(18/04/2016)
Libro de los Hechos de los Apóstoles 11, 1-18.
En aquellos días: Los Apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los paganos habían recibido la Palabra de Dios. Y cuando Pedro regresó a Jerusalén, los creyentes de origen judío lo interpelaron, diciéndole: "¿Cómo entraste en la casa de gente no judía y comiste con ellos?". Pedro comenzó a contarles detalladamente lo que había sucedido: "Yo estaba orando en la ciudad de Jope, cuando caí en éxtasis y tuve una visión. Vi que bajaba del cielo algo parecido a un gran mantel, sostenido de sus cuatro puntas, que vino hasta mí. Lo miré atentamente y vi que había en él cuadrúpedos, animales salvajes, reptiles y aves. Y oí una voz que me dijo: 'Vamos, Pedro, mata y come'. 'De ninguna manera, Señor, respondí, yo nunca he comido nada manchado ni impuro'. Por segunda voz, oí la voz del cielo que me dijo: "No consideres manchado lo que Dios purificó". Esto se repitió tres veces, y luego, todo fue llevado otra vez al cielo. En ese momento, se presentaron en la casa donde estábamos tres hombres que habían sido enviados desde Cesarea para buscarme. El Espíritu Santo me ordenó que fuera con ellos sin dudar. Me acompañaron también los seis hermanos aquí presentes y llegamos a la casa de aquel hombre. Este nos contó en qué forma se le había aparecido un ángel, diciéndole: 'Envía a alguien a Jope, a buscar a Simón, llamado Pedro. El te anunciará un mensaje de salvación para ti y para toda tu familia'. Apenas comencé a hablar, el Espíritu Santo descendió sobre ellos, como lo hizo al principio sobre nosotros. Me acordé entonces de la palabra del Señor: 'Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo'. Por lo tanto, si Dios les dio a ellos la misma gracia que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿cómo podía yo oponerme a Dios?". Después de escuchar estas palabras se tranquilizaron y alabaron a Dios, diciendo: "También a los paganos Dios les ha concedido el don de la conversión que conduce a la Vida".
Salmo 42(41), 2-3.43(42),3.4.
Como la cierva sedienta
busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira
por ti, mi Dios.
Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar
el rostro de Dios?
Envíame tu luz y tu verdad:
que ellas me encaminen
y me guíen a tu santa Montaña,
hasta el lugar donde habitas.
Y llegaré al altar de Dios,
el Dios que es la alegría de mi vida;
y te daré gracias con la cítara,
Señor, Dios mío.
del Evangelio según San Juan 10, 1-10.
Jesús dijo a los fariseos: "Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz". Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: "Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia."
REFLEXIÓN
Salir de la ceguera para encontrar la puerta
Quizás podríamos preguntarnos la importancia que puede tener que nuestro evangelio esté enmarcado en el episodio del ciego, pero es que tanto en el capítulo 9, como en el capítulo 10, la ceguera es el símbolo de la falta de fe de los fariseos, de su incapacidad de comprender y de su rechazo y resistencia a lo que Jesús viene a revelar. En el capítulo 9, Jesús dice: “Yo soy la luz del mundo”. El ciego de nacimiento es curado, y cree en Jesús. Los fariseos por el contrario, resultan ser los verdaderos ciegos incapaces de creer, no pueden ver. El ciego ve, los que supuestamente ven, los fariseos, en realidad no ven.
Esta contradicción pone a la luz que Jesús ha venido a traer una nueva manera de leer la realidad. En el capítulo 10, Jesús dice: “Yo soy la Puerta”, “Yo soy el buen Pastor”, pero se dice que los fariseos no comprendían. Como ya había aparecido esto en el capítulo 6, 6 de Juan, y como se repite a lo largo de todo el evangelio. Incluso piensan que Jesús está loco. Es más lo creen poseído por un demonio. No creen. Continúan estando ciegos. Es a esos personajes faltos de fe, judíos y fariseos, a quienes Jesús dirige la palabra de nuestro evangelio de hoy. En los versos 1,5, pone una comparación que los dirigentes judíos no entienden. Por eso en los versos, 7 y 10 Jesús tiene que explicarla. En qué consiste esa comparación, en primer lugar, en los personajes que aparecen en el verso 1 y 5, ovejas, ladrones, bandidos, pastor y portero.
La puerta y el Pastor
Se trata de dos imágenes muy significativas con las que Jesús emite su mensaje. Jesús nos invita a salir de la ceguera y a curar nuestra vista para poder ver la puerta.
