

Ser el primero en amar

Sábado de la primera semana de Cuaresma
(20/02/2016)

Deuteronomio 26, 16-19. 

Moisés habló al pueblo diciendo: Hoy el Señor, tu Dios, te ordena practicar estos preceptos y estas leyes. Obsérvalas y practícalas con todo tu corazón y con toda tu alma. Hoy tú le has hecho declarar al Señor que él será tu Dios, y que tú, por tu parte, seguirás sus caminos, observarás sus preceptos, sus mandamientos y sus leyes, y escucharás su voz. Y el Señor hoy te ha hecho declarar que tu serás el pueblo de su propiedad exclusiva, como él te lo ha prometido, y que tú observarás todos sus mandamientos; que te hará superior - en estima, en renombre y en gloria - a todas las naciones que hizo; y que serás un pueblo consagrado al Señor, como él te lo ha prometido.


Salmo 119(118), 1-2.4-5.7-8.

Felices los que van por un camino intachable,
los que siguen la ley del Señor,
Felices los que cumplen sus prescripciones
y lo buscan de todo corazón,
Tú promulgaste tus mandamientos
para que se cumplieran íntegramente.

¡Ojalá yo me mantenga firme
en la observancia de tus preceptos!
Te alabaré con un corazón recto,
cuando aprenda tus justas decisiones.

Quiero cumplir fielmente tus preceptos:
no me abandones del todo.


del Evangelio según San Mateo 5, 43-48.

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.







REFLEXIÓN

En el evangelio de hoy, Jesús invita a amar a todos, incluídos los enemigos. Sólo es posible para quien se sabe profundamente amado por Dios. Esa es la invitación: amar con este amor capaz de transformar a nuestro mapa de personas con los que compartimos la vida.


Ser el primero en amar

El amor de Dios que Jesús, con el don de su Espíritu, ha sembrado en nuestros corazones es un amor completamente gratuito. Ama sin interés, sin esperar nada a cambio. No ama solamente porque es amado, o por otros motivos incluso buenos, como la amistad humana. No se para a mirar sí el otro es amigo o enemigo, sino que es el primero en amar, tomando la iniciativa. Cristo, cuando todavía éramos pecadores, desagradecidos e indiferentes, murió por nosotros (cf. Rm 5, 8). «Él nos amó primero», dice Juan (1 Jn 4, 19), y así tenemos que hacer también nosotros. «No esperes a que el otro te, ame, sino adelántate tú y empieza», recomienda san Juan Crisóstomo.

Amar a todos para que resplandezca el amor que viene de Dios, hemos de amar a todos, sin excluir a nadie. «Para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos…» (Mt 5, 45). Esa es la gran motivación, Dios que vive en nosotros que nos contagia con este estilo universal e inclusivo, amando a todos sin excluir a nadie.

Estamos llamados a ser pequeños soles junto al Sol del Amor que es Dios. Y entonces todos son destinatarios de nuestro amor. ¡Todos! No un «todos » ideal, toda la gente del mundo, que quizá no conoceremos nunca, sino un «todos» concreto. «Para amar a una persona hay que acercarse a ella… —decía la Madre Teresa. No atiendo nunca a las multitudes, sino solamente a las personas». «Así como basta una hostia santa de entre los millones de hostias de la tierra para alimentarse de Dios —afirma Chiara Lubich—, basta también un hermano —el que la voluntad de Dios pone a nuestro lado— para unirse en comunión con la humanidad, que es Jesús místico» Todo prójimo me ofrece la ocasión de amar a Cristo, que «con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre».


Amar a los enemigos

Un distintivo muy especial del amor cristiano es el amor a los enemigos, incomprensible a menudo para quien no cree.

Cuenta Mons. Van Thuan: Un día, uno de los guardias de la cárcel me preguntó: "Usted, ¿nos ama?". Le respondí: "Sí, los amo". "¿Nosotros lo hemos tenido encerrado tantos años y usted nos ama? No me lo creo…".

