Martes de la segunda semana del tiempo ordinario
(19/01/2016)
Primer Libro de Samuel 16, 1-13.
El Señor dijo a Samuel: "¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo he rechazado para que no reine más sobre Israel? ¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey".
Samuel respondió" "¿Cómo voy a ir? Si se entera Saúl, me matará". Pero el Señor replicó: "Llevarás contigo una ternera y dirás: 'Vengo a ofrecer un sacrificio al Señor'.
Invitarás a Jesé al sacrificio, y yo te indicaré lo que debes hacer: tú me ungirás al que yo te diga".
Samuel hizo lo que el Señor le había dicho. Cuando llegó a Belén, los ancianos de la ciudad salieron a su encuentro muy atemorizados, y le dijeron: "¿Vienes en son de paz, vidente?".
"Sí, respondió él; vengo a ofrecer un sacrificio al Señor. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio". Luego purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio.
Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: "Seguro que el Señor tiene ante él a su ungido".
Pero el Señor dijo a Samuel: "No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón".
Jesé llamó a Abinadab y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: "Tampoco a este ha elegido el Señor".
Luego hizo pasar a Sammá; pero Samuel dijo: "Tampoco a este ha elegido el Señor".
Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: "El Señor no ha elegido a ninguno de estos".
Entonces Samuel preguntó a Jesé: "¿Están aquí todos los muchachos?". El respondió: "Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño". Samuel dijo a Jesé: "Manda a buscarlos, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí".
Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque es este".
Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David. Samuel, por su parte, partió y se fue a Ramá.
Salmo 89(88), 20. 21-22.27-28.
Tú hablaste una vez en una visión
y dijiste a tus amigos:
“Impuse la corona a un valiente,
exalté a un guerrero del pueblo.
«Encontré a David, mi servidor,
y lo ungí con el óleo sagrado,
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga poderoso.»
El me dirá: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Yo lo constituiré mi primogénito,
el más alto de los reyes de la tierra.
del Evangelio según San Marcos 2, 23-28.
Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar.
Entonces los fariseos le dijeron: "¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?".
El les respondió: "¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus compañeros se vieron obligados por el hambre,
cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes?".
Y agregó: "El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado.
De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado".
REFLEXIÓN
A veces nos hemos corrido por distintos motivos de ese centro de la vida. Hoy el Señor nos quiere ayudar a encontrar otra vez el centro, el verdadero sentido de las cosas, por eso vamos a estar orientándonos por la Palabra sobre el “sábado”. Este sábado que para nuestros hermanos mayores, los judíos, es tan sagrado. Pero, ¿cuál es el verdadero sentido que el Señor hoy le quiere dar? Quizás las palabras de San Agustín, esta frase tan conocida “Ama y haz lo que quieras” nos ayude a iluminar este tiempo de reflexión.
El Señor viene a renovar el sentido de la Ley judía, no la viene a destruir sino que le viene a dar cumplimiento. Viene a dar cumplimiento al Espíritu de la Ley, así como ayer también lo podíamos reflexionar. El Espíritu, poder ver que es lo que Dios quiere a través de esa Ley que viene a grabar a fuego en nuestros corazones. Por eso nos preparamos, por eso queremos, junto al Señor, recorrer este camino, el camino de recibir Su Palabra y hacerla vida en cada una de nuestras vidas.
Primero, es bueno, cuando leemos la Escritura, ubicarnos en el contexto histórico. Nos hace tanto bien cuando rezamos a partir de algún pasaje bíblico armarnos la escena, poder visualizar los distintos personajes, y en este evangelio que hoy escuchamos también es bueno recordar que es el sábado para los judíos, quién lo impuso, cuál es el sentido que tenía. El sábado para los judíos era y es el día actualmente para nuestros hermanos, el día del descanso, el día en donde no se puede hacer ningún tipo trabajo, ningún tipo de esfuerzo. Con decirte por ejemplo que el judío más ortodoxo, cuando observa de esta manera el sábado ni siquiera puede hacer el esfuerzo de prender una tecla de la luz porque es un día de descanso ofrecido especialmente como día del Señor y día de descanso en medio del trabajo, aquél que impuso Moisés. Y Jesús tiene que enfrentarse a esta ley que en realidad era vivida por los fariseos de una manera extrema, de una manera en donde lo que importaba era cumplir la ley, el cumplimiento, todo lo que tenía que ver con lo legal, con ese cumplimiento legalista, pero Jesús veía que estos hombres se quedaban en aquél cumplimiento y no en lo que movía o llevaba a cumplir esa Ley. Por eso, si hay un riesgo que el Señor nos ayuda siempre a discernir y evitar es el del cumplimiento, mitad cumplir y mitad mentir. Cumplo pero a la vez miento. En realidad lo que nos tiene que llevar y lo que Jesús nos quiere llevar a descubrir es qué es lo que me mueve a cumplir esa Ley y es el amor a mi Dios, el amor a ese Dios que se ha entregado todo y que quiere venir a grabar a fuego la Ley en nuestro corazón pero para que la llevemos al cumplimiento, para que sea el motor de nuestras palabras, de nuestros pensamientos, de nuestros gestos. Por eso Jesús se tiene que enfrentar a los fariseos que han deformado la Ley de Moisés porque se quedaron en las pequeñeces y se olvidaron del Espíritu que crea la Ley, ese Espíritu de la Ley que es el que mueve a llevarla a cabo y hacer todo por amor a Dios.
