Buscar este blog

jueves, 21 de enero de 2016

"¡Tú eres el Hijo de Dios!"

Jueves de la segunda semana del tiempo orfdinario
(21/01/2016)

Primer Libro de Samuel 18, 6-9.19,1-7. 

A su regreso, después que David derrotó al filisteo, las mujeres de todas las ciudades de Israel salían a recibir al rey Saúl, cantando y bailando, al son jubiloso de tamboriles y triángulos. Y mientras danzaban, las mujeres cantaban a coro: "Saúl ha matado a miles y David a decenas de miles". Saúl se puso furioso y muy disgustado por todo aquello, pensó: "A David le atribuyen los diez mil, y a mí tan sólo los mil. ¡Ya no le falta más que la realeza!". Y a partir de ese día, Saúl miró con malos ojos a David. Saúl habló a su hijo Jonatán y a todos sus servidores de su proyecto de matar a David. Pero Jonatán, hijo de Saúl, quería mucho a David, y lo puso sobre aviso, diciéndole: "Mi padre Saúl intenta matarte. Ten mucho cuidado mañana por la mañana; retírate a un lugar oculto y no te dejes ver. Yo saldré y me quedaré junto con mi padre en el campo donde tú estés; le hablaré de ti, veré que pasa y te lo comunicaré". Jonatán habló a su padre Saúl en favor de David, y le dijo: "Que el rey no peque contra su servidor David, ya que él no ha pecado contra ti. Al contrario, sus acciones te reportan grandes beneficios. El se jugó la vida cuando derrotó al filisteo, y el Señor dio una gran victoria a todo Israel. Si tanto te alegraste al verlo, ¿por qué vas a pecar con sangre inocente, matando a David sin motivo?". Saúl hizo caso a Jonatán y pronunció este juramento: "¡Por la vida del Señor, no morirá!". Jonatán llamó a David y lo puso al tanto de todo. Luego lo llevó a la presencia de Saúl, y David quedó a su servicio como antes.


Salmo 56(55), 2-3.9-10.11.12-13.

Ten piedad de mí, Señor, porque me asedian,
todo el día me combaten y me oprimen:
mis enemigos me asedian sin cesar,
son muchos los que combaten contra mí.

Tú has anotado los pasos de mi destierro,
¡recoge mis lágrimas en tu odre!:
¿acaso no está todo registrado en tu Libro?
Retrocederán mis enemigos el día que te invoque.

Sé muy bien que Dios está conmigo.
confío en Dios y alabo su palabra;
confío en él y ya no temo:
¿qué pueden hacerme los hombres?
Debo cumplir, Dios mío, los votos que te hice:
te ofreceré sacrificios de alabanza.


del Evangelio según San Marcos 3, 7-12.

Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea. Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón. Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara. Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo. Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!". Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.








REFLEXIÓN

Este texto del evangelio de hoy, Jesús lo pone en otro paisaje. Se acuerdan que ya pasamos por el terreno cultivado, hemos pasado por la sinagoga. Hoy es Jesús que nos lleva a la orilla del mar. Ese es el escenario, la geografía donde se desarrolla el texto.

La palabra que utiliza el texto es que Jesús se retiró con sus discípulos. ¿Cuál habría sido el motivo de este retirarse? Como venimos haciendo las lecturas continuas, y podemos imaginarnos que tuvo una seguidilla de días bravos, de mucha agitación, de mucha tensión, de mucho trabajo. De sábado en sábado, tanta gente que Jesús lo seguía y tanta gente que Jesús los iba conociendo.

Y la tensión desde unos encuentros de gente que se resistía a este nuevo modo de hablar y de obrar. Así que el retiro podría haber sido de un descanso, de un alejarse a un lugar interesante, que promoviese el descanso físico, la convivencia.

Entonces están Jesús y sus discípulos, en retiro, a orillas del mar. Los que viven en Mar del Plata nos podrían describir esto que significa las sensaciones del mar. Es un mar que entra también por el olfato, los perfumes, los colores, las resonancias de experiencias vividas ahí a la orilla del mar. Es un espacio que nos ayuda a contemplar la inmensidad del mismo mar. Que nos retrotrae a pensar en nuestra pequeñez, en saber que entrando por el mar, empezamos a cambiar tierra en no tierra. Entonces en lugares donde no tenemos tanto el control. Como que necesitamos de otras herramientas, otros saberes para poder introducirnos en este espacio.

