(11/01/2016)
Primer Libro de Samuel 1, 1-8.
Había un hombre de Ramataim, un sufita de la montaña de Efraím, que se llamaba Elcaná, hijo de Ierojám, hijo de Eliú, hijo de Toju, hijo de Suf, efraimita. El tenía dos mujeres: una se llamaba Ana y la otra Peniná. Peniná tenía hijos, pero Ana no tenía ninguno. Este hombre subía cada año desde su ciudad, para adorar y ofrecer sacrificios al Señor en Silo. Allí eran sacerdotes del Señor, Jofni y Pinjás, los dos hijos de Elí. El día en que Elcaná ofrecía su sacrificio, daba a su esposa Peniná, y a todos sus hijos e hijas, porciones de la víctima. Pero a Ana le daba una porción especial, porque la amaba, aunque el Señor la había hecho estéril. Su rival la afligía constantemente para humillarla, porque el Señor la había hecho estéril. Así sucedía año tras año cada vez que ella subía a la Casa del Señor, la otra la afligía de la misma manera. Entonces Ana se ponía a llorar y no quería comer. Pero Elcaná, su marido, le dijo: "Ana, ¿por qué lloras y no quieres comer? ¿Por qué estás triste? ¿No valgo yo para ti más que diez hijos?".
Salmo 116(115), 12-13.14-17.18-19.
¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor
en presencia de todo su pueblo.
¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos!
Yo, Señor, soy tu servidor,
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo.
en los atrios de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.
¡Aleluya!
del Evangelio según San Marcos 1, 14-20.
Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: "El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia". Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.
REFLEXIÓN
El Evangelio de Marcos nos guiara en todo el camino que recorreremos durante este año litúrgico. Es el primer evangelio escrito que las comunidades tuvieron para trasmitirse la noticia que había trasformado a tantos. Compartirlo de modo oral no alcanzaba, era necesario poner por escrito y empezar a ordenar los hechos y las palabras que Dios había trasmitido a través de su enviado, Jesucristo. De hecho el evangelio comienza así: “Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios” (Mc 1,1) El estilo con el que Marcos va a trasmitir la Buena nueva es de modo vivo y popular, lleno de espontaneidad y cargado con abundancia de detalles que manifiestan la dimensión humana de Jesús. Todo el itinerario que Marcos establece va en orden a descubrir a Jesús como el Hijo de Dios, el famoso “secreto mesiánico” que se manifestará en la muerte y resurrección.
Solo en la cruz está la respuesta a la gran pregunta de quién es Jesús. Solamente quién sepa “beber del cáliz que Él beberá” (Mt 20,22) podrá experimentar al verdadero Dios que se manifestó en Jesucristo. El evangelio de hoy es la invitación y el comienzo de esta aventura: “Conviértanse y crean en la Buena Noticia” (Mc 1,15). Convertirse, es la actitud fundamental para recibir al mesías. Eso implica ver “las cosas” de una manera nueva, dejarse guiar por el camino que el evangelio propone y descubrir la novedad que encierra. Convertirse, es decir, aceptar y dejarse modificar por Su Palabra. Convertirse, es decir, renacer de nuevo a la vida del Evangelio.
Ante una vida sin sentido que agota a tantos en estos tiempos, Jesús en el evangelio nos revela la vida íntima de Dios en su misterio más elevado, la comunión de amor en la Trinidad. Ante la desesperanza de un mundo sin Dios, que sólo ve en la muerte el término definitivo de la existencia, Jesús nos ofrece la resurrección y la vida eterna en la que Dios será “todo en todos” (1 Cor 15, 28). Ante la idolatría de los bienes terrenales, Jesús presenta la vida en Dios como valor supremo: “¿De qué le sirve a uno ganar el mundo, si pierde su vida?” (Mc 8, 36). Ante el subjetivismo hedonista, Jesús propone entregar la vida para ganarla, porque “quien guarde su vida terrena, la perderá” (Jn 12, 25). Es propio del discípulo de Cristo gastar su vida como sal de la tierra y luz del mundo. Ante el individualismo, Jesús convoca a vivir y caminar juntos. La vida cristiana sólo se profundiza y se desarrolla en la comunión fraterna. Jesús nos dice “uno es su maestro, y todos ustedes son hermanos” (Mt 23, 8). (Cfr. Documento de Aparecida n° 109-110)
Dejémonos guiar por el Evangelio. Es parte del propósito de este año, en el que Su Palabra nos habla y nos guía, nos muestra el camino y así nos dejamos transformar. Con las mismas palabras del Santo Padre Benedicto XVI cuando asumiera su Pontificado, quisiera terminar estas ideas sobre el evangelio de hoy. Palabras que nos vienen bien recordar a la hora de encarar este año 2012. “Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino de ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia”
Que tengas un hermoso día, ¡que Dios te bendiga!
escrito por Pbro. Maximiliano Turri
(fuente: www.roleadajoven.org.ar)
No hay comentarios:
Publicar un comentario