Es Jesús mismo por donde se entra y se sale en libertad, por donde la vida se nos llena de luz y alegría, por donde encontramos lo que estamos buscando. No andemos más a tientas, abramos los ojos de la fe, renovémonos en ella y aprendamos a descubrir la puerta. La puerta puede ser un vínculo perdido, puede ser una oración en la que el Señor te está llamando a escuchar su voz. Puede ser el encuentro sostenido a la mañana, en 10 minutos con la palabra en la que el Señor sale a tu encuentro. Puede que sea una sorpresa con la que Dios te tenga preparado y te diga “Estate atento porque quiero hablarte, estoy a la puerta y llamo”. También puede ser en el encuentro compasivo con los más pobres, donde aparece la presencia escondida del Señor. El Señor está cerca, es más, dirá San Agustín y lo dirá también San Juan de la cruz, está dentro de nosotros, el que está escondido.
Nos abrimos a su presencia, manifiestamente escondida dentro de nosotros que como dirá Juan, provocada desde fuera con señales con las que Dios quiere abrirnos desde dentro del corazón a su presencia íntima que nos pone en salida. Centrados en Jesús salidos a los hermanos, como dice Francisco. Esta presencia escondida del Señor dentro nuestro es un manantial que brota de nuestro corazón. Lo recibimos. ¿Dónde está esa puerta que te está invitando al encuentro con Jesús?. ¿Dónde vos ves que se te abre una puerta para ir hacia delante, a lo que estás buscando?. Tratá de agudizar tu mirada. Hay un poco de sombra, de neblina, pero está ahí la puerta. Cómo se llama la puerta que te lleva al encuentro de Jesús. Empezamos a abrir puertas que nos llevan al encuentro con Jesús.
Puertas que se abren frente a nosotros
Hay otras puertas que también se nos presentan: la puerta de la sonrisa, la alegría de las personas que nos alegran con su presencia, la puerta de la esperanza en los que ponen certezas en el corazón, en medio de tantas incertidumbres, de un tiempo de cambio, en un cambio de época, la puerta de la fortaleza en el medio de la lucha de lo cotidiano, la puerta del gozo cuando la angustia nos quiere ganar por dentro. Cuantas puertas se abren delante de vos y a cuál vas a seguir. En todas ellas está Jesús y si sabes mirar con agudeza vas a descubrir que el Señor está frente a vos abriéndote puertas de encuentro.
Solemos decir a veces, "se me cerró la puerta". Cuando decimos así estamos ciegos porque muy cerca nuestro, el Señor que es la puerta, dice el evangelio, nos ha abierto mas de una para que encontremos lo que El nos quiere regalar, el don y la gracia de la felicidad.
Puertas que queremos descubrir como abiertas delante de nosotros, cuando parece que todo se nos cierra, puertas que se abren.
El Señor es mi Pastor
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, el pueblo es el rebaño de Dios. En la agreste geografía a la que pertenece el pueblo de Dios y a donde Jesús nació, la figura del pastor es muy cercana. Entre las montañas, las praderas y los caminos, siempre se percibe un pastor guiando a sus ovejas. Israel se ha descubierto un nuevo pueblo de Dios también, como así bajo la mirada de Dios, cuidado, custodiado, conducido de la mano a los mejores lugares, a los mas reconfortables, expulsando a los que intentan atacar al rebaño.
En los salmos y en los textos de los profetas esto queda reflejado, por ejemplo en el salmo conocido por nosotros, el salmo 22 “El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace recostar”. El salmo 99 también, “Debes saber que el Señor es Dios, que Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño”. En el salmo 79 también reza así, “Pastor de Israel, escucha, tu que guías a José como un rebaño”. El texto más conocido es el del profeta Ezequiel, 34,11 dedicados a los pastores de Israel, que en lugar de cuidar el rebaño, se apacientan a si mismo por lo que les dice Dios, “aquí estoy Yo, Yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él”.