Ruidos y graznidos de gaviotas, un rico perfume. La hora del día no la señala. Cada uno de nosotros podría imaginarse la hora que más le agrada. Como en un amanecer, en un atardecer, o en algún otro momento, en algún otro rato de la jornada. Y experimentar este descanso en Dios, este descansar en Jesús en una geografía que nos acompaña.

Y de vuelta, tenemos allí la imagen de armonía. Jesús en medio, los discípulos que pueden ser nuestra propia familia, un paisaje que ayuda a la relación con la naturaleza, (en este caso un paisaje de mar)… Así que está la relación con el Cielo, que es Jesús, la convivencia humana, tu familia, el grupo de amigos, la comunidad, y la relación con lo Creado, en este caso a través del paisaje de la playa. Y Jesús que nos invitó, nos llevó, casi nos exigió al retiro. Con esta actitud quiero que empecemos la mañana. Mar, gente amiga, momento del día espléndido, la presencia de Dios, y nuestra alma que se aquieta.

Ahí está Jesús, de retiro, casi de vacaciones. Unas vacaciones en comunidad. Y le pasó a Él lo que nos suele pasar a nosotros. Los que tuvimos la experiencia de salir algunos días, en algún año, nos damos cuenta que junto con el bolso y las ropas, cuando llegamos al lugar también llevamos las otras cosas, llevamos la preocupación, el ritmo, el trabajo, el acelere y que, en realidad, se tiene que prolongar varios días hasta que uno se empieza a desacelerar, a mandar las cosas de vuelta a su lugar de origen. Sus situaciones de trabajo. Porque uno llevó todo. Llevó al jefe, llevó la problemática en el bolso, llevó todo.

Ahí está Jesús, que no está terminando de llegar con sus amigos, y detrás mucha gente con las situaciones. No menciona el texto en ningún lado la reacción de Jesús y sí lo que hace. Entonces podríamos nosotros intuir su razón. Llegó ahí para estar un rato y de pronto, aparece la gente. No parece el fastidio como la reacción de Jesús frente a esto. Si para eso ha venido, para proclamar la Palabra y que la Palabra sea escuchada.

Y la Palabra proclamada significa el contacto físico, visual, el estar cerca para poder hablar, y ser escuchado. Entonces la reacción de Jesús no es el fastidio. Casi, casi, podríamos decir que hasta que fue provocado, porque tampoco como hace mención que en este lugar del barco hubiera una población grande, si pareciera que hubiera un tipo muelle. Porque después pide una barca, así que algún tipo de atracadero debe haber habido ahí.

Bueno ahí está Jesús recibiendo a mucha gente. Es gente que ya tuvo contacto con Él, gente que ya lo conoce. Que ha experimentado su Palabra sanadora, la sanación de sus gestos que ha traído liberación interior o salud física. Entonces toda esta gente que lo sigue, no puede ya estar sin Él. Y dejando ya sus seguridades lo acompaña, lo sigue.

Como que van uniendo destinos. Ahí donde está Jesús ahí va la gente. Y quizás otros muchos, sabiendo que con Jesús su Palabra sanaba y tranquilizaba, daba paz, daba perspectivas, generaba esperanza, y que con sus gestos sanaba.

Y quizá otros muchos que no habían tenido este encuentro se sumaban a este grupo que iba acudiendo adonde estaba Jesús.

Mucha gente lo seguía. Pero también dice el texto que mucha gente al enterarse lo que Jesús hacía, es decir, que esta misma gente proclamaría por otras partes, (a los parientes, a los amigos), y uno se pone a contemplar esto. Sin que hable, sin que se escuche Su voz, como dice el salmo 18, a todas partes se expande Su voz.

El mensaje de Jesús empieza a correr. Desde la línea del testimonio, de boca en boca, de lo que me sucedió a mí, de lo que pasó en mi familia. Porque Jesús está un lugar, pero su mensaje ya está recorriendo otra geografía, otra historia, metiéndose en otros lugares, en otras familias, movilizando a gente. No ya con su presencia física, sino con la fuerza del testimonio de aquellos que lo conocieron y escucharon y propagan esa Voz.