Entonces le recordé: "Llevo muchos años con usted. Usted lo ha visto y sabe que es verdad". El guardia me preguntó: "Cuando quede en libertad, ¿enviará a sus fieles a quemar nuestras casas o a asesinar a nuestros familiares?". "No –le respondí- aunque quieran matarme, yo los amo". "¿Por qué?", insistió. "Porque Jesús me ha enseñado a amar a todos. También a los enemigos -aclaré-. Si no lo hago no soy digno de llevar el nombre de cristiano. Jesús dijo: "amen a sus enemigos y recen por quienes los persiguen". "Es muy bello, pero difícil de entender", comentó al final el guardia.

Sucede lo mismo con el perdón: muchos lo invocan pero pocos lo viven…”

El amor misericordioso resucita a los muertos, física y espiritualmente. Jesús siempre perdonó a todos. Perdonó cualquier pecado, por más grave que fuera. Con su perdón dio nueva vida a muchas personas hasta el punto de que se convirtieron en instrumentos de su amor misericordioso. Hizo de Pedro, quien le negó tres veces, su primer vicario en la tierra, y de Pablo, perseguidor de cristianos, apóstol de las gentes, mensajero de su misericordia, pues, como él decía, "allí donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia".


Amar dando la propia vida

Nos convertimos en instrumentos de su amor misericordioso cuando así somos alcanzamos. Así Pedro que lo negó 3 veces fue su vicario en la tierra, y Pablo que lo persiguió con crueldad se convirtió en su mayor predicador. Es una invitación a amar primero, a tomar la iniciativa por más que no se nos provoque ese amor. Es un amar dando la propia vida.

Jesús es Dios, y su amor no puede ser sino infinito como Dios. No es un amor que da algo; se da a sí mismo: «Habiendo amado a los suyos…, los amó hasta el extremo». «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos». Jesús lo ha dado todo, sin reserva: ha dado su vida en la cruz y ha dado su cuerpo y su sangre en la Eucaristía. Ésta es la medida con la que estamos llamados a amar también nosotros: dispuestos a dar la vida por los que trabajan con nosotros; dispuestos a dar la vida unos por otros. Incomprensible y desbordante, así es el estilo de amor con que Dios quiere ponernos en marcha sobre aquel mapa de nuestros vínculos en que hoy somos invitados a amar.

En una gran mayoría de casos, el «dar la vida» que nos pide Jesús no se cumple derramando sangre, sino en la vida diaria, en muchos pequeños detalles, poniéndonos al servicio de los demás, incluso de aquellos que, por algún motivo, pueden parecer «inferiores» a nosotros.

Es sabido que, a diferencia de los sinópticos, en la narración de la hora solemne de la última cena, el evangelista Juan no habla de la institución de la Eucaristía, sino que cuenta que Jesús lava los pies a sus discípulos «para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes». Servir significa hacerse «eucaristía» para los demás, identificarse con ellos, compartir sus alegrías, sus dolores (cf. Rm 12, 15), aprender a pensar con su cabeza, a sentir con su corazón, a vivir en ellos.

El amor de Dios que va reforestando nuestra humanidad parte de una escucha de Dios. Cuando nuestra fe crece desemboca en el amor, el amor se hace servicio y el servicio trae como consecuencia la paz en el alma. En este proceso que se va dando en nosotros hay como rupturas que se van generando dentro de nosotros mismos y también aparece el dolor. Es la fuerza de un amor que nos lleva más allá, por eso amar duele, dice la Madre Teresa. En este hacer desde el amor con los procesos pascuales que supone el camino, a veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en el mar, pero el mar sería menos sin esta gota. También decíamos que no podemos hacer que nadie se aleje de nuestra presencia sin sentirse un poquito mejor. Es como un acercar la eternidad a lo de todos los días. Eso hacemos cuando regalamos una sonrisa, cuando abrazamos fuerte y alentamos, cuando escuchamos a algun amigo… Esa es la invitación para hoy: amar con este amor desmesurado capaz de transformar la realidad a nuestro mapa de personas con los que compartimos la vida.

