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lunes, 21 de abril de 2014

"No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán"

Lunes de la Octava de Pascua

Libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 14.22-33.


El día de Pentecostés, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: "Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido. Israelitas, escuchen: A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él. En efecto, refiriéndose a él, dijo David: Veía sin cesar al Señor delante de mí, porque él está a mi derecha para que yo no vacile. Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza, porque tú no entregarás mi alma al Abismo, ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción. Tú me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de gozo en tu presencia. Hermanos, permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se sentaría en su trono. Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías, cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción. A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen.


Salmo 16(15), 1-2a.5.7-8.9-10.11.

Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Señor, tú eres mi bien.»
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte!

Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré.

Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro:
porque no me entregarás a la Muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.

Me harás conocer
el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha.


del Evangelio según San Mateo 28, 8-15.

Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán". Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'. Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo". Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.


"No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán"

Las mujeres, que habían ido al sepulcro, después de oír el anuncio del Ángel, se alejaron rápidamente de allí, atemorizadas pero llenas de alegría. La redacción que hace San Mateo de este acontecimiento, es distinto a los otros evangelistas, observemos que dice, atemorizadas pero llenas de alegría. En el camino, les sale al paso Jesús. De pronto les sale al encuentro, debe haber sido una sorpresa inmensa, entonces Jesús les saluda sonriente, porque les dice, Alégrense.

Pero hay otras interrogantes, dice san Mateo, Las Mujeres, pero no dice cuales, luego dice que habían ido, pero no dice cuando fueron. Otra interrogante es, si el relato que hace san Marcos 16:9-11 y el que hace san Juan 20:11-18 se refieren a este mismo relato de san Mateo. Si el único evangelio fuera el de san Mateo, podríamos pensar que eran dos Las Mujeres. Es decir, María Magdalena y la otra María habían ido solas por la mañana a visitar el sepulcro y que se habían vuelto a comunicar la noticia a los apóstoles, y que en el camino se les había aparecido Jesús.

Pero si leemos a san Lucas 24:19 y a san Juan 20:2, podemos decir que habían ido con estas dos Marías otras varias mujeres. También que Magdalena, si fue con ellas al sepulcro, no entró ni tuvo conocimiento del anuncio del ángel sobre la resurrección del Señor, sino que, tan pronto vio la piedra removida, pensó en un robo del cadáver y se volvió corriendo a comunicarlo a Pedro, como lo relata san Juan 20:1-2.

Por otra parte, a través del evangelio de san Marcos y san Juan se sabe también que Magdalena vio sola al Señor resucitado. Y hasta tal punto se dice esto, que la aparición del Señor resucitado a Magdalena, tanto en el evangelio de Juan como en el final deutero-canónico de Marcos, se narra esta aparición como algo personal, destacado y exclusivo de ella. San Marcos 16:9 llega a decir de las apariciones jerosolimitanas (en Jerusalén) del Señor que se apareció primero resucitado a María Magdalena.

Por otra parte, la narración de Mateo sobre la aparición del Señor a Magdalena y a la otra María no fue en el camino, a la vuelta del sepulcro, como parecería en una lectura superficial del texto. Y esto no sólo se deduce de lo que dice san Juan en 20:1-2, sino también porque las mujeres, a la vuelta del sepulcro, saben, después del anuncio del ángel, que el Señor ha resucitado. Y conforme a la orden del ángel, así lo manifestaron a los discípulos, aunque éstos no lo creyeron como dice san Lucas 24:10-11. Más no dicen que hayan visto al Señor.

Pero Magdalena, no habiendo asistido al anuncio del ángel en el sepulcro, ignoraba la resurrección del Señor; tanto que, al llegar ella a Pedro y al otro discípulo, (san Juan) piensa que han robado el cuerpo, san Juan 20:1.2.

También se sabe que, cuando las mujeres vienen del sepulcro a anunciar esto a los discípulos, no estaban con ellos Pedro y el otro discípulo, pues éstos salieron en seguida, san Juan 20:4, camino del sepulcro tan pronto como Magdalena les comunicó que habían robado el cuerpo del Señor.