Los fariseos por eso acusan a los discípulos de Jesús de violar el sábado. Y así como no está permitido en sábado para los judíos ni siquiera encender la llave de una luz, tampoco estaba permitido hacer lo que los judíos hicieron en el campo. Ese trabajo que ellos hicieron de quitar las espigas porque tenían hambre, le llaman segar o trillar, y estas tareas del campo y unas cincuenta tareas más que podríamos añadir e investigar a cerca del trabajo del campo en aquél tiempo, estaban prohibidas en sábado, en el día del descanso. Por eso es que el Señor, que muchas veces se antepone al grupo de los fariseos, pero no solamente por hacer la contra, por querer imponer su Ley, sino que el Señor quiere hacerles ver, quiere demostrarles que la Ley es una Ley que debe ser vivida en el Espíritu, una Ley que el viene a renovar y a darle cumplimiento con hechos, con palabras, con gestos concretos, no quedándose en el mero precepto sino en lo que nos mueve, por eso Jesús le da un nuevo sentido al sábado. Jesús viene a enseñarnos que toda ley, los mandamientos, los preceptos que nos enseña nuestra Santa Madre Iglesia, deben ser llevados adelante solamente por amor a Dios. Si hoy te encuentras haciendo algo por obligación será hora de sincerarnos frente a Dios. ¿Qué es lo que me mueve a cumplir con los preceptos de la Iglesia, a rezar, a hacer el bien, a llevar adelante lo que Jesús planea para mi vida? ¿Es el amor? ¿Es el cumplimiento? ¿Es el temor a Dios? El precepto dominical, por ejemplo, este día del Señor, que para los católicos podríamos decir que es como ese sábado para los judíos, este día del Señor que viene Jesús a instaurar entre nosotros, este precepto de amor, obligación de amor, ¿cómo la cumplimos, la llevamos a cabo? ¿Qué es lo que nos mueve a llevarla adelante?
Agradar a Dios en todo, esa puede ser la consigna de hoy y la enseñanza que el Señor hoy nos quiere dejar. Desde la intención por la cuál hacemos cada cosa hasta aquello que hacemos en concreto.
Continuando con nuestra reflexión, veníamos preguntándonos acerca de cuál era la intención con la cuál hacemos cada cosa, cuál es la intención con la cuál cumplimos la Ley de Dios, cumplimos los mandamientos, los preceptos, hacemos las cosas en nuestra vida. ¿Qué es lo que me mueve? Es importante que podamos reflexionar y mirar hacia nuestro interior acerca de qué es lo que nos mueve a hacer cada cosa. Decíamos al comienzo del programa que la frase de San Agustín nos iba a ayudar a poder reflexionar y que iba a venir a iluminar esta reflexión de la mano del Evangelio: Ama y haz lo que quieras. Pero primero amar, ahí está la clave que San Agustín nos muestra hoy también, primero amar, y que sea el amor lo que nos mueva a decir, a pensar, a hacer, a llevar en concreto cada una de las cosas que realizamos. Amar, cuando es el amor el que nos mueve a hacer cada cosa, entonces, estamos seguros, tenemos la certeza de estar haciendo lo que Dios haría en nuestro lugar. Por eso es bueno analizar y preguntarse: ¿amo en cumplimiento o amo por el amor mismo? Ojala que el Señor nos ayude a purificarnos cada vez que hagamos, que digamos, que pensemos, que sea el amor siempre el que nos mueva a hacer esto para que ese amor nos mueva a hacer las cosas buenas, las cosas que el Señor haría en nuestro lugar. Qué bueno preguntarse cada vez que uno está en una situación, ante una decisión, ante un hecho, ante una circunstancia, qué haría el Señor en mi lugar. Quizás ello nos ayude a confrontar con lo que sentimos, que quizás esté en disonancia o quizás no, esté en consonancia, y descubramos que lo que siento es lo mismo que haría el Señor. Qué bueno que si disentimos eso que haría el Señor en mi lugar, me ayude a sobreponerme y con voluntad realizar lo que Dios realmente quiere para nuestras vidas, por eso este es el gran significado que Jesús viene a darle al sábado, al día del Señor, vivir en Cristo y alegrarnos en el por la paz y la salvación que nos ha venido a traer.