Que hoy el amor que derramó el Espíritu Santo en lo más profundo de tu corazón capaz de transformar la vida puedas compartirlo con quienes hoy te cruces en el camino.

escrito por Padre Javier Soteras
(fuente: radiomaria.org.ar)

viernes, 19 de febrero de 2016

" Se les dijo…, pero Yo les digo…"

Viernes de la primera semana de Cuaresma
(19/02/2016)

Libro de Ezequiel 18, 21-28. 

Así habla el Señor Dios: Si el malvado se convierte de todos los pecados que ha cometido, observa todos mis preceptos y practica el derecho y la justicia, seguramente vivirá, y no morirá. Ninguna de las ofensas que haya cometido le será recordada: a causa de la justicia que ha practicado, vivirá. ¿Acaso deseo yo la muerte del pecador -oráculo del Señor- y no que se convierta de su mala conducta y viva? Pero si el justo se aparta de su justicia y comete el mal, imitando todas las abominaciones que comete el malvado, ¿acaso vivirá? Ninguna de las obras justas que haya hecho será recordada: a causa de la infidelidad y del pecado que ha cometido, morirá. Ustedes dirán: "El proceder del Señor no es correcto". Escucha, casa de Israel: ¿Acaso no es el proceder de ustedes, y no el mío, el que no es correcto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que ha cometido. Y cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su vida. El ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido: por eso, seguramente vivirá, y no morirá.


Salmo 130(129), 1-2.3-4ab.4c-6.7-8.

Desde lo más profundo te invoco, Señor.
¡Señor, oye mi voz!
Estén tus oídos atentos
al clamor de mi plegaria.

Si tienes en cuenta las culpas, Señor,
¿quién podrá subsistir?
Pero en ti se encuentra el perdón,
para que seas temido.

Mi alma espera en el Señor,
y yo confío en su palabra.
Mi alma espera al Señor,
más que el centinela la aurora.

Como el centinela espera la aurora,
espere Israel al Señor,
porque en él se encuentra la misericordia
y la redención en abundancia:
Él redimirá a Israel
de todos sus pecados.


del Evangelio según San Mateo 5, 20-26.

Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.







REFLEXIÓN

En la Catequesis de hoy, vemos a Jesús que trae un orden nuevo. El "Ustedes han oido…. pero yo les digo" que Él trae no borra lo antiguo ni quita lo enseñado. En todo caso, todo lo recibido es puesto en una nueva dimensión que lo integra y lo supera. La nueva ley que trae es superadora en el Amor. Así, la ley del amor invita siempre a más, con la finalidad de alcanzar el rostro del Padre que todo lo incorpora y abraza.


Un nuevo orden

Cuando un legislador tiene bajo su cuidado la responsabilidad de legislar, busca establecer las pautas de convivencia y comportamiento que regulan el bienestar de los que están bajo su mirada; y a las cuales hay que amoldarse quienes pertenecen a ese gobierno. De ahí que la expresión “se les dijo … pero Yo les digo…” nos pone de cara a un nuevo orden en un nuevo reino: el del Padre Dios, que se lo ha confiado a Jesús.

Jesús aparece aquí, frente al nuevo Reino como un nuevo legislador. El texto del Evangelio de hoy nos muestra a Jesús en el contexto del anuncio del nuevo código de felicidad: las bienaventuranzas. El capítulo 5 del Evangelio de San Mateo comienza así: “Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña se sentó y sus discípulos se acercaron a Él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles diciendo: Felices los que tienen alma de pobre, felices los afligidos, felices los pacientes…” La Ley está hecha para eso, para alcanzar la felicidad. Hay un código de felicidad que se expresa en estos mandatos nuevos que tienen un contenido nuevo.