¿Quienes son los pastores en Israel? los reyes, de hecho el primer rey en Israel, es David, un pastor perdido entre las ovejas por las que está velando en medio de su pueblo. Este pastor, David, es el que después inicia todo un proceso de reinado en Israel, y las figuras de los pastores queda bastante mal parada. El mismo David, en su momento, con su pecado de mandar al frente a Urías para ser matado cuando él ha tenido relación con la esposa de la cual nace el futuro rey de Israel, Salomón, el rey de la sabiduría. Por eso Jesús va a decir “Yo soy el Buen Pastor”, el que apacienta con el amor compasivo de su corazón interesado por el bien de las ovejas. Lo que han venido antes no han estado a la altura de la demando de amor que el Padre recibe del pueblo que reclama por compasión. Eso ha hecho que Dios asuma Él la promesa de ser el pastor de su pueblo. Las características que marcan la figura del Buen Pastor son la mansedumbre, la sencillez, la cercanía…
En el nuevo testamento, el pueblo simbolizando por el rebaño, aparece en la parábola de la oveja perdida, en Lucas 15, 4-7 , y en otras referencias de los evangelios en los que se dice que Jesús sentía compasión de la gente porque se encontraban perdidas, como ovejas que no tienen pastor, en Marcos 6, 34, y en Mateo 9, 36, en donde después Jesús aparece multiplicando los panes, enseñando largo tiempo y dándoles de comer a su pueblo con lo cual, se muestra claramente aquello que en Evangeli Nuntianti, dice Pablo VI, que el proceso de evangelización supone sí o sí el camino de la cercanía en la promoción humana. Es el corazón compasivo de buen Pastor el que lo mueve.
No basta sólo con proclamar la palabra, sino que es necesario el compromiso de caridad que nos ponga al lado de los que más necesitan. El Cardenal Martini decía que el 80% del evangelio tiene que ver con la promoción de las personas, y un 20% se lleva el discurso de Jesús que explica aquel acontecimiento de cercanía de compromiso de Dios por el amor a su pueblo. El amor se manifiesta más en gestos que en palabras, diría San Ignacio. Las palabras aparecen para explicar con elocuencia los significativos gestos.
Los ladrones y bandidos
Intentamos descubrir a quién se refiere Jesús cuando habla de ladrones y bandidos, son los que no entran por la puerta, los que juegan a las escondidas, no tienen que ver con el pastor que entra y sale por la puerta.
Quines son los ladrones y bandidos de los que habla el texto, Jesús se está refiriendo a los fariseos y dirigentes judíos en general, los dirigentes son ladrones porque explotan al pueblo, en lugar de servirle y conducirlo a Dios.
Son también bandidos, bandido es el que usa la violencia, como ellos la usan con Jesús, con sus seguidores, hasta tal punto de darle la muerte. Como lo usaban ya con quienes adherían a Jesús, expulsándolo de la sinagoga, como lo habían usado antes sus antepasados, dice Jesús y lo hicieron con los profetas, de otro tiempo.
El pastor es Jesús, cuya voz reconocen y escuchan sus ovejas. Él va delante de ellas, como pastor y maestro y sus ovejas le siguen.
Las ovejas, somos los discípulos, el nuevo pueblo de Dios, que intentamos obedecer sólo a Jesús y rechazar otra voz u otro maestro. Los escribas y fariseos quieren ser pastores y maestros del pueblo y Jesús dice que solo hay un maestro, Cristo, que ha venido a traer la gracia del Padre para guiar a su pueblo, sirviéndolo y dando la vida por El.
“El Buen Pastor da la vida por las ovejas”. Esta imagen que Jesús usa para hablar de sí mismo, es la que vamos encontrando en nuestro compartir. Una puerta que tiene figuras diversas, que puede ser esperanza, alegría, gozo, paz, providencia. Jesús va gestando delante de nosotros estas puertas, en donde nos invita a caminar por verdes praderas que nos reconforta y nos devuelve las fuerzas para continuar el camino.
Es tan amplia la puerta de Jesús que tiene colores tan diversos, como diversa es la manera de hacerse El a nuestra necesidad y salirnos al cruce para abrirnos la puerta, donde parece que todo está cerrado. Por Él se entra a un ámbito de salvación, de libertad, de vida, que ni las instituciones judías ni sus dirigentes podían dar. Ellos habían cerrado las puertas.
Fíjate lo que dice Jesús de si mismo, “yo soy la puerta, si uno entra por mi estará a salvo”. Entrar a Jesús es acercarse a Él, conocerlo, es creer en Él, amarlo, seguirlo y guardar su Palabra. Vivir desde dentro de Jesús, es sentir, pensar, actuar y elegir desde Él.
En Jesús quedamos a salvo de todas las amenazas de nuestra vida y sobretodo de aquella que atenta generándonos temor y miedo, el pecado, la muerte.
Jesús dice, por esta puerta se entra y se sale, encontrando pastos, alimento, paz, sosiego… En Él encontramos el alimento que no es otro que su carne y su sangre, su Palabra. Él es el alimento, Jesús, el buen pastor.
escrito por el Padre Javier Soteras
(fuente: www.radiomaria.org.ar)
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