El Concilio Vaticano II inspirándose también en este pasaje evangélico que hoy estamos reflexionando y ante el cuál hoy nos hemos posicionado, viene a comentar y a subrayar que la persona debe estar por encima de las cuestiones económicas y sociales. Dice el CVII: “El orden social y su progresivo desarrollo se han de subordinar en todo momento al bien de la persona, porque el orden de las cosas se ha de someter al orden de las personas y no al revés. El mismo Señor lo advirtió cuando dijo que el sábado había hecho para el hombre y no el hombre para el sábado.” Por eso, queridos hermanos, el Señor viene a traernos esta novedad hoy, viene a ayudarnos a encontrar el centro, ese sentido común, hacer todo por amor. Los discípulos tenían hambre, quisieron comer, no es que quisieron violar la Ley, había un sentido común, había algo que los movió a suplir esa necesidad. Toda la Ley de Dios y todos los mandamientos y preceptos que la Iglesia nos propone están a nuestro servicio, no para esclavizarnos sino para hacernos libres. No para atarnos sino para que, realmente, conociendo la verdad más profunda, podamos amar cada día más perfectamente. Por eso recordemos lo que Jesús dice en el Evangelio hoy a los fariseos y también para nosotros, este día del Señor, esta Ley que llega a nuestros corazones, ha sido hecha para el hombre, para hacerlo libre y no el hombre para la ley. Viene esta ley para servirnos y viene a darnos esa plenitud que no podríamos conseguirla por nuestros propios medios.
¿Qué podemos hacer para agradar a Dios hoy? Quizás sea liberarnos de este cumplimiento, de este cumplir y mentir a la vez, liberarnos de querer agradar a todo el mundo, para que mejor podamos querer lo primero es agradar a Dios. Que podamos recordar estas palabras de San Agustín: Ama y haz lo que quieras. Se lo pedimos al Señor que nos ayude a llevar a cumplimiento en nuestras vidas, que podamos llevar en concreto, en la práctica, esto de primero amar y después hacer. Que sea el amor el que nos lleve a hacer todo en este día y en nuestros días.
El Señor hoy viene a renovar nuestras intenciones, qué bueno que el Señor venga a purificarnos para que sea el amor el motor de cada una de las cosas que haga. Y a veces quizás podemos encontrarnos con sentimientos encontrados, con voluntades encontradas, muchas veces quizás tengamos voluntad de querer hacer algo pero cuando lo examinamos en la presencia del Señor no es lo que el Señor haría, o no es el amor el que me va a mover a hacer esas cosas, por eso hay algo fundamental que nos enseña el Señor que es el amor de benevolencia, es decir, el amor por el cuál se busca el bien del otro que es nuestro propio bien. Por eso ¿qué es lo que te mueve a hacer cada una de las cosas que haces? ¿Qué es lo que te mueve a trabajar, a perdonar, a ser bueno, a tratar de hacer el bien, a servir? ¿Qué es lo que te mueve a cada una de las cosas que decís, que pensás? Qué bueno que el Señor hoy nos ayude a purificarnos en nuestras intenciones y que pueda reinar el amor en cada una de nuestras decisiones, en cada uno de nuestros pasos. Por eso también el Señor, como te lo decía antes, nos ayuda a encontrar siempre el sentido común ante todas las cosas.
