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miércoles, 24 de diciembre de 2014

"Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor"

Natividad del Señor
(Misa de medianoche)

Libro de Isaías 9, 1-6.

El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia. como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Porque todas las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: "Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz". Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.


Salmo 96(95), 1-2a.2b-3.11-12.13.

¡Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre,
Día tras día, proclamen su victoria.

Anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos.
Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;

regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque.
Griten de gozo delante del Señor,
porque él viene a gobernar la tierra:

él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad.


Carta de San Pablo a Tito 2, 11-14.

Porque la gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. El se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien.


del Evangelio según San Lucas 2, 1-14.

En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".


LECTIO DIVINA

Oración inicial

Apresúrate, Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que esperan todo de tu amor. Tú que vives y reinas.

Reflexión

• El Cántico de Zacarías es uno de los muchos cánticos de las comunidades de los primeros cristianos, que hasta hoy están esparcidos por los escritos del Nuevo Testamento: en los evangelios (Lc 1,46-55; Lc 2,14; 2,29-32), en las cartas paulinas (1Cor 13,1-13; Ef 1,3-14; 2,14-18; Fil 2,6-11; Col 1,15-20) y en el Apocalipsis (1,7; 4,8; 11,17-18; 12,10-12; 15,3-4; 18,1 hasta 19,8). Estos cánticos nos dan una idea de cómo era la vivencia de la fe y de la liturgia semanal en aquellos primeros tiempos. Dejan entrever una liturgia que era, al mismo tiempo, celebración del misterio, profesión de fe, animación de la esperanza y catequesis.
• Aquí en el Cántico de Zacarías, los miembros de aquellas primeras comunidades, casi todos judíos, cantan la alegría de haber sido visitados por la bondad de Dios que, en Jesús, vino a realizar las promesas. El cántico tiene una bonita estructura, bien elaborada. Parece una lenta subida que lleva a los fieles hasta lo alto de la montaña, de donde observan el camino recorrido desde Abrahán (Lc 1,68-73), experimentan el comienzo de la realización de las promesas (Lc 1,74-75) y de allí miran hacia delante previendo el camino que tiene que recorrer el niño Juan hasta el nacimiento de Jesús; el sol de justicia que viene a preparar para todos el camino de la Paz (Lc 76-79).
• Zacarías comienza alabando a Dios porque ha visitado y redimido a su pueblo (Lc 1,68) y ha suscitado a un poderoso salvador en la casa de David su siervo (Lc 1,69) como había prometido por boca de los profetas (Lc 1,70). Y describe en qué consiste esta salvación poderosa: salvarnos de todos nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian (Lc 1,71). Esta salvación es el resultado, no de nuestro esfuerzo, sino de la bondad misericordiosa de Dios mismo que se acordó de su alianza sagrada y del juramento hecho a Abrahán; nuestro padre (Lc 1,72). Dios es fiel. Este es el fundamento de nuestra seguridad.
• Seguidamente Zacarías describe en qué consiste el juramento de Dios a Abrahán: es la esperanza de “que, libres de nuestros enemigos, podamos vivir sin temor, en santidad y justicia, en presencia de Dios, todos los días de nuestra vida”. Este era el gran deseo de la gente de aquel tiempo y sigue siendo el gran deseo de todos los pueblos de todos los tiempos: vivir en paz, sin miedo, sirviendo a Dios y al prójimo, en santidad y justicia, todos los días de nuestra vida. Este es lo alto de la montaña, el punto de llegada, que apareció en el horizonte con el nacimiento de Juan (Lc 1,73-75).
• Ahora la atención del cántico se dirige a Juan, al niño que acaba de nacer. El será el profeta del Altísimo, porque irá delante del Señor preparándole el camino, capacitando a su pueblo para conocer la salvación para el perdón de los pecados (Lc 1,76-77). Aquí tenemos una alusión clara a la profecía mesiánica de Jeremías que decía: “Ya no tendrá que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: "Conozcan a Javé". Porque todos, grandes y pequeños, me conocerán, oráculo de Javé, porque yo habré perdonado su culpa y no me acordaré más de su pecado” (Jer 31,34). En la Biblia, “conocer” es sinónimo de “experimentar”. El perdón y la reconciliación nos hacen experimentar la presencia de Dios.
• Todo esto será fruto de la acción misericordiosa del corazón de nuestro Dios y se realizará plenamente con la venida de Jesús, el sol que viene de lo alto para iluminar todos los que están en tinieblas y sombras de muerte y para guiar nuestros pasos por los caminos de la Paz (Lc 1,78-79).

Para la reflexión personal

• Hay veces que es bueno leer el cántico como si fuera por primera vez para poder descubrir en él toda la novedad de la Buena Nueva de Dios.
• ¿Has experimentado alguna vez la bondad de Dios? ¿Has experimentado alguna vez el perdón de Dios?

Oración final

Cantaré por siempre el amor de Yahvé,
anunciaré tu lealtad de edad en edad.
Dije: «Firme está por siempre el amor,
en ellos cimentada tu lealtad. (Sal 89,2-3)

(fuente: ocarm.org)

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