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domingo, 24 de abril de 2016

"Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros"

Quinto domingo de Pascua
(24/04/2016)

Libro de los Hechos de los Apóstoles 14, 21b-27. 

Después de haber evangelizado esta ciudad y haber hecho numerosos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía de Pisidia. Confortaron a sus discípulos y los exhortaron a perseverar en la fe, recordándoles que es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios. En cada comunidad establecieron presbíteros, y con oración y ayuno, los encomendaron al Señor en el que habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia. Luego anunciaron la Palabra en Perge y descendieron a Atalía. Allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para realizar la misión que acababan de cumplir. A su llegada, convocaron a los miembros de la Iglesia y les contaron todo lo que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto la puerta de la fe a los paganos.


Salmo 145(144), 8-9.10-11.12-13ab.

El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
el Señor es bueno con todos
y tiene compasión de todas sus criaturas.

Que todas tus obras te den gracias, Señor,
y tus fieles te bendigan;
que anuncien la gloria de tu reino
y proclamen tu poder.

Así manifestarán a los hombres tu fuerza
y el glorioso esplendor de tu reino:
tu reino es un reino eterno,
y tu dominio permanece para siempre.


Apocalipsis 21, 1-5a.

Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más. Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: "Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios estará con ellos. El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó". Y el que estaba sentado en el trono dijo: "Yo hago nuevas todas las cosas". Y agregó: "Escribe que estas palabras son verdaderas y dignas de crédito.


del Evangelio según San Juan 13, 31-33a.34-35.

Después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'. Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros".











REFLEXIÓN

Comienzan las palabras de despedidas de Jesús, que hemos escuchado en este texto del Evangelio. Sabemos que todas las palabras son importantes, mucho mas éstas, por que son como las palabras de su testamento. De alguna manera Jesús quiere dejar grabado a fuego lo esencial. Lo más importante para que sus discípulos de ayer, nosotros de hoy y los de siempre lo tengamos en cuenta.

Recordemos brevemente que es en este contexto en donde Jesús realiza ese gesto inaudito, solo reservado a los esclavos, de lavar los pies a los discípulos y que hemos revivido el Jueves Santo. Además en este contexto el Señor nos deja su mandamiento, el que nos identifica como discípulos suyos.

La verdadera señal o el distintivo de los cristianos “Amansen los unos a los otros, como Yo los he amado”. Nos podemos preguntar ¿Por qué es nuevo este mandamiento?, si ya en el Antiguo Testamento aparecía en el libro del Levítico. Es nuevo por dos motivos, por que solo gracias a Jesús, a su entrega total, podemos saber todo lo que significa amar al hermano, amarlo hasta las últimas consecuencias. Por otro lado también es nuevo por que gracias a la vida interior que el nos comunica, gracias a la donación de su espíritu podemos tener la fuerza para vivirlo con sinceridad y con verdad.

Les propongo una breve oración:

Señor Jesús resucitado, tú que con la victoria sobre la muerte haces nuevas todas las cosas, renueva nuestro corazón joven con la fuerza de tu Espíritu para que podamos amar con la medida de tu corazón. Así ser parte, como decía el Papa Benedicto, de la “revolución de Dios”, “la revolución del amor”. Quiero ser parte de ella, desde las pequeñas cosas o poniendo el amor al odio, la mansedumbre a la violencia, el perdón a la venganza, la paz a la enemistad.

escrito por Monseñor Damián Bitar
Obispo de la Diócesis de Oberá
(fuente: www.oleadajoven.org.ar)

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