(23/02/2016)
Libro de Isaías 1, 10.16-20.
¡Escuchen la palabra del Señor, jefes de Sodoma! ¡Presten atención a la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra! ¡Lávense, purifíquense, aparten de mi vista la maldad de sus acciones! ¡Cesen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la viuda! Vengan, y discutamos -dice el Señor-: Aunque sus pecados sean como la escarlata, se volverán blancos como la nieve; aunque sean rojos como la púrpura, serán como la lana. Si están dispuestos a escuchar, comerán los bienes del país; pero si rehúsan hacerlo y se rebelan, serán devorados por la espada, porque ha hablado la boca del Señor.
Salmo 50(49), 8-9.16bc-17.21.23.
No te acuso por tus sacrificios:
¡tus holocaustos están siempre en mi presencia!
Pero yo no necesito los novillos de tu casa
ni los cabritos de tus corrales.
"¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos
y a mencionar mi alianza con tu boca,
tú, que aborreces toda enseñanza
y te despreocupas de mis palabras?
Haces esto, ¿y yo me voy a callar?
¿Piensas acaso que soy como tú?
Te acusaré y te argüiré cara a cara.
El que ofrece sacrificios de alabanza,
me honra de verdad;
y al que va por el buen camino,
le haré gustar la salvación de Dios."
del Evangelio según San Mateo 23, 1-12.
Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: "Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar 'mi maestro' por la gente. En cuanto a ustedes, no se hagan llamar 'maestro', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco 'doctores', porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado".
REFLEXIÓN
En el evangelio, Jesús invita a escuchar a los fariseos pero no dejarse guiar por sus obras. Sólo desde el camino de humillación, de búsqueda de la pequeñez para que se manifieste la grandeza de Dios, podemos derribar los modos fariséicos que se nos van pegando. En Jesús se da vuelta la historia: los últimos serán los primeros.
No hagan como los fariseos
En los dos capítulos previos, Jesús entró en un serio conflicto con los escribas y los fariseos cuando les dijo, “De verdad les digo, que los publícanos y las rameras llevaran la delantera (escribas y fariseos) en el reino de Dios” (21:31). Los fariseos están dedicados a la rectitud personal, pero Jesús le dijo a sus discípulos, “Porque les digo que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (5:20), y “Déjenlos; son ciegos guías de ciegos” (15:14) y que “…les dije que se guarden de la levadura de los fariseos y saduceos…” (Mt 16:11). Ahora, en este pasaje, Jesús les dice a sus discípulos que hagan lo que los escribas y fariseos enseñan. ¿A qué debemos atribuir, ahora, este comentario tan sorprendentemente positivo?
Jesús dice que los escribas y fariseos “Sobre la cátedra de Moisés se sentaron” (v. 2). Moisés, por supuesto, fue el gran dador de la ley, y sentarse en la cátedra de Moisés tal vez sea algo metafórico, y signifique continuar con la obra de Moisés, hablar con la autoridad de Moisés (Morris, 571; Boring 431); o, para el tiempo de Jesús, es posible que la cátedra de Moisés fuera de hecho una silla que se colocaba al frente de la sinagoga. “En cualquier caso, ‘la cátedra de Moisés’ se refería a la autoridad de los maestros cuya interpretación de la tradición proveía un puente de unión con Moisés, el dador de la ley y maestro por excelencia” (Senior, 257).
Jesús dice, “Así que, todo lo que les dijeron que guarden, guárdenlo y háganlo” (v. 3a). A pesar de su fracaso personal, estos escribas y fariseos son mayordomos de un gran tesoro espiritual, y Jesús quiere que sus discípulos aprovechen ese tesoro para ellos mismos. Esto está de acuerdo con la anterior declaración de Jesús “No piensen que he venido para abrogar la ley ó los profetas: no he venido para abrogar, sino á cumplir” (5:17). También está de acuerdo con la ley deuteronómica, que requiere a los judíos consultar con autoridades religiosas por asuntos espirituales difíciles y cuidar de “hacer según todo lo que te manifestaren” (Deuteronomio 17:10).
Los discípulos de Jesús deben honrar el honorable cargo que estos hombres ocupan y hacer lo que enseñan, siempre y cuando estén de acuerdo con la Torá. Los escribas y fariseos habían extendido la ley poniéndole parches, añadiendo reglas y reglamentos, y Jesús no les dice a sus discípulos que las desechen, como a ellos les gustaría que lo hubiera hecho. La razón podría ser que Jesús está por llegar a un PERO, y que el núcleo de su mandamiento tiene que ver con lo que sigue a ese PERO.