Cuando vivimos nuestra religiosidad como un medio que nos termina aislando o que nos aliena y nos hace perder este sentido común estamos en un riesgo porque estamos haciendo lo que hacían los fariseos, quedarnos en la ley sin vivir el espíritu que mueve a esa ley, por eso es bueno siempre, en la presencia del Señor, purificar nuestras intenciones. Por qué voy a misa, por qué voy a rezar, por qué voy a cumplir este precepto dominical, este día del Señor. Qué puedan ser obligaciones de amor. En la vida tenemos muchas obligaciones de amor y es bueno que así sea, con nuestros padres, hijos, hermanos, familiares, vecinos, enfermos, pobres, obligación de amor. Y ojo que la obligación de amor no siempre coincide con nuestras ganas, no siempre coincide con lo que queremos hacer, no siempre coincide con la distribución del tiempo en nuestras vidas, por eso es bueno preguntarnos ante cada circunstancia, ante cada situación, ante cada hermano, qué es lo que Jesús haría en mi lugar en este momento. No siempre va a coincidir con nuestro querer pero será bueno que sigamos los pasos del maestro.
¿Señor, vos hubieras hecho esto? Yo lo voy a hacer. Aunque no tenga ganas, aunque no me de placer, aunque no me sea cómodo, aunque en este momento no lo quiera llevar adelante, aunque este domingo me gustaría quedarme aquí en mi casa descansando sé que tengo esta obligación de amor, ir a alabarte, bendecir tu nombre en la asamblea dominical, en la Misa, en la Eucaristía, sabiendo que cuando nos anteponemos con nuestra voluntad a veces a vencer la pereza, sabemos que el Señor jamás nos deja iguales.
Cuando hacemos lo que Dios quiere, lo que al Señor le agrada, siempre el Señor se ocupa de modificar nuestras vidas, de tocarnos y dejarnos esa gracia que necesitamos. Dios ve todas nuestras intenciones, por eso, cuando también con su gracia, tratamos de vencer las tentaciones ante las intenciones, esa tentación de quedarme, de no hacerlo, cuando puedo vencer con mi voluntad, con la fuerza de la gracia que me da el Señor, entonces vivo en la presencia de Jesús en todo momento, no solamente cuando tengo ganas. Ahí está nuestro desafío, hacer lo que podamos, todo lo que podamos cada día, de esa manera estaremos tratando de ser santos. Hermanos, hermanas, ese es el llamado que Dios nos hace a todos cuando nos ha creado, a amarlo y servirlo, este llamado a la santidad consiste en hacer todo lo que podamos, lo que no podemos lo hace Dios. Y lo que no podemos, si no está a nuestro alcance, entonces no tenemos la obligación de cumplirlo, de hacerlo. Dios quiere que hagamos todo lo que podamos de bueno cada día. Ese es el camino de nuestra santidad. Y frente a todo lo que podemos entonces no quedará lugar para el reproche, no quedará lugar para arrepentirnos y decir que podría haber hecho tal cosa y me quedé.
Que el Señor hoy impulse nuestras vidas para que salgamos con ganas, con fuerza, con voluntad también, pero también tratando de no caer en la tentación del voluntarismo sino nuestra voluntad confiada a la gracia de Dios. Señor fortalece mi voluntad para que hoy pueda ir a trabajar agradándote y aunque no tengo ganas o me gustaría quedarme en casa lo hago porque me mueve el amor a mi familia, el amor a vos, y este trabajo también, que es la tarea diaria que hace que el pan llegue a mi mesa cada día me santifica también. Y así con cada una de las tareas que tenemos que enfrentar y que llevar adelante, hacer lo que podamos, amar y hacer lo que queramos siguiendo la recomendación de San Agustín. Ese es el camino de la santidad, el camino que tantos hermanos y hermanas han recorrido a lo largo de tantos años de la Iglesia, esos que ya gozan de la Iglesia triunfante en el cielo, que han sabido discernir en sus corazones que es todo lo bueno que podían hacer cada día. Que podamos llevar adelante esto en nuestras vidas, con la ayuda del Señor, esa gracia que hace posible lo que nos parece imposible.
Señor, ayúdanos a que podamos cumplir de verdad, con amor, estas obligaciones de amor que tenemos para con vos y también para con los hermanos. El que dice que ama a Dios, nos dice la Biblia, y nos ama a los hermanos está mintiendo, por eso Señor queremos cada día ser más y más consecuentes con aquellos que dejas en nuestro corazón, tu amor infinito,. Señor recibí todas las intenciones que hoy hemos compartido, todas las que tenemos en el corazón, todas nuestras intenciones buenas, y aquellas que no concuerden en nuestra voluntad ayúdanos Señor a purificarlas, ayúdanos a discernir qué es lo que vos harías en nuestro lugar, cuál es tu voluntad. Discernir en nuestra vida la voluntad de Dios es pensar qué es lo que Jesús haría en mi lugar y por consecuente, llevarlo a cabo.
escrito por Padre Matías Perez
(fuente: radiomaria.org.ar)
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