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domingo, 31 de julio de 2016

"Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas"

Decimooctavo domingo del tiempo ordinario
(31/07/2016)

Libro de Eclesiastico, de Sirac 1, 2.2,21-23.

¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! Porque un hombre que ha trabajado con sabiduría, con ciencia y eficacia, tiene que dejar su parte a otro que no hizo ningún esfuerzo. También esto es vanidad y una grave desgracia. ¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el sol? Porque todos sus días son penosos, y su ocupación, un sufrimiento; ni siquiera de noche descansa su corazón. También esto es vanidad.


Salmo 95(94), 1-2.6-7.8-9.

¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos hasta él dándole gracias,
aclamemos con música al Señor!

¡Entren, inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros, el pueblo que él apacienta,
las ovejas conducidas por su mano.

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:
«No endurezcan su corazón como en Meribá,
como en el día de Masá, en el desierto,
cuando sus padres me tentaron y provocaron,
aunque habían visto mis obras.»


Carta de San Pablo a los Colosenses 3, 1-5.9-11.

Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria. Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría. Tampoco se engañen los unos a los otros. Porque ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras y se revistieron del hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose constantemente según la imagen de su Creador. Por eso, ya no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos.


del Evangelio según San Lucas 12, 13-21.

En aquel tiempo: Uno de la multitud le dijo: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia". Jesús le respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?". Después les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas". Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha'. Después pensó: 'Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida'. Pero Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios".





















REFLEXIÓN: Guardaos de toda clase de codicia

En el evangelio de Lucas del domingo pasado, los discípulos pedían al Maestro que los enseñara a orar y poner la confianza en Dios; en este domingo de estío, cuando el descanso vacacional necesario para retomar fuerzas y volver después a los quehaceres de siempre, la Palabra de Dios nos hace una llamada: compartir con quienes carecen de lo necesario. Repartir la herencia entre hermanos, es algo común; pensar solo en uno mismo, por desgracia, más común aún.

“Hay quien trabaja con ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no trabaja” (Ecl 2, 21)

Si a pesar de las cifras de las estadísticas, ¡cuántos hay que no encuentran trabajo! no se reparten las herencias, sino que se almacenan cosechas, se fomentan las desigualdades sociales, -que cada vez son mayores-, y en consecuencia hay menos ricos que son más ricos, y más pobres que les falta lo necesario para vivir.(Bauman). Propio del seguidor de Cristo es buscar la justa distribución del trabajo.

¡No os mintáis unos a otros! (Col 3, 9)

¿Y la mentira? Es signo de la no presencia de Dios en nosotros. La Resurrección de Cristo es la verdad a la que estamos llamados y la verdad es andar en incorruptibilidad. Cuando el ser humano cae en cualquier clase de idolatría, bien sea humana, espiritual o religiosa, se convierte en el hombre viejo corruptible que lleva dentro y no deja lugar a que Cristo sea todo en todos. Fruto de esa vejez interior es amasar fortuna pensando solo en vivir para uno mismo.

escrito por Fr. Carlos Recas Mora O.P.
Convento del Santísimo Rosario (Madrid)
(fuente: www.dominicos.org)

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