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martes, 6 de mayo de 2014

"Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre”, dice el Señor. Aleluya

Martes III de Pascua. Blanco

Lectura de los Hechos de los apóstoles (Hech 7, 51—8, 1a). 

En aquellos días: Esteban decía al pueblo, a los ancianos y a los escribas: “¡Hombres rebeldes, paganos de corazón y cerrados a la verdad! Ustedes siempre resisten al Espíritu Santo y son iguales a sus padres. ¿Hubo algún profeta a quien ellos no persiguieran? Mataron a los que anunciaban la venida del Justo, el mismo que acaba de ser traicionado y asesinado por ustedes, los que recibieron la Ley por intermedio de los ángeles y no la cumplieron”. Al oír esto, se enfurecieron y rechinaban los dientes contra él. Esteban, lleno del Espíritu Santo y con los ojos fijos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios. Entonces exclamó: “Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios”. Ellos comenzaron a vociferar y, tapándose los oídos, se precipitaron sobre él como un solo hombre; y arrastrándolo fuera de la ciudad, lo apedrearon. Los testigos se quitaron los mantos, confiándolos a un joven llamado Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban oraba, diciendo: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Después, poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado”. Y al decir esto, expiró. Saulo aprobó la muerte de Esteban.

Palabra de Dios.


Salmo 30, 3cd-4. 6. 7b. 8a. 17. 21ab

R. ¡Pongo mi vida en tus manos, Señor!

Sé para mí una roca protectora, un baluarte donde me encuentre a salvo, porque tú eres mi Roca y mi baluarte: por tu Nombre, guíame y condúceme. R.

Yo pongo mi vida en tus manos: Tú me rescatarás, Señor, Dios fiel. Confío en el Señor. ¡Tu amor será mi gozo y mi alegría! R.

¡Que brille tu rostro sobre tu servidor, sálvame por tu misericordia; al amparo de tu rostro ocultas a tus fieles de las intrigas de los hombres! R.


del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (Jn 6, 30-35)

La gente preguntó a Jesús: “¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: ‘Les dio de comer el pan bajado del cielo’”. Jesús respondió: “Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo”. Ellos le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les respondió: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”.

Palabra del Señor.


REFLEXIÓN

La palabra clave del evangelio de hoy es PAN, que repite Juan SIETE VECES en cada sección de este capítulo y SIETE VECES aparece también la expresión "que he bajado del cielo."

Recordemos cómo Dios había facilitado al pueblo de Israel un alimento providencial, el maná, cuando en el desierto no tenían nada, les faltaba todo. Pero no solamente vamos a Dios buscando favores, pues fácilmente los olvidaríamos después y seríamos desagradecidos; es más, volveríamos a quejarnos, como le pasó al pueblo de Israel, entonces, por el maná; y ahora, por darles de comer los panes y los peces.

El maná fue el alimento del pueblo de Israel, mientras duró la marcha por el desierto. Llegados a la Tierra Prometida, desapareció el maná. La Eucaristía es el alimento del seguidor de Jesús, de la comunidad cristiana, en su peregrinar hacia la Casa del Padre. Allí el mismo Dios nos servirá la mesa.

Y seguirá siendo para nosotros el signo de la entrega generosa de Cristo, de su amor por nosotros.

Por todo ello, dice Jesús a los judíos, que El es el pan de vida, y que quien está con El no pasa hambre y quien cree en El no tiene sed. Es la obra, el signo, que ofrece Jesús, a quienes lo retan y lo juzgan inferior a Moisés, que les ofreció el maná y el agua de la roca.

La Eucaristía, que ofrece Jesús, lo supera todo: es un pan, que da vida al mundo; es un pan universal, como anticipo de la utopía antigua y actual: la de que todos los seres humanos tengan a su alcance el pan de cada día.

Nos muestra Jesús así una experiencia nueva de comunidad para que aprendamos a compartir el pan, el trabajo, el descanso; para que no puedan darse los acaparadores en medio de un mundo de hambrientos. Para dar vida a este proyecto de Jesús es necesaria una gran dosis de fe. A partir de esta fe es la comunidad solidaria la que tiene que hacer el milagro del Pan compartido.

Jesús quiere que pasemos del nivel de los milagros al de los signos, donde se muestra la intención liberadora de Dios en cada una de sus manifestaciones.

Pablo Neruda en su "Oda al pan" proclama: "Todo nació para ser compartido, / para ser nuestros hombres, / con todos los hambrientos... Todos los seres / tendrán derecho / y así será el pan de mañana, / el pan de cada boca, / sagrado, / consagrado..."

escrito por el Padre Juan José Palomino del Alamo 
(fuente: homiletica.org)

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