Así que si mucha gente va por el contacto directo de su actividad física en estos poblados de Galilea, muchos otros porque escucharon lo que Él hacía también fueron a su encuentro. Y a estos los nombra como una gran multitud. Y nombra como ciudades y provincias de esa zona. Como Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania, y la región de Tiro y Sidón. Como que no queda nadie fuera.

De la pequeña geografía que implica esta zona de la Palestina en tiempos de Jesús, estos territorios abarcan todo. Es una palabra que llevó a todos. Y todos quieren ir a Su encuentro. Esta es otra imagen. Un Jesús que es convocante.

Está la orilla del mar, que es el paisaje elegido por Él para este encuentro. Con sus amigos, con los que ya habían conocido su Palabra y su actividad en Galilea. Y con todos aquellos que sin conocerlo, ya habían escuchado lo que Él hacía, quieren encontrarse, de todos lados. La invitación de hoy es esta: nombrar nuestra comarca, junto con Jerusalén, Idumea, Judea, Transjordania…

La región de donde provenís, de donde provengo y sentirnos invitados también, a partir de las cosas que hemos escuchados de Jesús, anhelar el encuentro. Y saber qué cosas tenemos que dejar y salir al encuentro con Jesús, que obra maravillas. Que trae esta presencia inigualable de Dios. Él está en medio de nosotros. Nosotros queremos estar al lado suyo.

Todos merecen su lugar cerca Jesús. Unos antes, otros después, algunos viniendo desde una situación, otros desde otra. Pero todos vamos al encuentro. Y ahí estamos. Dejamos de ser espectadores para convertirnos en peregrinos. También salimos al encuentro de Jesús por las cosas que escuchamos de Él. Y acá viene esta invitación de Jesús.

Él mandó, dice el texto, a sus discípulos a que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara. Y pudiera tener una situación de encuentro, digo yo, que sea posible. Es decir con todos. No con aquellos que primero lo empujen o lo aprieten con esa necesidad de la posesión o del poco espacio.

Y qué lindo que esta tarea Jesús se la encomiende a sus discípulos. Fíjense son los primeros que llegaron. Este Jesús, incluso cuando está atendiendo, no desatiendo a los primeros que llegaron que son sus discípulos. Los está mirando, les está dando indicaciones. Y qué lindo lo que les enseña, no sólo lo que les pide, sino también lo que les enseña. Que aquellos que primero llegan, no tienen el privilegio de la primera fila, sino que tienen el privilegio del servicio, para que el encuentro sea posible para todos.

Con esta simple invitación, los invito a sumergirse en esta perspectiva, la del servicio. Una presencia cercana a Jesús que se define por la ministerialidad del lugar, por el privilegio del lugar. En cualquier lugar que vos estés, si llegás primero, si fuese el fundador del grupo, si fuese el constructor de la capilla, si fuese… en qué medida o en qué hacés derivar habitualmente este privilegio de haber sido el primero.

Entre los primeros en tiempo de llegada, entre los primeros en la capacidad de poseer. Hoy Jesús con un pequeño gesto, una pequeña indicación, en medio del gentío, lo cual por una parte nos habla de su dominio de la situación, no se desborda. Si los otros son muchos y se apretujan, Él sigue teniendo una mirada hacia todos y hacia cada uno.

Y a los apóstoles, a sus discípulos, a sus amigos lo que les pide es esto: vos que viniste conmigo ocupá ahora un ministerio. El del servicio. Dedicate a acomodar que la situación mejore para todos. Que todos puedan oír, que todos puedan ver, que todos puedan tener el encuentro según lo han deseado. Y ustedes son los encargados de esto. Los amigos de Jesús empiezan a convertir este gesto en servidores, en ministros, en mediadores de este encuentro. No lo toman a Jesús como suyo. No se enojan porque tienen que compartirlo con los otros. Sino que el gozo que les da la presencia y el llamado de Jesús se convierte en una actitud de servicio a los demás.

