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lunes, 2 de mayo de 2016

"el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí"

Lunes de la sexta semana de Pascua
(02/05/2016)

Libro de los Hechos de los Apóstoles 16, 11-15. 

En aquellos días, nos embarcamos en Tróade y fuimos derecho a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis. De allí fuimos a Filipos, ciudad importante de esta región de Macedonia y colonia romana. Pasamos algunos días en esta ciudad, y el sábado nos dirigimos a las afueras de la misma, a un lugar que estaba a orillas del río, donde se acostumbraba a hacer oración. Nos sentamos y dirigimos la palabra a las mujeres que se habían reunido allí. Había entre ellas una, llamada Lidia, negociante en púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios. El Señor le tocó el corazón para que aceptara las palabras de Pablo. Después de bautizarse, junto con su familia, nos pidió: "Si ustedes consideran que he creído verdaderamente en el Señor, vengan a alojarse en mi casa"; y nos obligó a hacerlo.


Salmo 149(148), 1-2.3-4.5-6a.9b.

Canten al Señor un canto nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que Israel se alegre por su Creador
y los hijos de Sión se regocijen por su Rey.

Celebren su Nombre con danzas,
cántenle con el tambor y la cítara,
porque el Señor tiene predilección por su pueblo
y corona con el triunfo a los humildes.

Que los fieles se alegren por su gloria
y canten jubilosos en sus fiestas.
Glorifiquen a Dios con sus gargantas;
ésta es la victoria de todos sus fieles.


del Evangelio según San Juan 15, 26-27.16,1-4a.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio. Les he dicho esto para que no se escandalicen. Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios. Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho.»






REFLEXIÓN: El Espíritu Santo nos sostiene en el testimonio

La llegada del Espíritu Santo, es para sostener en el testimonio. Dice Jesús: “Cuando venga el Paráclito, el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí, ustedes también darán testimonio de mí”. El Señor nos invita a renovar nuestra confianza en la fuerza del Espíritu, que como dice Pablo, es el que nos conduce, nos guía, el que va en nosotros como en una vasija de barro, este tesoro maravilloso, que opera y actúa con el poder del Dios en nuestra debilidad, la gracia del espíritu.

Dios nos regala esta manifestación testimonial del Espíritu Santo, a los que se abren a su moción interior con obediencia. “Nosotros somos testigo de estas cosas y también el Espíritu Santo, que da Dios a los que obedecen” (Hch 5,32). Obediencia a las mociones que es fidelidad al testimonio de lo que se ha participado, es decir de lo que experimentamos como presencia suya, el que pasa y nos toca, y que al tocarnos nos unge. La manifestación del Espíritu Santo nace entonces de una experiencia que es en la obediencia.

¿Cuál es esa experiencia por la que hay que dejarse llevar en Espíritu de obediencia?. “Si me aman y guardan mis mandamientos yo pediré al Padre y Él les enviará otro Paráclito” Jn 14,14. ¿Dónde se juega el escenario de un amor ofrecido a Dios en obediencia? ¿En qué escenario tuyo el Señor te envía en el servicio para que allí se vaya amasando interiormente la posibilidad para que venga y actúe con poder el Espíritu Santo?.

Es dejarse llevar entonces por la fuerza transformante del amor, es obediencia en la caridad. Es obediencia a lo único que Jesús manda a lo largo de todo el evangelio: a que nos amemos, no hay otro mandato. Es un mandato de liberación, no de esclavitud, es un mandato de transformación, es un mandato que libera, transforma y cambia la vida. Allí se sintetiza todo el mensaje de Jesús, en el amor fraterno: Ámense unos a otro como Yo los he amado, nadie tiene amor más grande que el da la vida por los hermanos.

El mandato de Jesús es que el corazón se disponga para la venida del Espíritu Santo, el que lleva a término lo que el Señor nos indica como camino, amar hasta dar la vida.