Mateo escribe a una comunidad judía y a lo largo de su Evangelio va a mostrar que las promesas hechas en el Antiguo Testamento se cumplen en Jesús. Y al mismo tiempo se superan de la mano nueva legislación: la del amor, promulgada por un nuevo legislador: Jesús. Moisés ha legislado en nombre de Dios en la montaña del Horeb, para el pueblo que nacía. Ahora un nuevo pueblo nace para un nuevo Reino, hay un nuevo legislador y hay una nueva ley. El nuevo pueblo es el pueblo de Dios, Jesús es el legislador y la ley es la del amor.

Éstas son algunas de las llaves que nos abren a una lectura del Evangelio de Mateo. El capítulo 5 comienza con ese anuncio de las bienaventuranzas, el llamado a la felicidad; y termina con las exigencias de la caridad, que lo tienen al Padre como modelo de perfección: “por lo tanto, sean perfectos como es perfecto mi Padre que está en el cielo.” Él hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre justos e injustos, e invita a amar tanto que hay que incorporar en este mandato también a los que son adversarios, a los que son contrarios. Amarlos y abrazarlos en el amor e incorporarlos en la vida como propios, como pertenecientes al mismo corazón.

Jesús aparece como el nuevo Moisés y viene a establecer un nuevo Reino. El nuevo legislador trae una nueva ley: la del amor al Padre, un amor tan grande que incluye también el amor a los enemigos.

Más es la palabra que identifica el evangelio de hoy: “A ustedes se les dijo… pero yo les digo”. ¿A que más te invita el Señor en este tiempo? Más paciencia, más escucha, más tiempo para la oración, más compromiso…


Se les dijo…, pero Yo les digo…

Leyendo esta expresión del Evangelio en la clave de más tras más de San Ignacio, se entiende la invitación desde el Yo les digo… de la mano de la exigencia de la caridad.

El Yo les digo… de Jesús no borra lo antiguo ni quita lo enseñado. En todo caso, todo lo recibido es puesto en una nueva dimensión que lo integra y lo supera. La propuesta de novedad del Señor es comparable a esos procesos de madurez en las distintas etapas de la vida: se pasa de la niñez a la adolescencia, de la adolescencia a la juventud, luego a la vida adulta y después a la tercera edad. Y en cada caso, algo de lo vivido permanece y algo nuevo se despierta. Así es la dinámica creativa del amor, en permanente transformación y cambio. Dios crea y recrea el universo que está en marcha. Dándole origen al universo sigue sosteniendo su creación, permanentemente creando y transformando por más. Es la dinámica de un Dios que crea, y en ese mismo acto sigue recreando. Dios no hizo el mundo, le dio cuerda y se desentendió, sino que es un acto permanente de un Dios que está creando y recreando.

Jesús nos está esperando en la verdadera transformación de la vida, por más. Es importante estar atento a lo que Dios va indicando y mostrando, para poder seguirlo que siempre supone un plus, un más, que sólo Él puede dar la gracia.

Jesús les dice: yo no he venido a sacar ni una coma de la ley antigua sino que he venido a mejorar el mandato antiguo a partir de una nueva legislación que incluye y perfecciona todo: la ley del amor. Cuando ese amor no es correspondido y se lo quiere encerrar de algún modo en la racionalización de la vida, en el determinismo de un eterno retorno donde no hay expectativas sobre el porvenir comenzamos a morir, porque no le damos lugar a Dios que es Amor. Cuando no le seguimos la pista al amor creativo de Dios, matamos de a poco la vida, morimos, nos autoagredimos si no le damos lugar a Dios mismo. ¿O acaso cuando nos hemos encontrado con Dios, no hemos dicho esto es la vida? Sin Dios estamos como muertos en vida. O respondemos en fidelidad o nos autoexcluimos de la vida con mayúsculas que Él nos ofrece en la entrega de su Amor.

Sólo cuando vamos tras el más que Dios nos vamos proponiendo, podemos ir encontrando la gran razón por la cual vivir. Es el Dios del amor que nos revela Jesús, y que por lo tanto se puede traducir el progreso de más en la vida, por el amor. Cuando uno va recibiendo diferentes propuestas legítimas, tenemos que preguntarnos en cuál de esas propuestas podemos vivir con mayor plenitud el amor y la caridad. Y ahí está la opción. Siempre responder a ese modo que Dios tiene de tomar Él mismo la iniciativa; Él siempre nos muestra cuál de los caminos es donde más se muestra su amor y más se nos invita a amar.