A esto no se opone lo que se lee en san Lucas 24:12, el cual, después de relatar que las mujeres, entre las que cita la primera a Magdalena, vuelven del sepulcro, añade que dijeron esto a los apóstoles (la resurrección y el anuncio del ángel), y a continuación narra cómo Pedro fue corriendo al monumento.

Lucas sabía, aunque él explícita mente no lo relata, lo que había sido un tema muy destacado en la primera tradición cristiana: la aparición del Señor resucitado, privilegiadamente, a Magdalena. Y así la incluye globalmente en el grupo de las mujeres a las que se les comunicó la resurrección del Señor.

Más aún, según el mismo Lucas, cuando las mujeres fueron a comunicar la resurrección del Señor a los apóstoles no estaba entre ellas Magdalena. Pues los apóstoles dicen a los discípulos de Emaús que nos asustaron ciertas mujeres de las nuestras que, yendo de madrugada al monumento, no encontraron su cuerpo, y vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles que les dijeron que vivía (san Lucas 24:22-23). Pero Magdalena no estaba con ellas durante esta aparición, como se ha dicho.

Por tanto, si Magdalena fue la que vio primera (Marcos) al Señor resucitado; y si las mujeres tuvieron también una aparición del Señor resucitado, que, en el contexto de Mateo, fue muy de mañana, pues la sitúan a la vuelta del sepulcro, del cual volvieron en seguida, y cuando fueron era muy de madrugada; esta coincidencia de horas y de otros rasgos literarios entre los relatos de Mateo y de Juan hacen ver que este relato de Magdalena está íntimamente relacionado en los dos evangelistas.

Para resolver esta dificultad de la aparición del Señor en el camino a las mujeres sin la presencia literaria de Magdalena, varios autores han supuesto un segundo viaje de las mujeres al sepulcro, y en el cual tiene lugar esta aparición de Jesús.

Así se salvaría que, en la primera vuelta del sepulcro para anunciar la resurrección del Señor a los apóstoles, Magdalena no podía estar entre ellas, pues lo ignoraba; y, como es citada expresamente en el contexto de Mateo, se explicaría que, estando citada y no habiendo visto a Jesús, esta aparición no pudo ser en la primera vuelta del sepulcro, sino en otra.

Pero en esta otra segunda visita, para excluir de ella a Magdalena, que tiene su aparición sola y peculiar junto al sepulcro (Juan-Marcos), se supone que las mujeres, después de transmitir el mensaje a los apóstoles, vuelven pronto de nuevo al sepulcro, mientras Magdalena ya estaba allí con Pedro.

Y en este intervalo, en este segundo viaje, pero ya de vuelta las mujeres el sepulcro, sería cuando tuvo lugar esta aparición del Señor y el mensaje a todas, incluida ya Magdalena, anunciando a los apóstoles la resurrección del Señor.

Esta solución, basada en un segundo viaje al sepulcro, aparte que no está dicho ni insinuado en el texto, no se ve, para justificarlo, ni necesidad exegética ni tiene tampoco una satisfactoria explicación. Supone muchas cosas y parece todo ello muy artificioso. De hecho, No explica a qué van estas mujeres al sepulcro cuando ya sabían que el Señor había resucitado. No explica los rasgos afines que hay entre el relato colectivo de Mateo y el personal de Magdalena de Juan-Marcos.

Caben otras explicaciones sin recurrir forzosamente a ese segundo viaje. La solución hoy más seguida por los autores consiste en identificar la aparición personal de Juan (20:11-18) y Marcos (16:9-11) con la aparición colectiva que Mateo refiere de las mujeres a la vuelta del sepulcro (Mateo 28:9.10). Los fundamentos principales en que se basan para sostener esta identificación son: Magdalena, según Mateo, como se ha notado (Mateo 28:19), vio a Jesús resucitado. Según Marcos, Magdalena fue la primera que vio al Señor resucitado (Marcos 16:9), y ella fue quien lo anunció a los apóstoles, pero oyendo que vivía y que había sido visto por ella, no lo creyeron” (Marcos 16:10.11). En el evangelio de Juan, cuando Magdalena va al sepulcro con las otras mujeres y vuelve ella antes de la aparición de los ángeles, dice a Pedro que no sabemos dónde han puesto el cuerpo. Es decir, se incluye ella con otras. Es conocido, y muy usado en el evangelio de Mateo, el plural de categoría, por lo que se atribuye a un grupo o colectividad, por algún motivo real o literario, lo que sólo corresponde a una persona. Por lo que parece que Mateo haya utilizado aquí este procedimiento literario, en cuyo caso la aparición que pone de Jesús a las mujeres a la vuelta del sepulcro sería un plural de categoría. De hecho, él sólo cita a María Magdalena y a la otra María (Mateo 28:1:8), con lo que intentaría referir la aparición hecha sólo a Magdalena, de tan gran resonancia en la primitiva tradición y catequesis cristiana, aunque expresado por la categoría de aparición a mujeres.