¿Qué pasos en la conversión Dios me está pidiendo? ¿En qué aspecto de mi vida en concreto el Señor me invita a mayor coherencia evangélica?
“No hagan conforme a sus obras”
¿Cuáles son estas obras no recomendables?
1) “dicen, y no hacen” (v. 3c). Cuando se trata de enseñar, nada es tan efectivo como un buen ejemplo y nada tan destructivo como un mal ejemplo. Su conducta personal debe proveer una lección visible: debe mostrar a la comunidad cómo es la conducta apegada a la ley y los beneficios que esto acarrea. Pero estos hombres que enseñan la ley de la Torá fallan para practicar lo que enseñan. Su falta de integridad socava su obra.
2) “Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; mas ni aun con su dedo las quieren mover” (v. 4). Los escribas y fariseos se creen responsables ante Dios para obligar a los demás a mantener altos niveles de conducta, más que como responsables por la gente para ayudarles a obtener esos altos niveles. Un regulador moral del comportamiento. Es este “acercarse por el lado equivocado” lo que crea el problema. Observando al rebaño desde su posición superior, lo que sienten es desprecio más que compasión. La distancia que hay entre donde está la gente y donde Dios quiere que estén es tan grande que los escribas y fariseos ven la situación sin esperanza alguna. Sin querer ensuciarse las manos y perder su tiempo, ellos se evaden por el camino fácil. Pasan sus días debatiendo los puntos finos de la ley, y cargan al pueblo con sus hallazgos. Ellos ven esto como si fuera la responsabilidad de la gente sobrellevar la carga resultante, y rehúsan siquiera levantar un dedo para ayudarles.
En contraste, Jesús ofrece un yugo fácil, una carga ligera, y descanso para el alma (11:29-30). Esto no significa que Jesús deseche la ley o disculpe a otros por hacerlo, pero sí significa que Jesús, el carpintero, amorosamente talla el yugo para que sea cómodo y se ajuste bien para llevar la carga efectivamente. La diferencia entre un yugo que se hizo sin cuidado, y el que fue cuidadosamente labrado, puede no ser tan evidente para el observador casual, pero es muy evidente para el animal que lo lleva. La compasión de Jesús hace la diferencia. El espíritu del mal es el propiamente acusador, diría San Ignacio. Dios nunca acusa ni echa en cara.
3) “Antes, todas sus obras hacen para ser mirados de los hombres” (v. 5a). Jesús manda a sus discípulos a que “así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen á vuestro Padre que está en los cielos” (5:16). Los escribas y fariseos son culpables de buscar la gloria para sí mismos y que en realidad le pertenece a Dios. Una vez más “llegan por el lado equivocado”, buscando la gloria personal en vez de buscar dar la gloria a Dios. Ellos aman el gran honor que está asociado con su posición. Estamos en la presencia de la vanagloria, como lugar ocupado por las fuerzas del mal, rompiendo con la razón por la cuál hemos sido creados: para amar, hacer reverencia y dar gloria a Dios.
¿Qué no actitudes de los fariseos hay que evitar?
Este estilo de los fariseos moralista y aparente, genera que las personas se vayan “acartonando”. Cuando es “el deber ser” lo que orienta el comportamiento no sale lo mejor. Jesús, con la fuerza de su amor, hace que salga lo más valioso dentro nuestro. La ley de su amor es la única capaz de hacer que vayamos más allá de lo que podríamos. “Lo bueno que hay en vos” es ese deseo interior que sentís dentro de mayor autenticidad en tu vida evangélica. Que a la luz del amor de Dios puedas sacar lo mejor, y renunciar a ese espíritu de religiosidad falsa que te hunde.
Algunos comportamientos fariseos serían: por un lado va la fe y por otro la vida. “Mis negocios y las finanzas las hago conforme al mundo, pero después soy muy piadoso”. Eso es una doble moral. “Yo soy testigo del evangelio de Jesucristo y llevo con fuerza el evangelio a mis compañeros” y me convierto en un termómetro moral, sin tener compasión ni entender por qué los demás son como son. Se convierte en una ética moralista sin espíritu. Hay fariseísmo cuando en la comunidad en torno a la mesa del altar, “todos nos reunimos a orar, y sin embargo entre nosotros nos matan las riñas y los celos, ganando el territorio de la comunidad y la verdad”. Con apariencia de gente buena y correcta, estamos en lucha.