Jesús integra la ley desde un lugar superador e integrador para hacernos crecer y así dar un paso más. Muchas veces este ir por más tiene que ver con el crecimiento de la familia, de los vínculos familiares, con el amor que va integrando lo que en el camino se va recorriendo, permitiéndonos decir ahora sí estamos vivos. Entonces sentimos que la vida se ha transformado en un acto de existencialidad donde tiene densidad el hecho de estar vivos. Vivir no es transcurrir sino haberle encontrado sentido a la vida desde el amor que nos plantea Jesús en su Evangelio.

“Ustedes han oído…” dice Jesús en relación a la ley antigua, que no es mala, pero Él viene a traer una superadora, que es mucho más. Más amor.


El amor en los vínculos se fortalece en la misericordia y en reconciliación

No tenemos otra opción: o crecemos en la vida espiritual perdonando y aceptando a los demás con sus limitaciones desde la experiencia de la propia aceptación o nos hacemos enanos en el dictamen del egoísmo que nos encierra.

La única actitud que tiene proyección y nos hace madurar es el amor y su dinámica de constante renovación, como cuando encontraste a un amigo y te diste cuenta que era como una sola alma en dos cuerpos, o tal vez el amor te mostró el reflejo de Dios. El amor da sentido a la vida con su constante reinvención y recreación.

El amor es creativo decía Maximiliano Kolbe e invitaba a aquellos que comenzaban el camino de seguimiento de Jesús en ese loco deseo de llegar con el Evangelio a todas partes, a que se vincularan con la fuerza del amor creativo, que se fortalece particularmente de la mano del perdón. Cuando perdonamos nos olvidamos de la ofensa recibida porque hay un motivo mayor desde donde relacionarme, no es la herida recibida o dada sino el amor que se hace superador en los encuentros de perdón y reconciliación.

De eso trata el Evangelio de hoy, de perdonar al hermano antes de presentar la ofrenda. El perdón hace superar los obstáculos y nos hace crecer. Un amor altruista al estilo del Padre que hace salir el sol sobre justos e injustos. Un amor superador, incluyente, grande, abrazador, que no deja al margen a nadie, sino que incorpora a los que son adversarios, enemigos. También ellos merecen nuestros gestos de amor porque son hermanos. Cuando el amor aparece hay un punto de inflexión en la vida, hay un cambio. El amor compartido, agradecido, recordado, es el amor crecido. Es el amor que se hace lugar allí donde está escondido y que por distintos motivos corre el riesgo de debilitarse. Es lo que le da color y sentido a la vida.

Jesús te invita hoy a experimentar ese amor que Él te atrae y que habita en vos. El camino que plantea hoy el Evangelio es el de ir por más, porque muestra la línea y el camino, muestra la ley como ordenadora, indicativa. La ley del amor invita siempre a más, con la finalidad de alcanzar el rostro del Padre que todo lo incorpora y abraza. Es un amor donde aún lo contrario es integrado, compaginando lo descompaginando, sumando los opuestos. La sabiduría es el amor, bíblicamente es Jesús por eso a María se la reconoce como el trono de la sabiduría. Jesús es el Amor, y Él nos permite unir lo que está descompaginado.

En estas épocas de cambios no se trata de cortar por lo sano con lo pasado sino de integrar. Por eso el Evangelio dice que el sabio es el que saca del arcón de lo viejo para unirlo a lo nuevo, así Jesús incorpora lo nuevo dentro de lo viejo y viceversa.

En el enemigo está escondido un amigo capaz de traernos al costado de la orilla con la novedad del amor que integra lo que aparentemente no tiene arreglo. Vayamos siempre por más en el amor y podremos en la providencia hallar el rostro del Padre.

escrito por Padre Javier Soteras
(fuente: radiomaria.org.ar)
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