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jueves, 18 de febrero de 2016

“Pedid y se os dará... llamad y se os abrirá”

Jueves de la Primera semana de Cuaresma
(18/02/2016)

Libro de Ester 14, 1.3-5.12-14. 

En aquellos días, la reina Ester, temiendo el peligro inminente, acudió al Señor y rezó así al Señor, Dios de Israel: "Señor mío, único rey nuestro. Protégeme, que estoy sola y no tengo otro defensor fuera de ti, pues yo misma me he expuesto al peligro. Desde mi infancia oí, en el seno de mi familia, cómo tú, Señor, escogiste a Israel entre las naciones, a nuestros padres entre todos sus antepasados, para ser tu heredad perpetua; y les cumpliste lo que habías prometido. Atiende, Señor, muéstrate a nosotros en la tribulación, y dame valor, Señor, rey de los dioses y señor de poderosos. Pon en mi boca un discurso acertado cuando tenga que hablar al león; haz que cambie y aborrezca a nuestro enemigo, para que perezca con todos sus cómplices. «¡Señor mío, nuestro Rey, tú eres el Unico! Ven a socorrerme, porque estoy sola, no tengo otra ayuda fuera de ti.


Salmo 138(137), 1-2a.2bc-3.7c-8.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
te cantaré en presencia de los ángeles.
Me postraré ante tu santo Templo.

y daré gracias a tu Nombre
por tu amor y tu fidelidad.
Me respondiste cada vez que te invoqué
y aumentaste la fuerza de mi alma.

Tu derecha me salva.
El Señor lo hará todo por mí.
Tu amor es eterno, Señor,
¡no abandones la obra de tus manos.


del Evangelio según San Mateo 7, 7-12.

Jesús dijo a sus discípulos: Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan! Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.




REFLEXIÓN

“Pedid y se os dará....; llamad y se os abrirá.”

“Inclina tu oído hacia mí, Señor.” (Sal 5,2) Tú has venido, Señor, no sólo por misericordia con tu pueblo Israel, sino para salvar a todas las naciones..., no sólo a restaurar una parte de la tierra, sino a renovar al mundo entero. Por esto “Inclina tu oído hacia mí.” ¡No rechaces mi súplica por indigna, no desdeñes mi oración! No pido oro ni riquezas... Deseando el amor y el respeto de tu nombre, clamo sin cesar: “Inclina tu oído hacia mí, Señor.”

Israel gozaba de tus bienes. Yo también tendré experiencia de tus beneficios. Tú sacaste a tu pueblo de Egipto. Sácame de mi error. Tú lo rescataste del poder de Faraón. Líbrame del autor del mal. Tú lo hiciste pasar por el Mar Rojo. Condúceme a través de las aguas bautismales. Tú lo guiaste con una columna de fuego. Ilumíname por tu Espíritu Santo. Israel comió del pan de ángeles en el desierto. Dame tu Cuerpo santísimo. Bebió el agua de la roca; sacia mi sed con la Sangre de tu costado. Israel recibió las tablas de la ley; grava tu evangelio en mi corazón...

“Inclina tu oído hacia mí, Señor.” ¡Comprende mi grito! Gracias a este grito, Moisés tuvo a la creación como aliada para tu pueblo ( en el mar rojo). Gracias a este clamor, Josué paró el curso del sol (Jos 10,12) Gracias a este grito, Elías volvió estériles las nubes del cielo. (1R 17,1) Gracias a este clamor, Ana engendró un hijo contra toda esperanza (1S 1,10ss) ¡Señor, atiende, pues, mi súplica!

Proclamo el poder absoluto del Padre y la mediación del Hijo, su misión en el mundo y su obediencia. El Padre tiene su trono eterno y tú, “inclinaste los cielos y bajaste” (Sal 28,10; 17,10)... En el Jordán recibiste el testimonio del Padre...; multiplicando los panes en el desierto, levantaste los ojos hacia el cielo y pronunciaste la bendición. Cuando estuviste suspendido en la cruz, el Padre recibió tu espíritu; cuando depositaron tu cuerpo en el sepulcro, él te resucitó al tercer día. Por todo esto clamo en mi oración, esto es lo que proclamo a través de los tiempos.

Homilía anónima del siglo IV
atribuida a San Juan Crisóstomo; SC 146, pag 67ss
(fuente: evangeliodeldia.org)

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