Hubo fariseos en el tiempo de Jesús que se conviertieron: José de Arimateo o Nicodemo. Se dieron cuenta que el llamado de Jesús a la conversión también les cabía a ellos. El fariseísmo lo que tiene de nocivo es lo que esconde en apariencia: ustedes son sepulcros blanqueados, están “limpitos” por fuera y podridos por dentro. El mayor fariseísmo de nuestro tiempo es la incapacidad de descubrir el pecado dentro de nosotros mismos. El rostro fariseo de la “mundanidad de la fe” que denuncia el Papa Francisco. Más que inculpar a los otros, es bueno descubrir que dentro nuestro también hay algo de fariseo, y el Señor con su amor quiere rescatarnos.
No la vanagloria
San Ignacio en Principio y Fundamento dice que "el hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma; y las otras cosas sobre la faz de la Tierra son creadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para el que es creado. De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto lo impidan.” Justamente es lo que no hacen los fariseos, ellos se vanaglorian.
Este amor al honor se manifiesta de varias maneras. “Ensanchan sus filacterias y extienden los flecos de sus mantos" (v. 5b). Filacterias (también conocidas como tephillin) son cajas de cuero que contienen uno o más rollos inscritos con pasajes de la Escritura de acuerdo con Deuteronomio 11:18, que dice “Pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis por señal en vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos.” Obedeciendo a la ley de la Tora, los escribas y fariseos usaban filacterias en su frente y en su brazo. Las filacterias servían como un constante recordatorio de la ley de Dios, e incluía ciertos pasajes de la ley (Éxodo 13:1-16; Deuteronomio 6:4-9; 11:13-21).
Las franjas en los bordes de la vestidura son requeridas por Números 15:37-41 y Deuteronomio 22:12, y la intención es que estas les recuerden los mandamientos al pueblo de Dios. Jesús usó esas franjas en su vestidura (Mateo 9:20; 14:36). Las filacterias y franjas son más o menos como los vitrales o las imágenes: su intención es que la gente, particularmente las personas casi analfabetas, recuerden y entiendan los asuntos espirituales. Debemos tener en mente que no simplemente son una buena idea, sino que son la idea de Dios, puesta en la ley de la Tora.
Es un “yoísmo” el de los fariseos, en donde se creen perfectos, justos, y es como decimos, “se la creen”. El Papa Francisco en el comienzo de su Pontificado le decía a sus hermanos obispos argentinos “recen para que no me la crea”. En la fe nadie se la puede creer, y si se cree perfecto, ya hay algo que comienza a podrirse. Cuando en la vida espiritual nos detenemos, retrocedemos.
Jesús trae un orden nuevo
El problema no es que los escribas y fariseos observen estas leyes de la Tora, sino que busquen honor personal por hacerlo. Especialmente usan grandes filacterias y largas franjas para llamar la atención a su escrupulosa práctica.
Valerse de la fe para justificarse, para mostrar que uno es superior, ahí es donde aparece el fariseísmo que viene como a querer encerrarnos y atraparnos para que no aparezca nuestro costado más vulnerable. Es propio de un mundo de la imagen y de la propaganda, donde reina la apariencia. Éste espíritu tapa nuestro lado más frágil que es el único lugar desde donde Dios puede acceder a nosotros y obrar con poder.
Jesús enseña a sus discípulos una manera completamente diferente de vivir. Les enseña a dar limosna, a orar, y ayunar en secreto (Mateo 6:1-8, 16-18) porque “tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (6:18). Y le dice a la gente que busca practicar la piedad para ganar honor público “de otra manera no tendréis merced de vuestro Padre que está en los cielos” (6:1).
Es muy fuerte la “autoimagen” en el espíritu fariseo. Aman los primeros asientos, y buscan hacerse llamar por títulos.
Este camino de humillación, de búsqueda de la pequeñez para que se manifieste la grandeza de Dios, es el único camino para derribar los modos fariséicos que se nos van pegando. En Jesús se da vuelta la historia: los últimos serán los primeros.
Vale la pena intentarlo, ir por la sencillez, por la ofrenda de la propia vida, de la misericordia de Dios en nosotros y nosotros misericordiosos con los demás, con el espíritu de la ternura, de despojarnos de todo modo y moda que nos viene a limitar en “un modo esperado”. No se trata de grandes gestos de rebeldías de anti sistema, sino lo inesperado del espíritu es lo que rompe con el fariseísmo y esto ocurre cuando “Dios nos primerea”. Dios se hace mensaje profético y rompe con los estereotipos fariseos que van endureciendo el alma y enfermándola. Que Dios sople con su Espíritu, que deje atrás lo viejo y nos traiga modos nuevos de proponer la vida en Cristo.
escrito por Padre Javier Soteras
(fuente: evangeliodeldia.org.ar)
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