Mirá que linda invitación que nos hace Jesús. Nosotros que salimos de peregrinación para encontrarnos con Él. Y nos dice que nuestro encuentro con Él se va a definir por la capacidad de servicio. Bueno, a aquellos les pidió que le acerquen, le busquen y le preparen una barca. ¿Qué es lo que te está pidiendo hoy en este día, en concreto? Para que tu presencia cercana a Jesús, que la deseás y que espiritualmente, nos hemos motivado para hacerla desde nuestra comarca. Ahora te toca servir.

¿Qué te pide Jesús? Hoy qué te pide. Imaginate. Revisá el pasado. ¿Para qué utilizaste el privilegio de ser el primero o más intensas experiencias de Dios? Si fue para el servicio o fue para el dominio. O fue para autoproclamarte ser el mejor. ¿Qué te está pidiendo para que hoy Él pueda encontrarse con otros? Esa es la tarea. Él vino para todos y vos podés ser mediador de ese encuentro.

Como sigue el texto. Porque Jesús sanaba a muchos, todos los que estaban ahí, se arrojaban a Él. Para tocarlo. Todos los que padecían algún mal, se arrojaban a Él para tocarlo. Acá nos podemos acercar a las experiencias de padecimiento. Padecer el mal. El verbo que utiliza el texto para el mal, es que es un padecimiento. Es parte de la Pasión. No es algo como elegido.

Es algo que se padece, algo que se recibe, algo dado. Nadie elige el mal, por el mal en sí. Sí podemos tomar elecciones incorrectas, o no haberlas pensado tanto, y como consecuencia acarrear un mal. Pero del mal, lo señala el texto, y todos nos queremos liberar. Todos los que padecen algún tipo de mal, lo dice así, no lo explicita que tipo de mal, se quiere librar, y Jesús aparece como aquél que nos puede liberar del mal. Y lo repetimos cotidianamente tantas veces. “Líbranos del mal” en la oración que él mismo nos enseñó.

El mal no es una posesión, es algo padecido, del cual anhelamos todos los seres humanos, ser liberados. Y acuden las personas a los lugares que tengan estas características.

Vamos a ver en el próximo bloque, nuestro ser que se resiste a ser liberados del mal. Pero acá estamos nosotros, y las personas que podamos ir nombrando, desde nuestras casas, que están padeciendo algún mal. Pongámoslas cerca de Jesús. Que sientan el deseo de liberarse de ese mal. Del alcoholismo, de la droga, de alguna adicción; alguna alteración de carácter que se convierta en algo malo.

No que me caiga mal a mi, no que a mi me moleste; sino mal en sé mismo, sino que estamos nombrando, aquello que en el otro no deja que cumpla sus objetivos.

No es una mirada interesada de buscar la propia tranquilidad. Realmente es ver lo que en la persona con la que convivo, no la deja ser ella misma en el proyecto de vida que Dios soñó para ella. Algo que está quitando la posibilidad de ser.

Nombramos a todas esas personas. Y las ponemos muy cerca de Jesús, Él tendrá el modo de atender a cada uno. De no sentirse apretujado, abrumado, desbordado de tantos nombres, tantas situaciones. Él y sus ministros se ocupan de que sea atención personalizada. Entonces no tengamos miedo de decir los propios males, de nuestros conocidos, de nuestra propia gente.

Fíjense que en Jesús se despierta la atracción que los seres humanos tenemos de estar bien, que la gente es capas de tomar esta actitud que nos dice el evangelio. Arrojarse, con tal de tocarle.

Es decir, el contacto más mínimo con esta fuente de salud, con este espacio de salvación, que se transforma inmediatamente en una apropiación. En algo para mi aquello que es del otro. Quitándome a mi aquello que a mí me molesta. Jesús es capas de esto. Es una usina de bien, que borra todo mal. Entonces tenemos que recuperar y repensar todas aquellas cosas que suceden en nuestra sociedad y que nosotros decimos, son como males enquistados.

¿En qué se enquistan? ¿En donde están como atornillados, aferrados, que no se sueltan? Porque en el texto bíblico, y creemos que es la experiencia de todos nosotros, nunca nadie quisiera estar atornillado al mal.

Lo que uno escucha cuando uno acompaña a situaciones de dolor, de enfermos. La pregunta es ¿Hasta cuando con esta situación? Nadie la quiere.