El amor transformará el mundo

Cuando Jesús manda a amar y dispone el corazón en este sentido, crea en nosotros el deseo profundo de que ese amor acontezca y el Espíritu Santo viene a nuestro corazón para que el amor se haga realidad. Decía Martín Luther King “el amor es la única fuerza capaz de transformar a un enemigo en amigo”. Sólo esto es posible a través del Espíritu Santo que une lo diverso.

El testimonio de los perseguidos y de Esteban en particular, hace que Pablo pase de perseguidor a seguir de Jesús “quién podrá apartarnos del amor de Cristo. Ni la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la desnudez, ni los peligros, ni la espada. En todo salimos vencedores gracias a aquel que nos amo”. En todo salimos vencedores gracias a que Dios nos amó. Es sólo el amor el que nos unifica interiormente y nos pone en comunión plena con Dios. Pedimos la fuerza del Espíritu Santo para que se lleve a término lo soñado por Dios para nosotros: un amor capaz de incluir a los enemigos.

La fuerza que el espíritu de Jesús, el paráclito, el que El nos envía para que no quedemos huérfanos, para que no quedemos abandonados, para que no quedemos al margen del camino, es el único capaz de sostenernos en el medio de lucha, particularmente en el medio de la adversidad y muy en particular en el medio de la persecución. Nos aprietan por todas partes, dice el apóstol Pablo, pero en todas vencemos gracias a aquel que sostiene nuestro peregrinar, sostiene nuestro andar. ¿Quién podrá apartarnos del amor de Dios?.

No hay forma de transformación del mundo sino es amando y amándolo. La fuerza del amor es la que transforma. La fuerza del amor es la que queda, la que permanece, todo lo demás pasa, todo se muda decía Santa Teresa, todo pasa y por eso hay que saber esperar en Dios, la paciencia todo lo puede, la paciencia todo lo alcanza.

Quién a Dios tiene, nada le falta, solo Dios queda, solo Dios basta y este Dios que queda, este Dios que basta, este Dios que no pasa, este Dios al que esperamos y este Dios que viene, este Señor que está en medio de nosotros, que le da verdadero sustento a nuestra vida, solidez y cimiento, es el Dios del amor y el que nos invita a amar, a amar sin medida.

La medida del amor, decía San Agustín, es amar sin medida, no hay medida para el amor. En este sentido, somos llamados en este tiempo de preparación a la manifestación del Espíritu Santo a renovar nuestro deseo de amar a todos y sin distinciones. Hay fuerzas que atentan contra este amor, como lo es la autoreferencia, el miedo, el egoísmo. Queremos en el Espíritu renovarnos desde el mandato de Jesús: a amar hasta dar la vida. El Espíritu viene en nuestra ayuda.

Para poder entrar en esta dinámica del amor que cambia y transforma debemos salir de la cultura de la queja lastimera, para ingresar en el mundo concreto tal como existe, no con ángeles sino con hombres de carne y hueso. No con seres perfectos, sino con pecadores, indiscretos, con feos y con lindos, con fracasados y con quejosos, en el mundo tal cual es y no como yo quisiera que fuera, soy invitado a poner lo mejor de mi, guiados por una fuerza de amor que llevo dentro mío como un tesoro escondido en esta vasija de barro que soy.

Si me animo a vivir en esta clave podré decir junto al apóstol Pablo, todo lo puedo en aquél que me conforta. Quisiera amar este mundo cambiado, pero la cosa es al revés, debemos amarlo para que cambie. Pero esto se da solo si tenemos confianza en la transformación que provoca la fuerza del amor.

Algo parecido al amor de Dios que de la nada hace nacer las cosas, a ese estilo estamos llamado nosotros a llamar a la existencia, al mundo nuevo por la misma fuerza del amor con la que Dios dice hágase y todo viene a la vida por esa palabra creadora. El amor es así, es creador de novedad. Un hombre nuevo nace a partir de una experiencia de amor que transforma su propia vida, que le permite desde ese lugar cambiarlo.

escrito por el Padre Javier Soteras
(fuente: www.radiomaria.org.ar)

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