Los rasgos afines que se hallan entre la narración de Mateo y la de Juan-Marcos: María Magdalena es la misma protagonista en ambas escenas. Jesús saluda en ambas apariciones, aunque en Mateo es un saludo vago y genérico y en Juan es un saludo concreto y personal. En ambas narraciones, Magdalena abraza los pies del Señor. Por eso no hay oposición ninguna entre el pasaje de Juan: No me abraces, y el de Mateo cuando dice que las mujeres abrazaron los pies del Señor. Pues el texto de Juan supone que Magdalena le abrazó los pies, pero que Jesús le manda después que se retire.

En ambas narraciones, Jesús da el mismo encargo a las que lo escuchan: que vayan a los discípulos a transmitir un mensaje. Mateo destaca la aparición en Galilea; Juan, la próxima ascensión o vuelta al Padre, que tan acentuadamente está en el cuarto evangelio.

Así, puede concluirse: que Mateo 28:9.10 y Juan 20:11-18 se refieren a lo mismo, es decir ambas apariciones deben de ser la misma. El texto de Mateo no exige que la aparición de Jesús a las mujeres se realice en el camino, ya que puede ser muy bien una forma de redacción.

Luego san Mateo nos dice que mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido.

Según el relato, la guardia romana puesta en el sepulcro huye, ante el hecho del ángel aterrador y el sepulcro abierto, a comunicar la noticia y justificarse. Había que dar una explicación de alguna manera de aquel suceso. Hay una reunión de gentes sanedritas — Josefo habla del papel de estas reuniones de jefes judíos en esta época y de sus repercusiones — y se apela al dinero. Aquella soldadesca mercenaria aceptaba fácilmente aquella propuesta: mientras dormían, habían robado el cuerpo. Mas a quien lo pensase, no le parecería verosímil: ¿cómo dormir en una custodia, que era gravemente punible en el código militar? ¿Cómo atreverse nadie ante la tropa, máxime sus discípulos, a intentar violar un sepulcro? ¿Cómo no despertar ante el ruido de gentes y de instrumentos y del rodaje de la piedra sepulcral? Alguna explicación había de darse. Las gentes sanedritas se comprometían a apaciguar al procurador si la noticia llegaba a él. Si a ellos no les interesaba el asunto, menos había de preocuparle aquel enojoso asunto a Pilato. La “noticia se divulgó entre los judíos hasta el día de hoy” (Mateo). Se está reflejando el hecho polémico de judeocristianos, en la iglesia mateana, en la época de la composición del evangelio.

San Justino (t c.165), en su Diálogo con el judío Trifón, le dice:

“Vosotros, apenas supisteis que (Jesús) había resucitado de entre los muertos, no sólo no hicisteis penitencia, sino, como antes dije, escogisteis a hombres especiales y los enviasteis por toda la tierra que fueran repitiendo a voz de pregón que una secta sin Dios y sin ley se había levantado en nombre de un Jesús de Galilea, que fue un impostor. “Nosotros — decíais — le crucificamos; pero sus discípulos, habiéndole robado del sepulcro en que, desclavado de la cruz, fue colocado, engañan ahora al pueblo diciendo que ha resucitado de entre los muertos y subido al cielo.”

La afirmación de San Justino procede de una fuente distinta del evangelio de Mateo. La calumnia no sólo corrió por Palestina, sino por la Diáspora, es decir por la dispersión de la comunidad del pueblo judío.

La Paz de Cristo Resucitado

escrito por Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
(fuente: www.caminando-con-jesus.org)

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