Y el texto de hoy nos da razón de esto. Nadie quiere el mal. Todos lo quieren como fuera de uno mismo. Porque estamos hechos para el bien.

El ser humano está hecho para el bien. Para Dios.

Hemos sido creados para ti y nuestro corazón estará inquieto mientras no descanse en Ti; había formulado como expresión san Agustín.

Así que en nuestro corazón, en alguna dimensión, física, intelectual, psicológica, familiar, social, haya algo del mal, y nosotros no estamos tranquilos. No nos podemos quedar ahí, tenemos que trabajar para que esto sea expulsado. Que el mal sea vencido. Y el texto bíblico dice que el mal se vence con la presencia de Jesús que es el Bien. No es un mal más fuerte.

No es un mal de “cinco gramos”, lo venzo con un mal de “diez gramos”. No a un mal lo venzo con dos males.

Jesús que pasó haciendo el bien, según una frase bíblica del evangelista, es la manera, en concreto, de quitar el mal. “Venzan el mal, a fuerza de bien”, repite san Pablo. Entonces, como que la experiencia cristiana, nos dice que este dolor que vos padecés, o el dolor que sabés que padece otra persona; el único camino de quitarlo, es el bien. El bien de la presencia de Dios, y quizás el bien de la comunidad. El bien de la presencia que acompaña, hace el aguante. Que acerca alguna medicina, algún consuelo, que escucha.

Y si nosotros conocemos personas, y uno dice “este está empecinado en el mal. ¿Qué pasa? Parece que quiere hacer esto.” El hombre desde lo más profundo, varón, mujer, anhela la salud. Anhela el bienestar, la armonía en la convivencia.

¿Cuáles son las resistencias que nosotros experimentamos tristemente, en nuestro interior o en otros? Para que ese mal que nos hace mal, sigamos nosotros aferrándonos a ese mal. Porque lo natural, lo sencillo sería esto, que la gente que tiene un mal se lo saque, se lo quite, lo evite, se lo entregue a Dios. Pida la ayuda de la ciencia. Porque el mal siempre es un padecimiento, nunca una decisión.

Después de que la gente se arrojaba sobre Él para tocarlo, los espíritus impuros apenas lo veían, se tiraban a sus pies. Y uno se pregunta. ¿De dónde salieron estos espíritus impuros? Porque de lo que íbamos leyendo había salido Jesús con sus amigos a la vera del mar. La gente que lo había conocido, la gente que había escuchado, nosotros que leemos el texto y nos sumergimos. Y ¿estos? O estaban ahí y se despertaron cuando llegó tanta gente, como espíritus del lugar. O son esas cosas que llevamos cada uno. Y a veces, las llevamos sin saber que las llevamos.

La imagen sería como para que entendamos, “yo estaba bien hasta que fui al médico”. “Me hicieron un análisis y resulta que yo creía que iba solo, y volví con colesterol, triglicéridos, azúcar por las nubes”…

Estas son estas cosas que uno lleva sin darse cuenta que las lleva, porque se hicieron tan de uno, que uno cree que son uno. Y de pronto, cuando uno se pone frente a la luz, (de un examen clínico, de una presencia sanadora como la de Jesús), frente a un parámetro, empiezan a aparecer todas estas cosas que están torcidas para un lado, y que uno estaba como adherido a sí. Hecho carne, hecho uña, hecho uno con uno mismo. Que cree que son yo, pero son cosas que no son yo.

Sino que se convierten como experiencias de impurezas, porque distorsionan mi personalidad, y el sueño de Dios, y mi proyecto personal. Por eso se transforman en impurezas. Y son espíritus porque son como intangibles. Un tumor uno lo ve, porque sobresale. Estas son cosas que están dentro, subsistiendo en cosas, pero que veo los efectos, pero no las veo.

Bueno, ahí aparecen todas juntas. Y se resisten. Y fíjense que táctica interesante tienen. Se resisten intentando la distracción. Ahí están gritando, intentando llamar la atención. Las miramos a ellas, ahora. Perdemos el centro en Jesús. Mientras Jesús es el que tenía sanación, ahora ellas están gritando. Y gritando cosas interesantes. Porque están gritando la proclamación “Tú eres el Hijo del Altísimo”.

