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miércoles, 30 de diciembre de 2015

El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él

6º día de la Octava de Navidad
(30/12/2015)

Epístola I de San Juan 2, 12-17. 

Hijos, les escribo porque sus pecados han sido perdonados por el nombre de Jesús. Padres, les escribo porque ustedes conocen al que existe desde el principio. Jóvenes, les escribo porque ustedes han vencido al Maligno. Hijos, les he escrito porque ustedes conocen al Padre. Padres, les he escrito porque ustedes conocen al que existe desde el principio. Jóvenes, les he escrito porque son fuertes, y la Palabra de Dios permanece en ustedes, y ustedes han vencido al Maligno. No amen al mundo ni las cosas mundanas. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo -los deseos de la carne, la codicia de los ojos y la ostentación de la riqueza.- Todo esto no viene del Padre, sino del mundo. Pero el mundo pasa, y con él, sus deseos. En cambio, el que cumple la voluntad de Dios permanece eternamente.


Salmo 96(95), 7-8a.8b-9.10.

Aclamen al Señor, familias de los pueblos,
aclamen la gloria y el poder del Señor;
aclamen la gloria del nombre del Señor.

Entren en sus atrios trayendo una ofrenda,
adoren al Señor al manifestarse su santidad:
¡que toda la tierra tiemble ante él!

Digan entre las naciones: “¡El Señor reina!
el mundo está firme y no vacilará.
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud”.


del Evangelio según San Lucas 2, 36-40.

Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.








REFLEXIÓN

Queridos amigos, una vez más ¡Feliz Navidad! La vida ha venido y acampado en medio de nosotros; no es la muerte la angustia, sino la esperanza, la alegría y la vida plena que nos ha traído este Niño Dios en Belén. Nuestra vida ahora tiene sentido, Dios vive en medio de su pueblo. Qué lindo es escuchar la Palabra de Dios, la religiosidad de María y de José que llevaron al Niño al Templo, como hoy tantos padres cristianos acercan a los recién nacidos a bautizarse.

Queremos ahora poner la mirada en esa mujer llamada Ana, que estaba en el Templo. Era viuda, desde hacía muchos años; vemos en ella a tantas mujeres y hombres viudos. Pensar que para muchos el estado de enviudes puede significar termino, angustia, dolor, depresión o fracaso ya de la vida, al haberse perdido el compañero o compañera de toda la vida.

Qué hermoso, y esto solo lo posibilita la Navidad del Niño Dios recién nacido. Ana la mujer del Evangelio representa no algo acabado, derrumbado, sino, en el esplendor de la vida, dando gracias a Dios, no hablando del pasado añorado, sino del futuro, no encerrada en sus temores sino abierta a la vida naciente, con sentido solidario, de comunión, como tantas abuelas y abuelos llenos de alegría por la vida de sus hijos jugando y conteniendo a sus nietos, mirando el futuro y animando a los jóvenes a seguir construyendo un mundo mejor que el que ellos pudieron darles.

Y allí están, el niño Jesús junto a María y a José que vuelven a lo cotidiano de Nazaret, no a vivir de éxitos o de cosas deslumbrantes, no. No les había nacido un mago, un adivino, les nació el Hijo de Dios que vivirá 30 años en lo escondido, en el estudio, en el trabajo, ayudando a su padre carpintero, anunciando al mundo la llegada del reino, un reino de justicia, de paz, de humildad y sencillez, de servicio y de amor; es el verdadero reino, el reino de Dios, la navidad que Dios quiera, amigos, la podamos vivir a lo largo de todo este año que vamos a comenzar. ¡¡¡FELIZ, FELIZ NAVIDAD!!! ¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO QUE SE ACERCA!!!

escrito por Monseñor Luis Alberto Fernandez
Obispo de la Diócesis de Rafaela
(fuente: www.oleadajoven.org.ar)

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