Pero a la misma vez que gritan esto. Estas cosas que tenemos como pegadas a nosotros, son distracción. Porque nos quitan la mirada y la presencia de Jesús, aunque hablen de Jesús. Aunque tengan gestos como tirarse a los pies. O gestos muy parecidos a la gente, que buscaba la vida. ¿Se acuerdan? Se arrojaban para tocarlo. Estas se arrojaban a sus pies.

Pero si en uno veíamos un deseo de quitarse este mal, que los tenía atornillados a la no vida, o a la menos vida. Este arrojarse a los pies, como muy de esclavo, muy de sometido, muy de decir “me hago el humildito, pero en el fondo sigo tan fuerte como siempre”.

Es como cuando uno ataca el mal y lo arrincona hasta un lugar, pero no lo saca de raíz. Y de golpe, ese pedacito que dejaste ahí arrinconadito, aparece como una fuerza, y se genera como un yuyo más grande que el anterior. Entonces los gritos, y el achicarse no es signo de que lo saqué todavía.

Hay cosas que se han adherido a tu vida, se han adherido a la mía, a la de todos. Quizás desde chicos, quizá por distintas experiencias, y el gran trabajo nuestro es sacarlas de raíz. No dejarles ningún rinconcito. Porque desde ahí, se vuelven a posicionar y vuelven a crecer con una fuerza que…

¿Qué cosas pueden ser? Y, estas frases, a través de las cuales, uno construye la vida. Por ejemplo, “mirá, el que me las hace, las paga”. Y yo construyo mi vida a partir de eso. Y siempre descubro que quiero construir una relación afectiva interesante, pero que termina mal. Pero por qué? Quizá uno va haciendo la historia, y siempre basas en esta.

Entonces, por un lado vos proclamas que querés armar una relación afectiva, pero por otro lado, el más mínimo error de la otra parte, para vos es evaluado como el motivo de corte. Entonces, a la misma vez que decís “quiero estar con”, interiormente pusiste unas plataformas, unos cimientos a la construcción que está diciendo siempre “te vas a quedar sin”. Por ejemplo.

Y así, cada uno podemos descubrir, cuáles son estas cosas que están muy metidas dentro de nosotros. Que son pensamientos, modos de armar el pensamiento, modos de construir las cosas, modos de relacionarnos con el mundo material, o con los vínculos afectivos, o con el mismo Dios.

Yo digo querer y amar a Dios. Pero profundamente tengo un gran miedo respecto de Él. Entonces, yo voy todos los días, pero voy todos los días, como para alguien que me va a pegar. Quiero amarlo y servirlo, pero tengo un terror, pánico frente a Su presencia.

A eso le llamamos hoy, espíritus impuros. Aquello que pareciendo parte nuestra, y habiendo viajado kilómetros. Fíjese, cada uno, salió de su comarca y sin darse cuenta, lo trajo. Porque no es que yo lo adhiero, como que armo la mochila, y pongo una muda de ropa. Estas cosas ya vienen conmigo. Y frente a Jesús quedaron evidenciados, y son estas las cosas que hacen que el Reino de Dios no ingrese en nosotros. Se resisten, porque quieren todavía ellos, reinar en nuestras vidas.

Le pedimos a Jesús y que también estos aspectos de nuestra vida, se rindan frente a Él. Que busquemos la paz, la salud total, plena, que hagamos guerra frente a estas cosas extrañas, no son nuestras, que se han adherido. Que todo lo nuestro sea estar al servicio, a las órdenes de Jesús para que otros hermanos se encuentren. Y que el día de hoy sea el ser mediadores de esta Presencia que experimentamos, sea una lucha contra estas cosas extrañas que todavía viven en nuestra vida. Y sobre todo, sintamos la Sanación que la Presencia de Dios trae a nuestra vida.

Que Jesús te bendiga, y pedimos la intercesión de Laurita Vicuña. Ella que luchó contra el mal, haciendo el bien a su mamá, nos ayude en esta lucha contra el mal. Y ganarla a fuerza del Bien.

escrito por Padre Marcos Aguirre
(fuente: radiomaria.org.ar)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...